El 15 de mayo se cumplirán 77 años desde el inicio de la Nakba o catástrofe palestina: en 1948, más de 700.000 palestinos fueron expulsados de sus hogares y más de 500 aldeas fueron destruidas. Esto no es un hecho del pasado: la Nakba continúa hasta el día de hoy. El pueblo palestino sigue siendo víctima del sistema de colonización, apartheid y limpieza étnica impuesto por el Estado de Israel, con la complicidad de los poderes internacionales.
La situación en Gaza ha llegado a un punto extremo. Más del 75% de la población ha sido desplazada por la fuerza. Han bombardeado hospitales, se ha bloqueado la ayuda humanitaria, y la población civil se ha convertido en objetivo militar dentro de una operación que se ha calificado como limpieza étnica.
En las últimas semanas, Israel ha dado un paso más en su camino de impunidad: ha atacado la Flotilla de la Libertad, un convoy civil de ayuda humanitaria compuesto por activistas internacionales que intentaba llegar por mar a Gaza. Este ataque, además de poner una vez más de manifiesto la violencia israelí y la violación del derecho internacional, confirma una preocupante tendencia a criminalizar la solidaridad.
Esto no es una guerra ni un “conflicto” entre iguales. Es la continuidad de un sistema de colonización y apartheid sistemático. Así lo han confirmado Human Rights Watch, Amnistía Internacional y la ONU. Israel ejerce un control total sobre la vida, la muerte y la movilidad de la población palestina, imponiendo una segregación legal y racista de forma estructural, mientras ahora condena al pueblo palestino a morir de hambre.
Más allá de la Nakba, queremos situar este genocidio en el contexto de una pugna entre grandes potencias regionales. Podemos afirmar que la situación actual en Palestina es una consecuencia directa de las ambiciones imperialistas y del papel que juega Israel en ese tablero. Seguimos alimentando procesos coloniales que, en teoría, deberían haber desaparecido hace décadas en favor del derecho de los pueblos a la autodeterminación.
Ante esta situación, no bastan las declaraciones simbólicas. Las Juntas Generales de Bizkaia, Gipuzkoa y Álava, así como el Gobierno Vasco, deben actuar con responsabilidad política. Desde Alternatiba exigimos medidas eficaces: Las instituciones de Euskal Herria tienen un papel que desempeñar ante esta situación. Es urgente rescindir los contratos con empresas y entidades que colaboran con la colonización (como HP, CAF o Caterpillar), aplicando un boicot activo. Asimismo, es necesario retirar los fondos públicos de bancos, fondos y empresas implicadas en la colonización, ejerciendo presión mediante la desinversión. Por otro lado, es fundamental poner fin a todo intercambio de armamento con el Estado de Israel y aplicar sanciones hasta que finalice la limpieza étnica. Por último, pedimos que se reconozca al Estado palestino y se condene firmemente el apartheid israelí, tal como han hecho ya varios parlamentos europeos.
El movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) es una herramienta legítima, no violenta y eficaz, inspirada en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica. Cuenta con el respaldo de cientos de actores sociales, sindicales y políticos de todo el mundo. Las instituciones de Euskal Herria deben posicionarse en esa línea. La Nakba lleva 77 años, pero también la resistencia por la vida. Para que la solidaridad con Palestina sea real, actuemos desde Euskal Herria, con responsabilidad histórica y ética, rompiendo todas nuestras relaciones con el Estado sionista de Israel.
Movilizaciones convocadas para hoy: