Resolución

Josean Eguilegor – Alternatiba

Una de las reivindicaciones de la manifestación de este sábado es resolución. Resolución significa tanto solucionar como afrontar algo con valor; y es que cuando la rueda del odio empieza a girar, solucionar un conflicto requiere también valor. Valor para pararla. Valor para dejar de atacar a quien te ha atacado anteriormente.

Al hablar del conflicto siempre podremos intentar justificar una acción como una reacción a algo: La dispersión como reacción al fracaso de las negociaciones de Argel, el fracaso de las negociaciones como reacción al terrorismo de un estado y una clase política de la que no te puedes fiar, el terrorismo de estado como respuesta a que ETA siguiera matando en “democracia”, que ETA siguiera matando en “democracia” como respuesta a una transición tramposa heredera del régimen fresquista, la creación de ETA como respuesta a la dictadura franquista, el golpe de estado franquista como respuesta a la Segunda República… y así hasta los Godos.

Con el problema sobre la mesa, todos quieren alzarse como los héroes justicieros iniciando la Batalla por el Relato. Convencer al mundo de que unos son los buenos y los otros los malos; pero a estas alturas ni tanto ni tan calvo. Hay opiniones encontradas, distintas formas de apreciar problemas y distintas maneras de defender esas ideas (aquí sí, unas veces buenas y otras malas) y, sobre todo, mucho dolor.

Estos últimos años hemos podido ver la estrategia del «todo es ETA» a nivel estatal cuando toda la izquierda era asociada con ETA. Sin embargo, esta estrategia no empezó a utilizarse cuando los movimientos sociales empezaron a ocupar titulares en la prensa española. En Euskadi todo era ETA antes, mucho antes. Cuando esa ficción se planteó a nivel estatal resultó excesivo y parecía una broma macabra, un mal chiste y el cuento no cuajó. En Euskadi, sin embargo, el todo es ETA y la propaganda ya habían creado leyes ad hoc, habían blindado la labor de una policía torturadora, habían castigado y encarcelado a mucha gente y habían llevado a vigilar y sospechar de todo participante afín al independentismo de izquierdas vasco. Ahora, después de 8 años desde que ETA dejara las armas y en vísperas de su desaparición ¿Qué sentido tiene mantener las políticas basadas en ese odio como vemos en Altsasu? ¿Qué sentido el revanchismo de las condenas ad hoc? ¿Qué sentido mantener la venganza de la dispersión?

No podemos cambiar lo que ya ha pasado pero sí que podemos decir ¡Ya basta! Cerca del 90% de las y los presos vascos se encuentran en prisiones a más de 400 kilómetros de sus lugares de residencia. Otros, siguen en prisión a pesar de padecer enfermedades muy graves o más de 70 años. Ahora se establecen nuevas leyes que posibilitan cadenas perpetuas encubiertas… Se supone que el fin de esas penas es la reeducación y reinserción social y lo cierto es que ni lo consiguen, ni lo intentan. Para las personas presas, familiares, amistades el castigo injusto, vengativo y desproporcionado se convierte en la ratificación de la necesidad de luchar con todo lo que se tenga. Por ello es tiempo de reclamar resolución. Reclamar esa solución con valor que requiere que se deje de actuar cegados por el odio.

Hay una gran diferencia entre rechazar, oponerse o abominar a ETA y apoyar o no denunciar que se construyan leyes desde el odio y se adopten medidas políticas basadas en la venganza. Si nunca hacemos nada por parar esta rueda, algún día nos volveremos a echar las manos a la cabeza. Unos tendrán su forma de empezar a contar su historia, los otros la suya. Todos, empezando el relato donde les convenga, se creerán los héroes justicieros y creerán en las razones de su sacro santa cruzada que todo lo justifica. Mientras tanto, la rueda del odio y el sufrimiento seguirá y seguirá rodando cada vez más grande y arrolladora.

Por ello, cuanto antes, digamos basta a quienes odian y expanden su odio. Detengamos la rueda y avancemos juntos hacia una sociedad más justa que odie menos y ame más. Aprendamos: En el futuro procuremos no parecernos a nadie que justifique la violencia o la represión con fines políticos. Con resolución podemos ser mejor que todos ellos.

