En el Estado español ya existe cadena perpetua

Diagonal – En el Estado español ya existe cadena perpetua

«En el Estado español, tras una reforma del Gobierno de Aznar en 2003, el límite máximo de cumplimiento de las penas llega hasta los 40 años, incluidos los casos sin que se haya cometido un delito de sangre. Esa elevación del tope punitivo, sumada a otros obstáculos aprobados anteriormente para impedir el acceso a los permisos penitenciarios, al tercer grado o a la libertad condicional a ciertos colectivos de presos, supuso un cambio fundamental, sin parangón en el entorno europeo, en el contenido de la pena de prisión.»

BDS Israel – Euken Barreña (Alternatiba)

El ataque militar por parte de Israel a una expedición de activistas desarmados que transportaban ayuda humanitaria a la Franja de Gaza en aguas internacionales, saldada con la muerte de nueve personas y un número de desaparecidos aún sin concretar, se ha convertido en el último episodio de la deliberada política de violación de los derechos humanos que, con total impunidad y despreciando el derecho internacional, practica desde hace más de 60 años el Estado de Israel. 

Esta realidad se refleja en la actuación de todos los poderes públicos de Israel. Así, las políticas públicas promueven la colonización judía mediante la confiscación o anexión de  tierra palestina, invierten la composición demográfica persiguiendo el predominio judío y discriminan a los ciudadanos/as palestinos/as en la asignación de recursos. En los territorios ocupados la segregación, la demolición de casas y una red de más de seiscientos checkpoints que impiden la libertad de movimiento de la población palestina son otros medios para avanzar en la colonización. 

Desde la Nakba de 1948, el Estado de Israel ha impedido el retorno de la población refugiada palestina por medio de la fuerza, la legislación y las resoluciones judiciales. Los tribunales israelíes niegan a las víctimas palestinas el derecho a  procesos con garantías judiciales: el Tribunal Supremo ha autorizado el asesinato extrajudicial, la “detención administrativa” – que ampara la tortura y los maltratos – y comisiones oficiales de investigación han declarado inocentes a muchos soldados y colonos culpables de haber asesinado a civiles palestinos en casos documentados por organizaciones de derechos humanos. 

Por su parte, el Parlamento israelí ha aprobado nuevas leyes discriminatorias y ha enmendado las leyes existentes con el fin restringir los derechos de los palestinos y su acceso a las indemnizaciones.  

En el plano internacional Israel no ha acatado la resolución del Tribunal Internacional de Justicia sobre el Muro y niega que de su prolongada ocupación deriven obligaciones jurídicas de la IV Convención de Ginebra y del derecho humanitario internacional. Para mayor gravedad, estas posturas han sido avaladas en gran parte por el Tribunal Supremo. 

En la Franja de Gaza, donde 1,4 millones de palestinos malviven atrapados, Israel prohíbe la circulación de personas y bienes, excepto en contados casos de primera necesidad. Sólo a un reducido número de personas enfermas se les permite salir para recibir tratamiento, mientras decenas han muerto esperando un permiso. Este bloqueo cuyo objetivo declarado es debilitar a los grupos armados, castiga a toda la población y sus efectos se hacen sentir especialmente entre los más vulnerables: los niños y las niñas y las personas ancianas o enfermas. En virtud del derecho internacional, Israel, como potencia ocupante, tiene el deber de garantizar el bienestar de la población de Gaza, incluido su derecho a la salud, la educación, los alimentos y una vivienda adecuada. 

La impunidad con la que actúa el gobierno israelí es fruto de la complicidad de la comunidad internacional,  poco interesada en exigir responsabilidades a Tel Aviv por el régimen de ocupación, colonización y apartheid al que somete al pueblo palestino. 

Ninguno de los integrantes del “Cuarteto”  ha tomado medidas para garantizar el respeto y acatamiento del derecho internacional, las resoluciones de NNUU o del TIJ por parte de Israel. Al contrario, la comunidad internacional y los medios de comunicación mayoritarios han adoptado una postura equidistante, situando al mismo nivel las violaciones del derecho humanitario realizadas por parte de actores no estatales palestinos en un contexto de resistencia y acoso sistemático y las violaciones cometidas por el Estado de Israel, transmitiendo la falacia de que se trata de un conflicto armado entre dos Estados.  

Esta caracterización no deja de ser una lectura interesada del conflicto, que en el mejor de los casos presenta la resolución del mismo como inalcanzable debido a los extremismos de ambas partes que se retroalimentan continuamente o, en su versión más perversa, justifica las agresiones de Israel, considerándolas la respuesta inevitable a los ataques palestinos. Esta visión no es ajena al aumento de la islamofobia en Occidente y la consideración del Estado de Israel como un bastión de la civilización judeo-cristiana en Oriente Medio, al que se le ha dado carta blanca en su papel de gendarme de los países árabes. Estos postulados invisibilizan la existencia de una alternativa de lucha no violenta, formulada por la sociedad civil palestina y desmovilizan la opinión pública internacional, incómoda ante la perspectiva de no poder tomar partido más que por actores violentos. 

