Lo social, lo nacional y la globalización

Iosu Perales

Es recurrente que voces desde las izquierdas afirmen que la llamada cuestión nacional de Catalunya y Euskadi, debe quedar en un segundo plano ante la prioridad de las luchas y reivindicaciones sociales pendientes. Estas voces, en general, no niegan el derecho democrático a decidir, pero tuercen el gesto cuando se trata de optar o no por la independencia de Catalunya y Euskadi. Bastantes de estas voces acuden a la globalización para defender la idea de que estos nos son tiempos de formar nuevos estados, ya que las soberanías ceden terreno a la interdependencia. Creo, sinceramente, que se trata de posturas equivocadas. Puedo entender que haya opciones diferentes a la de independencia nacional de Catalunya y Euskadi, pero estos argumentos no me parecen sólidos ni adecuados.

Permítanme que empiece informando que no soy nacionalista, pero defiendo que mi identidad nacional es la vasca. Y punto. Y lo soy por razones democráticas. Siempre he pensado que en las organizaciones políticas pequeñas, no solamente hay desventajas, sino que también hay variables muy favorables en orden a la fiscalización de los gobiernos, la mayor cercanía entre instituciones y ciudadanía, y como consecuencia mejores condiciones para influir en favor de los derechos sociales de la gente. No hay derechos sociales sin ciudadanía democrática, y no hay ciudadanía sin comunidad y autogobierno, como muy bien afirma la profesora María Eugenia R. Palop. Derechos sociales y derechos políticos son indivisibles. Como ya reconocía Thomas Humphrey Marshall en su Ciudadanía y clase social, los derechos sociales tienen un carácter comunitario que solo puede realizarse en el ejercicio de una democracia amplia e incluyente y eso, en el terreno que nos ocupa, se llama, cuando menos, derecho a decidir y, consecuentemente, la independencia como opción.

Es desde mi punto de vista bastante extraño que desde posiciones autodenominadas socialistas o alternativas se siga analizando la construcción de una sociedad desde un enfoque economicista que no tiene en cuenta que los vínculos que cultivan la libertad y la democracia tienen que ver con la capacidad de una comunidad a decidir qué quiere ser y cómo quiere ser. De lo contrario la vida humana empieza y acaba en trabajar, comer y dormir, obviando los anhelos individuales y colectivos que también pasan por crear y reproducir, mediante la participación, una organización política espacialmente adecuada en una comunidad que se reconoce a sí misma como distinta a otras. Y esto incluye formar un Estado propio si es esa la decisión democrática.

Si se afirman los derechos sociales y al mismo tiempo se niegan los derechos políticos se está atentando contra la viabilidad de los primeros, pues solamente pueden implementarse desde una comunidad política que se organiza democráticamente, que es lo mismo que decir de manera soberana pues la democracia no se mutila a sí misma. Planteo todo esto desde una posición republicana, de rex pública, no desde un patriotismo sentimental, de consagración de la historia, y mucho menos etnicista. El derecho a decidir, lo nacional, como identidad de una realidad social plural que cuidando lo colectivo coloca en la centralidad a cada ciudadano y ciudadana con toda su individualidad. En este sentido, María Eugenia R. Palop me recuerda a Martin Buber cuando dice: “La propia libertad individual, la autoconsciencia y la autoestima, solo pueden realizarse en una vida social que inspire un compromiso con el bien común. De otro modo, nuestra vida sería solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”.

En resumen, la radicalización democrática que debe ser necesariamente pacífica, exige tomarse en serio el hecho diferencial de cada comunidad de acuerdo con su propia conciencia mayoritaria. Ciertamente la diversidad siempre estará presente y, en consecuencia, los derechos de las minorías siempre deberán quedar garantizados. La izquierda que niega el derecho político a decidir y/o a la independencia debe superar ese olor a viejo de una unidad estatal impuesta y que puede llegar a ser una cárcel de pueblos incluso sin pretenderlo.

He dicho que voto por la independencia por razones democráticas. A ello me anima, desde luego, mi convicción de que poco hay que hacer permaneciendo en una España, rancia, muchos de cuyos políticos son habitantes de la caverna, y bastantes de los cuales beben de las fuentes del franquismo, aún hoy. Una España corrupta no es mi hogar. Sé que en Euskadi también hay corrupción, pero de ello ya nos encargaremos la ciudadanía vasca. Lo que es inmanejable es lo que ocurre en España, cuyas instituciones, empezando por la Justicia están taladradas por tramas corruptas.

Por fin, anteponer lo social a lo nacional es un modo de perpetuar el actual estatu quo, ya que bajo el capitalismo siempre habrá desigualdades sociales, más aún en el marco de un neoliberalismo galopante, de lo que se deduce que la agenda de los derechos sociales es poco más o menos que eterna. Realmente esa idea de que nos ocuparemos de lo nacional cuando se resuelva lo social lo veo y lo vivo como una trampa. Pero es que además es un enfoque poco solvente pues ignora que lo social para avanzar en el sentido de la igualdad necesita de un marco político alternativo al actual, y el Estado catalán o vasco puede serlo.

