El partido político Alternatiba ha realizado un documental sobre la vida del militante comunista Juan Puerto Morcillo, y ha organizado proyecciones en diferentes localidades, la primera será el 13 de diciembre en Gasteiz. Puerto (Calamonte, Extremadura; 78 años) vive en Bilbao desde que tiene 22 años.
Eres de Extremadura, y naciste durante la guerra del 36. ¿Qué recuerdos tienes de la infancia? Buenos y malos. Mis padres eran republicanos, pero no estuvieron metidos en política. Mi padre tan solo conoció el trabajo; es lo único que sabía hacer. Una vez pegaron a mi madre, porque estaba ayudando a un republicano agarrando su escalera mientras pegaba un cartel. El Franquismo se ensañó en Extremadura contra la gente partidaria de la República. Pero en cualquier caso tuvimos momentos funestos en la familia. Mi hermano mayor se rompió un brazo cuando tenía 9 años, el médico se lo escayoló, pero tenía el brazo infectado y jamás se lo miraron. Murió por la gangrena. Yo todavía no había nacido. Después, cuando tenía 4 años, mi padre se ahogó cuando trabajaba en una presa. Por aquel entonces mi madre estaba embarazada de mi hermana. Ella tuvo que trabajar muy duro para sacar la familia adelante. Trabajó como costurera en casa de varios ricos.
¿Cuándo y cómo fuiste adquiriendo conciencia política? Los chavales a los 12-13 años ya éramos adultos. Trabajábamos, y fue así como me fui concienciando a favor del comunismo. Recuerdo algo que me dijo un señor mayor llamado Antonio: que nunca me arrimara a los capitalistas, porque me explotarían por completo. En nuestro pueblo tenían a mucha gente en la miseria y la esclavitud. Pero de algún modo, aguantábamos. Luego en casa de la que acabaría siendo mi mujer, se escuchaba siempre la radio Pirenáica [oficialmente, era la Radio España Independiente irratia zen, creada por el PCE].
¿Hubo fusilamientos franquistas en tu pueblo, en Calamonte? Sí, a 62 personas. Solo en mi calle, a cuatro. En esa época vivían unas 5.000 personas en Calamonte. Trataban fatal a las familias de los fusilados. Por ejemplo, hacían firmar a las viudas que sus maridos habían muerto de forma natural a cambio de no llevarse a sus hijos para ser soldados y pudieran ayudar en casa. Todo esto me generó en mí ganas de luchar.
¿Tú conociste el hambre? Yo no, pero conocí a niños que pasaban hambre. Con tener pan y aceite, salvábamos el día, pero no era el caso de todos.
En 1960, con 22 años, vienes a Bilbao. ¿Por qué? Tuve tambíen oportunidad de viajar a Alemania y a Catalunya, pero Bilbao era la opción que más me tiraba. En mi pueblo había una barbería a la que llabaman la barbería del Athletic, donde se reunián muchos aficionados; yo entre ellos. Tenía ganas de venir a Bilbao, y me animé a hacerlo junto con unos amigos.
¿Dejando a la familia en Calamonte? Sí. Me costó mucho dejar allí a mi madre. Pero cuando dos años despúes murió mi abuelo, vinieron ella y mi hermana.
¿En Bilbao, a dónde viniste? Al barrio de Arangoiti, que por aquel entonces estaba en construcción. De cada diez, nueve éramos extremeños.
¿Cómo era el Bilbao que encontraste? Veía mucha pobreza, muchas chabolas. Yo empecé a trabajar en una cantera en 1960, y con lo que ganaba me pagaba el alquiler de una habitación. En 1962 empecé a trabajar en la fábrica de Etxebarria.
Antes has mencionado al Athletic. ¿Solías ir a San Mamés? Enseguida me aboné al Athletic, e iba a San Mamés con muchísima ilusión. Yo creo que todos los que vinimos de Extremadura éramos del Athletic. Una vez, antes de un partido del Athletic contra el Real Madrid, fuera del campo alguien me ofreció 60 pesetas por mi entrada. Por aquel entonces costaría unas 15, pero aún así, no le acepté el dinero y me quedé con la entrada. Faltaría más.
