Le France, la resaca

Luis Salgado – Alternatiba

De un tiempo a esta parte tengo la sensación de que las elecciones en Europa toman un tinte futbolero, todas son finales anticipadas, todas son importantísimas para el futuro de Europa (¿y los europeos?) y sin embargo, terminada la jornada todo sigue igual. ¿Todo? Todo no, la idea neo-liberal de tintes xenófobos campa a sus anchas por el mal llamado viejo continente como espíritu de Morgul. Dicen que vivimos la época de la postverdad, simplemente vivimos como siempre, engañados. Pero vayamos a analizar la última jornada liguera;

La ultraderecha; ¡Que viene el Coco!
 
No sé si volveremos a ver, al norte de los Pirineos, un partido nazi-fascista gobernando alguno de los principales países de Europa, pero lo que está claro es que, de momento, como amenaza no puede ser más rentable para el poder. Falta saber si, como en el cuento del pastorcillo, cuando las ovejas vean al lobo quedará alguien para defenderlas.
 
El ascenso de la ultraderecha está facilitando a los gobiernos liberales perpetuarse en Europa bajo ese mantra de “nosotros o el caos extremista”. La ultraderecha se queda siempre a un paso del poder, Austria, Holanda, Francia… pero su discurso gana siempre y marca las agendas europeas del poder que asumen sus rasgos identitarios sin sonrojarse siquiera.
 
La Socialdemocracia ha muerto, viva el neo-liberalismo
 
No hacen falta sesudos análisis para entender esto. En un Sistema Capitalista de usar y tirar, todo tiene fecha de caducidad cuando ya no es útil, y la socialdemocracia es la primera víctima de la caída del Muro de Berlín. Tuvo su auge cuando permitía vender ese Capitalismo de rostro amable de la postguerra, ese lado social que endulzaba la realidad y nos decía que no era necesaria la temible dictadura del proletariado para crear un mundo justo con reparto de la riqueza y tal, pero sin enemigo económico-social que represente una alternativa, con el Mercado como único poder y creador de agenda, ¿Qué puede aportar la socialdemocracia? Nada, y en polvo os convertiréis.
 
El paseo triunfal del Neo-liberalismo
 
Los grandes triunfadores, indiscutibles, hegemónicos, cuasi deidades infinitas, intocables. Ni en los mejores sueños húmedos de aquel mediocre actor de western ni de la Iron Maiden británica hubieran imaginado un camino tan feliz para su romance. Hoy los estados son seres amorfos que apenas alteran al mercado y legislan para su defensa. Burbuja tras burbuja hasta la hegemonía total haciéndonos creer que todas éramos Clase Media y la vida era una orgía de satisfacciones capitalistas, y al despertar, ellos lo tenían todo, dinero, poder y control, y tú una o dos hipotecas y tiempo para pasar en el paro. Y tuvimos frente a nosotros las dos pastillas de Morfeo, y elegimos la azul, porque preferimos seguir saboreando el filete aunque sabíamos de sobra que no existía, que sólo era producto de nuestra imaginación, inducida a través de nuestros sueños. Y siguen dando vueltas al tornillo, y a cada vuelta los ricos son más ricos y los pobres… los pobres están más asustados.
 
Porque elegimos la pastilla azul, pero por si no era suficiente nos han puesto cientos de cadenas sobre nuestras extremidades para qué no nos movamos. Miedo, pánico a lo que puede venir, a los fanatismos, al terror, a las enfermedades, y en última instancia al extremismo. Tenía que llegar, estaba claro. Tanto hablar del eje izquierda-derecha en dos dimensiones, como una línea recta nos ha traído a que interioricemos que quien se encuentra en uno de los extremos es extremista, lógico. Así, olvidamos que en realidad el peligro siempre ha sido el dogmatismo, el querer llevar una idea hasta sus últimas consecuencias, y ahí, en ese dogmatismo es donde se hallan los que nos venden como moderados. El neo-liberalismo es la ideología extrema por definición, la que ha logrado que alcancemos las mayores cifras de desigualdad, pobreza, guerras, hambre… etc. de la historia, pero no están en ningún extremo de esa línea imaginaria. Así nos va. Extrema es la izquierda, y la derecha, y los extremos se tocan y … mientras el Anillo sigue atándonos a las tinieblas.
 
