Euskal Herria Bildu (EH Bildu) se conformó a modo de coalición político-electoral entre tres partidos (Eusko Alkartasuna, Izquierda abertzale –la ilegalizada Batasuna- y Alternatiba), a la cual se le sumó más tarde un cuarto (Aralar). Se trataba de salir del atasco político en el que se encontraba Euskal Herria a efectos de la polarización existente entre la actividad de ETA y la respuesta represiva del Estado (que había ilegalizado Batasuna, expresión organizada de la mayoría de la izquierda abertzale, y de la cual se había escindido Aralar) y el independentismo a nivel institucional se encontraba bajo mínimos, a resultas de lo cual el hastío se había instalado en la sociedad vasca. Todo esto suponía un enorme obstáculo para avanzar en un proceso de acumulación de fuerzas soberanistas de izquierda.
El primer paso se dio el 20 de junio de 2010, cuando la Izquierda abertzale y Eusko Alkartasuna firmaron Lortu arte en el Palacio Euskalduna de Bilbao, definido como “un acuerdo estratégico independentista en clave social”. El 16 de enero del 2011, en el Palacio Europa de Gasteiz, ambas fuerzas suscribieron un nuevo acuerdo, Euskal Herria Ezkerretik, esta vez sumándose Alternatiba con el fin de “construir la soberanía de Euskal Herria en claves nítidas de izquierda”. El acuerdo se pretendía de largo alcance y tomaba la forma de “una coalición de fuerzas, donde cada organización mantiene sus propios objetivos y su propia identidad” si bien “trabajarán de manera conjunta y prioritaria en los puntos comunes definidos en el acuerdo.” 1/
El acuerdo se estrenaba apoyando la huelga general convocada por la mayoría sindical vasca para el 27 de enero de aquel año.
Exitoso arranque electoral
Con el objeto de participar en las elecciones municipales y forales de mayo del 2011, la alianza se presentó con la denominación Bildu. Sin embargo, numerosas listas fueron impugnadas bajo la acusación de estar contaminadas por miembros pertenecientes a ETA. Hasta el último momento no se sabía si se podría o no participar en el proceso electoral. A punto de dar comienzo la campaña, llegó el veredicto favorable del Tribunal Constitucional.
Los resultados fueron extraordinarios, hasta el punto de conquistar la alcaldía de Donostia y la Diputación Foral de Gipuzkoa. Todo un espaldarazo, o una especie de premio por el fin de ETA
y, también, porque a diferencia del Estado español (donde Izquierda Unida estaba, desde la izquierda, lejos de aparecer como alternativa y recambio del PSOE) mucha gente había visto en Bildu aquello que demanda el 15M: personas no mezcladas en casos de corrupción y que no van a la política a medrar; que abogan por limpiar y dar transparencia a las instituciones, y además se han mostrado contrarios a los recortes sociales, las macro-infraestructuras contaminantes, destructoras del medio ambiente y socialmente negativas.
En éxito continuo, con la marca Amaiur (que incluía a Aralar), en la siguiente confrontación electoral, las estatales (desdiciendo momentáneamente la creencia de que dicho marco no es nada favorable para las formaciones de ámbito vasco), se lograron mejores resultados que el PNV. Ello alentó la idea de que era posible el “sorpaso” de dicho partido en las autonómicas. Fue el momento cumbre a partir del cual, lo que hasta entonces solo había conocido éxitos, empezó a entrever las dificultades inherentes al proceso y a apreciar tanto los puntos fuertes como débiles de la alianza. Se entraba en un fase nueva, marcada por el final del ciclo movilizatorio post-15M; declinaban las luchas sociales y el sindicalismo se replegaba a las luchas de fábrica y sectoriales. Y en Gipuzkoa, la reacción PNV, PP y PSE, con el apoyo de los medios de comunicación, ponía en marcha una dura ofensiva por cercar y ahogar a Bildu, sobre todo en los ayuntamientos donde se proyectaba implantar el sistema de selección y recogida de residuos “puerta a puerta”.
Por otra parte, los frutos iniciales derivados del fin de ETA se marchitan, y las dificultades para dar pasos en la solución del conflicto son más grandes que las previstas. El PP se niega a dar pasos en la mejora de la situación de los presos y presas de ETA, cierra toda posibilidad de facilitar a dicha organización argumentos a favor de la disolución y el desarme. Todo ello, genera malestar y cierta impotencia en las filas de la izquierda abertzale, ya convertida en la legalizada Sortu. Surgen las primeras manifestaciones públicas de disidencia en torno al tema de los presos y se enarbola la Amnistía como banderín de enganche de la disidencia frente a vía mas pragmáticas; a la vez que se alienta el abstencionismo electoral perjudicando con ello a EH Bildu.