Cuando llegaste a Euskal Herria, ¿cuánto ganabas? Unas 450 pesetas a la semana. De ahí, 250 se iban para pagar las dos habitaciones que tenía alquiladas para mí, mi madre y mi hermana, además de la comida.
¿Cuál era el clima laboral? Al poco de entrar a Etxebarria, se convocó una huelga de dos meses. Había una gran represión, pero los trabajadores demostraban mucho valor.
¿Qué lograsteis con la huelga? Nada. Yo acababa de entrar, pero había gente que llevaba trabajando años y, al acabar la huelga, entraron como nuevos; tuvieron que empezar de cero. Por necesidad, tuve que empezar a hacer otros trabajos fuera del horario laboral, como por ejemplo cargar camiones en Otxarkoaga. Conseguí llegar a ganar mil pesetas a la semana, que nos permitía vivir con algo más de dignidad. Hasta que llegué a poder comprar una casa en el mismo Arangoiti, creo que en 1968, a los ocho años de llegar a Bilbao. Me costó 80.000 pesetas. Tres años antes me había casado, en Calamonte, tras lo que vino tanto mi mujer como toda su familia.
¿Cuándo empezaste a militar? Al entrar a trabajar a Etxebarria, en 1962. Me afilié a CCOO, pero tambíen empecé en el PCE. Eran tiempos de clandestinidad, había muchas reuniones. Entonces CCOO era el sndicato más combativo.
¿Alguna vez estuviste en cargos de dirección? Estuve en el PCEP pero no por ganas. Yo siempre he preferido trabajar en las bases.
En la época en que llegaste a Bilbao, ETA acababa de nacer, y algunos fundadores vivían en Bilbao. ¿Había alguna relación con ellos? Relación no. Conocía a un militante abertzale llamado Etxabe, porque vino a nuestro barrio, pero yo no sabía que era de ETA; lo supe después.
¿Estuviste preso alguna vez? No, aunque me detuvieron dos veces. Estábamos fichados. Yo no recibí torturas; psicológicas sí, y malos traros. Mucha gente pareció torturas físicas, pues la policía torturaba mucho. Además, tenían métodos concretos para controlar a la gente: si estaban siguiendo a un grupo de ocho, metían a siete en la cárcel y al octavo lo dejaban libre para después seguirle la pista. Como a mi no me metieron preso tras esas dos detenciones, tenía la preocupación de que me seguían.
¿Había en Euskal Herria un movimiento anti-franquista mayor que en España? Sí, mucho mayor, sin duda. En Extremadura había mucho miedo, y por eso mucha gente tenía una actitud servil. Aquí me sentía más agusto, a mi salsa. Había que pelear por la libertad, y el objetivo era quitarse a Franco de en medio. Había una nacionalismo nuevo estructurado –ETA-, y eso benefició al movimiento anti-franquista. Los del PNV también eran abertzales, pero no eran de luchar hasta el final.
¿Qué te pareció el camino emprendido por el PCE tras la muerte de Franco? El PCE era el partido organizado en la clandestinidad. Tenía gente con una gran conciencia de lucha. Pero luego llegó la mal llamada democracia y yo no fui partidario de ese tipo de transición. Escuchaba en el PCE que había que aceptar algunas cosas por los militares, pero yo siempre estuve en contra. Mira qué constitución se hizo, ¡una que no cumplen! ¿Dónde están el derecho a la vivienda y al trabajo digno…? Además, siguieron la misma policia y el mismo ejército, sin pedirles cuentas por los asesinados durante el franquismo. Dejé el PCE y creamos el EPK Partido Comunista de Euskadi. Tuvimos la ayuda de la URSS.
¿Qué tipo de ayuda? Teniamos contacto, nos decían que tenían un gran interés en fortalecer partidos comunistas vascos. Pero lo dejaré ahí, porque no quiero comprometer a cierta gente.
