Siquiera una reflexión

Joxe Iriarte “Bikila” – Alternatiba

Justo hace dos años que un sector del colectivo Gorripidea nos integramos en Alternatiba, y en consecuencia también en EH Bildu. Buena parte de mi militancia durante este tiempo ha sido similar a la de siempre, con una diferencia: la participación en cuatro campañas electorales, una detrás de otra, sin apenas respiro para poder reflexionar sobre los problemas de construcción de EH Bildu.

Soy de la opinión (y así lo he manifestado en otros artículos), que salvo en situaciones de cataclismo social (definidas como situaciones revolucionarias, en cuya vorágine las viejas instituciones se tambalean, a la vez que de las entrañas de la sociedad insurrecta surgen organismos de contraponer con aspiraciones de sustituir al poder existente), el proyecto contra-hegemónico (organizar, activar, movimientos sociales críticos con el sistema y plantear en su seno la necesidad de un proyecto alternativo) necesita proyectarse, también, en el terreno político institucional. Esta es una de las razones (aunque no la principal) por las cuales me adherí al proyecto de EH Bildu. Y es que incluso con un nuevo (y deseable) repunte de las luchas (que nos permita salir de la relativa atonía en que nos encontramos) estas necesitarán contar con un fuerte apoyo de la izquierda trasformadora ubicada en el terreno institucional.

La acumulación de fuerzas institucionales lograda por EH Bildu y Podemos no da, de momento, para ser decisivos en ese terreno puramente institucional (salvo en Nafarroa) pero sí para desarrollar una estrategia de engarce con la lucha contestataria. Si bien, paradojas de la desincronización de los tiempos políticos, no siempre coincidan lo uno con lo otro, como sería necesario.

Para ello, además de hacer frente al problema de la desincronización de los tiempos políticos se deberá lograr la de por sí difícil sincronización de esfuerzos y tareas. Lo que en teoría (a diferencia de los libertarios y anti-institucionalistas) se nos antoja necesariamente compatible; un buen engarce de lo electoral y la actividad extraparlamentaria, incluso con la afirmación de priorizar lo segundo; en la práctica no lo es tanto si no se toman medidas correctoras.

Me atengo a lo ocurrido estos dos años. Una presión desequilibradora, difícilmente soportable, considerado algo excepcional y anómalo, pero que nadie nos asegura que no vuelva a repetirse en medio del proceso de construcción-refundación de EH Bildu.

No hace mucho leí un trabajo que decía: “es prácticamente imposible mantener una estrategia que cubra todos los frentes, esto es, que ponga huevos de manera simétrica en todos los cestos: luchar por la victoria electoral a corto plazo y a la vez por la hegemonía política en el largo; primar la vía institucional y a la vez tener una presencia firme en la calle; disputar y aliarse con partidos políticos y a su vez mantener agenda común con los movimientos sociales; plantear la lógica de poder a la vez que la de contrapoder”. Creo que lo ocurrido con Podemos es del todo ilustrativo. Y creo que algo de eso, nos ocurre también en EH Bildu.

Medidas correctoras: ¿Por qué no dedicar los ingentes recursos de la política institucional a poner a funcionar centros sociales abiertos y construidos desde los barrios (no locales de partido)? ¿Por qué no repartir las tareas de los “cargos públicos” para que pasen más tiempo en estos espacios concretos; construyendo de forma directa, paciente, menos esclavos de los ritmos de la política de la “cara pública” y más al servicio de establecer confianzas desde la cercanía con las clases populares?

Cierto es, no hay recetas mágicas, y el peligro de salirse por la tangente (situándose al margen de los espacios institucionales) esta ahí. Ubicarse en la mera alteridad (y de esa experiencia también hemos bebido), en posiciones puristas y esencialistas, que reniegan del desafío que supone navegar en la complejidad política, y que por tanto pudieran perder toda su capacidad de impacto, llegando incluso a apuntalar al propio sistema desde una lógica inmovilista y sectaria. De hecho, una parte de nuestro espacio ideológico-sociológico da la impresión que va por esta línea.

