La tortura es un drama innegable en Euskal Herria

El 13 de febrero es el día para recordar a las vascas y vascos que han sufrido torturas. Tal día como hoy, en el año 1981, moría Joseba Arregi, tras padecer 9 días de terribles sesiones de tortura por parte de la policía española.

La tortura es una realidad innegable en nuestro país. Son miles las denuncias realizadas, miles las acciones que se han llevado a cabo en las calles y en las instituciones para denunciarlas, el renombrado médico forense Pako Etxeberria está elaborando un minucioso informe sobre los casos de tortura producidos y también diferentes organizaciones civiles han rebabado datos. La organización Euskal Memoria cifra en 5.667 los casos de tortura que se han producido durante las últimas décadas.

A pesar de que el Estado español ha venido negando sistemáticamente las denuncias de torturas realizadas, sí que se han producido torturas por parte de los aparatos policiales del Estado. Son testigo de ello miles de ciudadanas y ciudadanos vascos y sus familiares y amigos. En Marzo serán juzgados cuatro guardias civiles por las torturas realizadas a Sandra Barrenetxea.

Las personas que sufrieron torturas mereces verdad, justicia y reparación. Antes de nada, necesitan el reconocimiento del dolor injusto padecido. Y se deben establecer las condiciones necesarias para que en la sociedad vasca no se repita ese drama.

En estos momentos en que se intenta criminalizar el recordar las vulneraciones de derechos, el terrorismo y la violencia ejercida por el Estado seguiremos trabajando para que las personas que sufrieron torturas sean reconocidas.

EH Bildu

Alternatiba llama a movilizarse “sin excusas” por los derechos humanos

El portavoz nacional de Alternatiba, Oskar Matute, he reiterado el llamamiento realizado ayer por Euskal Herria Bildu para llenar el próximo sábado las calles de Bilbao en pro de los derechos humanos y en contra de las “políticas de excepción y venganza que de manera absolutamente incomprensible” siguen aplicando desde los gobiernos de Madrid y París.

La imagen puede contener: 7 personas, personas sonriendo, personas de pie

Desde la formación de izquierdas han recordado que en la defensa de los derechos fundamentales “nunca debieran caber excusas ni excepciones”, recordando además que “no haciendo aún más grande de lo que a buen seguro será esta movilización, se refuerza los argumentos de quienes quieren obstaculizar la paz y la normalización política a toda costa”.

Finalmente, Matute ha llamado a sumar esfuerzos permanentes en la búsqueda de la paz y la superación de las consecuencias del conflicto, algo que “difícilmente será posible mientras se sigan empleando castigos como el de la dispersión, que establece condenas añadidas a familiares y allegados de las personas presas, o la permanencia en prisión de presas y presos con enfermedades graves o incurables”. Sumarse a la manifestación del sábado convocada por Sare y a la lucha por los derechos de las personas presas es, por todo ello, “responsabilidad de toda persona que siente la solidaridad con quien sufre la injusticia y la vulneración de derechos”.

Juan Puerto: «Con Idigoras comprendí que se podía ser comunista y abertzale»

Juan Puerto Morcillo era comunista en el siglo XX y lo sigue siendo en el siglo XXI. «Comunista hasta la muerte», dice. Con el tiempo, este militante veterano nacido en Extremadura también se ha llegado a sentir abertzale. Después de formar parte del PCE y otros partidos, desde hace 8 años es miembro de Alternatiba. Está a favor de aglutinar a toda la izquierda vasca.

El partido político Alternatiba ha realizado un documental sobre la vida del militante comunista Juan Puerto Morcillo, y ha organizado proyecciones en diferentes localidades, la primera será el 13 de diciembre en Gasteiz. Puerto (Calamonte, Extremadura; 78 años) vive en Bilbao desde que tiene 22 años.

Eres de Extremadura, y naciste durante la guerra del 36. ¿Qué recuerdos tienes de la infancia? Buenos y malos. Mis padres eran republicanos, pero no estuvieron metidos en política. Mi padre tan solo conoció el trabajo; es lo único que sabía hacer. Una vez pegaron a mi madre, porque estaba ayudando a un republicano agarrando su escalera mientras pegaba un cartel. El Franquismo se ensañó en Extremadura contra la gente partidaria de la República. Pero en cualquier caso tuvimos momentos funestos en la familia. Mi hermano mayor se rompió un brazo cuando tenía 9 años, el médico se lo escayoló, pero tenía el brazo infectado y jamás se lo miraron. Murió por la gangrena. Yo todavía no había nacido. Después, cuando tenía 4 años, mi padre se ahogó cuando trabajaba en una presa. Por aquel entonces mi madre estaba embarazada de mi hermana. Ella tuvo que trabajar muy duro para sacar la familia adelante. Trabajó como costurera en casa de varios ricos.