Pero, como he citado, muchas voces indican que la globalización va en sentido contrario de la independencia de los pueblos, léase Catalunya o Euskadi, por ejemplo. Es verdad que la globalización es un proceso histórico, no es el resultado de un acto como encender el motor de un automóvil o la luz de una habitación. Podemos decir que en el año 2025 estaremos mucho más globalizados y en el 2050 aún más. Se trata de una transformación permanente que no sabemos cuándo podrá llegar a completarse, sobre todo por cuanto su esencia es la de extender actividades a través de un planeta diverso geográfica, climática e históricamente. Pero dicho esto convendremos en decir que la actual es una globalización desgraciada al servicio del dinero. En realidad debemos aspirar a transformarla radicalmente, haciendo de ella una oportunidad para la solidaridad y la democracia planetaria.

Como dice el profesor Gurutz Jáuregui la tentación de aferrarnos a viejas certidumbres, frente a lo nuevo, no es lo más apropiado. Por contra, aceptar el riesgo de actuar ante los procesos de cambio desde una actitud crítica, es mucho más apasionante. De modo que si aceptamos el punto de partida de que la actual globalización no encarna los valores de un ideal emancipatorio, parece una necesidad la asunción de un proyecto alternativo humanista de globalización que implica la construcción de un sistema político que no esté al servicio del mercado global, sino de las personas. Así por ejemplo yo quiero más Europa, pero otra Europa.

Hacer ya unos años escribí sobre la necesidad de una contra-hegemonía como respuesta. Es en este escenario que la palabra glocalización resume bien esa tensión dialéctica que consiste en pensar globalmente y actuar en el ámbito local. Se trata de un modo de respuesta con dos componentes: uno de resistencia y otro de alternativa al despliegue de un mercado darwinista y sin rostro democrático. Planteado de una manera práctica, yo no evalúo la idea de independencia sometiéndola al arbitraje de la actual globalización, pero en cambio propugno que es la hora de los pueblos. Es por eso que defiendo una Euskadi independiente volcada junto con otros pueblos a la construcción de otros marcos internacionales institucionales y de la sociedad civil así como inter-gubernamentales.

Defiendo el espacio local, comunitario (municipio, territorio, la nación), como campo idóneo para la participación ciudadana en la toma de decisiones y el uso eficiente de los escasos recursos para el cumplimiento de un programa social. Los ataques a este enfoque de lo local no son poco importantes. Pero como bien afirma el profesor Francisco Alburquerque las potencialidades del desarrollo endógeno son extraordinarias, más allá de preferencias subjetivas por espacios políticos más próximos al ciudadano. ¿Construir una contra-hegemonía? Se trata sin duda de un paradigma con idealismo que, en cualquier caso, debe tener como punto de partida la realidad tal y como es, eso no lo niego. La teoría de redes ofrece, sin embargo, una oportunidad para generar sinergias y procesos sociales, económicos y políticos, abiertos al intercambio y a la elaboración de una agenda común de escala global. Los movimientos centrífugos, los vasos comunicantes, pueden contribuir a generar nuevos valores y una nueva cultura de la acción social, atentas a nuevas posibilidades enfrentadas a la resignación, y con disposición a desplegar por toda Europa poderes múltiples, expansivos y creativos.

Sin duda la batalla entre una globalización al servicio de pocos y manejada por poderes opacos, ocultos a la ciudadanía, y la soberanía de los pueblos (que pueden organizarse o no en Estado) está lejos de haber terminado, a pesar de la propaganda que trata de convencernos que no tenemos nada que hacer. Pasa lo mismo con la tensión entre Estado y democracia.

La idealizada «aldea global» lo es tan sólo para élites, pero no para las mayorías del planeta. En este marco no me apunto a la independencia como una huida de la realidad sino como una forma de cuartear una globalización que traiciona a la gente y, por otro lado, como impulso constructor de una comunidad independiente, con Estado propio y siempre atenta a la solidaridad con todos los pueblos del estado español.

Reitero que escribo este texto desde una posición no nacionalista. Nacionalismo es lo que está dispuesto a hacer el PNV, facilitando los presupuestos del PP, a cambio de algunas ventajas, aunque ello suponga perjudicar gravemente al conjunto de la sociedad estatal. “Lo nuestro por encima de todo” es su lema. Por mi parte, llevo más de 40 años de internacionalista, trabajando con comunidades campesinas e indígenas de diferentes países desde el sector de la Cooperación al Desarrollo. Como yo, cada vez más gente se incorpora por razones democráticas a la idea de independencia.

