Garoña y las pensiones

Alternatiba reclama al gobierno español que “deje de marear la perdiz” con el cierre Garoña

El portavoz de Alternatiba, Oskar Matute, ha denunciado hoy el “espectáculo lamentable” que a sus juicio está ofreciendo el Gobierno español con respecto a la prórroga de las centrales nucleares, y concretamente con respecto al cierre de la central burgalesa de Santa María de Garoña. “Resulta como poco grotesco que se intente mezclar el debate energético con el saqueo de las pensiones públicas”, ha añadido Matute, “y si continúan por ese camino nos van a tener siempre enfrente”.

De esta forma, el representante de Alternatiba ha recriminado al ejecutivo de Zapatero que “maree la perdiz con lo que es una decisión en firme, como el cierre de Garoña, y que cuenta con un respaldo social mayoritario”. Según ha señalado Matute, “el PSOE parece obedecer con más entusiasmo a los requerimientos del lobby nuclear que a las peticiones ciudadanas y del movimiento ecologista”, por lo que ha instado a todos los agentes políticos a que se mantengan “firmes e incorruptibles” ante el “falso replanteamiento” del modelo energético.

Matute ha subrayado que lo prioritario es hablar de “un nuevo modelo energético al servicio de las personas, y no al servicio del lucro privado”. En esa línea, ha insistido en que “es hora de hablar de ahorro y eficiencia energética, de energías renovables que sean de verdad sustitutivas, y sobre todo, de nacionalizar de una vez por todas un sector estratégico como es el energético”.

Apuntes sobre ecofeminismo: las mujeres y la tierra> Marta Pascual (Decrecimiento)

Artículo de Marta Pascual (integrante de Ecologistas en acción) publicado en la web de decrecimiento

 

Ya no hay duda de que las cuentas estaban mal hechas. El crecimiento económico del norte y la promesa de desarrollo en el sur, escondían en la trastienda un proceso de deterioro social y ambiental que podría tener diferentes nombres: cambio climático, sometimiento de culturas indígenas, desertificación, pobreza ecológica, o crisis de insostenibilidad.

La aparente bonanza de los últimos treinta años en el norte rico se ha sostenido en el uso de abundante petróleo barato (un recurso no renovable y que ha empezado a disminuir), en el comercio de recursos naturales a bajo coste, en el expolio de ecosistemas y riquezas del subsuelo, en la explotación de la fuerza de trabajo de los colectivos más frágiles y en la externalización de cantidades ingentes de residuos. El planeta no da más de sí.

Sin embargo la economía y su crecimiento lleva décadas siendo objetivo prioritario de todos los gobiernos, muy por delante de las políticas de protección social. Los datos económicos al uso, sin embargo, no contabilizan la desaparición de culturas, los tóxicos abandonados en un río, la precariedad de la población de los suburbios de las ciudades o la pérdida de biodiversidad. La contabilidad económica ha llegado a computar la destrucción como riqueza. EL PIB sube, por ejemplo, cuando el espacio público se privatiza o cuando la contaminación recorta el acceso a bienes naturales antes de acceso libre.

Nuestro sistema económico se apropia hasta el agotamiento de los recursos gratuitos: bosques, agua limpia, trabajo doméstico… La naturaleza y la vida humana (la tierra y el trabajo) se convierten en simples herramientas para alimentar el crecimiento del capital.

Este reduccionismo económico que ha enfocado nuestra mirada en el dinero, ha hecho desaparecer de las grandes cuentas el puntal en el que se ha de asentar una economía centrada en la supervivencia: el cuidado de la vida. Sin éste no existirá futuro, ni existirán siquiera los economistas haciendo cuentas equívocas.

Para construir y mantener la ceguera monetaria no sólo es necesaria una estructura de poder, sino también un pensamiento que lo sustente: el pensamiento occidental, que subyace, sin que seamos muy conscientes, en nuestra forma de entender la realidad.

El pensamiento occidental ordena el mundo en parejas de opuestos entre sí: naturaleza-cultura, cuerpo-alma, razón-emoción, público-privado. hombre-mujer. Los dos valores de cada par se plantean como separados y excluyentes. Esta organización dicotómica simplifica nuestra comprensión del mundo. Pero los dos términos del par no se consideran de igual valor. Uno es considerado superior al otro. De este modo se jerarquiza la razón sobre la emoción, la cultura sobre la naturaleza y el hombre sobre la mujer. Y por último, un término llega a invisibilizar al otro y erigirse como patrón de la normalidad e incluso de la realidad. Así, el espacio público ocupa nuestro imaginario haciendo casi desaparecer el espacio privado, la cultura pretende someter e incluso desarrollarse al margen de la naturaleza, y los hombres se convierten en la norma del ser humano.