¿Cuándo y cómo fuiste adquiriendo conciencia política? Los chavales a los 12-13 años ya éramos adultos. Trabajábamos, y fue así como me fui concienciando a favor del comunismo. Recuerdo algo que me dijo un señor mayor llamado Antonio: que nunca me arrimara a los capitalistas, porque me explotarían por completo. En nuestro pueblo tenían a mucha gente en la miseria y la esclavitud. Pero de algún modo, aguantábamos. Luego en casa de la que acabaría siendo mi mujer, se escuchaba siempre la radio Pirenáica [oficialmente, era la Radio España Independiente irratia zen, creada por el PCE].

¿Hubo fusilamientos franquistas en tu pueblo, en Calamonte? Sí, a 62 personas. Solo en mi calle, a cuatro. En esa época vivían unas 5.000 personas en Calamonte. Trataban fatal a las familias de los fusilados. Por ejemplo, hacían firmar a las viudas que sus maridos habían muerto de forma natural a cambio de no llevarse a sus hijos para ser soldados y pudieran ayudar en casa. Todo esto me generó en mí ganas de luchar.

¿Tú conociste el hambre? Yo no, pero conocí a niños que pasaban hambre. Con tener pan y aceite, salvábamos el día, pero no era el caso de todos.

En 1960, con 22 años, vienes a Bilbao. ¿Por qué? Tuve tambíen oportunidad de viajar a Alemania y a Catalunya, pero Bilbao era la opción que más me tiraba. En mi pueblo había una barbería a la que llabaman la barbería del Athletic, donde se reunián muchos aficionados; yo entre ellos. Tenía ganas de venir a Bilbao, y me animé a hacerlo junto con unos amigos.

¿Dejando a la familia en Calamonte? Sí. Me costó mucho dejar allí a mi madre. Pero cuando dos años despúes murió mi abuelo, vinieron ella y mi hermana.

¿En Bilbao, a dónde viniste? Al barrio de Arangoiti, que por aquel entonces estaba en construcción. De cada diez, nueve éramos extremeños.

¿Cómo era el Bilbao que encontraste? Veía mucha pobreza, muchas chabolas. Yo empecé a trabajar en una cantera en 1960, y con lo que ganaba me pagaba el alquiler de una habitación. En 1962 empecé a trabajar en la fábrica de Etxebarria.

Antes has mencionado al Athletic. ¿Solías ir a San Mamés? Enseguida me aboné al Athletic, e iba a San Mamés con muchísima ilusión. Yo creo que todos los que vinimos de Extremadura éramos del Athletic. Una vez, antes de un partido del Athletic contra el Real Madrid, fuera del campo alguien me ofreció 60 pesetas por mi entrada. Por aquel entonces costaría unas 15, pero aún así, no le acepté el dinero y me quedé con la entrada. Faltaría más.

Cuando llegaste a Euskal Herria, ¿cuánto ganabas? Unas 450 pesetas a la semana. De ahí, 250 se iban para pagar las dos habitaciones que tenía alquiladas para mí, mi madre y mi hermana, además de la comida.

¿Cuál era el clima laboral? Al poco de entrar a Etxebarria, se convocó una huelga de dos meses. Había una gran represión, pero los trabajadores demostraban mucho valor.

¿Qué lograsteis con la huelga? Nada. Yo acababa de entrar, pero había gente que llevaba trabajando años y, al acabar la huelga, entraron como nuevos; tuvieron que empezar de cero. Por necesidad, tuve que empezar a hacer otros trabajos fuera del horario laboral, como por ejemplo cargar camiones en Otxarkoaga. Conseguí llegar a ganar mil pesetas a la semana, que nos permitía vivir con algo más de dignidad. Hasta que llegué a poder comprar una casa en el mismo Arangoiti, creo que en 1968, a los ocho años de llegar a Bilbao. Me costó 80.000 pesetas. Tres años antes me había casado, en Calamonte, tras lo que vino tanto mi mujer como toda su familia.

¿Cuándo empezaste a militar? Al entrar a trabajar a Etxebarria, en 1962. Me afilié a CCOO, pero tambíen empecé en el PCE. Eran tiempos de clandestinidad, había muchas reuniones. Entonces CCOO era el sndicato más combativo.

¿Alguna vez estuviste en cargos de dirección? Estuve en el PCEP pero no por ganas. Yo siempre he preferido trabajar en las bases.