¿Y la izquierda?
 
Debatiendo si son galgos o podencos. -¡Mira, un brote, una esperanza!-  -Bah, otros revisionistas que nos venderán a la primera oportunidad- Y preferimos seguir en el Titanic echando la culpa al de nuestra acera que embarcarnos en un frágil bote.
 
Sobre le France primero una consideración; si no entiendes las diferencias entre unas elecciones parlamentarias y unas presidenciales difícilmente puedas distinguir entre táctica y estrategia y así es comprensible que sigamos en este bucle infinito. Melenchon podía haber significado una brecha en el Sistema, o no, quizás otro Syriza, tal vez. Pero nunca lo sabremos porque, entre otras cosas, el bote nos parecía tan frágil que preferimos seguir hundiéndonos al son de los músicos.
 
Hemos llegado a tal punto de absurdez, que he llegado a leer a periodistas de izquierdas, de aquí, de EH, celebrar que en Iparralde Le Pen sea cuarta fuerza y que la derecha neo-liberal haya arrasado, porque ya se sabía que Melenchon era un chauvinista empedernido, no como el resto de candidatos con posibilidades que eran ciudadanos del mundo.
Y es que cómo táctica y en unas elecciones parlamentarias entiendo que la broma del “voto útil” sea una absurdez, mejor una representación propia, real, con apuestas fuertes, aunque ésta sea pequeña. Pero en unas presidenciales a doble vuelta hay que ver la estrategia. Yo me quedo con un sabor muy agrio de esta jornada futbolera, porque no creo que Melenchon fuera a suponer un gran cambio, pero me hubiera gustado poder ver cómo se retrataban los neo-liberales en una segunda vuelta entre Le Pen y Melenchon. Saber si, como decía Durruti, los capitalistas franceses ante un riesgo de recortar sus privilegios apoyarían por acción u omisión a Le Pen, o defenderían la unidad de los “demócratas” contra el fascismo, tal y como exigen ahora para apoyar a Macron. Sin duda ha sido una jornada agria, el Barça ha ganado al Madrí y a mi ninguno de los dos me dice nada, porque mi equipo no juega en su misma liga.
 

Manifiesto en el Día Internacional contra el Racismo

En este día internacional contra el racismo, además de recordar las atrocidades cometidas hace años, queremos denunciar que sigue habiendo actuaciones racistas ejercidas por estados y grupos poblacionales, como está ocurriendo en Palestina por parte del estado de Israel, en el Sahara ocupado por parte de Marruecos, en China contra el pueblo tibetano o con las políticas migratorias de Europa y EEUU. Sin olvidar los constantes brotes xenófobos que reciben las personas refugiadas en los campos habilitados en Francia, Grecia e Italia entre otros, el trato claramente racista que las personas migrantes recibe en los CIEs del estado español, o la que sigue sufriendo la población romaní.

Todo ello al amparo de vallas y concertinas que dividen poblaciones, o tratados internacionales sobre fronteras y políticas migratorias que violan el derecho al libre tránsito y al asilo.

Por todo ello, y porque estamos convencidas que Euskal Herria son todas las personas que viven en este país y quienes lo construyen día a día, desde EHBildu abogamos por un cambio en las políticas institucionales, pero también por un cambio de valores, actitudes y comportamientos, desde la multiculturalidad, por el derecho que toda persona tiene a poder vivir con seguridad, salud y libertad, y a mejorar sus condiciones de vida.

Y por ello, este día internacional contra la discriminación racial, debemos de salir si cabe con más fuerza, frente a los ataques políticos, legislativos, institucionales y policiales que está habiendo, a favor de la convivencia diversa, plural y en libertad para todas y todos, participando en las movilizaciones, suscitando cambios en las instituciones, y activándonos desde el ámbito más cercano que tengamos.

Porque las mujeres y hombres que formamos EHBildu tenemos claro, que nunca preguntaremos a nadie de dónde ha venido, sino en todo caso, le preguntaremos a dónde queremos ir juntas.