El PNV aprovecha ese talón de Aquiles. Empieza a hostigar a Sortu, reconociendo su papel en el cese de la lucha armada pero exigiéndole una mayor autocrítica por el pasado. El tema ETA, empieza de nuevo convertirse en un peso muerto del cual es difícil despegarse mientras no se de el carpetazo definitivo y se den avances en la situación de las y los presos. Tema que genera malestar además de ingentes esfuerzos militantes.
La incorporación definitiva de Aralar suma fuerzas a la coalición. La nueva incorporación se da dentro del esquema de coalición, si bien para aquel entonces ya empiezan a manifestarse opiniones y deseos de avanzar hacia un esquema más abierto al cual se denomina “frente amplio”, entendido como un apertura a independientes susceptibles de formar parte del proyecto de la izquierda soberanista.
La alianza también se amplía a Iparralde –la Euskal Herria bajo administración francesa- con una composición diferente (ni Aralar ni Alternatiba existen en ese ámbito, pero sí Abertzaleen Batasuna, Eusko Alkartasuna y Sortu) y se denominará Euskal Herria Bai. La progresión electoral de EH Bai en Iparralde ha sido notable también.
El llamado Frente amplio
Durante ese periodo, además de lo relativo a la complicada interrelación entre la gestión institucional y la lucha en la calle, tanto dentro de EH Bildu como en sectores afines, se van abriendo reflexiones sobre la construcción nacional
y la independencia en clave social, y va cobrando fuerza la idea de un nuevo modelo organizativo que reubique el papel de los partidos
Se ensaya y proyecta el llamado Euskal Bidea
o camino vasco unilateral hacia la independencia. La influencia del proceso catalán es evidente (no depender de la voluntad del Estado para avanzar) si bien con plazos más distendidos y estrategias diferentes.
Nuevo ciclo electoral
Las elecciones municipales y forales del 2015 dejan resultados agridulces. Derrota en Gipuzkoa, allí donde se había gobernado, si bien en minoría, con la pérdida de la Diputación, el Ayuntamiento de la capital y numerosas localidades; aunque en parte es compensada con los avances en Araba, segunda fuerza política, y los resultados en Nafarroa, primera fuerza en número de concejales y segunda en número de votos logrando la alcaldía de Iruña-Pamplona para EH Bildu y el logro del gobierno del cambio, pero encabezado por Nafarroa Bai, donde el PNV tiene una importante influencia.
En dichas elecciones irrumpe Podemos, rival que disputará a EH Bildu el espacio de izquierdas y el propio voto juvenil, hasta entonces mayoritariamente favorable a la coalición.
Las siguientes dos confrontaciones, ambas de ámbito estatal, supondrán un verdadero varapalo para EH Bildu, quien observa con estupor y no poca desmoralización el triunfo de Podemos, cuyo resultado asombra hasta en lugares donde su presencia organizativa es nula o muy escasa. En todo caso, tres elecciones en poco más de una año, producen una presión desequilibradora, difícilmente soportable, considerado algo excepcional y anómalo, pero que nadie asegura que no vuelva a repetirse. Y es que una cosa es teorizar que la lucha institucional y la calle son complementarias, y otra, la practica diaria, sobre todos cuando el “tempus” institucional y el de la calle no coinciden.
Hay que añadir la sangría de activistas de los movimientos forzados a ocupar un número inesperado, y quizás desproporcionado, de cargos electos (muchos de los cuales han sido de gobierno) desplazando a dichas tareas a militantes que hasta entonces habían dedicado buena parte de su labor a activar la calle.
Ello genera debates importantes hacia el enfoque programático sobre los sectores a los cuales se ha dirigido, la forma de hacer la campaña y los métodos de elección de candidaturas. Se dan cambios importantes entre la campaña de diciembre del 2015
a la de junio del 2016. Un mayor peso a lo social, una orientación más de izquierda, a la removilización de las bases, etc. Y aunque la campaña satisface más que la anterior, el peso negativo de los resultados, prácticamente iguales a la anterior, son un jarro de agua fría, si bien para muchos supone un acicate para efectuar cambios de orientación.
Se es consciente también de que en los nuevos sectores que sacudieron el panorama hace cinco años (y que desde un punto de izquierda son los que más nos interesan) ha pesado la opinión de EH Bildu se ha ido instalando en el terreno de los partidos políticos tradicionales (si bien más honestos y honrados). Y esto es un problema para quienes proclaman no ser una organización partidaria al uso, sino un movimiento de transformación, soberanista de izquierdas, rupturista respecto al régimen de 78.