La invisibilización de la naturaleza y de las mujeres ha permitido someterlas y apropiarse de su trabajo, asuntos sin los cuales habría sido imposible el actual desarrollo del sistema económico.

Hay muchos paralelismos entre el sometimiento de ambas: puesto que sus servicios son gratuitos se usan sin contrapartida, ambas se consideran de acceso libre, apropiables, y se espera que sigan ahí a disposición, por más que se las maltrate. Como la madre que siempre atenderá al hijo pródigo, la tierra volverá a darnos sus frutos.

Pero la tierra y el trabajo de las mujeres, tienen un límite: la dignidad y la vida. La crisis ambiental y la crisis de los cuidados son manifestaciones paralelas de este límite.

No hay sostenibilidad sin acompasar la marcha del mundo con los procesos de la biosfera, y entre ellos, con los trabajos que las mujeres vienen realizando hasta el presente. El cuidado y el mantenimiento de la vida son condición de cualquier posibilidad de futuro.

Esta reflexión está en el origen del pensamiento ecofeminista. El ecofeminismo es un movimiento amplio de mujeres que nace de la conciencia de este doble sometimiento y de la creencia en que las luchas contra ambos, el ecologismo y el feminismo, contienen las claves de la dignidad humana y de la sostenibilidad en equidad.

Los movimientos de defensa de la tierra han tenido y tienen entre sus activistas a muchas mujeres. Es conocido el protagonismo de mujeres en el movimiento Chipko en defensa de los bosques, en el movimiento contra las presas del río Narmada en India, en la lucha contra los residuos tóxicos del Love Canal, origen del movimiento por la justicia ambiental en EEUU, como también lo es su presencia en movimientos locales de defensa de terrenos comunales, en las luchas por el espacio público urbano o por la salubridad de los alimentos. En el caso de muchas mujeres pobres, su ecologismo es el ecologismo de quienes dependen directamente de un ambiente protegido para poder vivir.

A mediados del siglo pasado el primer ecofeminismo discutió las jerarquías que establece el pensamiento occidental, revalorizando los términos de la dicotomía antes despreciados: mujer y naturaleza. La cultura protagonizada por los hombres ha desencadenado guerras genocidas, devastamiento y envenenamiento de territorios, gobiernos despóticos. Las primeras ecofeministas denunciaron los efectos de la tecnociencia en la salud de las mujeres y se enfrentaron al militarismo y a la degradación ambiental, comprendiendo éstos como manifestaciones de una cultura sexista. Petra Kelly es una de sus representantes.

A este primer ecofeminismo, crítico de la masculinidad, siguieron otros propuestos principalmente desde el sur. Estos consideran a las mujeres portadoras del respeto a la vida. Acusan al “mal desarrollo” occidental de provocar la pobreza de las mujeres y de las poblaciones indígenas, víctimas primeras de la destrucción de la naturaleza. Este es quizá el ecofeminsmo más conocido. En esta amplia corriente encontramos a Vandana Shiva, María Mies o a Ivone Guevara.

Superando el esencialismo de estas posiciones, otros ecofeminsmos constructivistas (Bina Agarwal, Val Plumwood) ven en la interacción con el medio ambiente el origen de esa especial conciencia ecológica de las mujeres. Es la división sexual del trabajo y la distribución del poder y la propiedad la que ha sometido a las mujeres y al medio natural del que todas y todos formamos parte. Las dicotomías reduccionistas de nuestra cultura occidental han de romperse para construir una convivencia más respetuosa y libre.

Desde parte del movimiento feminista, el ecofeminismo se ha visto como un posible riesgo, dado el mal uso histórico que el patriarcado ha hecho de los vínculos entre mujer y naturaleza. Puesto que el riesgo existe, conviene acotarlo. No se trataría de exaltar lo interiorizado como femenino, de encerrar de nuevo a las mujeres en un espacio reproductivo, negándoles el acceso a la cultura, ni de responsabilizarles, por si les faltaban ocupaciones, de la ingente tarea de rescate del planeta y la vida. Se trata de hacer visible el sometimiento, señalar las responsabilidades y corresponsabilizar a hombres y mujeres en el trabajo de la supervivencia.