EH Bildu

Los nuevos fascistas del siglo XXI

Toni Ramos – Alternatiba

El nuevo fascismo es una confluencia entre la evolución del capitalismo y la propia ideología fascista del siglo pasado, adaptándose y ajustándose al racismo inherente al actual sistema y a las crisis que han golpeado el mundo a comienzos del siglo XXI, desde el 11 de septiembre de 2001, pasando por la crisis económica y social de 2008, hasta la crisis de los refugiados de 2015. Leer más…

Lo que ocurrió después te sorprenderá

Jonathan Martínez

En el vídeo, una joven ciclista se detiene junto a una furgoneta en un semáforo. La vemos a lo lejos forcejear con el copiloto y entonces comprendemos que el hombre la está hostigando, la está increpando, se está burlando de ella. “¿Tienes la regla? Dame tu número y vamos a tomar algo”. Después la furgoneta acelera y se pierde de vista. En un arrebato de empatía, los espectadores sentimos la impotencia de la humillación, deseamos lo peor al energúmeno y maldecimos la impunidad de los babosos. Pero la chica no se da por vencida, así que pedalea tras la furgoneta hasta que por fin la encuentra unas calles más adelante, estacionada a un lado de la carretera. En el recinto mágico de la pantalla, nuestra heroína va a culminar el gesto de venganza que en la vida real casi siempre permanece recluido en la esfera del deseo. Ahora es cuando ella aminora la velocidad, se detiene, le arranca de cuajo el espejo retrovisor y sale pitando mientras el público experimenta la íntima satisfacción del desagravio. Por si fuera poco, el motorista que ha grabado la escena se acerca a la furgoneta para confirmar el destrozo y lo celebra con nosotros. “Os lo merecéis, basura”.

La historia nos entusiasma. Los diarios digitales la llevan a sus portadas. La compartimos en nuestro muro de facebook. La distribuimos en grupos de whatsapp. Like. Retuit. Entretanto estalla la controversia. Un testigo asegura haber visto a un hombre dando instrucciones a la chica y a los tipos de la furgoneta. Efectivamente, los protagonistas resultan ser actores y se revela que el vídeo es propiedad de una de las corporaciones de contenido multimedia con más visitas de la red: Jungle Creations. Cada periódico le ha pagado 400 libras esterlinas en derechos de emisión por el cortometraje. Finalmente, la propia empresa retira el vídeo y anuncia una investigación para esclarecer el fraude. La venganza ciclista, mientras tanto, se reproduce en la red ajena a las polémicas. Al fin y al cabo, lo contagioso son las mentiras, no las rectificaciones.

La prensa nos ha infundido el pánico ante las noticias falsas de la red como si se tratara de una novedosa pandemia, el síntoma más pernicioso del nuevo imperio del populismo. Pero ni las mentiras ni los bulos ni las leyendas urbanas son fenómenos recientes. Todo el mundo tiene un conocido que tiene un conocido que jura haber visto a Ricky Martin enclaustrado en un armario mientras un perro degustaba en antena una ración de mermelada. Si dices tres veces “Verónica” delante de un espejo, su espíritu te hundirá unas tijeras en el pecho. Si no reenvías este mensaje a quince personas, el niño Kevin tendrá que renunciar a su injerto de duodeno. Y así sucesivamente.

Los bulos han existido siempre, lo que ocurre es que internet ha perfeccionado sus posibilidades de contagio. La letra de molde y las imágenes, distintivos de credibilidad y prestigio del periodismo impreso, están ya al alcance de todo el mundo. A día de hoy, cualquier internauta con alguna habilidad al teclado puede emular la factura impecable de un periódico de renombre. Ni siquiera la precariedad tecnológica supone un obstáculo. A fin de cuentas, la cámara temblorosa del teléfono móvil concede a los vídeos una irrefutable apariencia de espontaneidad, verdad y testimonio. Así es como la naturaleza contagiosa de las redes sociales ha abierto camino al negocio de la viralidad.

Existe otra circunstancia favorable a las noticias infecciosas. El pensamiento lineal del periodismo impreso ha sucumbido ante la lógica fragmentaria de la red, donde ya no leemos del tirón y sin distracciones sino que navegamos sin rumbo y a la deriva, convocados ahora por este enlace y reclamados más tarde por no sé qué notificación o no sé qué ventana emergente. Pasear por la web se parece cada vez más a desfilar por un gran centro comercial, con anuncios titilantes como neones que demandan nuestra atención y se disputan nuestras visitas. Internet nos ha convertido en consumidores a jornada completa. Cada vez que nos movemos por la red, revelamos preferencias de consumo a la vez que surcamos reclamos publicitarios. El acto mismo de comprar no es más que la culminación de un proceso que comienza con nuestro primer clic. Y las noticias falsas son cómplices de esa maquinaria.

