Honduras: luchas y esperanzas
Ana Etxarte – Concejal de EHBildu y miembro de la Misión de Observación en Honduras
Hace unas semanas una delegación compuesta por diferentes organizaciones europeas, entre las que se encontraba EH Bildu, viajamos a Honduras con el objetivo de visibilizar la situación de violación sistemática de los derechos humanos en el país, así como realizar una verificación de la propia jornada electoral actuando en el marco de la Misión de Observación organizada por el Centro de Estudios para la Democracia (CESPAD). Nuestra delegación, junto con otras, respondía al llamado de La Vía Campesina para acompañar a las personas candidatas provenientes del movimiento campesino, que demandaban el desarrollo de unas elecciones transparentes y democráticas.
Durante una semana nos reunimos con organizaciones campesinas, indígenas, de mujeres, de defensa de los derechos humanos, y muchas más, que nos hicieron un relato estremecedor de la situación que viven desde el golpe de estado de 2009: amenazas, detenciones ilegales, torturas, agresiones sexuales y asesinatos. Todo bajo la égida del gobierno del Partido Nacional y las fuerzas de seguridad del estado, siempre al servicio de la oligarquía y de los intereses de las empresas transnacionales. Estuvimos con hombres y mujeres que reclaman justicia para sus familiares asesinados; con campesinos y campesinas que exigen la recuperación de las tierras que les han sido usurpadas; con indígenas que defienden los bienes naturales frente a las transnacionales; con mujeres feministas, que denuncian el carácter patriarcal de una Honduras neoliberal y dictatorial; con maestros y maestras, con periodistas, etc. En definitiva, con todo tipo de personas y organizaciones perseguidas y asesinadas por denunciar a un gobierno sin escrúpulos fruto del golpe de estado.
Sin embargo, y pese a toda la violencia que nos relataban, siempre se nos trasladaba un mensaje cargado de esperanza. La celebración de elecciones y la más que probable victoria del partido LIBRE (Libertad y Refundación, partido nacido de la resistencia al golpe), les acercaba a un futuro en el que fuera posible tener un gobierno al servicio de las mayorías populares, y no de la oligarquía. Esta esperanza no se desvaneció durante toda la campaña, a pesar de que pocas horas antes del inicio de los comicios la campaña sistemática de violencia y represión contra miembros de LIBRE se fuera agudizando. En esta ocasión fueron dos líderes campesinos de la Central Nacional de Trabajadores del Campo, Amparo Pineda y Julio Romero, brutalmente asesinados cuando regresaban de una capacitación electoral.
Desgraciadamente, el 24 de noviembre se convirtió en un día de rabia e indignación para el pueblo hondureño y para cientos de observadores que vimos como literalmente se robó el triunfo a LIBRE en unas elecciones plagadas de irregularidades: tráfico de credenciales que hicieron que la composición de las Mesas electorales (MER) estuvieran en manos principalmente del Partido Nacional; militarización en todo el proceso electoral incluso en los mismos centros de votación, produciéndose detenciones de votantes por la Policía o las Fuerzas Armadas; y las más graves, que fueron todas las irregularidades que se produjeron en el registro y transmisión de actas favoreciendo al Partido Nacional en detrimento de LIBRE. Así, se registraron numerosos casos en los que no coincidían los resultados de las actas registradas por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) y las actas originales firmadas por las MER; casos en los que no pudo realizarse la transmisión de las actas por escáner, o casos en los que las actas no se enviaron en sobres sellados.
Todas estas irregularidades, y muchas más, hacen que de ninguna manera pueda decirse que estas elecciones han sido transparentes, tal y como se apresuraron en afirmar la embajada de EEUU, la OEA y la UE. Estos organismos mienten, y tal y como ha dicho un periodista austriaco miembro de la Misión de Observación de la UE, hablar de transparencia ante todo lo ocurrido es un chiste, reconociendo que han prevalecido cálculos políticos e intereses comerciales. Y es que para estos organismos, Honduras únicamente representa un lugar donde seguir enriqueciéndose a costa de la pobreza y explotación, y para ello se hará lo que sea necesario, golpe de estado y fraude electoral incluidos.
Estas declaraciones y el anuncio por parte del TSE de que el ganador de las elecciones es el candidato del Partido Nacional Juan Orlando Hernández sin ni siquiera haberse finalizado el recuento de los votos y rechazando todas las irregularidades denunciadas, hicieron crecer la indignación del pueblo hondureño que estaba viendo como el triunfo de las elecciones les estaba siendo robado. A partir del día siguiente miles de personas, militantes y simpatizantes de LIBRE y del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP), salieron a la calle para denunciar este fraude, exigiendo que se realice un nuevo recuento de votos. De igual manera lo ha reclamado LIBRE y el PAC (Partido Anticorrupción), quienes no dan por válidos los resultados emitidos por el TSE. Y una vez más, el gobierno golpista ha respondido con violencia. Manifestaciones duramente reprimidas por la policía con gases lacrimógenos y golpes, personas heridas y detenidas, y el asesinato del miembro de la Resistencia José Antonio Ardón. Esto es lo que se puede ver estos días en Honduras.
Pese a esta represión sin límites el pueblo hondureño no se rinde, que le quede claro a la oligarquía hondureña. Y estoy segura de esto porque nunca había conocido a hombres y mujeres con este coraje, con esta valentía y sobre todo con tanta razón. Su lucha es una lucha por la vida, por la dignidad, contra un gobierno que le está desposeyendo de todo y le está obligando a vivir en la miseria.
A partir de ahora, y pese a las dificultades, hay un camino esperanzador que recorrer. Los movimientos sociales en las instituciones a través de LIBRE, aunque no esté en la presidencia a pesar de ser el vencedor legítimo, y un Frente Nacional de Resistencia Popular fuerte en las calles; es un buen escenario para empezar a revertir el poder de la oligarquía a las clases populares. Porque son éstas la esperanza de Honduras y de toda América Latina. Porque sus luchas son nuestras luchas, porque el pueblo unido nunca será vencido.