La izquierda ante la lección de dignidad y democracia en Catalunya

Oskar Matute y María del Río – Alternatiba

En estos días intensos, una amplia delegación de Alternatiba ha tenido la oportunidad de ser testigo a pie de calle del histórico referéndum en Catalunya. Debemos felicitar al pueblo que ha logrado culminar con éxito, el de un rotundo sí en las urnas, el Procés. Pero por encima de todo, ponemos en valor el ejemplo de las cientos de miles de personas que lo han hecho posible haciendo frente a los obstáculos, las amenazas, las prohibiciones y la ocupación por las armas de sus calles, pueblos y ciudades. Las mujeres y los hombres de Catalunya nos han dado un ejemplo de organización y de arrojo; de capacidad y de resistencia pacífica; en definitiva, de dignidad y de democracia.

En vísperas del referéndum nos reunimos con algunos de los agentes sociales que arrancaron el camino y sorprendía la calma y la determinación con la que se expresaban. Y eso a pesar de la situación generada por las graves vulneraciones de derechos civiles y políticos perpetrados desde el pasado 20 de septiembre por el Gobierno de España. Frente a quienes tan solo han desplegado la fuerza para vencer y han fracasado estrepitosamente, el soberanismo catalán ha convencido y ha salido triunfante, abriendo además una ventana de oportunidad no solo para construir una república más digna y justa, sino también para acometer la voladura descontrolada pero democrática del régimen postfranquista del 78.

Ante este escenario, la izquierda estatal debe significarse. Aunque una vez más lleguen tarde a la cita, debe de asumir la decisión de apuntalar el sistema o, por el contrario, aprovechar esa oportunidad de construir, al fin, una democracia que les guste o no, deberá respetar el derecho a decidir de los pueblos que lo reivindican. Ante los discursos de la derecha encarnada no solo en Rajoy, sino también en Sánchez y Rivera, la izquierda española haría bien en mirarse en el espejo del PSOE y buscar las diferencias entre sus discursos. Su única solución a las legítimas aspiraciones de Catalunya, de Euskal Herria y de otros pueblos, pasa por descabalgar a uno de los pilares del régimen para colocar en su lugar a otro. Y eso, compañeras y compañeros, dista mucho de ser cambio; si acaso será recambio y en cualquiera de las maneras resulta insuficiente. Lo era antes del 1-O y lo es, todavía más, tras esta jornada trascendental.

Cabe señalar que no debe confundirse la tibieza de las cúpulas dirigentes de estos partidos con el compromiso y la solidaridad mostrada por cientos de miles de personas en muchos del estado, desde Madrid a Sevilla. No vale denunciar el porrazo obviando que alguien esgrime la porra y que otros, por encima, han ordenado hacerlo para garantizar la integridad territorial y el destino en lo universal de una nación grande y libre. Ejercer la ternura de los pueblos no puede condicionarse a que algún día el PP o el PSOE dejen de alternarse en el poder. ¿Imagina alguien a un partido condicionando el apoyo a los derechos del pueblo saharaui a su victoria electoral? Pues eso que nadie vislumbra es la norma cuando se trata de Catalunya o Euskal Herria.

Y mirando, precisamente, a casa, volvemos a reiterar lo valioso de la lección ofrecida por la ciudadanía catalana. Cierto que la vergonzosa actitud del PNV de cara al referéndum de este domingo no invita al optimismo para el futuro de nuestro país. Si Urkullu alguna vez es mencionado en la historia de la Independencia de Catalunya, lo hará en el apartado de lo cómico o lo ridículo, con su críptico “I love CAT” junto a una bandera autonómica, solo superado por el barco de Piolín fletado por Madrid. Afortunadamente, las decenas de miles de personas en permanente protesta, desde las manifestaciones nacionales hasta las caceroladas locales; las cientos que fueron a apoyar el normal desarrollo de la jornada electoral o los bomberos que se sumaron a sus homólogos catalanes para defender la democracia, han estado a la altura de la solidaridad que Euskal Herria debía de mostrar a Catalunya.

