Hace unas semanas recordábamos el 50 aniversario del encierro de 47 trabajadores en la mina de Potasas. Tomaron la mina pidiendo mejoras laborales, tras una huelga de 45 días y una sanción de dos meses sin empleo y sueldo. Por aquel entonces, Potasas era el mayor centro de trabajo de Navarra, donde trabajaban cerca de 2000 trabajadoras y trabajadores. Su recorrido en la lucha fue ejemplar y culminó con la convocatoria de una huelga general en todo Navarra. Esta, supuso un hito en la solidaridad y la unidad de clase ante el evidente atropello que pretendían llevar a cabo.
En el contexto actual de hiperglobalización nos encontramos ante la permanente amenaza de cierre de centros de trabajo y abandono de cientos de trabajadoras y trabajadores y sus familias obedeciendo exclusivamente a intereses económicos y de negocio empresarial. Estamos viendo la cara mas cruel de las deslocalizaciones que llevan a cabo las multinacionales. Esta situación no es nueva y venía anunciándose desde hace tiempo. Baste con hacer un ejercicio de memoria reciente a través de los siguientes ejemplos:
Siemens Gamesa lleva desde hace 7 años, desde 2018 exactamente, concatenando EREs. En 2005 cerró la planta de Ufesa (grupo alemán BSH) en Etxarri dejando en la calle a 160 trabajadoras y trabajadores. En 2014 cierra la planta en Villatuerta (antigua Agni) con 98 trabajadores y trabajadoras.
Podemos afirmar por tanto que estamos ante una deslocalización por fascículos y una perdida paulatina de peso de la industria en Navarra a la que en las últimas semanas se suma el anuncio del cierre de la planta de BSH en Eskirotz. Por si esto no fuera suficientemente dramático, esta misma semana hemos conocido el anuncio de cierre inminente de Nano Automotive en Tudela condenando al despido a cerca de 120 trabajadoras y trabajadores.
Además del drama que supone para todas estas personas y sus familiares el impacto de estas injustas decisiones en sus propias vidas no debemos obviar lo alarmante y peligroso que supone el cierre de empresas. Especialmente en algunas zona de Navarra, donde con las medidas de cierre anunciada se camina en la senda contraria a la idea de estabilidad y asentamiento de población.
Estas decisiones empresariales, que nada tienen que ver con el compromiso social y el territorio y si con la búsqueda del beneficio a costa de la posibilidad de vida digna de los y las trabajadoras, también supone un riesgo añadido a la problemática de la despoblación de las zonas rurales obligando a su población a desplazarse a otros núcleos en búsqueda de una estabilidad. Y es que, junto a otros incentivos asociados a la vivienda, las infraestructuras y una adecuada dotación de servicios públicos, el empleo, o para ser más preciso el mantenimiento del mismo, es una herramienta poderosa y eficaz para luchar contra la despoblación.
Desde el año 2020 en Navarra contamos con una ley sobre medidas a favor del arraigo empresarial y contra la deslocalización que, en su propia tramitación, se tildó por una gran parte de los agentes sociales y políticos como poco ambiciosa. Y a la vista de los acontecimientos antes señalados parece evidente que acertaban en dicha consideración. Ahora que sabemos que estás no son suficientes para frenar las deslocalizaciones un buen punto de partida sería ver que más podemos hacer. Cuanto más debemos exigir para defender a los navarros y navarras y ganar un futuro para nuestro territorio, Nafarroa?
Las direcciones de las empresas multinacionales en Navarra se han mostrado como interlocutoras incapaces e ineficaces cuando las decisiones se toman a miles de kilómetros y con otros parámetros que nada tiene que ver con el compromiso social. Sirva un ejemplo a modo de botón de muestra: Las últimas ayudas públicas que recibió BSH fueron de entorno a 186.000€ ¿qué es eso para un grupo como BOSH?.
Toca ser más audaces, ser más exigentes. Hay que exigir contrapartidas a las empresas. No solo hablo de subvenciones o ayudas directas, sino también las deducciones fiscales o los beneficios fiscales que se les brindan y a las que, por su gran opacidad, difícilmente se accede a la información real.
La futura ley de industria puede y debe ser una nueva oportunidad para poner coto a estas practicas abusivas y abordar todos los retos que tiene la industria navarra como pueden ser la digitalización, la descarbonización, el relevo generacional, la siniestralidad laboral, la brecha salarial de género o la precariedad laboral poniendo a trabajadoras y trabajadores en el centro de esta ley para asegurar la calidad en el empleo y el futuro. No tenemos tiempo que perder. No podemos permitirnos el lujo de desaprovechar esta oportunidad para empezar a cambiar las cosas ya. No podemos desatender el SOS que recorre Navarra de norte a sur.
Este próximo domingo 16 de febrero, en una manifestación que partirá a las 12:00 de los cines Golem Baiona, tenemos una gran oportunidad para acompañar a todas estas trabajadoras y trabajadores ante estas decisiones que solo obedecen a estrategias empresariales. Una convocatoria unitarias de los comités de empresa de Volkswagen Navarra, Nano Automotive, Siemens-Gamesa, Sunsundegui, BSH, Tasubinsa y Tenerías Omega en defensa del futuro de la industria Navarra.
En palabras de las propias convocantes, esta convocatoria de movilización es “un llamamiento a la clase trabajadora de la industria de Navarra, a los sindicatos, colectivos sociales y a toda la sociedad navarra a secundar la manifestación. Es necesario unirse para dar una respuesta conjunta a un problema común: el ataque por parte de las empresas a nuestros puestos de trabajo. Entendemos que no debe quedarse en el ámbito de nuestras empresas, ya que estos ataques afectan a toda la sociedad navarra, a nuestra tierra”.
Como hicieron hace 50 años ante el cierre de Potasas, volvamos a mostrar nuestra solidaridad y nuestro rechazo ante estas decisiones, ¡todas juntas defendamos el futuro de la industria navarra!