Si el feminismo se dio bien pronto cuenta de cómo la naturalización de la mujer era una herramienta para legitimar el patriarcado, el ecofeminismo comprende que la alternativa no consiste en desnaturalizar a la mujer, sino en “renaturalizar” al hombre, ajustando la organización política, relacional, doméstica y económica a las condiciones de la Vida, que naturaleza y mujeres conocen bien. Una “renaturalización” que es al tiempo “reculturización” que convierte en visible la ecodependencia para mujeres y hombres.

Si situamos en el centro de nuestros cálculos, de nuestra práctica económica y política, de nuestros juicios éticos y de nuestras luchas el cuidado de vida, la tierra y las mujeres dejarán de ser esas grandes olvidadas.

Teñidos de verde los ríos denuncian al TAV (Mugitu AHT gelditzeko)

Fuente: Artículo publicado en la web Mugitu AHT gelditzeko

Hemos teñido de verde casi veinte ríos por toda la geografía vasca en una acción que ha causado gran sorpresa para denunciar el impacto que provoca el TAV en los ríos, cursos de agua y acuíferos.

La construcción del TAV ocasiona graves impactos sobre los acuíferos y los cursos de agua: afección a las aguas subterráneas y a los manantiales por la excavación de túneles, vertidos de contaminantes sobre ríos y arroyos, multiplicación de encauzamientos y desvíos de regatas cubiertas por escombreras y terraplenes.

Eso es lo que se ha hecho visible a través del color verde de los ríos

Ega, Arga, Zadorra, Aramaio,Deba, Oñati, Arantzazu, Oria, Oiartzun ibaia, Urola, Urumea, Mañaria, Elorrio, Garaitondo, Gobela, Nerbioi e Ibaizabal.

En este comunicado difundido a la prensa esta mañana por mugitu!mugimendua se mencionan varias de los daños que provoca el TAV sobre acuíferos, ríos y cursos de agua (2 pgs): ¡Ríos Vivos! ¡NO al TAV!

Informe más amplio y preciso (23 pgs. Con Anexos locales y comarcales)

Informe para denunciar los impactos del Tren de Alta Velocidad, sobre los ríos y el agua

Vía libre a los incineradores> Duñike Agirrezabalaga (Alternatiba)

El cambio de mayorías en la Mancomunidad de San Marcos ha dejado libre el terreno para que los partidos incineradores logren su objetivo, aunque se haya demostrado que existen métodos mucho más ecológicos y menos agresivos con el medio ambiente en materia de tratamiento de residuos. El ejemplo lo tenemos muy cerca y se llama recogida puerta a puerta.

Me gustaría invitar a PNV, PSE y H1! a que expliquen sus razones para que, precisamente en este momento, hayan favorecido los movimientos necesarios para que la UTE incineradora tome las riendas de la Mancomunidad de San Marcos. No quieren escollos en su camino hacia la implantación de la incineradora y se han unido para quitarlos. El cambio que se ha producido en Urnieta se podía haber realizado hace tres años y las prisas de ahora sólo obedecen a que entramos en la fase de adjudicación de la incineradora.

Además, tampoco les gusta que ayuntamientos que han invertido en mejorar sus índices de reciclaje, aquellos que han apostado por el Puerta a Puerta, ahora abonen a la Mancomunidad de San Marcos en función de las toneladas de basura que ésta gestione. Y es que son muchas menos que las que vierten los municipios que no están haciendo ese mismo esfuerzo, por lo que les sigue interesando que se pague en función del número de habitantes, alejándose del principio de que pague más el que más contamine.

La recogida puerta a puerta ha ofrecido resultados excelentes y por este motivo cada día son más los municipios que se han sumado a esta forma de recogida de basuras. Pese a todos, los partidos incineradores no quieren admitirlo y no lo admitirán, porque significaría dar su brazo a torcer. El argumento de que este sistema no es válido, como se ha tratado de sostener por representantes de otras mancomunidades, es falso porque hay ciudades europeas de más de 400.000 habitantes, Turín por poner un ejemplo, en los que el sistema de Puerta a Puerta está funcionando pese a tener grandes edificios residenciales. En estas ciudades el debate se ha superado recibiendo el apoyo unánime de todos los partidos políticos, que han estimado la necesidad de ajustar las tasas de las basuras y aplicarlas en función de que quién más genera más paga. Quién más recicla paga menos que quién no recicla.