Pero lo cierto es que, a cambio, hemos recibido mucho más. Grandes y pequeñas lecciones de cómo poner a todo un país a caminar en un proyecto común. Algunos desde puntos de origen muy distantes, tanto que ha tenido que ser la defensa más elemental de la democracia el único lugar en el que se han cruzado sus caminos. Mientras la caverna mediática se empeña en vender la farsa del adoctrinamiento y la batuta de los partidos políticos independentistas, quienes hemos conocido de cerca la realidad catalana sabemos que ha sido la constante movilización ciudadana la que ha empujado a estos a emprender la marcha. Y también la que, boca a boca; panfleto a panfleto y acto a acto, ha logrado abrir los ojos a mucha gente, mostrándoles por ejemplo las conquistas sociales que automáticamente entrarían en vigor en el minuto cero de la República catalana porque ya han sido aprobadas por el Parlament pero recurridas por el Constitucional. Leyes como la que impide cortar la luz a personas en situación de vulnerabilidad; la que promueve la igualdad efectiva entre mujeres y hombres o la que prohíbe espectáculos con sufrimiento animal como la tauromaquia.

El reto para Euskal Herria, por tanto, pasa más por la activación social y por la toma de conciencia colectiva de la necesidad de soberanía, que por la difícil tarea de mover a un PNV más dado a pactar prebendas con quienes reprimen que a solidarizarse con sus víctimas. Lograr lo primero “tan solo” requiere encontrar eses puntos en común, que bien pueden pasar por el anhelo propio de la gran mayoría de construir un futuro más justo y más digno, que nos permita superar las políticas vulneradoras de derechos y represivas de los herederos de Franco. Como ha sucedido en Catalunya, que sean también las mujeres y los hombres de Euskal Herria quienes abran el camino hacia una República Vasca en la que seamos más iguales y más libres; un país en el que la desvergüenza del Gobierno español y sus políticas sean, más que nunca, vergüenza ajena.

Publicado en Gara, Naiz

Alternatiba aplaude la lección de dignidad y democracia del pueblo catalán

Una amplia delegación de Alternatiba ha tenido la oportunidad de ser testigo a pie de calle de la jornada del 1 de octubre en Catalunya. Queremos felicitar al pueblo que ha logrado culminar con éxito, el de un rotundo sí en las urnas, el procés. Pero por encima de todo, ponemos en valor el ejemplo de las cientos de miles de personas que lo han hecho posible haciendo frente a los obstáculos, las amenazas, las prohibiciones y la ocupación por las armas de sus calles, pueblos y ciudades. Las mujeres y los hombres de Catalunya nos han dado un ejemplo de organización y de arrojo; de capacidad y de resistencia; en definitiva, de dignidad y de democracia.

En vísperas del referéndum nos reunimos con algunos de los agentes sociales que arrancaron el camino y sorprendía la calma y la determinación con la que se expresaban. Y eso a pesar de la situación generada por las graves vulneraciones de derechos civiles y políticos perpetrada desde el pasado 20 de septiembre por el Gobierno de España. Frente a quienes tan solo han desplegado la fuerza para vencer y han fracasado estrepitosamente, el soberanismo catalán ha convencido y ha salido triunfante.

Ante este escenario, la izquierda estatal debe significarse. Ante los discursos de la derecha encarnada no solo en Rajoy, sino también en Sánchez y Rivera, la izquierda española haría bien en mirarse en el espejo del PSOE y buscar las diferencias entre sus discursos. Su única solución a las legítimas aspiraciones de Catalunya, de Euskal Herria y de otros pueblos, pasa por descabalgar a uno de los pilares del régimen para colocar en su lugar a otro. Y eso, resultaba insuficiente antes del 1-O y lo es, todavía más, tras esta jornada histórica.

Respecto a Euskal Herria, destacamos el papel de las miles y miles de personas en permanente protesta, desde las manifestaciones nacionales hasta las caceroladas locales; las cientos que fueron a apoyar el normal desarrollo de la jornada electoral o los bomberos que se sumaron a los homólogos catalanes para defender la democracia, han estado a la altura de la solidaridad que debíamos de mostrar a Catalunya. Nuestro reto pasa más por la activación social y por la toma de conciencia colectiva de la necesidad de soberanía, que por la complicada tarea de mover a un PNV más dado a pactar prebendas con quienes reprimen que a solidarizarse con sus víctimas.

Las próximos días y semanas serán determinantes para Catalunya, por eso llamamos a la ciudadanía vasca a seguir secundando masivamente las manifestaciones y actos en defensa del Referéndum y contra la represión, comenzando por las movilizaciones convocadas por la mayoría sindical vasca para el martes 3 de octubre.