Publicado en Rebelion y VientoSur

Fin de ETA y…

Joxe Iriarte ‘Bikila’ – Alternatiba

A raíz de la entrega de las armas de ETA escribí: “A falta del acto que suponga su desaparición formal, ETA ya es historia. Contar esa historia, me temo, en principio va a tener más de batalla entre relatos que debate del cual sacar enseñanzas. Preveo mucho ruido, ecos distorsionados similares a los que se oyen en medio del sepulcral silencio que acompaña al día siguiente de la batalla. Una liza con sucesivos episodios, que ha durado mas de 60 años y que ha dejado centenares de muertos tanto en los diferentes bandos como entre quienes no tenían bando alguno. Sin embargo, aunque va a requerir su tiempo, abogo para que seamos capaces de abordar el pasado y sus repercusiones sobre el presente”.

Con tal objetivo, y como aperitivo, he decidido reeditar una versión actualizada de un artículo escrito al poco de que ETA anunciara el fin de su lucha armada. A modo de introducción diré que el enfoque del escrito difiere de la tesis de que no ha existido (ni existe) un conflicto político de carácter nacional, sino la lucha del Estado de Derecho contra el terrorismo, y que el fin de ETA supone la victoria del “bien sobre el mal” (según la formula acuñada por Busch); pero también, de la versión que nos presenta una heroica lucha (la de ETA) repleta de sacrificios y a resultas de la cual el pueblo vasco estaría en mejores condiciones para conseguir su libertad nacional y la emancipación social. Creo que entre el blanco y el negro de ambas versiones no permite un tercer enfoque ni matices importantes.

1. ETA, ha cerrado la persiana. La mayoría de la sociedad vasca llevaba tiempo deseado el final de ETA. Yo también. Pero las razones para desear y argumentar tal fin eran y son diversas y condicionadas por el cristal con que miramos, o la forma en que nos afecta personal o políticamente.

Mis razones nunca han sido ni son las del sistema y sus defensores, ni están fundamentadas en unos preceptos éticos abstractos, los cuales, al igual que la aspirina, valen para todo tipo de dolores. (1) La noción del bien y del mal del PP (por ejemplo, en el tema del aborto), o de cualquier demócrata neoliberal, y la de un anticapitalista y antiimperialista no pueden ser iguales o similares, por más que todos nos declaremos fervientes defensores de los derechos humanos. Con la excusa del antiterrorismo el Estado español ha restringido libertades (ley de partidos, etc) y conculcado derechos humanos (claramente denunciadas por Amnistía Internacional por torturas en comisarías y penosa situación de los presos).

Hablando claro, a pesar de mis divergencias con ETA, no he deseado un final policíaco-represivo de ETA del tipo «derrotado y cautivo el ejército rojo, la paz reina en España»; o el orden constitucional, que no es lo mismo pero algo se le parece. El discurso sobre el final de ETA que se va imponer desde el campo institucionalista supondrá una cerrada defensa de la política antiterrorista; incluida la “guerra sucia” (y sus fondos reservados) aunque esta se defienda por lo bajini. Y en general todo el entramado legislativo que no ha hecho sino endurecer todo tipo de leyes y decretos represivos. Lo cual nada tiene que ver con lo que se supone es inherente a un Estado verdaderamente de derecho.

No por casualidad el ejército vencedor de la guerra civil impuso una Transición a la medida de sus deseos (que rechazó la República y no reconoce más soberanía que la de la nación española) y posibilitó, además, que los que hoy claman «¡ni olvido ni perdón!» se beneficiasen del borrón y cuenta nueva. El PP tuvo por presidente honorífico a un ex ministro franquista responsable directo de masacres como la del 3 de marzo de 1976 en Gasteiz. Esto es, quienes durante la Transición alabaron el cambio de chaqueta de tantos falangistas convertidos en demócratas de toda la vida, pretenden negar a las gentes de la Izquierda Abertzale la posibilidad de liderar un cambio de estrategia.

Por el contrario, he deseado una decisión unilateral de ETA, tal como ha ocurrido al final.

En primer lugar, para dar fin a una estrategia que además de generar un terrible e inútil dolor entre sus partidarios y adversarios, entorpecía y envilecía la lucha en pro de la soberanía de Euskal Herria.

En segundo lugar, para superar los obstáculos existentes para logar un acuerdo satisfactorio en torno a las víctima, los presos y exiliados y, en general, a todos los directamente afectados. (2)

En tercer lugar, para que desapareciese el tutelaje que ejercía ETA sobre el plano político-general (3). En este sentido, ha sido muy positivo que la actual izquierda abertzale abogue por una clara separación entre las demandas políticas relativas al derecho de autodeterminación (4), la territorialidad y el respeto de los derechos civiles y políticos, etc., y lo concerniente a la confrontación entre el Estado y ETA, y ETA y una parte de la sociedad vasca (víctimas, presos, exiliados, la legislación antiterrorista, ley de partidos, etc.).