La lucha social y política, es asunto de relaciones de fuerzas. Ante la ausencia de la fuerza necesaria, una parte de la izquierda de la socialdemocracia (o en su caso del PNV) apostó en épocas recientes por la estrategia de la participación-presión en el seno de gobiernos de colaboración con papeles subalternos (Ezker Batua con Ibarretxe, el BNG con el PSG y ERC e Iniciativa con el PSC) con desastrosas consecuencias.

Pero cabe otra estrategia. Tras años de derrotas histórica de las esperanzas de emancipación, estamos solamente al principio de una reconstrucción social y política, que trata de armarse de (impaciente) paciencia y oponer a la izquierda renegada y el nacionalismo burgués una alternativa verdadera.

Publicado en Rebelión

Juan Puerto: «Con Idigoras comprendí que se podía ser comunista y abertzale»

Juan Puerto Morcillo era comunista en el siglo XX y lo sigue siendo en el siglo XXI. «Comunista hasta la muerte», dice. Con el tiempo, este militante veterano nacido en Extremadura también se ha llegado a sentir abertzale. Después de formar parte del PCE y otros partidos, desde hace 8 años es miembro de Alternatiba. Está a favor de aglutinar a toda la izquierda vasca.

El partido político Alternatiba ha realizado un documental sobre la vida del militante comunista Juan Puerto Morcillo, y ha organizado proyecciones en diferentes localidades, la primera será el 13 de diciembre en Gasteiz. Puerto (Calamonte, Extremadura; 78 años) vive en Bilbao desde que tiene 22 años.

Eres de Extremadura, y naciste durante la guerra del 36. ¿Qué recuerdos tienes de la infancia? Buenos y malos. Mis padres eran republicanos, pero no estuvieron metidos en política. Mi padre tan solo conoció el trabajo; es lo único que sabía hacer. Una vez pegaron a mi madre, porque estaba ayudando a un republicano agarrando su escalera mientras pegaba un cartel. El Franquismo se ensañó en Extremadura contra la gente partidaria de la República. Pero en cualquier caso tuvimos momentos funestos en la familia. Mi hermano mayor se rompió un brazo cuando tenía 9 años, el médico se lo escayoló, pero tenía el brazo infectado y jamás se lo miraron. Murió por la gangrena. Yo todavía no había nacido. Después, cuando tenía 4 años, mi padre se ahogó cuando trabajaba en una presa. Por aquel entonces mi madre estaba embarazada de mi hermana. Ella tuvo que trabajar muy duro para sacar la familia adelante. Trabajó como costurera en casa de varios ricos.

¿Cuándo y cómo fuiste adquiriendo conciencia política? Los chavales a los 12-13 años ya éramos adultos. Trabajábamos, y fue así como me fui concienciando a favor del comunismo. Recuerdo algo que me dijo un señor mayor llamado Antonio: que nunca me arrimara a los capitalistas, porque me explotarían por completo. En nuestro pueblo tenían a mucha gente en la miseria y la esclavitud. Pero de algún modo, aguantábamos. Luego en casa de la que acabaría siendo mi mujer, se escuchaba siempre la radio Pirenáica [oficialmente, era la Radio España Independiente irratia zen, creada por el PCE].

¿Hubo fusilamientos franquistas en tu pueblo, en Calamonte? Sí, a 62 personas. Solo en mi calle, a cuatro. En esa época vivían unas 5.000 personas en Calamonte. Trataban fatal a las familias de los fusilados. Por ejemplo, hacían firmar a las viudas que sus maridos habían muerto de forma natural a cambio de no llevarse a sus hijos para ser soldados y pudieran ayudar en casa. Todo esto me generó en mí ganas de luchar.

¿Tú conociste el hambre? Yo no, pero conocí a niños que pasaban hambre. Con tener pan y aceite, salvábamos el día, pero no era el caso de todos.

