Alternatiba llama a llenar las calles de Donostia reivindicando vivir en euskera

Mireia Arginzoniz, miembro del Consejo Nacional de Alternatiba, ha llamado a todas aquellas personas euskaltzales y respetuosas con los derechos lingüísticos de todas las personas a secundar y participar en la manifestación que recorrerá mañana, 1 de diciembre, las calles de Donostia. La marcha, convocada por Kontseilua, partirá a las cinco de la tarde desde el estadio de Anoeta, bajo el lema Euskaraz bizi nahi dut (Quiero vivir en euskera). 

Arginzoniz ha recordado que el euskera es una “herramienta para relacionarse y comunicarse”, que además de posibilitar la interacción entre nosotras y nosotros, es una “pieza fundamental en la creación de una comunidad lingüística”. Asimismo, el euskera es un “preciado tesoro que salvaguarda la identidad de la ciudadanía de Euskal Herria”, por lo que la portavoz de la formación de izquierdas ha instado a “ejercer la responsabilidad de adoptar compromisos en defensa de nuestra lengua, porque su supervivencia y su normalización depende del trabajo en común de todas las personas de este país”.

Una amplia delegación de Alternatiba, encabezada por Arginzoniz, participará en la marcha de Donostia, en la que estarán, entre otros, el portavoz de Alternatiba en Araba Josu Estarrona y el coordinador de la Asamblea de Bilbao Pablo Fernández.

Informática del pueblo para el pueblo

Iagoba Itxaso – Mesa de Comunicación Crítica de Alternatiba

El software es básico en nuestro día a día. Forma parte de toda la tecnología que manejamos, y es un elemento estructural tanto en instituciones como en empresas públicas y privadas.

Existen dos tipos de software atendiendo a su forma de ser distribuidos y comprendidos: tenemos por un lado el software privativo, en el que podemos incluir sistemas operativos como Windows o aplicaciones conocidas por todos como MS Office y Photoshop; por el otro lado tenemos el software libre, con GNU/Linux como sistema operativo estandarte y software tan conocido como OpenOffice y Firefox.

Aunque en algunos casos las líneas entre uno y otro se vuelvan un tanto difusas, la diferencia es fácil de comprender. El software libre se denomina así porque todo el mundo es libre de usarlo, copiarlo, estudiarlo, modificarlo y redistribuirlo; al software privativo, por contra, se le atribuye este apelativo porque una o varias de estas libertades no han sido facilitadas por quienes ostentan los derechos de autoría. Es decir, nos vemos privados y privadas de dicha libertad.

Nuestras instituciones utilizan software tanto libre como privativo, siendo el segundo el que se lleva mayor peso en cuanto a inversión. Se nos ocurren algunas razones para utilizar software privativo y defenderlo, pero consideramos que los argumentos para utilizar e invertir en software libre son mucho más importantes, garantes de democracia y populares en todo el sentido de la palabra.

El control sobre el software que utiliza una institución pública es fundamental. Sin lugar a dudas, la única forma de asegurar nuestra soberanía en lo que respecta a nuestros sistemas informáticos es usar software libre. El código de una aplicación privativa es cerrado y no podemos saber a ciencia cierta qué contiene al completo. El software libre se sitúa bajo el control de la ciudadanía. Si utilizamos, por ejemplo, un sistema operativo privativo, ¿tiene la institución o la ciudadanía el control sobre todo lo que pasa por sus sistemas?

Por otro lado, tenemos la proyección del propio software, hasta dónde podemos llegar con él. Si empleamos software libre, abriremos la opción de que más desarrolladores puedan colaborar en su mejora y ampliación, no viéndonos limitados por un código cerrado totalmente y dependiente de su dueño. Por ejemplo, si desde una institución pública se realiza un concurso para desarrollar una aplicación, tras finalizarse el desarrollo nada impide que se abra a la ciudadanía la posibilidad de mejorarlo. Por otro lado, si en un futuro se lanza un nuevo concurso para ampliar de una forma concreta ese software, su código abierto habrá permitido que varias empresas ya lo hayan podido estudiar, se hayan podido habituar al mismo y puedan realizar un presupuesto más adecuado y ajustado, sin inferioridad de condiciones respecto a la empresa que desarrolló originalmente la aplicación.

Portar los sistemas de una administración hacia software libre, sin duda, tiene un coste. Pero el software privativo también tiene su coste en licencias, que puede ser mucho mayor. Esos costes de instalación o mantenimiento, además, se pueden someter a concurso, donde proveedores de soporte locales podrán acceder a proporcionar dicho servicio. Es decir, en lugar de gastar el dinero público en licencias, lo que haría que fuera mayoritariamente percibido por empresas extranjeras, lo invertiríamos en empresas locales. Además, naturalmente, siempre se pueden crear plazas públicas para cubrir de forma permanente estas necesidades, ampliando aún más la soberanía sobre nuestro sistema informático y apostando al mismo tiempo por el trabajo público, estable y en condiciones dignas.

El concepto de software libre, además, se funde filosóficamente con conceptos como el trabajo colaborativo, la democracia, la horizontalidad, la igualdad social y de género y el internacionalismo. Promover el uso del software libre desde cualquier cartera de las instituciones, destacando apartados como educación o industria, es un bien común que debemos defender. Si lo pensamos detenidamente, podemos afirmar que no puede haber una nación soberana, ni una democracia real, ni una libertad ciudadana plena, si nuestras instituciones no utilizan software libre.