En cuarto lugar, para que se facilite y allane el camino ya iniciado por la izquierda abertzale para conformar un nuevo proyecto del estilo de Euskal Herritarrok (y que la ruptura de la tregua frustró) adaptada a las nuevas circunstancias, marcadas por una profunda crisis sistémica. El éxito de Bildu, supone un espaldarazo al giro efectuado por la izquierda abertzale, y demuestra que el accionar de ETA, además de generar graves problemas éticos, impedía izquierda abertzale (y al soberanismo) desplegar todo su potencial electoral y social. Esto es, que la izquierda abertzale despliegue velas hacia la construcción de una izquierda de corte anticapitalista y antisistémica en lucha por una Euskal Herria, soberana y eco-socialista. Dicho en otras palabras, que pueda refundarse en esa dirección.

Por último: Porque no comparto el argumento de que vivimos en el mejor de los mundos posibles y que todo intento de trasformarlo de raíz mediante una estrategia rupturista nos llevaría a horrores sin cuento. Más bien, pienso lo contrario: sin ruptura con este sistema no hay salida para los problemas que nos aquejan. Pienso también, que la cultura del consenso para todo (basada en la en la búsqueda sistemática de intereses comunes; por ejemplo, entre en capital y el trabajo) en detrimento del disenso y de la cultura de la insumisión y la disidencia ante la injusticia, y que lucha armada de ETA ha reforzado por contraposición. (5)

La cultura del consenso, como paradigma de la buena política, ha sido uno de los cánceres de la izquierda y de los movimientos de emancipación. Hemos adolecido de disenso y sufrido una intoxicación de consenso.

2. Vías políticas o vías militares. En tales términos ha sido planteado el debate fundamental de los últimos años. La izquierda abertzale ha evolucionado del jaleo a la lucha armada (ETA jarraitu borroka armatua!) y la defensa de la validez de todos los métodos de lucha, a apostar solo por las vías políticas. Puede especularse si el cambio es fruto de la necesidad (para superar el cerco represivo) o de la convicción (superar el militarismo), o de ambas a la vez. Incluso si es muestra de debilidad (tesis de Ares) o de fortaleza (¿quién resiste mejor el huracán represivo, el robusto roble o el flexible bambú?). Todo ello es discutible y formará parte de la batalla del relato. Lo importante es señalar la magnitud del cambio operado: Una estrategia que opta por la constitución de un bloque soberanista-independentista de izquierdas que opere en todos los ámbitos políticos y sociales; que ocupe las calles y las instituciones, e impulse desde ambos ámbitos la confrontación democrática en demanda de un cambio de régimen. Y ese cambio copernicano es lo que ha posibilitado el surgimiento de EH Bildu, con todo lo que ello representa.

A partir de ahora, el quid de la cuestión consistirá:

a.- Integrarse en el sistema (las presiones en ese sentido serán grandes y variadas) si bien no de cualquier forma (las variantes son diversas, no ha sido los mismo el PSOE que IU), o, combatirla en todos los frentes (el cómo, es también un tema complejo que habrá que ir desgranando).

Esto es, si la estrategia y táctica políticas van atener un sesgo fundamentalmente reformista basada en una eficiente y honrada la gestión institucional sostenido por diversos movimientos sociales; o bien va a favorecer las luchas y los movimientos sociales para construir pacientemente una nueva representación política (incluso parlamentaria) de los explotados y oprimidos cuyo objetivo sea a corto y medio plazo un Estado independiente y socialmente justo, y a la larga el derrocamiento del capitalismo y el fortalecimiento de un proyecto eco-socialista.

b.- A otro nivel, va a tener que dilucidar si su política de alianzas va a tener un sesgo fundamentalmente nacionalista interclasista, o preferentemente clasista y anticapitalista. Esto es, una construcción nacional vasca favorable a las clases explotadas y solidaria con sus congéneres de otras partes del planeta. Dicho de otra forma, un programa orientado lo que se ha llamado el nacionalismo del bienestar (síntesis entre el nacionalismo burgués y el antiguo modelo social-demócrata partidario del estado de Bienestar).

La crisis actual ha puesto de manifiesto el nefasto papel de los social-liberales y nacionalistas de derecha, pero también los límites de una izquierda formalmente anticapitalista, institucionalista, presa de la cultura de la gobernabilidad y el convencimiento de que solo compartiendo poder (aunque sea en un papel subalterno) (6) se pueden obtener logros de importancia.

c.- Cabe también, una convivencia entre ambas opciones no exenta de tensiones, sobre la base de una posición mayoritaria intermedia, que haga puente entre entre las más extremas. Me da la impresión de que algo así funciona en Die Linke de Alemania. También en Podemos. Y es posible que sea la opción ganadora en EH Bildu.