En 1960, con 22 años, vienes a Bilbao. ¿Por qué? Tuve tambíen oportunidad de viajar a Alemania y a Catalunya, pero Bilbao era la opción que más me tiraba. En mi pueblo había una barbería a la que llabaman la barbería del Athletic, donde se reunián muchos aficionados; yo entre ellos. Tenía ganas de venir a Bilbao, y me animé a hacerlo junto con unos amigos.

¿Dejando a la familia en Calamonte? Sí. Me costó mucho dejar allí a mi madre. Pero cuando dos años despúes murió mi abuelo, vinieron ella y mi hermana.

¿En Bilbao, a dónde viniste? Al barrio de Arangoiti, que por aquel entonces estaba en construcción. De cada diez, nueve éramos extremeños.

¿Cómo era el Bilbao que encontraste? Veía mucha pobreza, muchas chabolas. Yo empecé a trabajar en una cantera en 1960, y con lo que ganaba me pagaba el alquiler de una habitación. En 1962 empecé a trabajar en la fábrica de Etxebarria.

Antes has mencionado al Athletic. ¿Solías ir a San Mamés? Enseguida me aboné al Athletic, e iba a San Mamés con muchísima ilusión. Yo creo que todos los que vinimos de Extremadura éramos del Athletic. Una vez, antes de un partido del Athletic contra el Real Madrid, fuera del campo alguien me ofreció 60 pesetas por mi entrada. Por aquel entonces costaría unas 15, pero aún así, no le acepté el dinero y me quedé con la entrada. Faltaría más.

Cuando llegaste a Euskal Herria, ¿cuánto ganabas? Unas 450 pesetas a la semana. De ahí, 250 se iban para pagar las dos habitaciones que tenía alquiladas para mí, mi madre y mi hermana, además de la comida.

¿Cuál era el clima laboral? Al poco de entrar a Etxebarria, se convocó una huelga de dos meses. Había una gran represión, pero los trabajadores demostraban mucho valor.

¿Qué lograsteis con la huelga? Nada. Yo acababa de entrar, pero había gente que llevaba trabajando años y, al acabar la huelga, entraron como nuevos; tuvieron que empezar de cero. Por necesidad, tuve que empezar a hacer otros trabajos fuera del horario laboral, como por ejemplo cargar camiones en Otxarkoaga. Conseguí llegar a ganar mil pesetas a la semana, que nos permitía vivir con algo más de dignidad. Hasta que llegué a poder comprar una casa en el mismo Arangoiti, creo que en 1968, a los ocho años de llegar a Bilbao. Me costó 80.000 pesetas. Tres años antes me había casado, en Calamonte, tras lo que vino tanto mi mujer como toda su familia.

¿Cuándo empezaste a militar? Al entrar a trabajar a Etxebarria, en 1962. Me afilié a CCOO, pero tambíen empecé en el PCE. Eran tiempos de clandestinidad, había muchas reuniones. Entonces CCOO era el sndicato más combativo.

¿Alguna vez estuviste en cargos de dirección? Estuve en el PCEP pero no por ganas. Yo siempre he preferido trabajar en las bases.

En la época en que llegaste a Bilbao, ETA acababa de nacer, y algunos fundadores vivían en Bilbao. ¿Había alguna relación con ellos? Relación no. Conocía a un militante abertzale llamado Etxabe, porque vino a nuestro barrio, pero yo no sabía que era de ETA; lo supe después.

¿Estuviste preso alguna vez? No, aunque me detuvieron dos veces. Estábamos fichados. Yo no recibí torturas; psicológicas sí, y malos traros. Mucha gente pareció torturas físicas, pues la policía torturaba mucho. Además, tenían métodos concretos para controlar a la gente: si estaban siguiendo a un grupo de ocho, metían a siete en la cárcel y al octavo lo dejaban libre para después seguirle la pista. Como a mi no me metieron preso tras esas dos detenciones, tenía la preocupación de que me seguían.

