Competitividad> Xabier Soto (Alternatiba)

Los días 7, 8 y 9 de febrero, dentro de los actos relacionados con la presidencia española de la Unión Europea, tendrá lugar en Donostia el Consejo Europeo de Competitividad, que reunirá -entre otros gallifantes- a los ministros y las ministras de Industria, Ciencia y Tecnología de los 27 estados comunitarios.

Las palabras bonitas suelen esconder malas intenciones. Haciendo uso de palabras de cuya bondad nadie duda, nos desnudan virtualmente en los aeropuertos en nombre de la “seguridad”, arrasan nuestros paisajes en nombre del “progreso”, ilegalizan partidos en nombre de la “democracia” e invaden países en nombre de la “libertad”. Algo similar ocurre con el concepto “competitividad”, que aplicado a una persona, a una empresa o a un país, es considerado como positivo por la mayoría de la sociedad.

Pero ¿qué significa realmente la palabra competitividad? Si buscamos ejemplos concretos, lo cierto es que hoy en día una persona es considerada más competitiva si acepta realizar un determinado trabajo a cambio de un menor salario; una empresa es considerada más competitiva si utiliza materias primas extraídas de países en vías de desarrollo; y un país es considerado más competitivo si en su territorio se producen más máquinas destructoras del medio ambiente, también conocidas como coches… y es que por mucho que éstos sean eléctricos o les pongamos el adjetivo de “ecológicos”, siguen suponiendo un consumo de energía insostenible.

Por tanto, antes de valorar las bondades de la competitividad, es necesario plantear a los participantes en el Consejo la siguiente pregunta: ¿Cómo y para qué fomentar la competitividad? ¿Transformando los sistemas universitarios para ponerlos al servicio de las empresas, haciendo desaparecer toda carrera o materia que no demuestre ser beneficiosa para sus intereses? ¿Permitiendo a empresas de la Unión Europea trasladarse con total libertad a otros países comunitarios para contratar mano de obra más barata, obligando a la clase trabajadora a elegir entre aceptar peores condiciones laborales o emigrar? ¿Recaudando beneficios de multinacionales que operan en países del tercer mundo para impedir su desarrollo autónomo, al mismo tiempo que se acentúan y eternizan las diferencias norte-sur?

Si lo desean pueden tratar de dar respuesta a estas preguntas mientras compiten con sus homónimos europeos por ver quién se pone más las botas en la cena de gala del próximo domingo en el Palacio Miramar; pero ante todo, no se preocupen ustedes por su seguridad, puesto que como quedó de manifiesto en la pasada cumbre de Copenhague y como bien conocemos en este país, vuestra seguridad está completamente garantizada gracias a la competitividad entre las fuerzas de seguridad del estado.

Finalmente, solo cabe resaltar que en toda competición hay ganadores y perdedores, y si en esta ocasión permitimos que las reglas de la competición las marque una Unión Europea neoliberal como la actual, ya podemos adelantar quién saldrá perdiendo: las condiciones laborales de la clase trabajadora en los países desarrollados, la capacidad de supervivencia de las personas que nacen en países en vías de desarrollo y el medio ambiente del planeta en su conjunto.

Por eso desde Alternatiba, frente a una Unión Europea creada y mantenida en función de los intereses del capital, reivindicamos una Unión Europea que garantice los derechos de todas sus ciudadanas y ciudadanos, así como los de las naciones -con o sin estado- que la conforman, sin que ello resulte en ningún caso perjudicial para el resto de la población mundial; ya que si algo tenemos claro es que no hemos venido al mundo para competir con nadie.

Propuesta para la reconstrucción de la izquierda alternativa vasca> Oskar Matute (Alternatiba)

Oskar Matute

Alternatiba

Las mujeres y hombres que formamos Alternatiba estamos empeñados, desde nuestro nacimiento como proyecto el 13 de diciembre de 2008, en dos objetivos prioritarios, ambos complementarios e indisolubles para nuestro ideario político: por un lado, sentimos la vocación y el compromiso de participar en el proceso de rearticulación para la unidad de acción de la izquierda alternativa de Euskal Herria -política y social-, entendiendo por ésta a aquélla que pretende trascender el conjunto de los sistemas de dominación actual -patriarcado, capitalismo, productivismo, imperialismo, democracia liberal, homogeneización cultural-, y apostar por una sociedad donde tengan plena vigencia todos los derechos de todas las personas y pueblos; por otro lado, partimos de la convicción de que, para ello, la izquierda transformadora necesita –y la izquierda vasca en particular- repensarse, hacer autocrítica para construir un nuevo paradigma sobre unas bases diferentes, capaces de generar una agenda política multidimensional, que incluya de manera equitativa las diferentes dimensiones de lucha antes citadas, y que a su vez se sostenga sobre estructuras organizativas de nuevo cuño, coherentes con lo que se propone, y que permitan una alianza natural entre partidos y movimientos sociales.

