Intervenciones de nuestro compañero Iagoba Itxaso en la tertulia política QMEC de ETB2 21/2/17

Resumen de las principales intervenciones de nuestro compañero de Alternatiba Iagoba Itxaso en la tertulia política ‘Qué Me Estás Contando’ de ETB2 del lunes 21/2/17. Itxaso habla sobre la viabilidad de las pensiones vascas, la condena a Urdangarin, la corrupción en el PP a raíz del presidente de Murcia, la brecha salarial entre hombres y mujeres, las declaraciones de Maroto sobre la RGI o los insultos a Uxue Barkos en Nafarroa, entre otros temas de actualidad. Para ver la tertulia completa, ETB a la carta

Intervenciones de nuestro compañero Iagoba Itxaso en la tertulia política QMEC de ETB2 20/2/17

Resumen de las principales intervenciones de nuestro compañero de Alternatiba Iagoba Itxaso en la tertulia política ‘Qué Me Estás Contando’ de ETB2 del lunes 20/2/17. Itxaso habla sobre la viabilidad de las pensiones vascas, el primer mes de gobierno y las mentiras de Trump, la senadora de Podemos con una orden de desahucio o la construcción de la incineradora de Gipuzkoa, entre otros temas de actualidad. Para ver la tertulia completa, ETB a la carta.

Nazi por liebre

Jonathan Martínez

Esta historia tiene tres protagonistas. El primero se llama Jean Baptiste y nace en 1910 en una caravana gitana de un campamento nómada a pocos kilómetros de Charleroi, en Bélgica. En 1922, cualquiera que tenga un puñado de francos en el bolsillo puede ver actuar al niño Jean Baptiste con su guitarra en un garito de baile de la Rue Monge parisina. Ese mismo año, Hemingway se instala en un cuchitril infecto junto a la Sorbona en aquel París de los años locos, de los artistas muertos de hambre en Montparnasse, de Picasso y Modigliani, de las tertulias en casa de Gertrude Stein, de los cabarets y de las mujeres liberadas del corsé con el pelo a lo garçon y tocadas con sombreros de campana. Ese año también, Mussolini marcha sobre Roma y pone al Partido Nacional Fascista al mando de Italia.

Una madrugada de 1928, el niño Jean Baptiste, que ya no es un niño, incendia su caravana con una vela en un desafortunado accidente. El fuego le abrasa buena parte del cuerpo y convierte el meñique y el anular de su mano izquierda en dos colgajos inservibles. Bien pensado, para alguien que se gana las alubias con su guitarra, el contratiempo adquiere la dimensión de una catástrofe. Aquí es donde Jean Baptiste, adelantándose a todos los mercaderes de la superación personal, hace de la necesidad virtud y desarrolla una original técnica de jazz que lo convertirá en uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos: el gran Django Reinhardt.

El segundo protagonista de esta historia se llama Joseph, se apellida Goebbels y es ministro de Propaganda de la Alemania nacionalsocialista. Durante los años treinta, nuestro amigo Joseph anda preocupado por las inclinaciones musicales de la chavalería aria. La nueva moda del jazz, esa música simiesca de negros y judíos, esa especie de reguetón sudoroso que bailan en Europa, amenaza con resquebrajar los rectos valores de la patria germana. La estrategia de Goebbels apunta a varios frentes. Por una parte, las radios del Tercer Reich censuran cualquier melodía de intenciones perversas. Por otra parte, los campos de concentración abren las puertas a quienes perseveran en sus gustos musicales. La película Rebeldes del swing de Thomas Carter rememora a aquellos mártires del ritmo.

