Uno de los aspectos mas interesante del libro “Nafarroa Orain”, escrito por Ion Orzaiz y Joxerra Senar, tiene que ver con la descripción del fuerte sentimiento patrimonialista de los caciques de UPN que se manifiesta tanto en lo relativo a las instituciones navarras, consideradas como algo de su propiedad (con derecho a saquearlas sin complejos), como en su estupor ante la perdida momentánea de dichas instituciones.
No se trata solo de la perdida momentánea de privilegios que, pueden pensar, serán recuperados en futuras contiendas. Se trata de la humillación de ver lo que consideran su casa ocupada por extraños, por gentes ilegitimas en relación a la Navarra de su imagen y semejanza. Tal consideración, ciertamente, no la tienen con el PSN, con quien pueden competir pero también compartir.
Al hilo de estas reflexiones, caigo en que el PNV tiene la misma convicción respeto a la hipótesis de que EH Bildu (sola o con Podemos) pueda gestionar las diputaciones y Gobierno Vasco; también en lo relativo al PSE, quien aunque durante cuatro años le arrebató Lakua con la ayuda del PP, es siempre un amoldable socio. Y es que, aunque ideológicamente conforman espacios diferentes, es más fuerte su compromiso con el statu quo.
En realidad, PP y UPN, PNV y PSOE, no pueden consentir que se intente usar los gobiernos para otra cosa que no sea para lo que fueron creados: garantizar el buen funcionamiento del sistema capitalista. Fue la causa del descabalgamiento de Sánchez ante el peligro de que pactase con Podemos y lo que motivó la furia anti-Bildu del PNV en Gipuzkoa.
Cuando Bildu gobernó el PNV se sintió herido en sus carnes, en parte porque entraron al choque intereses contrapuestos y, además, se escenificó otra forma de hacer política. Pero sobre todo, porque Bildu se atrevió, con mayor o menor fortuna, a gobernar. E incluso a llevar a juicio a líderes del PNV por irregularidades en la gestión. ¡A ellos! que crearon y amueblaron la casa.
El PNV no se limitó a la mera oposición institucional; movilizó todos sus recursos, económicos, sociales y políticos, incluida la calle, expandiendo sin ningún pudor todo tipo de bulos. Y lo triste es, que replegados a la gestión institucional dadas las ingentes tareas a asumir, no fuimos capaces de responder allí donde se supone que somos más fuertes: en la movilización popular. Ciertamente, el PNV gozó de la estimable ayuda de los medios principales, sobre todo “Diario Vasco”, para confundir y movilizar a su favor la opinión pública. Una prueba más de coincidencia de intereses. Las campañas contra el puerta a puerta, la oposición a las medidas fiscales que según ellos pondrían en fuga a las empresas etc., todo en términos similares al catastrofismo que actualmente propaga UPN en Navarra. Según el PNV, Gipuzkoa era un desastre conducida por aventureros incapaces de gestionar. Diría que incluso, en su empecinamiento con la incineradora, van más allá de los intereses económicos y de gestión de residuos en juego, pretendiendo sobre todo escenificar la derrota política de EH Bildu, echándole la culpa del caos en la recogida y gestión de residuos. Siendo en realidad lo contrario.
Parecido ocurre en Gasteiz y Nafarroa. El PNV manda en la alcaldía de Gasteiz (con la ayuda de PSE, que en su momento no le apoyó) gracias a EH Bildu, Irabazi y Podemos, que priorizaron impedir que Maroto el xenófobo gobernase. En contrapartida, hubo un pacto programático que el PNV se ha saltado. Además, ante la negativa a aprobar un nuevo presupuesto que no recoge las exigencias mínimas, no ha dudado en echar un órdago a la grande: O nosotros y nuestras condiciones, o el PP. Toda una lección de la naturaleza clasista del PNV y también de los límites de unas alianzas sin la supervisión y la presión popular ante los primeros síntomas de incumplimiento con lo pactado.
He oído voces lamentándose de la incapacidad para potenciar bloques más o menos duraderos entre fuerzas de distinta naturaleza (por lo menos para ir hasta Maltzaga), como son el PNV y EH Bildu. Por el contrario, pienso que salvo en casos excepcionales como Nafarroa, y no de cualquier forma, es un error y además es imposible. El PNV sabe de qué va el asunto, y no dará ni agua salvo que sea al precio por ellos fijado. Más bien, preparémonos para la beligerancia.
Pasados la euforia, veo con preocupación la evolución del llamado «cambio tranquilo», definición tan del gusto de Barcos. Se dice que hay avances pero no se puede tensar demasiado la cuerda. No es de extrañar tal conclusión, si tenemos en cuenta que Geroa Bai (y PNV) ha impuesto de facto un gobierno presidencialista y personalista que poco tiene que ver con la correlación de fuerzas (Geroa Bai frente al resto). Y ello ha sido posible porque ha sabido aprovechar sus bazas en un escenario donde había a toda costa que desplazar a UPN. Pero lo que es contención a nivel de gobierno, no debería serlo a nivel de calle, lugar desde donde se puede exigir mayor rapidez y profundidad en los cambios, sin que ello redunde en beneficio de la derecha.
Pienso que las instituciones no son neutrales y que tienen fuertes límites para ser usadas según la mera correlación de fuerzas electoral. Y a pesar de ello son un terreno de disputa, si bien en campo del contrincante. Siempre y cuando no nos despistemos de la tarea principal: el establecimiento de un contrapoder hegemónico alternativo. Y eso se consigue, sobre todo nivel de sociedad civil, en la calle.
Participar en las alianzas inherentes al juego institucional, según las circunstancias, puede ser necesario. Pero siendo conscientes de sus límites, trampas y, sobre todo, de dónde poner el acento para poder crear espacios contra-hegemónicos. Debemos ser conscientes de que tarde o temprano habrá que plantearse rupturas decisivas, sea en el terreno nacional o en el social. Últimamente observo que militantes partidarios de esa tesis la van abandonado o relativizando a la vez que cobra fuerza la de que la apropiación de mayores cotas de poder institucional puede evitar traumáticas rupturas mediante reformas progresivas.
El PNV está empeñado en una huida hacia delante en materia de infraestructuras, las cuales además de acarrear graves consecuencia medioambientales, suponen una hipoteca económica sin precedentes: Incineradora y TAV son un botón de muestra. Y en lo nacional va a seguir en la misma tesitura. Su insistencia negociadora va suponer un auténtico obstáculo para cualquier avance en materia de autogobierno y soberanía, mas allá de lo que el gobierno central este dispuesto a conceder. En ese camino, tendrá al PSE de aliado.
Coincido con diferentes voces de mundo social que propician un soberanismo en su doble dimensión nacional y social. Por importantes que sean las consultas populares simbólicas en las cuales son necesarias las gentes del PNV, EHB, Podemos y también del PSE. Ir mas allá solo va a ser posible merced al trabajo conjunto y la activación de las fuerzas políticas, sociales, y sindicales de izquierda, las cuales muy previsiblemente van a tener al PNV enfrente y no al lado. Y su cambio de actitud solo se dará si se ve confrontado a una dinámica que le ponga ante la espada y la pared. No se trata de copiar, sino de constatar, que en Cataluña la burguesía nacionalista cambió de tercio no por la presión de los partidos nacionalmente más radicales, sino por las gentes que empezaron reclamar la independencia frente a la imposición españolista.
Publicada en Naiz, Rebelion y Ahotsa