De momento, el reto fundamental se sitúa en el logro de una izquierda que responda con contundencia al descrédito generalizado de los representantes públicos pringados en tantos escándalos de corrupción.

3. Algunas consideraciones suplementarias sobre el tema de la violencia política. Es evidente que en las sociedades europeas actuales, las estrategias basadas en la lucha armada (máxime si es del tipo de la empleada por ETA) constituyen un grave error de nefastas consecuencias. Pero el debate sobre la violencia no se agota con ese ejemplo (8): basta analizar lo ocurrido en la última huelga general, lo acontecido en todo al Parlamento de Catalunya y el M-15, Kukutza, o cada vez que se da un enfrentamiento violento entre fuerzas del orden y manifestantes o huelguistas defensores de justas reivindicaciones. Miremos a Grecia, y veremos como responde el estado a la ira popular.

Hay violencias y violencias, y es necesario diferenciarlas. Francisco Fernández Buey aborda el problema de la siguiente forma: “no hace falta aceptar la idea de que la violencia es la comadrona de la historia, ni insistir particularmente en la observación de que, por lo general, los derechos no se otorgan sino que se conquistan (frente a la violencia de quienes no quieren ceder sus privilegios a los cuales dan forma de ley), ni siquiera aceptar la idea, tan extendida, de que entre derechos iguales decide la violencia, para ponerse de acuerdo, en que existen circunstancias en las cuales la resistencia al mal social y la justicia obligan al desobediente y al resistente [¡y yo lo soy, respecto a múltiples injusticias que emanan del mundo capitalista!] a ejercer ciertas formas de violencia defensiva”. Violencia defensiva frente a un estado que se autodefine como de derecho, y que en realidad es un aparato para el ejercicio de la violencia sistémica.

Freud, respondiendo a Einstein, fue muy explícito al afirmar que, tratándose de la violencia social (y no de violencia individual), “se comete un error de cálculo si no se tiene en cuenta que el derecho fue originalmente violencia bruta y que el derecho sigue sin poder renunciar al apoyo de la violencia”. Nos lo señalaba también Javier Ortiz: “El estado es la estructura organizada más acabada de la imposición. Él decide que hay instrumentos de violencia no sólo aceptables, sino incluso estupendos: las Fuerzas Armadas, las policías, los tribunales, las cárceles”. No hay sentencia judicial, o decisión política, que no tenga detrás de sí unas fuerzas policiales que la harán efectiva en caso de oposición. Los oponentes al TAV sabemos algo de eso, y los huelguistas franceses también, y qué decir de los emigrantes, por no hablar de conflictos más sangrantes o virulentos como el que está en curso en Afganistán etc.

Al arrogarse el monopolio de la violencia, el Estado asume sin tapujos su derecho a ejercerla de forma exclusiva y utilizarla cuando le haga falta, mediante unas instituciones armadas (ejército y policía) financiadas a expensas del contribuyente. Y esto es así en la política nacional como en la internacional. El hecho de que se dote de un protocolo de actuación (no pocas veces trasgredido conscientemente, el “caso Cabacas” un botón de muestra) no invalida esa conclusión, a pesar de que el lenguaje políticamente correcto se empeñe en afirmar lo contrario.

En la ya desaparecida sección “Carta con respuesta” del diario Público, Rafael Reig, nos ilustraba con su opinión: “De Gaulle afirmó: Francia se hizo a golpe de espada. Aznar piensa que España se hizo con la ayuda de Santiago Matamoros, y Esperanza Aguirre sitúa el nacimiento de la nación española en la guerrilla armada del siglo XIX. ¿Qué decir, de la(s) independencia(s) americana(s), o el nacimiento de la democracia en Francia a golpe de guillotina, o las distintas revoluciones políticas y sociales, frustradas o triunfantes…?

La violencia esta ahí. Se diga lo que se diga. Para una izquierda trasformadora que no solo quiere vencer, sino también convencer, ser consecuente entre los fines que predica y los medios que utiliza el debate va de suyo. Algunas pinceladas al respecto.

4. Medios y fines. Alguien dijo que la guerra es el arma (política) de los ricos, y el terrorismo el arma de los pobres. Tenía razón; sólo apostillaría que tan terrorista es una forma de violencia como la otra, aunque la primera tenga detrás de sí el beneplácito de las instituciones nacionales o internacionales. Y que en ambos casos (pobres o ricos), la cuestión estriba, por tanto, en la naturaleza de la política que se ejecuta y los medios que se emplean.

Ser radical es ir a la raíz de las cosas”. Ir a la raíz de nuestros problemas nos lleva a enfrentarnos al sistema capitalista y sus instituciones represivas. Pero hay muchas formas de ser radicales, y no todas son asumibles desde los principios políticos de izquierda radical o revolucionaria.