¿Había en Euskal Herria un movimiento anti-franquista mayor que en España? Sí, mucho mayor, sin duda. En Extremadura había mucho miedo, y por eso mucha gente tenía una actitud servil. Aquí me sentía más agusto, a mi salsa. Había que pelear por la libertad, y el objetivo era quitarse a Franco de en medio. Había una nacionalismo nuevo estructurado –ETA-, y eso benefició al movimiento anti-franquista. Los del PNV también eran abertzales, pero no eran de luchar hasta el final.

¿Qué te pareció el camino emprendido por el PCE tras la muerte de Franco? El PCE era el partido organizado en la clandestinidad. Tenía gente con una gran conciencia de lucha. Pero luego llegó la mal llamada democracia y yo no fui partidario de ese tipo de transición. Escuchaba en el PCE que había que aceptar algunas cosas por los militares, pero yo siempre estuve en contra. Mira qué constitución se hizo, ¡una que no cumplen! ¿Dónde están el derecho a la vivienda y al trabajo digno…? Además, siguieron la misma policia y el mismo ejército, sin pedirles cuentas por los asesinados durante el franquismo. Dejé el PCE y creamos el EPK Partido Comunista de Euskadi. Tuvimos la ayuda de la URSS.

¿Qué tipo de ayuda? Teniamos contacto, nos decían que tenían un gran interés en fortalecer partidos comunistas vascos. Pero lo dejaré ahí, porque no quiero comprometer a cierta gente.

El PCE defendía el derecho de autodeterminación… Solo sobre el papel. Había poca actitud. Estando en el EPK tuvimos una mayor relación con gentes de la izquierda abertzale; sobre todo de HASI [Herri Alderdi Sozialista Iraultzailea]. En HASI estaba Txomin Ziluaga, que me gustaba mucho como político.

Santi Brouard tambíen era de HASI. Cuando lo asesinaron [1984], estuve en el homenaje que le hicieron en Bilbao. Fue increible, impresionante. Año y medio después, estuve en un pueblo de Sevilla, Badalatosa, en la inauguración de la barriada Santi Brouard. Fue un acto organizado por revolucionarios andaluces, la gente de Comisiones Obreras del Campo. Allí estuvieron Jon Idigoras yTxomin Ziluaga, junto con la viuda de Brouard y su hija. Recuerdo las palabras de la viuda [Teresa Aldamiz]; un discurso revolucionario, increible. Aparecieron pintadas contra Idigoras, pero nos reimos con ello. Fue en esa época cuando comprendí que se podía ser comunista y abertzale. Hasta entonces creía que era una contradicción. Yo era comunista -y lo seré hasta la muerte-, y defendía el derecho de autodoterminación, pero no me sentía abertzale. Con Idigoras y Ziluaga entendí que ambas cosas eran compatibles.

Después de estar en IU, hace ocho años participaste de la creación de Alterantiba. ¿Apoyaste la entrada en Bildu en el 2011? Sí, lo defendí. La izquierda abertzale ha podido tener un carácter sectario; yo mismo lo he conocido y sufrido, en Arangoiti, cuando estaba en Ezker Batua, nos llamaban cosas como fascistas. Pero siempre dije a mis compañeros que la izquierda vasca tenía que unir fuerzas. Han pasado muchas cosas, de todo tipo, pero aquí tiene que darse la confluencia de toda la izquierda. Cuando en 2010 Alternatiba empezó a tener conversaciones con la izquierda abertzale, me mostré partidario de la unidad de acción. Y creo que todavía debe de darse una mayor confluencia dentro de la izquierda vasca; por ejemplo, debemos colaborar también con Podemos-Ahal Dugu, o con Ezker Anitza. De todos modos, veremos qué vía sigue Podemos; creo que van por el camino del PSOE, hacia la socialdemocracia, con una actitud más progresista que los socialistas.

