Caer en la trampa del 8M
Ander Rodríguez – Ex diputado de Política Social de la DFG y compañero de Alternatiba
El presente no puede existir desconectado del pasado. Por eso, reconstruirlo a través de fechas como el reciente 8 de Marzo, Día Internacional de las Mujeres, nos da la oportunidad no sólo de recordar que la pelea del movimiento feminista por los derechos de las mujeres ha estado ligada a la lucha por un mundo mejor para el conjunto de la humanidad, sino, también, de encontrar en él las claves para entender los conflictos de hoy. Sin embargo, conviene estar alerta sobre quién utiliza los sueños feministas de emancipación para seguir engrosando las ansias de lucro de unos pocos, manipulando el pasado y dando voz a algunas mujeres para acallar a otras: a las empleadas domésticas, las cuidadoras profesionales, las trabajadoras sexuales, las mujeres pobres o las asalariadas con miedo.
Existe una contradicción irresoluble en el modelo de producción capitalista que amenaza la vida del planeta, humana y no humana. Un conflicto que necesita ser invisibilizado y, con ello, alejado de toda discusión política y social que busque su superación. Este mecanismo se impone, en primer lugar, ocultando cómo y dónde se está resolviendo la vida. Hace décadas que los feminismos señalaron que, si miramos todos los trabajos, no sólo los que se hacen a cambio de una remuneración, observamos que la inmensa mayoría de la población desempeña alguno. Frente a la idea extendida de que el bienestar depende de la minoría empleada por el mercado (trabajo productivo), lo que vemos es que hay una mayoría de bienes y servicios que contribuyen a éste, pero que no se ven ni se valoran (trabajo reproductivo). El sistema económico aparece representado como un iceberg, porque hay todo un mundo de trabajos, tiempos y sujetos (mujeres) que resuelven la vida y sostienen al conjunto sin ser vistos ni valorados.
En segundo lugar, se impone en un marco donde la incorporación de las mujeres al mercado laboral se ha acompañado de la transformación del Estado en un actor cómplice de la rebaja de los niveles salariales y el abandono de su papel como garante de ciertas certidumbres frente a los riesgos de la vida. Esto es: la aspirada autonomía económica de las mujeres se convierte en una trampa que va acompañada de la mercantilización de servicios públicos y una nueva realidad: que tener salario no significa no ser pobre, especialmente, si eres mujer.
Por tanto, es falso que dependamos de la producción para sacar la vida adelante, y lo cierto es que la pobreza salarial y la retirada de las instituciones públicas obliga a los hogares – y, dentro de ellos, a las mujeres – a hacer todo aquello de lo que mercado y Estado han dejado de hacerse cargo. Eso explica la persistente precariedad vital de las mujeres, y que la Encuesta que mide la Pobreza de Tiempo en Gipuzkoa arroje como resultado que las guipuzcoanas, hoy, tienen más trabajo, pero son más pobres.
En ese marco, florece la idea del “emprendizaje” femenino como antídoto contra la pobreza y la subordinación de las mujeres. Crea tu propio empleo, hazte empresaria de ti misma y triunfa, gritan, aunque el 40% de las empresas creadas por mujeres en Gipuzkoa, por ejemplo, fracasa a los dos años de nacer. El nuevo ideal se refuerza con premios a las empresarias del año como referentes de un feminismo, aparentemente empoderado, y cuya virtud está en su esfuerzo individual, con MBA. Es este ideal el que ha abanderado la Diputación Foral de Gipuzkoa este último 8 de Marzo, con el paquete de premios a empresarias del año y con unas jornadas que querían «compartir palabra» con mujeres referentes del mundo empresarial. Entre ellas, las de la patronal Adegi, para hablarnos de igualdad en el “trabajo”.
Pero no podemos olvidar que esas mismas mujeres representan a una asociación empresarial que denunció al anterior Gobierno de la Diputación de Gipuzkoa por “alterar” la relación de fuerzas en la negociación colectiva de un sector profesional tan feminizado como el de las empleadas de las residencias y centros de día para personas mayores. No podemos olvidar que representan a una patronal que emprendió acciones legales contra el Gobierno foral por decir que no es lícito obtener beneficios empresariales a costa de precarizar la vida de las trabajadoras. Y por querer aumentar la inversión de dinero público para valorar y dignificar un trabajo que consiste, nada menos, en cuidar la vida de las personas cuando ésta se hace durísima.
Hay que repetirlo: conviene estar alerta de quién utiliza los sueños feministas de emancipación de las mujeres. Y conviene denunciarlo una y otra vez, porque son utilizados para construir un relato manipulado del pasado que facilite el lucro de unos pocos. Conviene estar alerta de esos gobiernos que sólo dan voz a las directivas de Adegi, aunque representen a una institución que desprecia al ejército de mujeres que sostienen nuestras vidas, mientras acalla las voces de las empleadas domésticas, de las cuidadoras profesionales, de las trabajadoras sexuales, de las mujeres pobres, de las asalariadas con miedo. Sincerar el conflicto los 8 de Marzo y defender su memoria tejida de pelea es la única manera de evitar que su robo condene a las mujeres a la confusión que las quiere como ejecutoras y sirvientas de lógicas que siguen reproduciendo la explotación, las desigualdades y dolor de las mismas.
Publicado en Diario Vasco