Podríamos entonces decir que estos dos objetivos se unen en una gran meta para Alternatiba: la construcción de un nuevo paradigma que posibilite la unidad de la izquierda alternativa vasca. Esta es precisamente la seña de identidad de este proyecto en el que nos hemos embarcado, y al que dedicamos y dedicaremos el conjunto de nuestros esfuerzos. Sabemos que no es tarea fácil, y que ni mucho menos es una labor única de Alternatiba, pero sí creemos que solamente avanzando en este sentido podremos lograr una izquierda fuerte en nuestro país, algo urgente y necesario.

En este sentido, creemos que los nuevos sujetos, las nuevas organizaciones, los nuevos espacios que se están generando, podrán proponer, desde la izquierda política, las claves que vayan perfilando este nuevo paradigma, caracterizado fundamentalmente por una agenda radical y multidimensional –que integre a feministas, ecologistas, socialistas, internacionalistas, soberanistas, etc., y por la generación de estructuras organizativas coherentes, horizontales y participativas.

Esta nueva apuesta política por revolucionar la izquierda para favorecer la unidad de acción y su legitimación por parte de las mayorías sociales, difícilmente podrá basarse sobre el tipo de prácticas políticas a las que estamos tan acostumbrados y acostumbradas en muchas organizaciones: prácticas de incoherencia entre el decir y el hacer, o entre lo que se defiende de cara afuera y lo que realmente se desarrolla hacia adentro; prácticas burocráticas y verticales, donde no hay democracia ni participación real, activa y de calidad; prácticas que hacen de lo electoral un fin último, y no un medio de acumulación de fuerzas y espacios, perdiendo así la perspectiva transformadora; prácticas de vocación exclusivamente institucional, donde éstas se entienden como herramientas para elevar demandas sociales a las instituciones, perdiendo el carácter de izquierda de lucha; prácticas que excluyen a las mujeres de la participación plena, a través de medidas y enfoques patriarcales más o menos sutiles; prácticas que visualizan a los movimientos sociales no como aliados, sino como correas de transmisión y/o caladeros de votos, etc.

Este tipo de lógicas, este viejo paradigma, es el que ha generado una agenda política que ha pensado más de manera corporativa que en claves de transformación. Así, la realpolitik ha estado caracterizada por la atomización –buscando intereses propios y no generales-; por el cortoplacismo -pensando más en resultados electorales y no en propuestas alternativas de largo alcance-; por la sectorialización –incidiendo a lo máximo en una dimensión de lucha únicamente, relegando de esta manera las demás-; por la exclusión de sujetos fundamentales -al ser visualizadas ciertas luchas como secundarias-; y por la pérdida de enfoque global –sin integrar su acción dentro de las lógicas europeas y mundiales-.

Por lo tanto, entendemos que nuevos sujetos con nuevas propuestas, radicalmente diferentes a las anteriormente señaladas, son fundamentales para ir construyendo de manera colectiva este proceso de articulación sobre bases alternativas. No obstante, también estamos preocupados y preocupadas por la atomización de la izquierda política vasca actual, como no podría ser de otra manera; pero entendemos este momento desde un punto de vista más optimista al que se suele reflejar en los medios de comunicación. Así, creemos que estamos viviendo un momento de transición, un momento de cambio, en el que los viejos sujetos, los viejos partidos, han agotado sus capacidad de propuesta, su legitimidad social, y están surgiendo nuevos espacios, nuevas estructuras, que pretenden avanzar en la meta indicada inicialmente.

Alternatiba es uno de estos espacios, y los y las que formamos parte de esta aventura política pensamos que, cuando se refuercen estas nuevas identidades emancipatorias, cuando se vayan consolidando las nuevas bases de reflexión y acción, entraremos en una nueva etapa de re-articulación y unión de fuerzas, pero sobre parámetros diferentes, más sólidos. De esta manera, no vemos el momento actual como un paso atrás, sino como el comienzo de una etapa ilusionante, de cambio profundo y necesario.

Europeismo hueco> Euken Barreña (Alternatiba)

Euken Barreña

Alternatiba

Desde el 1 de enero de 2010 España ha asumido la presidencia rotatoria de la Unión Europea, en el contexto de una prolongada crisis del proyecto europeísta. Las raíces de esta crisis se encuentran en dos factores: por un lado, la lógica neoliberal que ha regido la construcción europea durante las dos últimas décadas – al servicio de las élites financieras y empresariales – caracterizada por la consecución de un mercado interior común y una moneda única, una política comercial exterior basada en la firma de acuerdos de “asociación” perjudiciales para los países en desarrollo, la reducción de los sistemas de protección social y la apuesta por una política de inmigración selectiva, que prima la entrada en Europa de las personas más cualificadas, impidiéndosela a los demás.

