La actual situación de los centros de salud mental, desbordados por la demanda tras la pandemia, no ha sido más que la gota que ha desbordado el vaso. Desde el Gobierno Vasco nos están intentando hacer creer que es una situación generada tras una pandemia, que ha hecho aflorar situaciones de «trastornos» que se han exacerbado con esta situación. Pero esto era previsible, desde hace bastantes años, y los gestores del Departamento de Salud eran conocedores de ello.
Ya hace más de 10 años se hablaba de que los centros de salud mental estaban recibiendo casos de personas con problemas o «malestares» que no «correspondían» a salud mental. Era lo que se llamó «demanda inadecuada». Las soluciones que se propusieron para derivar esa demanda a otros lugares pasaron por utilizar los recursos comunitarios (asociaciones, ONGs, profesionales de psicología de ayuntamientos o forales) como receptores de esa demanda.
También era previsible la escasez previa a la pandemia de profesionales de medicina, psicología y enfermería. Pero, tras formarse en nuestra red de salud, se siguen yendo a otras comunidades autónomas buscando la estabilidad que Osakidetza no les oferta. Continuos cambios de centro de trabajo, de contratos, de turnos, hacen que nuestra Osakidetza no sea un destino bien valorado.
Asimismo, la «desestigmatización» de la salud mental (solo la leve) ha favorecido que personas que antes no se acercarían a un centro de salud mental, ahora lo hagan. La aparición de gente famosa hablando de sus problemas de salud mental en los medios ha generado que ya no se oculte tener ciertos problemas mentales: depresión, ansiedad, etc. Sin embargo, otros problemas de salud mental, como la psicosis y la esquizofrenia, siguen siendo tabú, por mantener el aura de «peligrosidad» e incurables.
En la Estrategia de Salud Mental de Euskadi 2023-2028, publicada en septiembre del pasado año, se pone el énfasis en que el marco de la atención es y ha de ser el modelo comunitario. Este modelo es la base del sistema, «no solo un modelo técnico». Pero, como ha ocurrido con el modelo de las OSI en el sistema de salud público, en salud mental se siguen poniendo en valor los hospitales, tanto generales como psiquiátricos. La dotación de recursos humanos descompensados entre la primaria y lo hospitalario, es tan evidente que nos hace poner en duda ese principio de que lo comunitario es básico.
Lo comunitario, y la intervención en la comunidad, exige profesionales que dediquen su tiempo a «estar» en la comunidad. Con el agravante de que ese tiempo, a menudo, es en horarios fuera de los clásicos de atención. Exige conexión con la comunidad para escuchar y conocer de primera mano sus problemas, sus preocupaciones y sus demandas.
El modelo en alza desde hace bastantes años, el modelo biomédico, o habría que llamarlo biofarmacéutico, ya ha demostrado que no es ni capaz de realizar una atención comunitaria, ni le interesa. Como dice James Davies: «esta visión mercantilizada de la salud mental ha despojado a nuestro sufrimiento de su significado y sentido más profundos», convirtiendo la salud en un nuevo negocio. El malestar se ha convertido, en contraposición de la necesidad de un cambio de sistema, en supuestas deficiencias en nuestra química cerebral. Ya no es la sociedad, y su sistema, a quienes hemos de achacar el sufrimiento, sino a nuestra incapacidad de resolverlo con nuestros medios. Y nos propone soluciones rápidas y científicas, de (in)discutible eficiencia, soluciones medicamentosas que, lejos de «sanar», cronifican la dependencia farmacéutica.
Por otro lado, la necesidad de una actuación e intervención conjunta de sistemas tan distintos como son el social y el de salud, complejiza aún más la situación. El sistema de salud no es competente en la resolución de los problemas relacionales, convivenciales, laborales, habitacionales o formativo, lo cual obliga a que tengan que intervenir muchos más sistemas: social, educativo, laboral, vivienda, etc. Si ya es difícil la coordinación entre dispositivos sanitarios, con otros sistemas se hace aún más complicado y dificultoso.
La alternativa a esta penosa situación parte desde el fortalecimiento de un sistema público de calidad, desde un modelo biopsicosocial y con una atención respetuosa con los derechos de la persona atendida y sus decisiones. El fortalecimiento de la atención primaria es indispensable para ofertar calidad y proximidad. El cambio de visión, desde una perspectiva comunitaria, dejando de lado visiones neoliberales y buscando la implicación de otros sistemas desde una perspectiva transversal de la salud. Para ello, Osakidetza ha de modificar su modelo de contratación, cuidar y apoyar a sus profesionales, porque son estas personas las que mantienen la salud de Euskadi.
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