¿Estás a gusto con el trabajo que se hace desde EH Bildu? Sí, mucho. Arnaldo Otegi ha cohesionado a la izquierda abertzale, y eso le ha beneficiado también a EH Bildu. Es una persona íntegra, y creo en él. EH Bildu ha conseguido unos buenos resultados en las últimas elecciones autonómicas, el escaño número 18 es muy importante.

¿Sueles ir a tu tierra natal? Hace dos años desde la última vez.

¿Les dices a tus paisanos que estás en EH Bildu? Sí, no tengo problema en decirlo. Algunos me dicen que los de EH Bildu son asesinos y otras cosas. Son los medios de comunicación y los políticos los que les meten esas informaciones en la cabeza… Yo les explico qué es EH Bildu y cómo está Euskadi…

¿Será Euskal Herria un país independiente? Todavía falta mucho para eso, va para largo. Pero si la ciudadanía así lo quiere, lo acabará siendo.

¿Cómo ves el proceso de paz? En Extremadura se sufrió mucho con la Guardia Civil. Nos humillaban. Una vez me pillaron cogiendo bellotas y me obligaron a dárselas a los cerdos. Siempre le he tenido mucha rabia a la Guardia Civil, y no me duelen prendas en decir que cuando ETA asesinaba a algún agente a veces no me daba demasiada pena. Pero comprendí que de eso no podía venir nada bueno. Asi que hago autocrítica al respecto. En esto últimos años hay una nueva situación, y es impresncindible aprovecharla para construir la paz y la convivencia.

 
Traducido de la entrevista publicada en BERRIA y realizada por el periodista Enekoitz Esnaola. 

¡Malditos viejos! Sois un riesgo para la economía

Josu Perea – Miembro de Babestu y compañero de Alternatiba

Para el sistema, ser viejo es una carga. Una vez que ya no eres productivo, te conviertes en un estorbo, en un problema para el sistema porque cuestas dinero. Para el sistema, los ancianos apenas son números y una mercancía, son «cosas». Ellos, nuestros mayores, han pasado a ser desamparados y desarrapados. Como decía Robert Castel, «no están conectados a los circuitos de intercambio productivos, han perdido el tren de la modernización y se han quedado en el andén con muy poco equipaje» son en definitiva, normales inútiles, o lo que es lo mismo, inútiles para el mundo.

Decía Taro Aso, Ministro de Finanzas de Japón, de 76 años. Católico de profesión, además de ser un empresario millonario y  Diputado en el parlamento nipón desde el año 1979 «Veo a gente de 67 años o 68 constantemente ir al médico. ¿Por qué tengo que pagar por las personas que sólo comen y beben y no hacen ningún esfuerzo?» Claro que el sistema se preocupa por los mayores, tan claro que la propia  Christine Lagarde (directora del FMI) hizo unas declaraciones en el año 2014 que incendiaron las redes sociales, «Los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global», añadiendo «Hay que hacer algo ya» y vaya que lo están haciendo.

El monarca más joven de Europa dice que la gente debe responsabilizarse de su propio futuro y crear sus propias redes sociales y financieras de protección. El rey Guillermo Alejandro comunicó al pueblo holandés un mensaje procedente del Gobierno en un discurso televisado a la nación donde decía “el Estado del bienestar del siglo XX ha llegado a su fin y en su lugar está emergiendo una «sociedad participativa» en la que la gente debe responsabilizarse de su propio futuro y debe crear sus propias redes sociales y financieras de protección, con menor ayuda del gobierno nacional”

El neoliberalismo imperante, la crisis económica y la globalización, han posibilitado el progresivo desmantelamiento del Estado de Bienestar, y han puesto en cuestión todos los paradigmas que han formado parte del período que nos ha precedido, sumiéndonos en una gran crisis civilizatoria. Las políticas sociales están condicionadas por los posicionamientos políticos e ideológicos, venidos de la mano de los marcos normativos, que pretenden situarnos en un presunto escenario de competitividad y crecimiento, a través de la implementación de reformas estructurales, que dejan en la marginalidad los objetivos sociales. El pretexto de aplicar esas medidas para la recuperación y el crecimiento económico, no es más que un señuelo perverso, que pretende, en su versión más realista, una revisión del modelo social y una reintroducción del mercado, como sujeto único de la política económica.