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Alternatiba celebra que Rafa Diez abandone una prisión que “jamás debió de haber pisado”

El portavoz nacional de Alternatiba, Oskar Matute, se ha congratulado por la salida de prisión del ex secretario general de LAB y último de los encausados por el caso Bateragune, Rafa Diez Usabiaga, a pesar de que “jamás debió de haber pisado la cárcel alguien cuyo único delito, al igual que el resto de encausados, fue encauzar una estrategia hacia el uso exclusivo de las vías políticas para conducir la lucha por la independencia de Euskal Herria”, ha señalado Matute.

En palabras del portavoz de la formación de izquierdas, “el tiempo ha demostrado lo que la mayoría de la sociedad vasca ya sabía, que el trabajo de Rafa Diez, así como el de Arnaldo Otegi, Sonia Jacinto, Miren Zabaleta y Harkaitz Rodriguez sentó los cimientos para avanzar hacia la paz y la normalización política de este país”. Por eso, Matute ha puesto en valor que uno de los activos políticos de aquel proceso esté “libre al fin para seguir aportando al futuro de nuestro pueblo”.

Finalmente, desde Alternatiba han exigido a Madrid que “deje de penar con cárcel la disidencia política”, y que no repita con Catalunya los “dejes dictatoriales” que ya ha aplicado durante décadas en Euskal Herria y que ponga fin a una política penitenciaria que “no está basada en la justicia sino en la venganza. Que no persigan a quien tan solo plantea poner urnas en las calles tal y como han castigado a quienes apostaron por construir la paz”.

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Fin de ETA y…

Joxe Iriarte ‘Bikila’ – Alternatiba

A raíz de la entrega de las armas de ETA escribí: “A falta del acto que suponga su desaparición formal, ETA ya es historia. Contar esa historia, me temo, en principio va a tener más de batalla entre relatos que debate del cual sacar enseñanzas. Preveo mucho ruido, ecos distorsionados similares a los que se oyen en medio del sepulcral silencio que acompaña al día siguiente de la batalla. Una liza con sucesivos episodios, que ha durado mas de 60 años y que ha dejado centenares de muertos tanto en los diferentes bandos como entre quienes no tenían bando alguno. Sin embargo, aunque va a requerir su tiempo, abogo para que seamos capaces de abordar el pasado y sus repercusiones sobre el presente”.

Con tal objetivo, y como aperitivo, he decidido reeditar una versión actualizada de un artículo escrito al poco de que ETA anunciara el fin de su lucha armada. A modo de introducción diré que el enfoque del escrito difiere de la tesis de que no ha existido (ni existe) un conflicto político de carácter nacional, sino la lucha del Estado de Derecho contra el terrorismo, y que el fin de ETA supone la victoria del “bien sobre el mal” (según la formula acuñada por Busch); pero también, de la versión que nos presenta una heroica lucha (la de ETA) repleta de sacrificios y a resultas de la cual el pueblo vasco estaría en mejores condiciones para conseguir su libertad nacional y la emancipación social. Creo que entre el blanco y el negro de ambas versiones no permite un tercer enfoque ni matices importantes.

1. ETA, ha cerrado la persiana. La mayoría de la sociedad vasca llevaba tiempo deseado el final de ETA. Yo también. Pero las razones para desear y argumentar tal fin eran y son diversas y condicionadas por el cristal con que miramos, o la forma en que nos afecta personal o políticamente.

Mis razones nunca han sido ni son las del sistema y sus defensores, ni están fundamentadas en unos preceptos éticos abstractos, los cuales, al igual que la aspirina, valen para todo tipo de dolores. (1) La noción del bien y del mal del PP (por ejemplo, en el tema del aborto), o de cualquier demócrata neoliberal, y la de un anticapitalista y antiimperialista no pueden ser iguales o similares, por más que todos nos declaremos fervientes defensores de los derechos humanos. Con la excusa del antiterrorismo el Estado español ha restringido libertades (ley de partidos, etc) y conculcado derechos humanos (claramente denunciadas por Amnistía Internacional por torturas en comisarías y penosa situación de los presos).

Hablando claro, a pesar de mis divergencias con ETA, no he deseado un final policíaco-represivo de ETA del tipo «derrotado y cautivo el ejército rojo, la paz reina en España»; o el orden constitucional, que no es lo mismo pero algo se le parece. El discurso sobre el final de ETA que se va imponer desde el campo institucionalista supondrá una cerrada defensa de la política antiterrorista; incluida la “guerra sucia” (y sus fondos reservados) aunque esta se defienda por lo bajini. Y en general todo el entramado legislativo que no ha hecho sino endurecer todo tipo de leyes y decretos represivos. Lo cual nada tiene que ver con lo que se supone es inherente a un Estado verdaderamente de derecho.