La liberación de Otegi, la consolidación del proceso de refundación de Sortu, la aparición de nuevos fenómenos como Gipuzkoa Zutik, el nuevo feminismo, un cierto repunte movimientista, reactivan la vida interna de EH Bildu y dan un nuevo vigor no exento de preocupación frente a un Podemos que ha arrasado en las dos campañas anteriores, si bien se comprueba que a pesar de su autoproclamada “prioridad de lo social frente a lo “identitario”, ello no tiene una contrapartida real en su actividad en la calle.
La inhabilitación de Otegi como candidato, mas las conclusiones sacadas de anteriores campañas producen un cambio manifiesto de los rostros y perfiles de las candidaturas: Tres mujeres como cabeza de lista. Las de Bizkaia y Gipuzkoa (Maddalen Iriarte y Jasone Agirre) carecen de pasado político y son profesionales de gran prestigio en los medios de comunicación; la tercera es una de las figuras emergentes de EH Bildu: Miren Larrion, concejala de Gasteiz.
La batalla por arrebatar la hegemonía al PNV sale a la palestra de nuevo, si bien no con la fuerza y la confianza de las anteriores autonómicas, ya que se es consciente de que el “sorpaso” al PNV no depende en exclusiva de EH Bildu, sino de la suma de resultados (de EH Bildu y Podemos) y de quién encabezará la necesaria e hipotética alianza. La actitud ante Podemos es una mezcla de simpatía y recelo. Recelo, porque se desconoce la actitud que tomará según los resultados.
Los resultados son buenos para EH Bildu, ya que no solo se invierte la tendencia a la baja (si bien no se alcanza la cota anterior) sino que consigue ser la segunda fuerza y la primera de la izquierda; pero ello quedará un tanto eclipsado por la contundente victoria de un PNV quien con la ayuda del PSE (disminuido pero todavía vivo) reina en las tres capitales las diputaciones de la CAV y tiene un peso importante en la coalición dirigente del llamado Gobierno del Cambio de Navarra.
El PNV, hegemonía y contra-hegemonía
A pesar de la crisis económica y de la crisis de representación del sistema de partidos, en ausencia de una fuerte oposición social y contrahegemónica en la calle, la fortaleza del PNV, instalado en la filosofía del mal menor, goza de un incuestionable apoyo en una mayoría social que ha pasado de la indignación a la resignación (estamos peor que antes de la crisis pero mejor que en el resto del Estado), si bien siguen dándose importantes focos de protesta a la vez que van en aumento las críticas del sindicalismo soberanista que le acusa de trabajar para la patronal.
El planteamiento de EH Bildu, un proyecto de “país”
a tres bandas (PNV, EH Bildu y Podemos), más agentes sociales y sindicales en torno a un programa de defensa de la soberanía vasca en clave social (aún a sabiendas de su imposibilidad) tenía cierto sentido como emplazamiento electoral, pero la persistencia del enfoque ha contribuido a desdibujar la aspiración contrahegemónica de EH Bildu. No desgasta y da demasiadas ventajas al PNV que es quien tiene la sartén por el mango (y que ya había optado por el PSE como compañero de viaje) además de generar críticas de la componente social (sobre todo por parte de ELA) muy confrontada al PNV por su política social, quejándose de no ver la misma actitud por parte de la izquierda política. Por su parte, Podemos, tampoco ha ofrecido ninguna opción alternativa, pues su oferta de tripartito: EH Bildu-Podemos-PSE, imposibilitaba una alianza de izquierda alternativa, siquiera como contraposición.
Ciertamente, la conquista de la hegemonía política es asunto de relación de fuerzas. Ante la ausencia de la fuerza necesaria, una parte de la izquierda de la socialdemocracia (o en su caso del PNV) apostó en épocas recientes por la estrategia de la participación-presión en el seno de gobiernos de colaboración con papeles subalternos con desastrosas consecuencias. También está el peligro de salirse por la tangente y ubicarse en la mera alteridad (y de esa experiencia también hemos bebido), en posiciones puristas y esencialistas, que reniegan del desafío que supone navegar en la complejidad política, y que por tanto pudieran perder toda su capacidad de impacto, llegando incluso a apuntalar al propio sistema desde una lógica inmovilista y sectaria. De hecho, una parte del espacio ideológico-sociológico de la izquierda abertzale (disidente) da la impresión de ir por esta línea. Ni seguidísimo ni sectarismo, el dilema de siempre.