Las transformaciones que en los últimos años se han ido materializando, han supuesto un ataque frontal al núcleo del Estado social y lo han llevado a la aniquilación como forma de Estado. La integración europea, ha supuesto, como indica Gonzalo Maestro,  ir introduciendo normativas que dan clara prevalencia al mercado frente al modelo  del Estado social: desde el Tratado de Lisboa al Tratado de Maastricht, directiva tras directiva van introduciendo, a través de mecanismos técnicos, normas y reglamentos que vacían de contenido los fundamentos del Estado social.

Los sistemas de protección social en los países de la UE son un obstáculo, desde el punto de vista de las élites económicas, que pretenden la búsqueda de una posición hegemónica y competitiva dentro de la economía global. Sostenimiento del déficit presupuestario, contención de la deuda pública, control del gasto, y otras tantas medidas como la derogación en 2011 del artículo 135 de la constitución, (que establece, sin rubor alguno, que el pago de la deuda pública fuese lo primero a pagar frente a cualquier otro gasto del Estado en los presupuestos generales), son los que marcan la agenda de los estados y los que van arrinconando, cada vez más, los sistemas de protección social que a duras penas sobreviven después de más de 30 años de políticas neoliberales.

El mercado y la mercantilización de la política y la vida social, han penetrado y han ido colonizando gran parte de las cultura populares hasta el punto de modificar valores consolidados hasta hace poco en la sociedad. La racionalidad y la eficacia mercantil, se imponen en todos los ámbitos de la vida social, y en ese marco,  la economía y el mercado tienen una gran ventaja. Es la racionalidad, en su concepción más weberiana, la que nos arrastra hacia la más absoluta irracionalidad, achicando cada vez más los espacios para la moral y para la justicia social.

Hoy vivimos un proceso progresivo de desintegración social. Jamás ha existido una sociedad humana en la que haya tantas personas solas y sufriendo soledad como está ocurriendo en la sociedad  actual. El capitalismo quiere individuos compitiendo salvajemente entre sí y con vínculos sociales débiles o incluso inexistentes.

El sistema desarrollado en el marco del Estado de Bienestar garantizaba las necesidades materiales de las personas mayores, mediante el sistema de pensiones y la cobertura sanitaria y asistencial. Pero en momento alguno supuso una solución al problema del aislamiento y de la soledad, que fueron en aumento conforme se desintegraban los vínculos sociales familiares y comunitarios. Nos acostumbramos a «aparcar» y a veces a «esconder» a nuestros viejos, convertidos en una incomodidad que nos impedía disfrutar de la vida que el capitalismo consumista nos ofrecía; la solución fueron las residencias para personas mayores, un suculento negocio revestido de una aureola de encanto. Lo cierto es que, hasta cierto punto, resultó algo inevitable, debido a la forma de vida que acompaña al capitalismo avanzado.

La defensa intransigente por parte de la ciudadanía de la sanidad y del cuidado y la atención de nuestros mayores (considerados paradigmáticos dentro de los programas universales), nos muestra hasta qué punto están legitimados, y como a pesar del individualismo creciente, nadie se cuestiona su desmantelamiento y sostenibilidad como baluartes del sistema de bienestar público, a pesar de la batalla ideológica que determinados poderes económicos y políticos están librando para cuestionar su sostenibilidad económica, y para poner en cuestión la viabilidad del sistema.

El modelo de sociedad que pretendemos, habrá que reinventarla cuantas veces sea necesario y tiene que responder a las necesidades que mayoritariamente demanda la sociedad. El largo conflicto que se está dando en las residencias de Bizkaia no escapa de esta coyuntura social y política que atraviesa Europa de Este a Oeste y de Norte a Sur. Los recortes son el pretexto perfecto para implementar esa tiranía económica y social que viene de la mano de eso que eufemísticamente denominan «libre mercado».

