Copérnico y el imperio del clic

Jonathan Martínez

La historia es conocida: un intrépido reportero de la derecha cuñada se adentra en la cabalgata de reyes de Madrid y confunde a Nicolás Copérnico con Cristóbal Colón. El vídeo se multiplica en las redes y el jolgorio es unánime. Al fin y al cabo, el tipo nos cae mal, nos irrita su zafiedad y sus aspavientos cavernícolas, y agradecemos que haya llegado un astrónomo renacentista a bajarle los humos. Al reportero nos gusta imaginarlo humillado en retirada, cabizbajo y caranchoa, mientras degustamos la gloria del escarnio e incluso nos anotamos en la cuenta de haberes una nueva victoria para la clase trabajadora. Por supuesto, la realidad es más cruel. El reportero no solamente ha sobrevivido al ridículo con una sonrisa satisfecha sino que además ha ganado un cuantioso botín de notoriedad, que es en definitiva la divisa reglamentaria de la sociedad del espectáculo. Al final, la multitud se siente vengada y triunfante mientras el contable de la gacetilla en cuestión, calculadora en mano, suma los dividendos del lucrativo negocio de la gresca pública.

En el imperio del clic, la derecha ultramontana ha convertido al internauta de izquierdas en su mejor nicho de mercado. Federico Jiménez Losantos hizo escuela en la emisora de la Conferencia Episcopal hasta el punto que uno no sabía si sus abultados índices de audiencia correspondían a una masa de fervientes correligionarios o si, por el contrario, quienes más sintonizaban su programa eran izquierdistas aficionados a desayunar de mala hostia. En nuestros días, la indignación es una mercancía al alza y Twitter se ha convertido en una barra de bar de ciento cuarenta caracteres donde los debates se dirimen a gritos entre espumarajos de rabia y vapores de testosterona. La disputa política ha quedado reducida al cruce de memes al tiempo que se impone el exabrupto y la cultura del linchamiento y el zasca.

En plena dictadura de la viralidad ha nacido un periodismo patológico guiado por las exigencias más turbias de la mercadotecnia digital. Día tras día, las hojas parroquiales de la derechona española nos deleitan con un imaginativo repertorio de extravagancias y difamaciones. Mariposas maléficas, farolillos independentistas o ninjas proetarras, todo vale con tal de seducir nuestra incredulidad y amortizar las curiosidades más malsanas. Aquí un vídeo de gatitos y allá el último episodio carnal del concejal bolivariano de no sé qué pueblo de Zamora. Así, entre clic y clic y casi sin darnos cuenta —mea culpa—, hemos contribuido a engordar el saldo de beneficios de nuestro adversario. Pero lo peor de todo es descubrir que, sin saber cómo ni por qué, formamos parte inseparable de su ceremonia grotesca. No era nuestra intención, y sin embargo, hemos permitido que los bufones del tardofranquismo escriban el guión de nuestra agenda política. Cada vez que entramos al trapo, cada vez que nos llevamos las manos a la cabeza con alguna de sus impertinencias, los estamos legitimando como interlocutores válidos de un diálogo de besugos.

Algún día habrá que decir basta. Habrá que decir que sus charlotadas no despiertan nuestra indignación sino nuestra indiferencia. Habrá que apagar la televisión o escapar en directo de los platós o simplemente no acudir a ellos, qué sé yo. Tendremos que limpiarnos, como yonquis en una clínica de desintoxicación, y someternos a la disciplina de una terapia. Que la vida es corta y de OK Diario también se sale.

Del blog de nuestro compañero en Naiz Zona especial Norte

El lento camino del cambio

Héctor Prieto – Alternatiba

Una de estas noches tuve un extraño sueño. Lo cierto es que se parecía a alguna novela orweliana, era un lugar sin definir donde un gobierno sutilmente totalitario se zampaba todo movimiento de resistencia, silenciado y perseguido ante la pasividad de los testigos. Pero entonces, de algún lugar, surgía un movimiento revolucionario, clandestino, popular, un grupo de acción, la última esperanza de la libertad. Aunque el final prometía, el trayecto parecía lento, incluso inquietante; tanto que me hizo despertar de golpe, acelerado, si no fuera por el final sería una pesadilla.

Los científicos y la propia experiencia me dicen que durante el sueño, el cerebro trabaja, selecciona y recopila información subjetiva. Seguro que os habrá ocurrido que muchas veces son secuencias cortas e inconexas, muy difíciles de recordar y que se esfuman a los pocos minutos de despertar. En cambio, hay sueños con relatos coordinados que cuentan una historia y que recordamos con mucha precisión: las caras, los hechos, el relato…

No soy de los que creen especialmente en el significado e interpretación de los sueños, pero este me ha inquietado haciéndome reflexionar. ¿Tendrá algo que ver con la realidad que percibo?, ¿hemos entrado en esa travesía por el desierto o todavía está por venir?. Sinceramente, no tengo ni idea, pero sí que la humanidad puede estar a las puertas de un cambio transcendental que no tiene porque ser bueno, aunque mi conciencia me obligue a ser optimista por pura supervivencia.

Fijaros en los últimos acontecimientos, el Brexit, la victoria de Trump o el auge de la ultraderecha en Europa. En nuestro entorno los hechos de Altsasu, el bloqueo deliberado y malintencionado para con el fin del conflicto vasco y los presos, o la detención de independentistas catalanes por quemar la foto de un señor elegido a dedo por su sangre y ungido por la gracia de Dios. Y Telecinco a la vanguardia del ”movimiento nacional”, idolatrando descaradamente a torturadores de Intxaurrondo y fascistas declarados como Serrano Suñer.

Eso sin olvidar el inminente final de los derivados fósiles, el cambio climático y el drama de los migrantes en el Mediterráneo. Mientras, la Europa agonizante mira o miramos nuestro ombligo, sabemos lo que hay, pero es más fácil mirar para otro lado. Quizás este algo impresionado por el sueño, pero la situación actual no dista mucho de los años 30, crisis económica, amenaza fascista y algo más preocupante, que a los mandatarios actuales la situación se les queda grande.

Es inquietante, aunque también es verdad que queremos todo para ya, a corto plazo. Eso mismo nos pasa a la izquierda, Podemos pretendía asaltar los cielos en dos días, y lo siento pero no es tan sencillo resolver una lucha de más de cien años por creerte más listo que nadie. También nos pasó antes a EH Bildu y la realidad nos dice que el cambio revolucionario es una carrera de fondo. Si la lucha continua con ilusión y paciencia puede que los cambios lleguen, y quizás nosotros ya no veamos el resultado.

Yo intento luchar cada día, en mi ámbito y dentro de mis posibilidades. Porque como dijera el poeta “un hombre, una mujer, así de uno en uno, no somos nada”, pero todos juntos somos imparables.

Del blog de Héctor Prieto Atxabalta REDvolution

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