La respuesta de Txaro Goñi de Economistas Sin Fronteras a mi reciente artículo sobre fiscalidad y renta básica me da pié a ampliar y aclarar algunas de las ideas ahí expresadas.
Empezando por señalar lo obvio, las condiciones de vida de gran parte de la humanidad se deterioran sin parar, nos estamos quedando sin tiempo para afrontar la crisis ecológica y el gran capital (que representa al 1% o incluso al 0,1% más rico) consigue sus delirios sin apenas oposición. Como expresó gráficamente un gurú de Wall Street, «la lucha de clases existe y la estamos ganando».
Frente a esta situación se van generando propuestas por parte de distintos grupos entre los que citaré tres de los más prometedores: La Teoría Monetaria Moderna (Stephanie Kelton…) y sus avances sobre el Empleo Digno Universal (EDU), los centenares de fiscalistas europeos (Piketty…) que han planteado cambiar drásticamente la tributación de la renta y la riqueza y las ideas de la corriente ecosocialista sobre el necesario cambio de modelo productivo (incluyendo el excelente trabajo de Manolo Garí y Mikel de la Fuente sobre el tema que nos ocupa).
En el terreno de la lucha contra la pobreza, la RGI ha supuesto un gran avance en garantizar unos ingresos mínimos para todas las unidades de convivencia. Si esto no se logra (que no lo hace), habrá que exigir responsabilidades a los gobiernos vasco y navarro y, por cierto, al Gobierno español que se sigue negando a transferir el mucho más cicatero y defectuoso Ingreso Mínimo Vital. Además, la RGI habrá que complementarla más activamente con programas contra la «pobreza no estadística» como la que tiene por origen las adicciones a drogas, juego o compras por Internet.
E ir avanzando hacia el pleno empleo. Esto, que se ha conseguido en diversos países en los períodos de su historia en que ha interesado al sistema, vuelve a estar en el orden del día. Solo el desarrollo de una economía de los cuidados y la lucha eficaz contra el cambio climático daría trabajo a todo el mundo. Es labor de las organizaciones sindicales que ese trabajo se desarrolle en condiciones dignas y sostenibles y es labor de la sociedad conseguir fondos para financiarlo.
Como vemos, lo que propone la RBI es otra cosa. Aparte de los problemas éticos que plantea dar dinero de todos y todas a las grandes fortunas o a personas de unidades acomodadas que escogen no trabajar o, simplemente, a quien no lo necesita o no lo quiere y aparte de que siempre será más eficiente y ético trabajar todas y todos menos horas que pagar con el trabajo del resto a quien no trabaja, queda el tema de la financiación.
Obviando perogrulladas como que la RBI se financia con los presupuestos generales, se proponen dos vías para conseguir esos fondos. La primera es la eliminación de becas, ayudas y subvenciones. Las prestaciones contributivas responden a un salario diferido con rasgos redistributivos de un colectivo, por lo que no entrarían en este apartado. No obstante, la red estatal de la RB mantenía hasta hace poco la absorción de las pensiones hasta la cuantía de la RBI, lesionando gravemente los intereses de pensionistas de todo tipo.
Txaro nos dice que la RBI debe suponer una mejora y no afectar a los derechos ya reconocidos, pero esto no es así. Las personas que dejen de percibir fondos por esos conceptos estarán en peor situación (relativa, al menos) que las que no los percibían. Se pueden hacer excepciones pero si estas se generalizan para no perder derechos entonces se cegará esta vía y no se recaudará nada (q.e.d.). También se argumenta que hay ayudas que deben desaparecer, lo cual es cierto pero exige un complejo y continuo debate (que ya se da) sobre cuáles se quitan y cuáles no. Este planteamiento, más que a postulados emancipadores, me recuerda a otra idea neoliberal, la política educativa del «cheque escolar»: dinero para todas las familias por igual y nos dejamos de educación y políticas públicas.
La segunda vía que se propone machaconamente desde hace bastantes años es el IRPF a tipo único. A veces se dice que es solo un ejemplo y que la RBI también está por un sistema fiscal justo y progresivo. Pero aparte de la «escasez» de sus artículos en el debate por esa fiscalidad, lo cierto es que el ejemplo neoliberal que usan siempre es diametralmente opuesto a un sistema fiscal justo, ¿casualidad o consistencia con la propia idea de la RBI? Recordemos que en su origen esta era una corriente unitaria mientras que ahora ya hay RBIs de derechas, de izquierdas y mediopensionistas.
Y voy a intentar explicarme mejor para que no se me atribuya el tonto argumento de que si suben los impuestos aumenta el fraude. En primer lugar, el tipo único es un auténtico regalo fiscal para la capa dirigente de la sociedad, para el 1% y no digamos nada para el 0,1% que más gana. Los datos de Piketty sobre Europa y sobre el mundo no admiten réplica.
En segundo lugar, es un conocido principio de sociología fiscal que las personas adecúan sus decisiones económicas en función del tipo marginal del impuesto, no del tipo medio. Es decir, la pregunta es ¿si gano un euro más (y si me lo gasto porque mi capacidad de ahorro es limitada o nula), cuánto se lleva Hacienda? El porcentaje exorbitante que aplica el tipo único a las clases trabajadoras lo convierte en inviable, económica y socialmente.
Naturalmente, siempre existirá la tentación de apoyarse en un régimen muy autoritario para conseguirlo (y aún así…), sin que sea una garantía el que los grupos ahora partidarios de la RBI lo sean a su vez de una democracia plena. A lo largo de los últimos cien años gran parte de la izquierda ha apoyado dictaduras como atajos hacia la consecución de sus fines supremos, aunque estos acabasen siendo simples intereses de casta.
Por último, no tengo dudas de que Marx y Keynes ponían en el centro de la sociedad la vida de las personas. Y yo no tildaría de audaz tirar al cubo de la basura la economía marxista o la keynesiana por intentar explicar cómo funcionan la economía y el empleo, como pretende la RBI.
En resumen, recomendaría a Economistas Sin Fronteras y a todas las personas interesadas en el tema estudiar los análisis y las propuestas de los tres grupos que cito al comienzo, compararlos con los de la RBI y extraer consecuencias para mejorar la vida de toda la ciudadanía. Ahí sí os pediría audacia.
Un saludo
Txema Mendibil – Alternatiba
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