En la era de la viralidad, el periodismo se ha aliado con la publicidad bajo las normas y en el terreno que impone la publicidad. La sobreabundancia de información ha desatado una guerra feroz por conquistar nuestra curiosidad, y las armas de combate son el titular estridente y el sensacionalismo. Somos vulnerables a los bulos como lo somos al mal periodismo o a los anuncios publicitarios. La única defensa posible consiste en ejercer el pensamiento crítico, interrogarnos sobre la intención de cada mensaje y evaluar la reputación de las fuentes. Conozco gente que dejó de compartir noticias falsas en sus redes sociales. Lo que ocurrió después te sorprenderá.

Del blog de nuestro compañero en Naiz Zona especial Norte

Nosotras, las que no sufrimos violencia

PlumAnegra

Nacer, y que alguien te reciba con una perforación en las orejas. Es por tu belleza. O peor con una amputación de tu clítoris cuando llegues a los 5 o los 6 años. Es por tu higiene, por tu bien, por tu futuro, por tu sexualidad….

Crecer escuchando que nunca eres nombrada. Estudiar la historia en la que ninguna mujer hizo nada digno de contar, ni siquiera aquellas que lucharon y murieron por tus derechos.

Memorizar la fecha en la que hubo sufragio universal sin que la mitad de la humanidad pudiese votar, la mitad a la que tú perteneces.

Aprender a callar, a esconderte, a no opinar, a no contar, porque hay voces más altas, más fuertes, más inteligentes … ¡y tú! ! qué vas a decir tú!. Esconderte, cerrarte, menospreciarte…

Tener miedo, mucho miedo a veces … cuando estás en casa, cuando estás en la calle, cuando llega la noche, cuando llega el día, cuando no hay una farola, cuando vas al monte, cuando vas a la playa, cuando estás sola, cuando está él, cuando están ellos…

Forzar tu cuerpo, no escucharlo, violarlo, que alguien lo viole con tu consentimiento, que alguien lo viole sin tu consentimiento…Que alguien lo viole, da igual cómo.

Escuchar que “tú no eres”, “que no llegas”, “que no sabes”, “que no entiendes”, “que vas a ser”,” que nunca serás”, “que nunca llegarás” y creértelo, creértelo todo.

Avergonzarte de tu cuerpo, de tu culo, de tus tetas, de tu grasa, de tus hormonas, de tu sangre…avergonzarte todos los días. Ocultarlo, cortarlo, arreglarlo, taparlo, reducirlo, eliminarlo…

Creer que tú estás bien, sin estar bien… que las otras, las que no están bien, esas sí que están mal, ¡Pobrecitas!. Pero tú no, tú no perteneces a esas, tú nunca tuviste miedo, tú nunca fuiste agredida, violada, menospreciada… tú, nosotras, las que no hemos sufrido violencia.

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Nuestra compañeras Diana Urrea y Alba Fatuarte participan en el Forum Feminista de Bruselas

<--break->Organizado por el grupo de la Izquierda (GUE/NGL) del Parlamento Europeo, se celebra estos días el Forum Feminista en la sede de Bruselas del Parlamento. Desde Euskal Herria ha acudido al mismo un nutrido grupo de representantes del movimiento feminista, entre ellas nuestras compañeras de Alternatiba Diana Urrea y Alba Fatuarte. También están allí otras compañeras de EH Bildu, como la parlamentaria del Parlamento de Gasteiz Oihana Etxebarrieta, la ex diputada del Parlamento de Madrid Onintza Enbeita y la juntera de las JJGG de Gipuzkoa Ainhoa Beola.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nazi por liebre

Jonathan Martínez

Esta historia tiene tres protagonistas. El primero se llama Jean Baptiste y nace en 1910 en una caravana gitana de un campamento nómada a pocos kilómetros de Charleroi, en Bélgica. En 1922, cualquiera que tenga un puñado de francos en el bolsillo puede ver actuar al niño Jean Baptiste con su guitarra en un garito de baile de la Rue Monge parisina. Ese mismo año, Hemingway se instala en un cuchitril infecto junto a la Sorbona en aquel París de los años locos, de los artistas muertos de hambre en Montparnasse, de Picasso y Modigliani, de las tertulias en casa de Gertrude Stein, de los cabarets y de las mujeres liberadas del corsé con el pelo a lo garçon y tocadas con sombreros de campana. Ese año también, Mussolini marcha sobre Roma y pone al Partido Nacional Fascista al mando de Italia.