No por casualidad el ejército vencedor de la guerra civil impuso una Transición a la medida de sus deseos (que rechazó la República y no reconoce más soberanía que la de la nación española) y posibilitó, además, que los que hoy claman «¡ni olvido ni perdón!» se beneficiasen del borrón y cuenta nueva. El PP tuvo por presidente honorífico a un ex ministro franquista responsable directo de masacres como la del 3 de marzo de 1976 en Gasteiz. Esto es, quienes durante la Transición alabaron el cambio de chaqueta de tantos falangistas convertidos en demócratas de toda la vida, pretenden negar a las gentes de la Izquierda Abertzale la posibilidad de liderar un cambio de estrategia.

Por el contrario, he deseado una decisión unilateral de ETA, tal como ha ocurrido al final.

En primer lugar, para dar fin a una estrategia que además de generar un terrible e inútil dolor entre sus partidarios y adversarios, entorpecía y envilecía la lucha en pro de la soberanía de Euskal Herria.

En segundo lugar, para superar los obstáculos existentes para logar un acuerdo satisfactorio en torno a las víctima, los presos y exiliados y, en general, a todos los directamente afectados. (2)

En tercer lugar, para que desapareciese el tutelaje que ejercía ETA sobre el plano político-general (3). En este sentido, ha sido muy positivo que la actual izquierda abertzale abogue por una clara separación entre las demandas políticas relativas al derecho de autodeterminación (4), la territorialidad y el respeto de los derechos civiles y políticos, etc., y lo concerniente a la confrontación entre el Estado y ETA, y ETA y una parte de la sociedad vasca (víctimas, presos, exiliados, la legislación antiterrorista, ley de partidos, etc.).

En cuarto lugar, para que se facilite y allane el camino ya iniciado por la izquierda abertzale para conformar un nuevo proyecto del estilo de Euskal Herritarrok (y que la ruptura de la tregua frustró) adaptada a las nuevas circunstancias, marcadas por una profunda crisis sistémica. El éxito de Bildu, supone un espaldarazo al giro efectuado por la izquierda abertzale, y demuestra que el accionar de ETA, además de generar graves problemas éticos, impedía izquierda abertzale (y al soberanismo) desplegar todo su potencial electoral y social. Esto es, que la izquierda abertzale despliegue velas hacia la construcción de una izquierda de corte anticapitalista y antisistémica en lucha por una Euskal Herria, soberana y eco-socialista. Dicho en otras palabras, que pueda refundarse en esa dirección.

Por último: Porque no comparto el argumento de que vivimos en el mejor de los mundos posibles y que todo intento de trasformarlo de raíz mediante una estrategia rupturista nos llevaría a horrores sin cuento. Más bien, pienso lo contrario: sin ruptura con este sistema no hay salida para los problemas que nos aquejan. Pienso también, que la cultura del consenso para todo (basada en la en la búsqueda sistemática de intereses comunes; por ejemplo, entre en capital y el trabajo) en detrimento del disenso y de la cultura de la insumisión y la disidencia ante la injusticia, y que lucha armada de ETA ha reforzado por contraposición. (5)

La cultura del consenso, como paradigma de la buena política, ha sido uno de los cánceres de la izquierda y de los movimientos de emancipación. Hemos adolecido de disenso y sufrido una intoxicación de consenso.

2. Vías políticas o vías militares. En tales términos ha sido planteado el debate fundamental de los últimos años. La izquierda abertzale ha evolucionado del jaleo a la lucha armada (ETA jarraitu borroka armatua!) y la defensa de la validez de todos los métodos de lucha, a apostar solo por las vías políticas. Puede especularse si el cambio es fruto de la necesidad (para superar el cerco represivo) o de la convicción (superar el militarismo), o de ambas a la vez. Incluso si es muestra de debilidad (tesis de Ares) o de fortaleza (¿quién resiste mejor el huracán represivo, el robusto roble o el flexible bambú?). Todo ello es discutible y formará parte de la batalla del relato. Lo importante es señalar la magnitud del cambio operado: Una estrategia que opta por la constitución de un bloque soberanista-independentista de izquierdas que opere en todos los ámbitos políticos y sociales; que ocupe las calles y las instituciones, e impulse desde ambos ámbitos la confrontación democrática en demanda de un cambio de régimen. Y ese cambio copernicano es lo que ha posibilitado el surgimiento de EH Bildu, con todo lo que ello representa.