La sociedad no debe permitir que se especule con las vidas de los mayores ni con su dignidad  y por tanto se debe exigir que ni un solo euro de dinero público asignado a una residencia o a un residente se desvíe a la cuenta de resultados de los especuladores. Entre todos tenemos que contribuir para que los ancianos no sean moneda de cambio, mercancía para los negocios.

Estamos viendo cómo las empresas funcionan como  máquinas indispensables para la precarización del trabajo, sumidas, como están, en el antagonismo de la lucha entre capital y trabajo, es decir, entre el empresario y el trabajador, fracasando estrepitosamente en su función integradora.

Tampoco nos puede resultar ajeno el hecho de que el 90% de las trabajadoras del sector son mujeres, en una sociedad donde la precariedad tiene rostro de mujer y esta se presenta casi siempre en forma de desventaja social. La feminización de la pobreza está arraigada en todas las sociedades, sean estas tradicionales o formen parte de los países que estén instaladas en el corazón de las sociedades más ricas y avanzadas, como es la nuestra. Una de las razones que propician la discriminación se encuentra en el mayor número de mujeres que están empleadas en sectores y ramas cuyas condiciones salariales y económicas son menores, como es el caso que nos ocupa. Las auxiliares de geriatría, las gerocultoras, son vistas como las «lavaculos» de las residencias, un estigma que es muy potente que influye en lo moral y en lo psicológico. Ellas sienten que están en el escalón más bajo de la cadena; de una cadena en las que ellas tienen un papel fundamental.

Este escenario  obliga a la sociedad, nos obliga a todos, a asumir la responsabilidad de implicarnos de forma activa y continuada en la defensa de nuestros  mayores, que dicen que no quieren ser viejos, que quieren ser personas y que en demasiadas  ocasiones son utilizados como arietes para la consecución de objetivos de dudosa legitimidad. En la situación actual, defender a nuestros mayores significa exigir la implicación de las instituciones y de la Diputación Foral de Bizkaia en particular, que asuma la responsabilidad que le corresponde en este conflicto, habida cuenta que la gran mayoría de las plazas de las residencias son asignadas por la Diputación, a través de los pliegos de concertación.  

«El civismo lo conforma, no lo gasta una ciudadanía vigorosa. Lo usa o lo pierde» dice Rousseau, y continúa «tan pronto como el servicio público deje de ser el anuncio principal de los ciudadanos, y éstos se valen de su dinero en vez de sus personas, el Estado inicia su declive».

Decía Michael J. Sandel en La justicia y la vida buena «una política basada en el compromiso moral no solo es un ideal que entusiasma más que una política de la elusión. Es también un fundamento más prometedor de una sociedad justa.»

El mercado se ha constituido como sujeto social y político, acaparando en nombre de la competitividad, rentabilidad y racionalidad los espacios que corresponden a las acciones públicas –a la política– que debieran ser los garantes de la tutela, el estímulo y la legitimación social. Decía Bauman que «las lógicas del mercado y la cohesión social son incompatibles. La normativa “moral” ha de prevalecer sobre la racionalidad, no podemos situar en primer orden la eficacia porque quedaría relegada y marginada la moral, la ética, la justicia, en definitiva la cohesión social». Los resultados y las consecuencias de la aplicación sistemática del neoliberalismo económico o fundamentalismo de mercado, están a la vista, y así nos va.

Publicado en NAIZ

Oskar Matute «Cuba es un referente porque allí el aire, el agua y el sol no están al servicio de las élites»

Intervención de nuestro compañero y parlamentario de EHBildu en la cámara de Madrid, Oskar Matute, dentro de la mesa redonda del ‘Kuba Eguna’ organizada por la plataforma Euskadi-Kuba en honor a la memoria de Fidel Castro y su labor revolucionaria, haciendo un análisis de lo que Cuba ha aportado a la izquierda del mundo así como sobre el futuro de la república tras la muerte del Komandante.

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