Una madrugada de 1928, el niño Jean Baptiste, que ya no es un niño, incendia su caravana con una vela en un desafortunado accidente. El fuego le abrasa buena parte del cuerpo y convierte el meñique y el anular de su mano izquierda en dos colgajos inservibles. Bien pensado, para alguien que se gana las alubias con su guitarra, el contratiempo adquiere la dimensión de una catástrofe. Aquí es donde Jean Baptiste, adelantándose a todos los mercaderes de la superación personal, hace de la necesidad virtud y desarrolla una original técnica de jazz que lo convertirá en uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos: el gran Django Reinhardt.

El segundo protagonista de esta historia se llama Joseph, se apellida Goebbels y es ministro de Propaganda de la Alemania nacionalsocialista. Durante los años treinta, nuestro amigo Joseph anda preocupado por las inclinaciones musicales de la chavalería aria. La nueva moda del jazz, esa música simiesca de negros y judíos, esa especie de reguetón sudoroso que bailan en Europa, amenaza con resquebrajar los rectos valores de la patria germana. La estrategia de Goebbels apunta a varios frentes. Por una parte, las radios del Tercer Reich censuran cualquier melodía de intenciones perversas. Por otra parte, los campos de concentración abren las puertas a quienes perseveran en sus gustos musicales. La película Rebeldes del swing de Thomas Carter rememora a aquellos mártires del ritmo.

Sin embargo, y esto es lo más extravagante del caso, Goebbels pone una vela a Dios y otra al diablo. Si no puedes con tu enemigo, únete a él. Algo así debe de pensar cuando se decide a formar su propia banda de jazz nazi: Charlie and His Orchestra. El ministerio reproduce a todo trapo sus canciones en los campos de prisioneros de guerra y en los países ocupados. Además, un par de veces a la semana, se inmiscuye en los diales británicos con la artillería pesada de sus grandes éxitos. Por ejemplo, la pegadiza Let’s go bombing: “Vamos a bombardear como hacen los aviadores de las Naciones Unidas, iglesias, mujeres y niños, también a los neutrales”. En Hold tight, otro temazo alegre y combativo, nos cantan las bondades del frente rojo: “¿Quieres un poco de comunismo? Crimen y vicio, ¡está muy bien!”.

El 14 de junio de 1940, las tropas alemanas alcanzan París, y nueve días más tarde, Adolf Hitler se pasea junto a la torre Eiffel y los Campos Elíseos. Al principio de nuestra historia hemos dejado en los escenarios parisinos al virtuoso guitarrista Jean Baptiste, ahora conocido como Django Reinhardt. Llegados a este punto, es hora de preguntarnos cómo es posible que sobreviva en la Francia ocupada un reputado gitano con agravante de jazz, y lo que es más inquietante, cómo es posible que ofrezca conciertos en París con una banda de cuatro negros y un judío. Al fin y al cabo, las autoridades nazis y sus aliados están esterilizando y exterminando a miles de gitanos en un holocausto olvidado por las efemérides oficiales y por los libros de historia. Existe una fotografía insólita que tal vez disipe nuestras dudas. A las puertas del club parisino de jazz La Cigale, sonríe a la cámara la banda multiétnica de Django Reinhardt. Junto a ellos, vestido de riguroso uniforme, posa el tercer protagonista de nuestra historia, el oficial de la aviación nazi Dietrich Schulz-Köhn, que firma sus crónicas musicales con el pseudónimo de Dr. Jazz. Todo un fan. Lo que se dice un grupi.