Hacia una Edad Media digital

Iagoba Itxaso – Militante de Alternatiba

Últimamente hemos oído mucho sobre derechos de autor y la neutralidad de la red: La SGAE y sus gestores bajo sospecha – más que fundadas sospechas – una Ley Sinde aprobada sin consenso, un Canon Digital que desaparece, los proyectos de ley SOPA y PIPA en Estados Unidos, un apagón digital luchando contra ellas, el FBI cerrando Megaupload tras una espectacular operación internacional…

Algunos sabremos de qué va el tema y otros habremos oído campanas. Es la guerra: la World War Web. Pero… ¿cuáles son los bandos?

Por un lado tenemos a las industrias derivadas de obras intelectuales. Por el otro tenemos a los defensores de la neutralidad y la libertad en la red. Por un lado tenemos a grupos de empresarios, de trabajadores y de autores que defienden sus modelos de negocio, amenazados por una revolución digital que hace tambalear gran parte de sus formas de generar ingresos. Por el otro tenemos a los defensores del progreso a todos los niveles, de una Internet global sin tijeras ni límites, de unos derechos en cuanto a libertad de información y comunicación que consideran fundamentales. También en este segundo bando, se incluirían las industrias que producen beneficios gracias a esta libertad en la red.

Aunque bien es sabido que el medievo no fue una época tan oscura como la cultura popular a veces nos muestra, esta imagen habitual de la Edad Media nos sirve para mostrar que uno de estos dos bandos en la World War Web, busca retrotraernos al pasado. Como esa Iglesia medieval luchando contra la Ciencia, las industrias derivadas de los derechos de autor luchan contra el mundo digital, contra la red y la tecnología.

Pero al igual que esa lucha por parte de la Iglesia fue inútil, y la Ciencia se abrió camino, resulta absurdo pensar que este grupo de industrias van a poder frenar el progreso ahora. Una lucha fútil por perpetuar modelos de negocio ya obsoletos.

Una industria editorial que intenta vendernos libros electrónicos al mismo precio que en papel; una industria discográfica que quiere convencernos de que el CD aún es un formato servible y lógico como producto; una industria cinematográfica y audiovisual que no plantea alternativas válidas a sus clientes, ciñéndose a productos de usabilidad reducida que no plantan cara a la gran versatilidad de los “piratas”; y en todos los casos, como perro de hortelano, ni siquiera explotan todas sus propiedades, deseando que nadie acceda a ellas, esperando el momento adecuado para volver a venderlas o introducirlas en una región concreta. Es el caso de los libros, discos y películas descatalogados de toda la vida, y de los productos que tardan en llegar a alguna región o nunca lo hacen, barreras que siempre han derrumbado esos mismos «piratas».

El progreso camina hacia contenidos en la nube, streaming, cantidad de información ilimitada, servicios globales, accesibilidad inmediata, etc. pero las industrias se aferran al formato físico y a fórmulas anacrónicas. Por otro lado, las gestoras de derechos, no sólo no ayudan, sino que constituyen gran parte del problema.

Tal vez si tuviéramos las herramientas legales y las personas adecuadas para, desde nuestras instituciones, luchar contra esta industria y este sistema desfasado, podríamos realmente tener un acceso a la cultura adecuado, ético y justo con los autores y  con el resto de la ciudadanía.

Si encontráramos la forma, las personas adecuadas y los apoyos necesarios para crear una gestora de derechos de autor vasca, de pleno derecho, pública y transparente; si contáramos con un sistema editorial, también público, adaptado a la misma, aprovechando y modernizando en el camino entes públicos actuales como EITB y revolucionando la explotación y exportación de nuestras obras; tal vez podríamos tener nuestro pequeño oasis con ciudadanos con acceso de primera calidad a la cultura, que competiría ya no sólo con las industrias y los sistemas actuales, sino con una “piratería” que debería perder todo sentido.

Debemos luchar contra quien tenga intención de coartar la red y, al mismo tiempo, plantear alternativas y dar soluciones a los problemas que suponen la distribución de la cultura y la retribución de los autores. No es sencillo, pero el resultado de la World War Web no puede ser una Edad Media digital, no podemos dar pasos atrás. No podemos permitir que con la excusa de la defensa de los derechos de autor, los más reaccionarios obtengan herramientas para limitar nuestra libertad de expresión en Internet; una red de comunicación global que demuestra ser más importante cada día, como agente en cualquier revolución, levantamiento o simple necesidad de expresión de cualquier colectivo. Sólo hay que echar un vistazo a los hechos más importantes acaecidos en 2011 para comprenderlo. Porque Internet ha cambiado nuestro mundo y nuestra capacidad de comprensión del mismo, y porque nunca antes hemos tenido una capacidad de informar y ser informados tan enorme y democráticamente.

Terminaré con unas palabras de David Bowie del año 2002 en las que vaticinaba una revolución en la industria musical.

“No creo que el trabajo con los sellos y los sistemas de distribución de la música sean los mismos. Dentro de diez años se dará una transformación absoluta de todo lo que conocemos acerca de la música, y nada va a ser capaz de detenerlo. Estoy convencido de que los derechos de autor ya no existirán en diez años, y la autoría y la propiedad intelectual van a recibir una revolución. La música en sí misma va a ser como el agua corriente o la electricidad. Es terriblemente emocionante, pero poco importa si opinas que es emocionante o no, es lo que va a ocurrir”.

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