La radicalidad debe de ser sinónimo de aspiración al cambio de sociedad, de quienes no se conforman con la mirada superficial, buscan la raíz de las cosas, de los problemas, para precisamente solucionarlos.

Hay radicalidades que utilizan violencia de baja o alta intensidad, y otras de signo pacifista. Curiosamente las primeras no requieren necesariamente más valor que las segundas. En ambos comportamientos nos encontramos a menudo con dogmatismos que absolutizan su elección, más allá del tiempo y el espacio.

Las radicalidades violentas requieren de tres condiciones generales para que sean políticamente operativas: legitimidad, deseabilidad y conveniencia. Se trata de tres criterios que con frecuencia no van unidos. Cuando se separan, la violencia ejercida entra en crisis o de deja de ser conveniente, pues ningún método de lucha escapa a la dialéctica entre medios y fines.

Podemos decir, además, que cuanta menos violencia sea necesaria para lograr los objetivos de libertad, equidad y justicia, mejor. No son pocos los problemas que plantean las vías violentas en la transformación de la sociedad. Si se trata de la lucha armada, su inclinación a militarizar la política, los movimientos sociales y la propia sociedad, se convierte en una amenaza contra sus propios fines de emancipación. La historia nos demuestra que, incluso las revoluciones triunfantes por la vía militar, han generado desde el poder graves defectos de verticalismo y falta de libertad. Naturalmente no se trata de una ley inevitable, pero sí de un fenómeno repetido que invita a la reflexión. Por ello nos interesa sobre todo aquella vía que sintoniza con los valores y objetivos por los que luchamos, y facilita el camino para lograrlo. Y está claro que las vías no violentas concuerdan más con la dialéctica entre fines y medios.

Ciertamente la no violencia entra en crisis, también, cuando su ejercicio se traduce en inoperancia o, a su pesar, en un apoyo objetivo al sistema dominante, o cuando menos en alimento de actitudes socialmente poco o nada favorables a la lucha contra la opresión. Y tiene sus límites. Gandhi, resistente pacífica activo contra la injusticia, y que además venció al imperio opresor, no logró que tras la independencia desapareciesen las castas, la explotación, ni los odios religiosos. Un pueblo que utilizó vías pacíficas no quedó en absoluto vacunado contra la violencia interreligiosa, interétnica o contra los parias de la tierra que siguió a la conquista de la independencia.

De hecho, salvo el pacifismo extremo, partidario de ofrecer la otra mejilla -e incluso éste admite excepciones- ninguna doctrina filosófica, y mucho menos política, rechaza el empleo de la violencia, sea ésta en primera o última instancia. De los estados está todo dicho. La Constitución americana defiende el derecho del ciudadano a levantarse en armas contra la tiranía, y ninguna organización o movimiento revolucionario que aspire cambiar la sociedad excluirá el enfrentamiento armado, pues sabe que tarde o temprano los que están el poder sacarán los tanques a la calle.

MORALEJA. Unos medios dignos no conducen inevitablemente a un buen resultado, pero está demostrado que unos medios perversos garantizan el desastre. Todas las opciones consideradas legítimas requieren una crítica y una autocrítica permanente.

Notas:

1. Mi enfoque se fundamenta en la “fusión de lo ético y lo político, partiendo de la pluralidad de éticas y de políticas” según la definición de Paco Fernández Buey. Esto es, en unos principios éticos acordes a un proyecto eco-socialista, internacionalista, feminista y autodeterminacionista, los cuales chocan con de los defensores del statu quo, contrarios a esos objetivos, pero también con los de ETA, que en teoría pueden coincidir pero que su práctica los contradice.

2. En el tema de las víctimas, merece la pena resaltar el contraste existente entre el protagonismo simbólico que juegan las víctimas de ETA y sus familiares, y el ostracismo que sufrieron (durante toda la Transición) y sufren las víctimas de la guerra civil y sus familiares. Poco tiene que ver con una cuestión de responsabilidad generacional ni con cuestiones de mayor urgencia en materia de memoria o reparación, sino con la construcción de un discurso que hace de la Transición nuestro alfa y omega, y todo lo que cuestiona esa versión no interesa.

3. Aunque debe de quedar claro que no desaparecerá el otro tutelaje, el de unas FFAA encargadas de la defensa de la soberanía y unidad territorial del Estado… que también debería de desaparecer.

4. Estoy de acuerdo con cuando Paco Fernández Buey, cuando afirma que, “la defensa histórica de un derecho principio jurídico-político justo por la vía de la violencia, sea ésta mayoritaria o minoritaria, no invalida la justicia de dicho principio… el derecho de autodeterminación de los pueblos no es un anacronismo en esta Europa, en este mundo, es un derecho democrático básico en una democracia en construcción”.