Dicen que dicen que al terminar la guerra, el prisionero Dietrich Schulz-Köhn carga con una cámara fotográfica Rolleiflex. Dicen también que durante su cautiverio entabla una fugaz amistad con un soldado negro estadounidense que trata de canjearle la cámara a toda costa. “¿Cuánto pides por ella?”. Schulz-Köhn se niega, no está en venta. “Te doy tres cartones de Lucky y cuatro pares de medias de nylon”, insiste el americano. Nanay. Ni hablar. Y es entonces cuando Schulz-Köhn se lo piensa dos veces, mira su cámara como despidiéndose de ella, busca los ojos de su captor y le pregunta: “¿No tendrás algún disco de Count Basie?”.

Si existieran las moralejas, alguien diría que es posible encontrar destellos de humanidad incluso en la peor de las miserias. Otra interpretación menos optimista diría que en el fondo no sabemos nada de los nazis. Estados Unidos, que llega a la guerra tarde y mal y para ajustar las cuentas de Pearl Harbor, termina moldeando a su gusto la imagen que tenemos de aquellos días. Así, la industria de Hollywood embucha en nuestra memoria heroicos fotogramas de barras y estrellas, y al mismo tiempo, urgidos por exigencias del guión, los nazis del celuloide cultivan una maldad histriónica, tienen el ceño fruncido y la mirada aviesa y blasfeman mucho en alemán, que a decir verdad, acojona un rato.

Nadie nos advierte que un nazi podría amar la música inmoral y sincopada de los negros. Que tal vez ese mismo nazi sería capaz de proteger a un gitano al mismo tiempo que sus colegas atizan el fuego de los hornos crematorios. Nadie nos explica que la maquinaria genocida del nazismo tiene algo de rutina funcionarial, y que fuera de la jornada laboral, sus ejecutores aman el arte, acarician con ternura a sus mascotas y arropan a sus hijos con un beso de buenas noches.

Quizá por eso no los reconocemos cuando sonríen en pantalla, dulces y entrañables, negando ante un micrófono profesar dogmas proscritos. No los reconocemos cuando los vemos dispensar raciones de caridad entre sus compatriotas, cuando ejercen de esforzados deportistas, cuando saludan a la multitud fervorosa de los mítines y se retratan con un niño en brazos. Ellos no son nazis, nos decimos. No pueden ser nazis. No son como los malos del cine. No tienen el ceño fruncido ni la mirada aviesa ni blasfeman mucho en alemán. Y así nos luce el pelo. Tanto ver películas de nazis y al final siempre terminan dándonos nazi por liebre.

Del blog de nuestro compañero en Naiz Zona especial Norte

Hitler y Trump, o los neonazis y las SA

Toni Ramos – Alternatiba

Las comparaciones son siempre odiosas, pero hay momentos en que comparar es necesario porque profundizar en una idea es como teorizar, y las teorías nos llevan a la especulación, la cual no se sostiene sin datos empíricos. La comparación, en cambio, nos puede proporcionar datos comunes con algo ya conocido, algo que en ocasiones puede ser de gran utilidad. Leer más…

Matute: «La victoria de Trump es el triunfo de la plutocracia sobre la democracia»

Recogemos la respuesta del portavoz de Alternatiba y diputado de Euskal Herria Bildu Oskar Matute en el portal Osoigo a la pregunta de una usuaria sobre la victoria de Donald Trump y su repercusión en los procesos de paz internacionales. Añadimos también el vídeo de una intervención sobre el mimso tema en el programa Euskadi Hoy de Onda vasca.

La victoria de Trump es una mala noticia para la democracia. No es solo el triunfo de la plutocracia sobre la democracia (el gobierno de la oligarquía, de los poderosos frente al gobierno del pueblo) sino que además es la apuesta por vertebrar el descontento hacia una globalización económica que antepone la reproducción del capital a la vida digna sobre parámetros de exclusión, racismo, mas patriarcado y homofobia.

Su discurso, chovinista hasta el extremo, señala un aparente repliegue hacia su territorio y economía. Pero su necesidad extractivista y expoliadora en países empobrecidos chocará con su proclama. Eso unido a su auto-percepción de garante máximo del orden global nos invita a pensar que su política intervencionista no cesará y siempre podrá encontrar excusa en la lucha contra el terrorismo global para seguir moldeando el mundo al albur de sus necesidades y la de sus influyentes holdings de contratistas de la guerra (Halliburton, etc.).

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