En la época en que llegaste a Bilbao, ETA acababa de nacer, y algunos fundadores vivían en Bilbao. ¿Había alguna relación con ellos? Relación no. Conocía a un militante abertzale llamado Etxabe, porque vino a nuestro barrio, pero yo no sabía que era de ETA; lo supe después.

¿Estuviste preso alguna vez? No, aunque me detuvieron dos veces. Estábamos fichados. Yo no recibí torturas; psicológicas sí, y malos traros. Mucha gente pareció torturas físicas, pues la policía torturaba mucho. Además, tenían métodos concretos para controlar a la gente: si estaban siguiendo a un grupo de ocho, metían a siete en la cárcel y al octavo lo dejaban libre para después seguirle la pista. Como a mi no me metieron preso tras esas dos detenciones, tenía la preocupación de que me seguían.

¿Había en Euskal Herria un movimiento anti-franquista mayor que en España? Sí, mucho mayor, sin duda. En Extremadura había mucho miedo, y por eso mucha gente tenía una actitud servil. Aquí me sentía más agusto, a mi salsa. Había que pelear por la libertad, y el objetivo era quitarse a Franco de en medio. Había una nacionalismo nuevo estructurado –ETA-, y eso benefició al movimiento anti-franquista. Los del PNV también eran abertzales, pero no eran de luchar hasta el final.

¿Qué te pareció el camino emprendido por el PCE tras la muerte de Franco? El PCE era el partido organizado en la clandestinidad. Tenía gente con una gran conciencia de lucha. Pero luego llegó la mal llamada democracia y yo no fui partidario de ese tipo de transición. Escuchaba en el PCE que había que aceptar algunas cosas por los militares, pero yo siempre estuve en contra. Mira qué constitución se hizo, ¡una que no cumplen! ¿Dónde están el derecho a la vivienda y al trabajo digno…? Además, siguieron la misma policia y el mismo ejército, sin pedirles cuentas por los asesinados durante el franquismo. Dejé el PCE y creamos el EPK Partido Comunista de Euskadi. Tuvimos la ayuda de la URSS.

¿Qué tipo de ayuda? Teniamos contacto, nos decían que tenían un gran interés en fortalecer partidos comunistas vascos. Pero lo dejaré ahí, porque no quiero comprometer a cierta gente.

El PCE defendía el derecho de autodeterminación… Solo sobre el papel. Había poca actitud. Estando en el EPK tuvimos una mayor relación con gentes de la izquierda abertzale; sobre todo de HASI [Herri Alderdi Sozialista Iraultzailea]. En HASI estaba Txomin Ziluaga, que me gustaba mucho como político.

Santi Brouard tambíen era de HASI. Cuando lo asesinaron [1984], estuve en el homenaje que le hicieron en Bilbao. Fue increible, impresionante. Año y medio después, estuve en un pueblo de Sevilla, Badalatosa, en la inauguración de la barriada Santi Brouard. Fue un acto organizado por revolucionarios andaluces, la gente de Comisiones Obreras del Campo. Allí estuvieron Jon Idigoras yTxomin Ziluaga, junto con la viuda de Brouard y su hija. Recuerdo las palabras de la viuda [Teresa Aldamiz]; un discurso revolucionario, increible. Aparecieron pintadas contra Idigoras, pero nos reimos con ello. Fue en esa época cuando comprendí que se podía ser comunista y abertzale. Hasta entonces creía que era una contradicción. Yo era comunista -y lo seré hasta la muerte-, y defendía el derecho de autodoterminación, pero no me sentía abertzale. Con Idigoras y Ziluaga entendí que ambas cosas eran compatibles.

Después de estar en IU, hace ocho años participaste de la creación de Alterantiba. ¿Apoyaste la entrada en Bildu en el 2011? Sí, lo defendí. La izquierda abertzale ha podido tener un carácter sectario; yo mismo lo he conocido y sufrido, en Arangoiti, cuando estaba en Ezker Batua, nos llamaban cosas como fascistas. Pero siempre dije a mis compañeros que la izquierda vasca tenía que unir fuerzas. Han pasado muchas cosas, de todo tipo, pero aquí tiene que darse la confluencia de toda la izquierda. Cuando en 2010 Alternatiba empezó a tener conversaciones con la izquierda abertzale, me mostré partidario de la unidad de acción. Y creo que todavía debe de darse una mayor confluencia dentro de la izquierda vasca; por ejemplo, debemos colaborar también con Podemos-Ahal Dugu, o con Ezker Anitza. De todos modos, veremos qué vía sigue Podemos; creo que van por el camino del PSOE, hacia la socialdemocracia, con una actitud más progresista que los socialistas.