5. El consenso social es necesario para resolver determinados temas, tales como la convivencia entre culturas, identidades, o choque entre derechos similares. Sin embargo, no sirve, para conflictos en cuya base está la explotación, la opresión y la discriminación de clase, de género y/o nacional; ni qué decir de las agresiones al medio ambiente. El ejemplo palestino es de lo más ilustrativo.

6. Es el papel asumido por ERC e Iniciativa per Catalunya (en el tripartito con el PSC) en la Generalitat, el BNG en la Xunta y EB en Eusko Jaurlaritza.

7. Ello no exime a la izquierda radical de su propia incapacidad para erigirse en alternativa. Lo cual a mi entender hace necesarios en la presente coyuntura procesos amplios de acumulación de fuerzas antineoliberales y soberanistas. Podemos y EH Bildu, cada cual con su particular enfoque serían los modelos actuales en los cuales la izquierda anticapitalista y soberanista debería intervenir.

8. De hecho, salvo el pacifismo extremo, partidario de ofrecer la otra mejilla -e incluso éste admite excepciones- ninguna doctrina filosófica, y mucho menos política, rechaza el empleo de la violencia, sea ésta en primera o última instancia. De los estados está todo dicho. La Constitución americana defiende el derecho del ciudadano a levantarse en armas contra la tiranía, y ninguna organización o movimiento revolucionario que aspire cambiar la sociedad excluirá el enfrentamiento armado, pues sabe que tarde o temprano los que están el poder sacaran los tanques a la calle.

Le France, la resaca

Luis Salgado – Alternatiba

De un tiempo a esta parte tengo la sensación de que las elecciones en Europa toman un tinte futbolero, todas son finales anticipadas, todas son importantísimas para el futuro de Europa (¿y los europeos?) y sin embargo, terminada la jornada todo sigue igual. ¿Todo? Todo no, la idea neo-liberal de tintes xenófobos campa a sus anchas por el mal llamado viejo continente como espíritu de Morgul. Dicen que vivimos la época de la postverdad, simplemente vivimos como siempre, engañados. Pero vayamos a analizar la última jornada liguera;

La ultraderecha; ¡Que viene el Coco!
 
No sé si volveremos a ver, al norte de los Pirineos, un partido nazi-fascista gobernando alguno de los principales países de Europa, pero lo que está claro es que, de momento, como amenaza no puede ser más rentable para el poder. Falta saber si, como en el cuento del pastorcillo, cuando las ovejas vean al lobo quedará alguien para defenderlas.
 
El ascenso de la ultraderecha está facilitando a los gobiernos liberales perpetuarse en Europa bajo ese mantra de “nosotros o el caos extremista”. La ultraderecha se queda siempre a un paso del poder, Austria, Holanda, Francia… pero su discurso gana siempre y marca las agendas europeas del poder que asumen sus rasgos identitarios sin sonrojarse siquiera.
 
La Socialdemocracia ha muerto, viva el neo-liberalismo
 
No hacen falta sesudos análisis para entender esto. En un Sistema Capitalista de usar y tirar, todo tiene fecha de caducidad cuando ya no es útil, y la socialdemocracia es la primera víctima de la caída del Muro de Berlín. Tuvo su auge cuando permitía vender ese Capitalismo de rostro amable de la postguerra, ese lado social que endulzaba la realidad y nos decía que no era necesaria la temible dictadura del proletariado para crear un mundo justo con reparto de la riqueza y tal, pero sin enemigo económico-social que represente una alternativa, con el Mercado como único poder y creador de agenda, ¿Qué puede aportar la socialdemocracia? Nada, y en polvo os convertiréis.
 
El paseo triunfal del Neo-liberalismo
 
Los grandes triunfadores, indiscutibles, hegemónicos, cuasi deidades infinitas, intocables. Ni en los mejores sueños húmedos de aquel mediocre actor de western ni de la Iron Maiden británica hubieran imaginado un camino tan feliz para su romance. Hoy los estados son seres amorfos que apenas alteran al mercado y legislan para su defensa. Burbuja tras burbuja hasta la hegemonía total haciéndonos creer que todas éramos Clase Media y la vida era una orgía de satisfacciones capitalistas, y al despertar, ellos lo tenían todo, dinero, poder y control, y tú una o dos hipotecas y tiempo para pasar en el paro. Y tuvimos frente a nosotros las dos pastillas de Morfeo, y elegimos la azul, porque preferimos seguir saboreando el filete aunque sabíamos de sobra que no existía, que sólo era producto de nuestra imaginación, inducida a través de nuestros sueños. Y siguen dando vueltas al tornillo, y a cada vuelta los ricos son más ricos y los pobres… los pobres están más asustados.
 
Porque elegimos la pastilla azul, pero por si no era suficiente nos han puesto cientos de cadenas sobre nuestras extremidades para qué no nos movamos. Miedo, pánico a lo que puede venir, a los fanatismos, al terror, a las enfermedades, y en última instancia al extremismo. Tenía que llegar, estaba claro. Tanto hablar del eje izquierda-derecha en dos dimensiones, como una línea recta nos ha traído a que interioricemos que quien se encuentra en uno de los extremos es extremista, lógico. Así, olvidamos que en realidad el peligro siempre ha sido el dogmatismo, el querer llevar una idea hasta sus últimas consecuencias, y ahí, en ese dogmatismo es donde se hallan los que nos venden como moderados. El neo-liberalismo es la ideología extrema por definición, la que ha logrado que alcancemos las mayores cifras de desigualdad, pobreza, guerras, hambre… etc. de la historia, pero no están en ningún extremo de esa línea imaginaria. Así nos va. Extrema es la izquierda, y la derecha, y los extremos se tocan y … mientras el Anillo sigue atándonos a las tinieblas.
 
¿Y la izquierda?
 
Debatiendo si son galgos o podencos. -¡Mira, un brote, una esperanza!-  -Bah, otros revisionistas que nos venderán a la primera oportunidad- Y preferimos seguir en el Titanic echando la culpa al de nuestra acera que embarcarnos en un frágil bote.
 
Sobre le France primero una consideración; si no entiendes las diferencias entre unas elecciones parlamentarias y unas presidenciales difícilmente puedas distinguir entre táctica y estrategia y así es comprensible que sigamos en este bucle infinito. Melenchon podía haber significado una brecha en el Sistema, o no, quizás otro Syriza, tal vez. Pero nunca lo sabremos porque, entre otras cosas, el bote nos parecía tan frágil que preferimos seguir hundiéndonos al son de los músicos.
 
Hemos llegado a tal punto de absurdez, que he llegado a leer a periodistas de izquierdas, de aquí, de EH, celebrar que en Iparralde Le Pen sea cuarta fuerza y que la derecha neo-liberal haya arrasado, porque ya se sabía que Melenchon era un chauvinista empedernido, no como el resto de candidatos con posibilidades que eran ciudadanos del mundo.
Y es que cómo táctica y en unas elecciones parlamentarias entiendo que la broma del “voto útil” sea una absurdez, mejor una representación propia, real, con apuestas fuertes, aunque ésta sea pequeña. Pero en unas presidenciales a doble vuelta hay que ver la estrategia. Yo me quedo con un sabor muy agrio de esta jornada futbolera, porque no creo que Melenchon fuera a suponer un gran cambio, pero me hubiera gustado poder ver cómo se retrataban los neo-liberales en una segunda vuelta entre Le Pen y Melenchon. Saber si, como decía Durruti, los capitalistas franceses ante un riesgo de recortar sus privilegios apoyarían por acción u omisión a Le Pen, o defenderían la unidad de los “demócratas” contra el fascismo, tal y como exigen ahora para apoyar a Macron. Sin duda ha sido una jornada agria, el Barça ha ganado al Madrí y a mi ninguno de los dos me dice nada, porque mi equipo no juega en su misma liga.
 

Alternatiba y Tiempos Nuevos Teatro presentan en Gasteiz la sátira “Érase una vez un rey”

La representación en clave de humor sobre el contexto social y político podrá verse el 3 de mayo en La Monstrenka y contará con un posterior coloquio.

El próximo miércoles 3 de mayo, Alternatiba llevará a Gasteiz la representación teatral “Érase una vez un rey” de la compañía salvadoreña TNT Asociación Tiempos Nuevos Teatro. Se trata de una obra que aborda en clave de humor los defectos y virtudes de diferentes formas de gobierno, desde la dictadura, la monarquía hasta la democracia: «Tres pordioseros, buscan evadir su contexto social, político y económico que les sumerge en condiciones difíciles de vida, motivo por el que deciden recrear a través del juego y de la fantasía escenarios humorísticos y modelos existentes de dominación».

La representación tendrá lugar en la sala La Monstrenka (Calle del Cubo 1, bajo) de la capital y arrancará a las 19:00 horas. Se cobrará un entrada solidaria de 3 euros para sufragar los gastos de la compañía y la sala. Posteriormente, se celebrará un coloquio con los miembros de la compañía en torno al internacionalismo, la cooperación y la conformación de instituciones inclusivas.

La Asociación TNT lleva casi un cuarto de siglo proyectando en salas de todo el mundo su trabajo de educación artística, promoción cultural y desarrollo comunitario con la niñez, juventud, mujeres y personas mayores. “Érase una vez un rey” es un clásico del teatro latinoamericano, que ha contado con diversas representaciones de la mano de diferentes compañías. Se trata de un relato con elementos comunes a muchos países, como la corrupción, la explotación o las ansias de poder.

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