Cabe optar por otra estrategia
Durante el periplo neoliberal, salvo honrosas excepciones, la izquierda dejó de ser izquierda. Y la que perduró, también salvo excepciones, perdió o el atrevimiento o la capacidad para imaginar una nueva utopía que le sirviese para animar las luchas del presente y alumbrar la sociedad del futuro. Sin duda, a ello contribuyó el síndrome producto del derrumbe del mal llamado socialismo real y las derrotas del movimiento obrero y los movimientos de liberación nacional, que nos arrastró incluso a quienes desde lejos fuimos extremadamente críticos con dicho modelo, y sobre todo el acomplejamiento de quienes desde su arrepentimiento proclamaban que el capitalismo y la democracia liberal eran “lo menos malo o el mejor de los mundos posibles”.
De todo ello hay que sacar conclusiones. En primer lugar, relativo a la importancia del impulso ético acorde a la causa de los oprimidos, que es siempre de proyección humanista y naturaleza democrática, y que no busca el beneficio personal. Una izquierda alternativa carente de humanidad que utiliza cualquier medio, incluido él más sangriento y bárbaro, para alcanzar el supuesto fin (aunque sea colectivo), tampoco vale. La experiencia de lo que fue el llamado socialismo real, debe estar tan presente como la crítica al capitalismo. No en vano duró casi un siglo y sus efectos los arrastramos todavía. Y aquí nos topamos con el balance de la lucha armada y sus consecuencias
En segundo lugar, cómo entender al día de hoy el viejo debate sobre si la superación del capitalismo sería mediante reformas sucesivas, o mediante a ruptura revolucionaria. Dicho de otra forma, cómo engarzar la lucha con los objetivos inmediatos y los más lejanos. Los antiguos reformistas dejaron de serlo para convertirse en gestores y lacayos del capitalismo, siendo la izquierda alternativa quien exige reformas radicales que hagan de puente hacia la orilla socialista. Cierto es que lo de puente es pura metáfora. Ya que la experiencia nos demuestra que (aunque deseables) son imposibles los tránsitos sin ruptura con el sistema vigente.
Esos debates (además del modelo organizativo definitivo) de momento no tienen fecha para abordarlos, pero esperemos que tarde o temprano se efectúen.
La nueva EH Bildu, un alianza estratégica a favor de la soberanía y la democracia como punto de partida.
Dos años de tiempo antes de volver a la batalla electoral deberían ser tiempo suficiente para la reflexión estratégica y el reequilibrio de esfuerzos y afanes entre el trabajo institucional y el de implantación popular, social y activista.
El manifiesto de los cuatro partidos apuesta por un nuevo marco organizativo más abierto e inclusivo ,
pero asegurando que los partidos seguirán existiendo y tendrán un peso y papel específico en el nuevo organigrama. El resultado es un sistema mixto, un híbrido entre un modelo tipo coalición de partidos (como hasta el presente) y un partido movimiento (nada fácil de definir); un modelo que en un principio parecía gozar de un amplio consenso. Sin duda, Alternatiba y Aralar son más proclives a ese enfoque pero tanto Sortu como EA (si bien esta formación es la más reticente a avanzar en un sentido movimientista, y cuenta además con un sector opuesto o muy receloso ante posibles cambios que les desdibujen políticamente y además debiliten el peso que tenían según el sistema de cuotas partidarias) han sido determinantes para configurar el modelo que se presenta a discusión.
El proceso se ha definido como un punto de partida de un cambio gradual. Esto es, en este proceso congresual no va a plantearse ningún debate sobre alianzas (mas allá de las inherentes a EH Bildu), estrategia o programa. Aspectos que se espera sean discutidos de forma pausada y sin definir de entrada su resultado final. De momento, el Acuerdo básico o “mínimo común denominador
”; más adelante, la línea política general y el programa político.
El texto político es una somera
descripción del escenario histórico derivado de la globalización, y sus consecuencias en materia medioambiental y social, los efectos de la hegemonía neoliberal sobre los pueblos y las gentes, y las características de la ofensiva antidemocrática que la acompaña. Y cuyo resultado es una crisis política sin precedentes desde la II Guerra mundial. Crisis que ha activados procesos soberanistas como el escocés y el catalán, movimientos de las plazas, pero también el ascenso de la derecha xenófoba y racista.
Crisis que también afecta al Estado español (sobe todo en la cuestión nacional de Catalunya) pero que en Euskal Herria tiene una expresión diferenciada (menor efecto de la crisis, menor desgaste de las instituciones y un hegemonía del partido del mal menor) creando problemas particulares para el proceso soberanista y de transformación social.