El PCE defendía el derecho de autodeterminación… Solo sobre el papel. Había poca actitud. Estando en el EPK tuvimos una mayor relación con gentes de la izquierda abertzale; sobre todo de HASI [Herri Alderdi Sozialista Iraultzailea]. En HASI estaba Txomin Ziluaga, que me gustaba mucho como político.
Santi Brouard tambíen era de HASI. Cuando lo asesinaron [1984], estuve en el homenaje que le hicieron en Bilbao. Fue increible, impresionante. Año y medio después, estuve en un pueblo de Sevilla, Badalatosa, en la inauguración de la barriada Santi Brouard. Fue un acto organizado por revolucionarios andaluces, la gente de Comisiones Obreras del Campo. Allí estuvieron Jon Idigoras yTxomin Ziluaga, junto con la viuda de Brouard y su hija. Recuerdo las palabras de la viuda [Teresa Aldamiz]; un discurso revolucionario, increible. Aparecieron pintadas contra Idigoras, pero nos reimos con ello. Fue en esa época cuando comprendí que se podía ser comunista y abertzale. Hasta entonces creía que era una contradicción. Yo era comunista -y lo seré hasta la muerte-, y defendía el derecho de autodoterminación, pero no me sentía abertzale. Con Idigoras y Ziluaga entendí que ambas cosas eran compatibles.
Después de estar en IU, hace ocho años participaste de la creación de Alterantiba. ¿Apoyaste la entrada en Bildu en el 2011? Sí, lo defendí. La izquierda abertzale ha podido tener un carácter sectario; yo mismo lo he conocido y sufrido, en Arangoiti, cuando estaba en Ezker Batua, nos llamaban cosas como fascistas. Pero siempre dije a mis compañeros que la izquierda vasca tenía que unir fuerzas. Han pasado muchas cosas, de todo tipo, pero aquí tiene que darse la confluencia de toda la izquierda. Cuando en 2010 Alternatiba empezó a tener conversaciones con la izquierda abertzale, me mostré partidario de la unidad de acción. Y creo que todavía debe de darse una mayor confluencia dentro de la izquierda vasca; por ejemplo, debemos colaborar también con Podemos-Ahal Dugu, o con Ezker Anitza. De todos modos, veremos qué vía sigue Podemos; creo que van por el camino del PSOE, hacia la socialdemocracia, con una actitud más progresista que los socialistas.
¿Estás a gusto con el trabajo que se hace desde EH Bildu? Sí, mucho. Arnaldo Otegi ha cohesionado a la izquierda abertzale, y eso le ha beneficiado también a EH Bildu. Es una persona íntegra, y creo en él. EH Bildu ha conseguido unos buenos resultados en las últimas elecciones autonómicas, el escaño número 18 es muy importante.
¿Sueles ir a tu tierra natal? Hace dos años desde la última vez.
¿Les dices a tus paisanos que estás en EH Bildu? Sí, no tengo problema en decirlo. Algunos me dicen que los de EH Bildu son asesinos y otras cosas. Son los medios de comunicación y los políticos los que les meten esas informaciones en la cabeza… Yo les explico qué es EH Bildu y cómo está Euskadi…
¿Será Euskal Herria un país independiente? Todavía falta mucho para eso, va para largo. Pero si la ciudadanía así lo quiere, lo acabará siendo.
¿Cómo ves el proceso de paz? En Extremadura se sufrió mucho con la Guardia Civil. Nos humillaban. Una vez me pillaron cogiendo bellotas y me obligaron a dárselas a los cerdos. Siempre le he tenido mucha rabia a la Guardia Civil, y no me duelen prendas en decir que cuando ETA asesinaba a algún agente a veces no me daba demasiada pena. Pero comprendí que de eso no podía venir nada bueno. Asi que hago autocrítica al respecto. En esto últimos años hay una nueva situación, y es impresncindible aprovecharla para construir la paz y la convivencia.