A partir de ahora, el quid de la cuestión consistirá:

a.- Integrarse en el sistema (las presiones en ese sentido serán grandes y variadas) si bien no de cualquier forma (las variantes son diversas, no ha sido los mismo el PSOE que IU), o, combatirla en todos los frentes (el cómo, es también un tema complejo que habrá que ir desgranando).

Esto es, si la estrategia y táctica políticas van atener un sesgo fundamentalmente reformista basada en una eficiente y honrada la gestión institucional sostenido por diversos movimientos sociales; o bien va a favorecer las luchas y los movimientos sociales para construir pacientemente una nueva representación política (incluso parlamentaria) de los explotados y oprimidos cuyo objetivo sea a corto y medio plazo un Estado independiente y socialmente justo, y a la larga el derrocamiento del capitalismo y el fortalecimiento de un proyecto eco-socialista.

b.- A otro nivel, va a tener que dilucidar si su política de alianzas va a tener un sesgo fundamentalmente nacionalista interclasista, o preferentemente clasista y anticapitalista. Esto es, una construcción nacional vasca favorable a las clases explotadas y solidaria con sus congéneres de otras partes del planeta. Dicho de otra forma, un programa orientado lo que se ha llamado el nacionalismo del bienestar (síntesis entre el nacionalismo burgués y el antiguo modelo social-demócrata partidario del estado de Bienestar).

La crisis actual ha puesto de manifiesto el nefasto papel de los social-liberales y nacionalistas de derecha, pero también los límites de una izquierda formalmente anticapitalista, institucionalista, presa de la cultura de la gobernabilidad y el convencimiento de que solo compartiendo poder (aunque sea en un papel subalterno) (6) se pueden obtener logros de importancia.

c.- Cabe también, una convivencia entre ambas opciones no exenta de tensiones, sobre la base de una posición mayoritaria intermedia, que haga puente entre entre las más extremas. Me da la impresión de que algo así funciona en Die Linke de Alemania. También en Podemos. Y es posible que sea la opción ganadora en EH Bildu.

De momento, el reto fundamental se sitúa en el logro de una izquierda que responda con contundencia al descrédito generalizado de los representantes públicos pringados en tantos escándalos de corrupción.

3. Algunas consideraciones suplementarias sobre el tema de la violencia política. Es evidente que en las sociedades europeas actuales, las estrategias basadas en la lucha armada (máxime si es del tipo de la empleada por ETA) constituyen un grave error de nefastas consecuencias. Pero el debate sobre la violencia no se agota con ese ejemplo (8): basta analizar lo ocurrido en la última huelga general, lo acontecido en todo al Parlamento de Catalunya y el M-15, Kukutza, o cada vez que se da un enfrentamiento violento entre fuerzas del orden y manifestantes o huelguistas defensores de justas reivindicaciones. Miremos a Grecia, y veremos como responde el estado a la ira popular.

Hay violencias y violencias, y es necesario diferenciarlas. Francisco Fernández Buey aborda el problema de la siguiente forma: “no hace falta aceptar la idea de que la violencia es la comadrona de la historia, ni insistir particularmente en la observación de que, por lo general, los derechos no se otorgan sino que se conquistan (frente a la violencia de quienes no quieren ceder sus privilegios a los cuales dan forma de ley), ni siquiera aceptar la idea, tan extendida, de que entre derechos iguales decide la violencia, para ponerse de acuerdo, en que existen circunstancias en las cuales la resistencia al mal social y la justicia obligan al desobediente y al resistente [¡y yo lo soy, respecto a múltiples injusticias que emanan del mundo capitalista!] a ejercer ciertas formas de violencia defensiva”. Violencia defensiva frente a un estado que se autodefine como de derecho, y que en realidad es un aparato para el ejercicio de la violencia sistémica.

Freud, respondiendo a Einstein, fue muy explícito al afirmar que, tratándose de la violencia social (y no de violencia individual), “se comete un error de cálculo si no se tiene en cuenta que el derecho fue originalmente violencia bruta y que el derecho sigue sin poder renunciar al apoyo de la violencia”. Nos lo señalaba también Javier Ortiz: “El estado es la estructura organizada más acabada de la imposición. Él decide que hay instrumentos de violencia no sólo aceptables, sino incluso estupendos: las Fuerzas Armadas, las policías, los tribunales, las cárceles”. No hay sentencia judicial, o decisión política, que no tenga detrás de sí unas fuerzas policiales que la harán efectiva en caso de oposición. Los oponentes al TAV sabemos algo de eso, y los huelguistas franceses también, y qué decir de los emigrantes, por no hablar de conflictos más sangrantes o virulentos como el que está en curso en Afganistán etc.