¿Estás a gusto con el trabajo que se hace desde EH Bildu? Sí, mucho. Arnaldo Otegi ha cohesionado a la izquierda abertzale, y eso le ha beneficiado también a EH Bildu. Es una persona íntegra, y creo en él. EH Bildu ha conseguido unos buenos resultados en las últimas elecciones autonómicas, el escaño número 18 es muy importante.

¿Sueles ir a tu tierra natal? Hace dos años desde la última vez.

¿Les dices a tus paisanos que estás en EH Bildu? Sí, no tengo problema en decirlo. Algunos me dicen que los de EH Bildu son asesinos y otras cosas. Son los medios de comunicación y los políticos los que les meten esas informaciones en la cabeza… Yo les explico qué es EH Bildu y cómo está Euskadi…

¿Será Euskal Herria un país independiente? Todavía falta mucho para eso, va para largo. Pero si la ciudadanía así lo quiere, lo acabará siendo.

¿Cómo ves el proceso de paz? En Extremadura se sufrió mucho con la Guardia Civil. Nos humillaban. Una vez me pillaron cogiendo bellotas y me obligaron a dárselas a los cerdos. Siempre le he tenido mucha rabia a la Guardia Civil, y no me duelen prendas en decir que cuando ETA asesinaba a algún agente a veces no me daba demasiada pena. Pero comprendí que de eso no podía venir nada bueno. Asi que hago autocrítica al respecto. En esto últimos años hay una nueva situación, y es impresncindible aprovecharla para construir la paz y la convivencia.

 
Traducido de la entrevista publicada en BERRIA y realizada por el periodista Enekoitz Esnaola. 

Alternatiba califica de “vergüenza y ridículo internacional” las detenciones de Luhuso

El portavoz nacional de Alternatiba, Oskar Matute, ha denunciado la “vergüenza y ridículo internacional” que suponen las detenciones realizadas la pasada noche en Luhuso. Una operación que demuestra que, “lamentablemente, el estado francés hace seguidismo y se suma a quienes pretenden obstaculizar la paz y el camino al desarme que la sociedad anhela como un paso más en la normalización política de este país”. Ha recordado que España posee el dudoso honor de ser el “único país del mundo que, tras una situación de violencia en la que la parte que unilateralemente ha decidido abandonar la lucha armada pretende desarmarse, se ve impedida a hacerlo por la nula voluntad del gobierno”.

Matute ha remarcado el perfil de las personas detenidas, “manifiestamente favorable a la paz y a la defensa de los derechos humanos”, por lo que ha exigido su inmediata puesta en libertad y el fin de los “tiempos más oscuros en los que personas cuyo único delito es su firme apuesta por la democracia y por la paz son perseguidas”. Del mismo modo, ha anunciado la adhesión de Alternatiba a la manifestación convocada a las 16:00 de esta tarde en Baiona y que partirá desde Euskaldunen Plaza (Place des Basques) bajo el lema Bakearen alde, liberté pour les artisants de la paix.

Desde la organización de izquierdas, finalmente, han recordado que la voluntad de la sociedad vasca de superar las consecuencias del conflicto vasco sigue siendo firme y que la política de “represión y venganza” del gobierno de Madrid “solo llevará a una más rápida desintegración de un proyecto nacional solo sustentado en la imposición y en la vulneración de derechos”.

La independencia no es un asunto de nacionalistas y no nacionalistas

Iosu Perales

Es un asunto de independentistas y no independentistas. La prueba evidente es que hay muchos nacionalistas que no desean formar un Estado propio por motivos pragmáticos  y por otra parte muchos no nacionalistas que si lo quieren por razones democráticas. Este escenario tiende a consolidarse y muestra una realidad compleja que obliga a superar los diagnósticos simplistas y asumir la existencia de nuevas transversalidades en el tablero político.

Para los nacionalistas que no tienen como objetivo un estado propio, la “independencia” del siglo XXI sería el resultado de un pacto bilateral con el estado español en un marco de autogobierno con suficientes  competencias blindadas  y una soberanía compartida. Si dejamos las palabras concretas a un lado, podría asimilarse a la libre asociación que propuso Juan José Ibarretxe, matizando en todo caso que la propuesta de este último contiene un soberanismo más neto, menos acomplejado y cuyo punto de partida es una decisión vasca tomada en libertad. Naturalmente hay muchos nacionalistas que si desean un estado propio y comparten militancia partidaria con los anteriores. Son las famosas dos almas.