Sin embargo, y esto es lo más extravagante del caso, Goebbels pone una vela a Dios y otra al diablo. Si no puedes con tu enemigo, únete a él. Algo así debe de pensar cuando se decide a formar su propia banda de jazz nazi: Charlie and His Orchestra. El ministerio reproduce a todo trapo sus canciones en los campos de prisioneros de guerra y en los países ocupados. Además, un par de veces a la semana, se inmiscuye en los diales británicos con la artillería pesada de sus grandes éxitos. Por ejemplo, la pegadiza Let’s go bombing: “Vamos a bombardear como hacen los aviadores de las Naciones Unidas, iglesias, mujeres y niños, también a los neutrales”. En Hold tight, otro temazo alegre y combativo, nos cantan las bondades del frente rojo: “¿Quieres un poco de comunismo? Crimen y vicio, ¡está muy bien!”.

El 14 de junio de 1940, las tropas alemanas alcanzan París, y nueve días más tarde, Adolf Hitler se pasea junto a la torre Eiffel y los Campos Elíseos. Al principio de nuestra historia hemos dejado en los escenarios parisinos al virtuoso guitarrista Jean Baptiste, ahora conocido como Django Reinhardt. Llegados a este punto, es hora de preguntarnos cómo es posible que sobreviva en la Francia ocupada un reputado gitano con agravante de jazz, y lo que es más inquietante, cómo es posible que ofrezca conciertos en París con una banda de cuatro negros y un judío. Al fin y al cabo, las autoridades nazis y sus aliados están esterilizando y exterminando a miles de gitanos en un holocausto olvidado por las efemérides oficiales y por los libros de historia. Existe una fotografía insólita que tal vez disipe nuestras dudas. A las puertas del club parisino de jazz La Cigale, sonríe a la cámara la banda multiétnica de Django Reinhardt. Junto a ellos, vestido de riguroso uniforme, posa el tercer protagonista de nuestra historia, el oficial de la aviación nazi Dietrich Schulz-Köhn, que firma sus crónicas musicales con el pseudónimo de Dr. Jazz. Todo un fan. Lo que se dice un grupi.

Dicen que dicen que al terminar la guerra, el prisionero Dietrich Schulz-Köhn carga con una cámara fotográfica Rolleiflex. Dicen también que durante su cautiverio entabla una fugaz amistad con un soldado negro estadounidense que trata de canjearle la cámara a toda costa. “¿Cuánto pides por ella?”. Schulz-Köhn se niega, no está en venta. “Te doy tres cartones de Lucky y cuatro pares de medias de nylon”, insiste el americano. Nanay. Ni hablar. Y es entonces cuando Schulz-Köhn se lo piensa dos veces, mira su cámara como despidiéndose de ella, busca los ojos de su captor y le pregunta: “¿No tendrás algún disco de Count Basie?”.

Si existieran las moralejas, alguien diría que es posible encontrar destellos de humanidad incluso en la peor de las miserias. Otra interpretación menos optimista diría que en el fondo no sabemos nada de los nazis. Estados Unidos, que llega a la guerra tarde y mal y para ajustar las cuentas de Pearl Harbor, termina moldeando a su gusto la imagen que tenemos de aquellos días. Así, la industria de Hollywood embucha en nuestra memoria heroicos fotogramas de barras y estrellas, y al mismo tiempo, urgidos por exigencias del guión, los nazis del celuloide cultivan una maldad histriónica, tienen el ceño fruncido y la mirada aviesa y blasfeman mucho en alemán, que a decir verdad, acojona un rato.

Nadie nos advierte que un nazi podría amar la música inmoral y sincopada de los negros. Que tal vez ese mismo nazi sería capaz de proteger a un gitano al mismo tiempo que sus colegas atizan el fuego de los hornos crematorios. Nadie nos explica que la maquinaria genocida del nazismo tiene algo de rutina funcionarial, y que fuera de la jornada laboral, sus ejecutores aman el arte, acarician con ternura a sus mascotas y arropan a sus hijos con un beso de buenas noches.