Al arrogarse el monopolio de la violencia, el Estado asume sin tapujos su derecho a ejercerla de forma exclusiva y utilizarla cuando le haga falta, mediante unas instituciones armadas (ejército y policía) financiadas a expensas del contribuyente. Y esto es así en la política nacional como en la internacional. El hecho de que se dote de un protocolo de actuación (no pocas veces trasgredido conscientemente, el “caso Cabacas” un botón de muestra) no invalida esa conclusión, a pesar de que el lenguaje políticamente correcto se empeñe en afirmar lo contrario.

En la ya desaparecida sección “Carta con respuesta” del diario Público, Rafael Reig, nos ilustraba con su opinión: “De Gaulle afirmó: Francia se hizo a golpe de espada. Aznar piensa que España se hizo con la ayuda de Santiago Matamoros, y Esperanza Aguirre sitúa el nacimiento de la nación española en la guerrilla armada del siglo XIX. ¿Qué decir, de la(s) independencia(s) americana(s), o el nacimiento de la democracia en Francia a golpe de guillotina, o las distintas revoluciones políticas y sociales, frustradas o triunfantes…?

La violencia esta ahí. Se diga lo que se diga. Para una izquierda trasformadora que no solo quiere vencer, sino también convencer, ser consecuente entre los fines que predica y los medios que utiliza el debate va de suyo. Algunas pinceladas al respecto.

4. Medios y fines. Alguien dijo que la guerra es el arma (política) de los ricos, y el terrorismo el arma de los pobres. Tenía razón; sólo apostillaría que tan terrorista es una forma de violencia como la otra, aunque la primera tenga detrás de sí el beneplácito de las instituciones nacionales o internacionales. Y que en ambos casos (pobres o ricos), la cuestión estriba, por tanto, en la naturaleza de la política que se ejecuta y los medios que se emplean.

Ser radical es ir a la raíz de las cosas”. Ir a la raíz de nuestros problemas nos lleva a enfrentarnos al sistema capitalista y sus instituciones represivas. Pero hay muchas formas de ser radicales, y no todas son asumibles desde los principios políticos de izquierda radical o revolucionaria.

La radicalidad debe de ser sinónimo de aspiración al cambio de sociedad, de quienes no se conforman con la mirada superficial, buscan la raíz de las cosas, de los problemas, para precisamente solucionarlos.

Hay radicalidades que utilizan violencia de baja o alta intensidad, y otras de signo pacifista. Curiosamente las primeras no requieren necesariamente más valor que las segundas. En ambos comportamientos nos encontramos a menudo con dogmatismos que absolutizan su elección, más allá del tiempo y el espacio.

Las radicalidades violentas requieren de tres condiciones generales para que sean políticamente operativas: legitimidad, deseabilidad y conveniencia. Se trata de tres criterios que con frecuencia no van unidos. Cuando se separan, la violencia ejercida entra en crisis o de deja de ser conveniente, pues ningún método de lucha escapa a la dialéctica entre medios y fines.

Podemos decir, además, que cuanta menos violencia sea necesaria para lograr los objetivos de libertad, equidad y justicia, mejor. No son pocos los problemas que plantean las vías violentas en la transformación de la sociedad. Si se trata de la lucha armada, su inclinación a militarizar la política, los movimientos sociales y la propia sociedad, se convierte en una amenaza contra sus propios fines de emancipación. La historia nos demuestra que, incluso las revoluciones triunfantes por la vía militar, han generado desde el poder graves defectos de verticalismo y falta de libertad. Naturalmente no se trata de una ley inevitable, pero sí de un fenómeno repetido que invita a la reflexión. Por ello nos interesa sobre todo aquella vía que sintoniza con los valores y objetivos por los que luchamos, y facilita el camino para lograrlo. Y está claro que las vías no violentas concuerdan más con la dialéctica entre fines y medios.

Ciertamente la no violencia entra en crisis, también, cuando su ejercicio se traduce en inoperancia o, a su pesar, en un apoyo objetivo al sistema dominante, o cuando menos en alimento de actitudes socialmente poco o nada favorables a la lucha contra la opresión. Y tiene sus límites. Gandhi, resistente pacífica activo contra la injusticia, y que además venció al imperio opresor, no logró que tras la independencia desapareciesen las castas, la explotación, ni los odios religiosos. Un pueblo que utilizó vías pacíficas no quedó en absoluto vacunado contra la violencia interreligiosa, interétnica o contra los parias de la tierra que siguió a la conquista de la independencia.

De hecho, salvo el pacifismo extremo, partidario de ofrecer la otra mejilla -e incluso éste admite excepciones- ninguna doctrina filosófica, y mucho menos política, rechaza el empleo de la violencia, sea ésta en primera o última instancia. De los estados está todo dicho. La Constitución americana defiende el derecho del ciudadano a levantarse en armas contra la tiranía, y ninguna organización o movimiento revolucionario que aspire cambiar la sociedad excluirá el enfrentamiento armado, pues sabe que tarde o temprano los que están el poder sacarán los tanques a la calle.

MORALEJA. Unos medios dignos no conducen inevitablemente a un buen resultado, pero está demostrado que unos medios perversos garantizan el desastre. Todas las opciones consideradas legítimas requieren una crítica y una autocrítica permanente.

Notas:

1. Mi enfoque se fundamenta en la “fusión de lo ético y lo político, partiendo de la pluralidad de éticas y de políticas” según la definición de Paco Fernández Buey. Esto es, en unos principios éticos acordes a un proyecto eco-socialista, internacionalista, feminista y autodeterminacionista, los cuales chocan con de los defensores del statu quo, contrarios a esos objetivos, pero también con los de ETA, que en teoría pueden coincidir pero que su práctica los contradice.

2. En el tema de las víctimas, merece la pena resaltar el contraste existente entre el protagonismo simbólico que juegan las víctimas de ETA y sus familiares, y el ostracismo que sufrieron (durante toda la Transición) y sufren las víctimas de la guerra civil y sus familiares. Poco tiene que ver con una cuestión de responsabilidad generacional ni con cuestiones de mayor urgencia en materia de memoria o reparación, sino con la construcción de un discurso que hace de la Transición nuestro alfa y omega, y todo lo que cuestiona esa versión no interesa.

3. Aunque debe de quedar claro que no desaparecerá el otro tutelaje, el de unas FFAA encargadas de la defensa de la soberanía y unidad territorial del Estado… que también debería de desaparecer.

4. Estoy de acuerdo con cuando Paco Fernández Buey, cuando afirma que, “la defensa histórica de un derecho principio jurídico-político justo por la vía de la violencia, sea ésta mayoritaria o minoritaria, no invalida la justicia de dicho principio… el derecho de autodeterminación de los pueblos no es un anacronismo en esta Europa, en este mundo, es un derecho democrático básico en una democracia en construcción”.

5. El consenso social es necesario para resolver determinados temas, tales como la convivencia entre culturas, identidades, o choque entre derechos similares. Sin embargo, no sirve, para conflictos en cuya base está la explotación, la opresión y la discriminación de clase, de género y/o nacional; ni qué decir de las agresiones al medio ambiente. El ejemplo palestino es de lo más ilustrativo.

6. Es el papel asumido por ERC e Iniciativa per Catalunya (en el tripartito con el PSC) en la Generalitat, el BNG en la Xunta y EB en Eusko Jaurlaritza.

7. Ello no exime a la izquierda radical de su propia incapacidad para erigirse en alternativa. Lo cual a mi entender hace necesarios en la presente coyuntura procesos amplios de acumulación de fuerzas antineoliberales y soberanistas. Podemos y EH Bildu, cada cual con su particular enfoque serían los modelos actuales en los cuales la izquierda anticapitalista y soberanista debería intervenir.

8. De hecho, salvo el pacifismo extremo, partidario de ofrecer la otra mejilla -e incluso éste admite excepciones- ninguna doctrina filosófica, y mucho menos política, rechaza el empleo de la violencia, sea ésta en primera o última instancia. De los estados está todo dicho. La Constitución americana defiende el derecho del ciudadano a levantarse en armas contra la tiranía, y ninguna organización o movimiento revolucionario que aspire cambiar la sociedad excluirá el enfrentamiento armado, pues sabe que tarde o temprano los que están el poder sacaran los tanques a la calle.

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