Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, y así mes a mes hasta el esperado 6 de julio que hace estallar la fiesta y la alegría en Iruña. Pero, en 1978, el 8 de julio, tercer día de los Sanfermines, la tiranía y represión más crueles, se apoderaron de las calles de la capital del viejo reino.
Aquella fatídica tarde, las Fuerzas del Orden Público entraron al coso tras exhibirse una pancarta pro amnistía. La violencia policial más cruel y sangrienta, se apoderó de la fiesta. El hostigamiento policial y la respuesta de las personas allí presentes, continuó hasta entrada la madrugada en las inmediaciones de la Plaza del Castillo y de la avenida de Carlos III.
“Disparar con todas vuestras energías. No os importe matar”, esa es la orden que quedó registrada en la emisora de la policía. Germán Rodríguez, militante de LKI, cae muerto en el suelo por un disparo con arma de fuego de las Fuerzas de Orden Público.
El 8 de julio de 1978 se dispararon más de 5.000 pelotas de goma, más de 1.000 botes de humo, más de 1.000 botes lacrimógenos, más de 100 proyectiles de 9 milímetros ‘parabellum’ y más de 50 proyectiles de 9 milímetros ‘corto’. Además del asesinato de Germán Rodríguez, 11 personas tuvieron que ser atendidas por heridas de bala y otras 150 con otro tipo de heridas. Esta será la primera vez que fueron interrumpidas las fiestas desde la guerra civil.
Este acontecimiento no es un hecho aislado, corresponde a un plan premeditado de represión y tortura contra la población civil. El 8 de julio del 78 en Iruña tiene sus precedentes. A nadie se le olvida la masacre del 3 de marzo de 1976 en Gasteiz, o los sucesos de Montejurra en mayo del 76 o la represión vivida en la semana pro-amnistía de 1977. Todo este plan tiene un nombre propio: Martín Villa, ministro de la Gobernación en aquella época.
La población tomó las riendas de la sociedad ante la nueva puerta que se abría con la muerte del dictador. Un futuro más justo, una sociedad más libre y un régimen político diferente a lo anteriormente conocido. Ante este empoderamiento social, la respuesta fue clara, más represión. El Régimen no tuvo suficiente con toda esta sangre derramada. Dos días después de los sucesos de Iruña, Joseba Barandiarán es asesinado de un balazo a manos de la policía mientras se manifestaba en Donostia por lo acontecido en Iruña. El mismo modo de actuación: “No os importe matar.”
Todo lo acontecido en estos años convulsos sigue sin tener responsables políticos y las victimas y sus familias, siguen apartadas a un lado bajo la ley imperante en el Estado español, “el pacto del olvido”. El régimen franquista se convirtió en demócrata de un día para otro. Un nuevo sistema político que se forjó con las leyes de represión, violencia contra la población y sangre, hoy en día continua.
Con sucesos como los ocurridos durante los Sanfermines de 1978 todavía sin esclarecer, es imposible avanzar hacia una sociedad basada en la igualdad y la justicia. Una sociedad que funcione bajo los conceptos de verdad, justicia y reparación y, para ello, es necesario saber qué ocurrió, cuáles fueron los motivos y quiénes fueron los responsables.
El derecho a la justicia, que conlleva la investigación penal de los crímenes cometidos, el juicio de sus responsables y la reparación integral de sus víctimas, deberá ser el pilar principal de la futura Ley de Memoria Democrática que acabe de una vez por todas con la impunidad de los crímenes de la dictadura franquista y la Transición.
Frente a los intentos de enterrar el pasado, de manipular lo que en este pueblo ha pasado, de llenar de mentiras las páginas de nuestra historia; frente a todo esto, nuestra lucha por preservar y defender nuestra memoria.
Como dice una buena amiga, mi querida Julieta, en una canción a la memoria de Germán Rodríguez, “…dejaste sangre en una chapa. No podrán borrar la huella, está tatuada en nuestras entrañas. Grito de tu bendito recuerdo que todavía hoy espera. No te olvidaremos nunca. De la herida de tu frente, vierten nuestras ansias de libertad. Gora herria askatuta!”