Por otro lado, de forma correlativa y como reacción a esta deriva, se ha producido una crisis de legitimidad y de identidad europea. Así, mientras las instituciones han ensalzado machaconamente los “valores europeos” como la base de la integración comunitaria – derechos humanos, tolerancia, diversidad, protección social – sus actuaciones se han dedicado a desafiar estos valores de forma flagrante: liberalización de servicios públicos y posibilidad de aplicar regímenes laborales extranacionales perjudiciales para los trabajadores, expulsión de inmigrantes en situación irregular, recortes en las libertades fundamentales con el pretexto de la lucha antiterrorista, abandono de las consultas a la ciudadanía cuando los resultados no son los deseados…

Ante este panorama, al que se une la recesión económica y la destrucción generalizada de empleo, el programa político de la presidencia española parece diseñado para intentar transmitir a la ciudadanía el mensaje de que el proyecto europeo no sólo consiste en un mercado único con una moneda común, sino en la promoción de un modelo de desarrollo que combina la economía competitiva con la solidaridad social.

En este sentido, se han fijado las siguientes prioridades: en el ámbito económico, coordinar las políticas económicas de los países miembros en torno a la Estrategia de Crecimiento y Empleo 2020; en el ámbito internacional, reforzar el papel de Europa mediante la firma de nuevos acuerdos de asociación, la negociación de la adhesión de nuevos países a la UE y la fijación de una postura común respecto al cambio climático y en el ámbito social, reforzar los derechos de los ciudadanía europea, con medidas a favor de la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, en contra de la violencia de género y la adopción de la iniciativa legislativa popular.

Aunque sobre el papel estas medidas puedan suponer avances concretos, está por ver si podrán llevarse a la práctica de forma efectiva. Y es que los obstáculos para su ejecución no van a ser pocos: la coordinación de las políticas económicas, que es una competencia prácticamente exclusiva de los estados,  puede convertirse en una quimera cuando ya existen diferencias notorias entre los países respecto a la necesidad de poner fin o no a los estímulos fiscales o sobre la obligatoriedad e imposición de sanciones por los incumplimientos de la Estrategia 2020.

Además, el parlamento europeo, tras las últimas elecciones en las que se alcanzó la abstención récord del 56,7%, es el más escorado a la derecha desde 1979, lo cual tendrá su reflejo en toda la normativa relativa a libertades, inmigración, seguridad, cambio climático, permisos de maternidad o jornadas laborales. Basta recordar que ya en la anterior legislatura se había pronunciado en contra de la ampliación del permiso de maternidad, el recorte de las emisiones de CO2 y a favor de la expulsión fulminante de inmigrantes en situación irregular, por citar algunos casos recientes.

Por último, la entrada en vigor del nuevo tratado de Lisboa aboca el concepto mismo de presidencia rotatoria a la desaparición, al crear dos nuevas figuras: el presidente permanente del Consejo Europeo (el demócrata-cristiano belga Herman Van Rompuy) y la Alta Representante para la política exterior de la UE (la laborista británica Catherine Ashton). Ello significa que José Luis Rodríguez Zapatero no presidirá el Consejo Europeo, ni el jefe de la diplomacia española, Miguel Angel Moratinos, presidirá el Consejo de Exteriores, como sucedía hasta ahora. Cabe señalar que la elección de estos dos nuevos representantes ha sido criticada por su escaso peso y experiencia comunitaria, por lo que se ha entendido como una señal de la poca disposición de los líderes nacionales a perder su protagonismo.

En definitiva, el programa de la presidencia española es un buen ejemplo de la receta hueca de “más Europa” preconizada por la socialdemocracia y parte de la izquierda unitaria: en vez de impulsar propuestas que garanticen una auténtica integración política y social europea y democraticen las instituciones comunitarias, se opta por medidas cortoplacistas y pequeños ajustes accesorios incapaces de cambiar el rumbo general de la Unión Europea. Este es el escenario en el que la derecha se encuentra más cómoda: un proyecto comunitario despolitizado, con dirigentes que manejan la retórica de la integración europea y los valores comunes pero que sólo entienden las instituciones como un instrumento para hacer el trabajo sucio de la globalización neoliberal dentro y fuera de Europa o para conseguir ventajas en términos nacionales.

Por lo tanto, ante la ausencia de un proyecto político de integración multidimensional, la falta de visión europeísta de los líderes nacionales y la conversión de las instituciones comunitarias en cajas de resonancia de los intereses nacionales, no es de extrañar que la ciudadanía cada vez se desentienda más de la UE, como quedó patente en las últimas elecciones.

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