Hace 10 años un ertzaina, a las órdenes de «entrar con todo lo que tenemos» acabó con la vida de Iñigo Cabacas con una escopeta de balas de goma. Esa escopeta, tras ser impúdicamente limpiada y guardada en un armario, permanece en él
El grito en las calles pedía justicia. El duelo interminable de Manu y Fina, su inacabable estoicismo, logró que las administraciones no pudieran pasar página y el encubrimiento no surtiera todo el efecto esperado. Se obtuvo en juicio la certificación parcial de una verdad que ya se conocía. Hoy ya se ha convertido en página imborrable de la larga historia de un pequeño pueblo. Esta página podría haberse titulado “investigación ineficiente”, pero el empeño de la familia, amigos y quienes los acompañan dejarán como impronta la solidaridad, el anhelo de justicia y el deseo de que esto no se vuelva a repetir.
Hoy esa escopeta sigue guardada en un armario, pero otras parecidas se siguen disparando sin proporción, sin justicia y sin vergüenza. Que no se repita.