Esta es la apuesta de futuro y no otra. Es evidente que hay soluciones a la quema de residuos, aunque también es evidente que no hay voluntad para aplicar estas soluciones. Esa falta de voluntad y el interés por defender la incineración a capa y espada son las razones que explican el apoyo de los partidos incineradores al cambio de representación de San Marcos.
 

http://www.youtube.com/watch?v=znekpQLTn1M

Es tiempo de transporte público > Jon Lasa (Alternatiba)

Pocos ámbitos de nuestra sociedad nos muestran el modelo de desarrollo capitalista con tanta precisión como el de la movilidad dominante. La plasmación de la ética calvinista del triunfo personal ante nuestro entorno se ha materializado en el coche privado frente al transporte colectivo. No es casualidad que cuando analizamos la construcción de las infraestructuras surgidas en las tres últimas décadas, las carreteras, las autovías, las autopistas y las variantes se hayan desarrollado de forma exagerada frente a los mecanismos de transporte público. Es evidente que este crecimiento ha sido planificado por la industria automovilística y avalado por las Instituciones con el dinero de todos y de todas. De hecho, la propia Diputación de Gipuzkoa presume en su publicidad de haber gastado durante los últimos años 1.000 millones de euros en carreteras.

Pero la actual crisis y los diferentes análisis que se han publicado en todos los medios de comunicación han sacado a la luz las carencias de nuestro modelo económico. Un sistema que prima una movilidad a la carta –me muevo donde quiero y cuando quiero- y que hace que «mi éxito personal» se valore en la medida en que tengo un coche cada vez más nuevo. La industria automovilística, consciente de los problemas que se avecinan, se ha subido al carro de «lo sostenible» como una vía para mantener –y si es posible aumentar- el sistema de producción.

Las instituciones públicas, en defensa no sabemos si del interés colectivo o de las grandes corporaciones, han dado señales de que no renuncian a ayudar a la industria del automóvil. Todos pondrán su granito de arena: los gobiernos Central y Vasco financiarán el vehículo, las Diputaciones serán sensibles a la compra de éste con una «política fiscal comprensiva» y los ayuntamientos atenuarán sus planes de recortar espacios al coche privado y convertirán la pregunta «¿dónde aparco?» en cuestión prioritaria de la agenda de las políticas locales.

Son demasiados años como para cambiar de la noche a la mañana un modelo que nos parece ya parte del desarrollo natural de nuestra civilización. Pero, para ser sinceros, también despuntan algunos «brotes verdes» (nunca mejor dicho). La utilización de trenes y autobuses e incluso de la bicicleta va en aumento y la presión ciudadana para abrir más espacios a los peatones se hace notar también en la agenda local. La dignificación del transporte público y la mejora de algunos servicios ha jugado un papel determinante para este pequeño giro hacia otro modelo diferente al actual. En estos tiempos de reducciones de ingresos para muchos ciudadanos, el ferrocarril y el autobús han supuesto una alternativa más razonable para muchas familias, que no han visto este cambio como un descenso en su escala social, sino como un uso más racional de sus propios recursos.

No podemos perder esta oportunidad y debemos dar un impulso a un modelo de movilidad donde prime el transporte público. Tenemos que conseguir que cuando alguien se plantee que tiene que desplazarse a algún lado, su primer instinto sea preguntarse qué línea de autobús o tren hay para ello. Esta responsabilidad de las instituciones públicas y de la ciudadanía es una labor titánica, si tenemos en cuenta que, según un informe del Observatorio de la Publicidad de la Movilidad Sostenible y la Televisión, el 58% de los anuncios –en determinadas franjas horarias- muestra un automóvil moviéndose por zonas urbanas, incluso por casos históricos de ciudades muy conocidas.

Así, el objetivo de potenciar una movilidad sostenible se convierte en casi un ejercicio de masoquismo cuando se traslada al ámbito de las políticas locales, ya que el 38% de la publicidad de automóviles muestra lo fácil que es aparcar en ciudades modernas. ¿Qué político, después de este bombardeo publicitario, no va a prometer «una ciudad moderna» donde conductores y conductoras puedan aparcar felizmente y sin problemas? Dar la vuelta a este sistema es, sin duda, todo un reto a tener en cuenta para las próximas elecciones municipales y forales.

Fotografía: Daquella manera

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