Para los nuevos independentistas que no son nacionalistas, formar un estado propio es poner solución a un problema llamado España que viene lastrando desde hace siglos una relación impuesta por una sucesión de grupos políticos herederos de la vieja España castellana cuyas armas son la amenaza y la fuerza, y no muestran la menor sensibilidad por el hecho plurinacional y plurilingüistico. Estos independentistas prefieren una estado propio, aunque sea de pequeño tamaño por considerar que es más cercano, fiscalizable, más dado a la transparencia y más pegado a la realidad social. Sin obviar el fenómeno de otras soberanías compartidas en el marco, por ejemplo, de la Unión Europea.

Unas y otras posiciones son legítimas y juegan con el factor de la globalización en su argumentario. Sólo que unas razones me parecen más sólidas que otras.

Para los nacionalistas que no reivindican un estado propio (aunque sentimentalmente lo quisieran) la globalización y en particular la pertenencia a la Unión Europea (UE) hace que los estados miembros sean dependientes de tratados, normativas y directivas, desactivando el interés real por un estado propio. En su argumentario se preguntan: ¿Es independiente Francia, Alemania, Italia, Bélgica…? Claro que comparar el caso de una nación sin estado con estados constituidos es ciertamente una broma. El ejemplo no vale. Por un lado ha de reconocerse que hoy por hoy las competencias de los estados nacionales siguen siendo muy importantes, incluso cuando se trata de aplicar normas de entes supra estatales. Es en el marco del estado-nación que fue posible una relación entre capital y trabajo que dio lugar al estado de bienestar.

Por el contrario es en la economía neoliberal y no por casualidad, el ámbito en que se da una deconstrucción del estado del bienestar y un tipo de dependencia que devora a la política y la subordina a poderes que no han sido elegidos en las urnas. Pero hay que decir que la tensión entre estados nacionales y la UE y la globalización no ha librado las últimas batallas. Me da la impresión que en su argumentario, estos nacionalistas dan por buena la UE actual, la aceptan y se resignan a como es, como si fuera inmutable a pesar de su déficit democrático, su debilidad política y el entierro de sus principios. De ahí que para este nacionalismo la UE es una referencia sagrada, principio y fin de un macro proyecto político que según su lógica acabará por hacer de los estados nacionales un hecho marginal. Pero, en realidad, este modo de pensar es ridículo, no tiene ningún viso de realidad. Véanse las posiciones de los estados en el asunto de los refugiados o en política exterior. Más bien ocurre que cuanto más se habla del escaso papel de los estados-nación más se afianza el manejo que Alemania y Francia hacen de la Unión Europea.

Más apasionante, aunque menos pragmático, es el argumento de los independentistas no nacionalistas (y de los que lo son) de que una Euskadi inédita, con estado propio, es un objetivo ligado a la voluntad de un cambio de globalización y de la UE. Es cierto que la ruta que proponen para su soberanismo completo es más incierta y sobre todo mucho más complicada que la del soberanismo compartido, pero en su mochila ya figura la conciencia de que la libertad es cara y en ocasiones muy difícil de alcanzar.

Lo importante es que entre ambas posiciones hay puentes tendidos: uno de ellos es el derecho a decidir. Es un derecho transversal que conecta con sectores diversos y con ideologías distintas que tienen en común la pasión por la democracia. Ahora bien, con un parlamento vasco que cuenta con 57 escaños favorables al derecho a decidir frente a 18 contrarios, se abre una puerta, al menos en teoría, para avanzar en la dirección de un referéndum. Es una buena noticia, pero la teoría es teoría. No nos engañemos, no hay una vía unitaria para poder hacerlo juntos. Y esa es la mala noticia: hay al menos dos rutas: la que propone el respeto escrupuloso a las vías legales y un acuerdo previo con el gobierno español como condición; y la que plantea el agotamiento de la vía acordada con Madrid para iniciar inmediatamente después un camino unilateral. Y, hoy por hoy, son dos vías sin puente que las una. Las dos orillas discurren paralelas pero nunca se encuentran. De modo que no veo brotes para el optimismo. Por decirlo de otra manera: la vía catalana está en Euskadi más lejos que nunca.

Pero no es la pretensión de este artículo el incursionar por las posibilidades del derecho a decidir sino el destacar un movimiento en el tablero de la independencia vasca: algunas figuras desaparecen y surgen otras nuevas. Aguirregomezkorta puede ya no ser independentista y Gómez puede que sí. Este escenario obliga a repensar categorías, conceptos, lenguajes y palabras. Y sobre todo a políticas transversales que superen viejos ejes como el de nacionalistas-no nacionalistas.

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