Quizá por eso no los reconocemos cuando sonríen en pantalla, dulces y entrañables, negando ante un micrófono profesar dogmas proscritos. No los reconocemos cuando los vemos dispensar raciones de caridad entre sus compatriotas, cuando ejercen de esforzados deportistas, cuando saludan a la multitud fervorosa de los mítines y se retratan con un niño en brazos. Ellos no son nazis, nos decimos. No pueden ser nazis. No son como los malos del cine. No tienen el ceño fruncido ni la mirada aviesa ni blasfeman mucho en alemán. Y así nos luce el pelo. Tanto ver películas de nazis y al final siempre terminan dándonos nazi por liebre.

Del blog de nuestro compañero en Naiz Zona especial Norte

Malditos estibadores

Jonathan Martínez

Malditos estibadores, linaje de privilegiados, aristócratas de casco y uniforme reflectante. Yo os maldigo porque habéis venido a incordiar con vuestras huelgas y vuestro ruido sindicalista, vuestros puños al aire y vuestros cánticos marxistoides. Quieren crujiros un 60% del salario y echaros a patadas de los puertos con un ERE encubierto y todavía cometéis la insolencia de sublevaros, manada de ingratos, horda de sanguijuelas. ¿Qué os habéis creído?

Malditos estibadores. Hasta ayer no sabía de vuestra existencia pero me ha bastado un vistazo a Wikipedia y dos telediarios y ya estoy listo para cantaros las cuarenta, vagos, arrogantes protestones.

Dicen los más ilustres tertulianos que cobráis como marqueses. ¿Cómo tenéis el descaro de permitir que vuestros patronos levanten una pasta gansa en lugar de una pasta gansísima a vuestra costa? ¿Es que no habéis sentido ni un minuto de piedad por los pobres bancos y multinacionales que suplican sollozando la reforma del sector? ¿Es que no tenéis corazón?

Dicen plumíferos y todólogos que disfrutáis de derechos laborales. ¿No os hacen sonrojar vuestras conquistas? ¿No os avergüenza haber luchado por lo que es vuestro mientras los demás agachábamos la cerviz, decíamos amén al jefe y nos lamentábamos en el bar de Paco envalentonados con el tercer solisombra?

Malditos estibadores. Aprovechad mientras podáis vuestro trabajo de alto riesgo, vuestro escandaloso cupo de accidentes laborales, vuestra disponibilidad absoluta, vuestros cambios constantes de horario, vuestra inestabilidad, vuestra incertidumbre. Aprovechad, porque el día que liberalicen la estiba os vais a enterar de lo que vale un peine. Ese día, por fin seréis precarios con todas las letras, carne de despido y ETT. Ese día, por fin cobraréis el sudor en calderilla como todo hijo de vecino.

Malditos estibadores. Odio vuestras soflamas, vuestro alboroto y vuestras asambleas al grito de «ni un paso atrás». Bajaos de una vez los pantalones y aceptad las condiciones que os impone el gobierno. Estáis dando un pésimo ejemplo a la clase trabajadora, que solamente quiere meter horas a destajo sin complicarse la vida ni ganar demasiado. Aprended a deslomaros por cuatro duros y poneos al servicio de los banqueros, los grandes empresarios y su longeva estirpe de explotadores sacacuartos. Obedeced a esos señores tan relamidos que os hablan de trabajo sin haber dado jamás un palo al agua. Enriquecedlos. Sed sumisos. Sed cobardes. No permitáis que cunda vuestro ejemplo, estibadores del demonio.

Del blog de nuestro compañero en Naiz Zona especial Norte

Matute: «PNV tendría difícil justificar el apoyo a los presupuestos de Rajoy»

El compañero de Alternatiba y diputado de EH Bildu, Oskar Matute, entrevistado en Gabon de Onda Vasca, considera que «nada parece indicar que el PP vaya a cambiar la senda de acción política» que ha llevado los últimos años y que «una parte de la ciudadanía española nada desdeñable ha considerado válida». Si el PNV pacta con Rajoy los presupuestos «le va resultar difícil justificar» ese apoyo.