En el plano organizativo, lo más reseñable es la creación del bilkide o militante de EH Bildu (sea o no militante de algún partido) sujeto principal para la conformación del programa, la línea política y la intervención social. Habrá unos estatutos que regulen sus derechos y deberes.
EH Bildu funcionará teniendo en cuenta un enfoque confederal entre la CAV, Nafarroa y sus socios de Iparralde. El organigrama especifica tres niveles generales:
1. Congreso órgano estatutario máximo, de participación directa: Ratificación de la modificación de los documentos fundacionales. FRECUENCIA: forma ordinaria cada 4 años.
2. Conferencia política: un espacio de encuentro y reflexión, tanto formal como informal, de militantes y simpatizantes (bilkides y bildulagunas), para marcar la línea política y estratégica del curso político. FRECUENCIA: La Conferencia Política se celebrará al inicio del curso político de forma anual.
3. Asamblea general de, como marco máximo de decisión entre Congresos. FRECUENCIA: Se reunirá de forma ordinaria y como mínimo una vez al año. Se establecerá un procedimiento propio para la elección de sus miembros.
Y además, los órganos ejecutivos y de trabajo cotidianos: mesa política y secretarías sectoriales, con sus respectivos secretarios; la mesa de partidos, comisión de cuentas y comisión de garantías.
Y como colofón el reglamento para la participación en el proceso constituyente. Modo de inscribirse, derecho a voto, avales y obligaciones de las candidaturas… y modo de aportaciones a los documentos.
En dos palabras. El presente proceso es una primera etapa que sanciona un avance importante a nivel organizativo político, pero desde el punto de vista estratégico político el debate esta limitado a nivel interno los partidos, mientras que a escala de EH Bildu, de momento está abierto a reflexiones futuras, que dependerá en gran medida de las urgencias y vaivenes políticos.
Publicado en Viento Sur
Notas:
Documentos básicos del acuerdo entre la Izquierda abertzale, EA y Alternatiba. :http://alternatiba.net/sites/default/files/120428AcuerdoNacional.pdf, http://www.alternatiba.net/sites/default/files/Euskal%20Herria%20Ezkerretik%20akordioa.pdf
Hace cinco años, escribi un articulo (https://vientosur.info/spip.php?article5916) donde planteaba los nuevos sobre los dilemas de la Izquierda abertzale tras el fin de ETA .
En un texto oficioso que se repartió entre los partidos se afirma algo tan novedoso para el mundo abertzale como: “No somos un proyecto nacionalista, pro sí queremos ser un proyecto nacional”.
En asamblea nacional de Alternatiba del 28 de junio de 2014 celebrada en Vitoria-Gasteiz abordamos la primera fase del debate sobre el Frente Amplio en base al documento: Organizando el frente amplio de independentistas y soberanistas de izquierda de Euskal Herria”. .
Documento Euskal Bidea http://www.naiz.eus/media/asset_publics/resources/000/144/608/original/euskal-bidea-es.pdf
Tres meses antes de las elecciones un grupo de profesores universitarios publicaron un manifiesto que aboga por una alianza entre EHBildu y Podemos (http://www.publico.es/politica/personalidades-vascas-impulsan-inedita-candidatura.html). EHBildu muestra de entrada una posición favorable y consulta a las asambleas territoriales al respecto, las cuales responden positivamente. Podemos por su parte responde negativamente aduciendo falta de condiciones para llevar a buen termino dicha alianza.
Proyecto de País. Documento de EH Bildu. http://www.eitb.eus/es/elecciones/autonomicas-vascas/detalle/4416216/arnaldo-otegi-propone-pacto-tres-pnv-podemos-25-s/
“Ello implica una evaluación diferenciada de las opciones políticas tomadas por las distintas familias de la izquierda en cada encrucijada histórica con el objetivo de sacar las lecciones pertinentes en cada caso. (J..M. Atentas: De comunes a Eurocomunes)
Manifiesto de los cuatro partidos. https://kongresua.ehbildu.eus/
Entendiendo por mínimo común, los programas y las practicas asumidas durante los últimos cinco años en las distintas instituciones (europeas, estatales, autonómicas, forales y municipales; el proceso de paz y normalización, los poscionamientos ante diferentes cuestiones relativas al feminismo, ecologismo, reivindicaciones sociales, tanto a nivel nacional, estatal e internacional.
Ver textos presentados a la conferencia. https://kongresua.ehbildu.eus/ materiales deldebate