Intervención de nuestra compañera Cristina Bereciartua en la tertulia de Radio Vitoria – 9/2/17

Intervención de nuestra compañera de Alternatiba Cristina Bereciartua en la tertulia de actualidad política Araba Gaur, de Radio Vitoria. En la misma, abordan temas como el alargamiento de la vida de la central nuclear de Santa María de Garoña y los peligros que entraña además de la precariedad laboral en la juventud vasca.

Intervenciones de nuestro compañero Iagoba Itxaso en la tertulia política QMEC de ETB2 7/2/17

Resumen de las principales intervenciones de nuestro compañero de Alternatiba Iagoba Itxaso en la tertulia política ‘Qué Me Estás Contando’ de ETB2 del 7/2/17. Itxaso habla sobre los cuerpos policiales operativos en Euskal Herria, las causas de la muerte de Rita Barberá, la precariedad laboral, el aislamiento de Arantza Zulueta o el caso de Sara Majarenas, entre otros temas de actualidad. Para ver el programa al completo: ETB a la carta.

La Masía del tío Tom

Luis Salgado – Alternatiba
 
Si por algo estoy enamorado de la lectura, y de la posesión de una modesta biblioteca en el hogar, es principalmente porque los libros te permiten volver a las historias una y otra vez. Cualquiera que entre en mi casa podrá descubrir, sin dificultad, cuáles son mis lecturas retorno, y cuales están inmaculadas como el primer día que las compré.
 
Uno de esos libros llenos de vida, cuyas hojas están amarilleando en los bordes, y algunas amagan con otoñar en breve es el que da título a este post. Las vidas divergentes de un esclavo del campo y otro, “el negro de la casa”.  El que lucha por su independencia y dignidad, y el que, desde su posición de esclavo privilegiado no entiende la rebeldía del primero. Porque sí, porque entre esclavos también hay diferencias.
 
La cabaña del tío Tom aborda esa visión diferenciada de la esclavitud, en un Estado y un tiempo en el que la esclavitud era legal, y por tanto, democrática, que dirían algunos. Y es que, como diría también otra mujer imprescindible, Simone de Beauvoir, “el opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los oprimidos” No es, por tanto, una cuestión de la esclavitud, al menos no sólo como la esclavitud vista como una organización social concreta. Y es que todo oprimido es esclavo en potencia aunque, citando a la tercera mujer en este post, “quien no se mueve no siente sus cadenas”
Sin embargo, hay un motivo por el que escribo este post, y éste no es sino la sensación de que en este mundo globalizado y neoliberal los Toms han crecido y se han multiplicado hasta mostrarse ganadores en la carrera de la evolución. Pero volvamos un momento al Tom original, al del libro de Harriet Beecher Stowe. Esa persona, oprimida y esclavizada, que no ve otra salida al sistema en el que vive que adaptarse a él, y se convierte en firme defensora del mismo. Esa persona que se enfrenta a Simón para defender el statu quo. Esa persona que en 2017 pediría que encarcelen a los catalanes por poner urnas en los colegios. Esa persona que escribe los titulares del ABC, del País, de la Razón… etc. Esa persona que, en definitiva, cree que la Ley y su imperio es la mayor democracia a la que puede aspirar la humanidad, sin caer en la cuenta que la Ley es en realidad lo contrario, es la regulación del rebaño, y el fracaso de la democracia. Qué una mayor regulación es un menor espacio para la libertad. Que no existen periodos con mayor legislación que aquellos totalitarios. Pero sobre todo, sin darse cuenta que la legalidad no es garantía de justicia. Que la Ley la diseña quien gobierna, y en el Estado también la ejecuta, y la judicializa y así, el esclavo sólo tiene la herramienta de la lucha, la desobediencia y la ilegalidad. Y otros esclavos saldrán a cortarles el paso, la primera línea de defensa. Y sí tú te lo tragas, si crees que no hay nada más democrático que cumplir la Ley, entonces, Tom, saca lustre a tus grilletes, que los tienes, aunque te los hayas comprado en un centro comercial.
 
Leer en su blog El mundo imperfecto
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