Israel es un estado basado en el apartheid, el colonialismo y la ocupación. Sus orígenes se encuentran en un proyecto colonial sionista, basado en la concepción de Palestina como tierra deshabitada destinada a ser un estado exclusivo para la población judía. Este modelo se puso en marcha mediante la colonización de la Palestina histórica y el traslado forzoso de la población árabe originaria y se consagró con la proclamación del Estado de Israel en el que se ha institucionalizado un régimen de discriminación racial que oprime de forma sistemática a la población palestina. Así, las leyes de nacionalidad y de retorno permiten a los judíos mantener la nacionalidad y la ciudadanía, mientras que a los habitantes originarios palestinos sólo se les reconoce la ciudadanía y se les dispensa un trato discriminatorio. Además, desde 1967, el régimen militar represivo aplicado por Israel a la población palestina que vive bajo la ocupación, ha permitido extender el sistema de apartheid, caracterizado por la segregación, el asesinato selectivo, las torturas, la demolición de casas, las detenciones arbitrarias, los encarcelamientos ilegales y los castigos colectivos a la población, como en el caso de Gaza. 

En consecuencia, en julio de 2005 un conjunto de asociaciones, sindicatos y organizaciones, inspirados en la experiencia sudafricana, realizaron un llamamiento para la puesta en marcha de  una campaña de boicot, desinversión y sanciones (BDS) contra Israel. Esta campaña tiene como objetivo concienciar a la opinión pública sobre el régimen de apartheid del Estado de Israel y presionar desde la sociedad civil a los estados y NNUU hasta conseguir el fin de la ocupación y el respeto de los derechos del pueblo palestino. 

En el marco de esta campaña se están impulsando una serie de iniciativas variadas: sensibilización pública sobre la realidad del régimen israelí; presión sobre NNUU, gobiernos y sector privado para suspender la cooperación económica, académica, cultural y deportiva con el Estado de Israel; suspensión del acuerdo de asociación entre la UE e Israel por no respetar el Estado israelí los estándares europeos de derechos humanos; procesamiento de israelíes responsables de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad… 

Estas acciones ya están obteniendo resultados tangibles a nivel europeo, por ejemplo en el Reino Unido, donde varias universidades ya han boicoteado a homólogas israelíes, empresas británicas han dejado de hacer negocios con fabricantes israelíes por la presión de sus clientes o las demandas ante sus tribunales forzaron a Tzipi Livni, jefa de la oposición israelí a cancelar un viaje a Londres para pronunciar una conferencia. 

La coordinación a nivel europeo y estatal de las diferentes campañas e iniciativas es vital para que la sociedad vasca realice su contribución en la lucha no violenta emprendida por la sociedad civil palestina, exigiendo en este caso que la investigación sobre al ataque a la flotilla se realice por parte de expertos  relevantes de Naciones Unidas y no quede en manos israelíes, como preconiza Estados Unidos, dada la continua falta de credibilidad de las investigaciones israelíes sobre violaciones de derechos humanos en el contexto del conflicto de Gaza. 

En definitiva, el apoyo e impulso de la campaña BDS es nuestra mejor arma para detener las agresiones del Estado israelí, desenmascarando la naturaleza racista de su régimen y contribuyendo a la lucha no violenta del pueblo palestino por el respeto de sus derechos fundamentales.

Fotografía: Le Mur – The Wall – Palestine

Yo también soy insistencialista > Oskar Matute (Alternatiba)

Proceso de paz

Hace ya algunos años, los amigos y amigas de Elkarri acuñaron un término que les definía a ellos y ellas y su propio papel en el conocido conflicto vasco. Se definían como insistencialistas. Hacían pues de la necesidad de insistir, una y otra vez, caída tras caída uno de los motores necesarios para que algún día fuese posible alcanzar la paz en Euskal Herria.

Yo comparto con ellos esta visión, y si me lo permiten esa denominación. Creo que en momentos como estos, con perspectivas de resolución más claras que en épocas anteriores, sigue siendo necesario insistir.

Insistir en la necesidad de una paz justa. Una paz que pueda ser presentada por todas las partes involucradas en el mismo como un escenario de ventaja sobre el mantenimiento de la actual situación.

Insistir en el valor de la palabra. El diálogo y la negociación son el camino para la resolución de este y cualquier otro conflicto. Es el uso de estas herramientas para desbloquear situaciones enquistadas la que nos confiere hondura democrática. Aun cuando en este país la alusión a la testosterona tenga más adeptos que el empleo de las neuronas.

Insistir en la posibilidad de que esta vez si sea la definitiva. Son muchos los procesos vividos con final amargo. Hacernos los resabiados para negar las potencialidades del momento presente, desatadas de manera importante, y no hay que negarlo, tras los pasos dados por la izquierda abertzale ilegalizada, no ayuda. Tan solo sirve para investirnos con la triste vitola de videntes del caos.

Insistir en la democratización de la toma de decisión. Los amigos y amigas de Lokarri son un claro ejemplo de cómo es necesario articular una respuesta civil que parta de la misma sociedad civil y que permita al pueblo tomar las riendas del proceso y convertirse en protagonista principal. Esto es más importante si cabe si uno ve cómo los anteriores procesos, bastante opacos, han tenido el resultado que han tenido.

Por eso quiero reclamarme como insistencialista. No me importa que alguien pueda pensar que nuestra buena intención es utilizada por terceros para favoreces estrategias que nada tienen que ver con la paz. Yo insisto en la búsqueda de la paz, del diálogo y la negociación, del derecho a decidir de la sociedad vasca. Y si de esta no lo logramos, no será porque hayamos puesto palos en la rueda.

Me consta que también hay insistencialistas de signo contrario. Aquellos que instalados en el poder,niegan la posibilidad de que se puedan dar avances, los sacan de la ley, los obstaculizan o directamente los niegan. Claro que para muchos políticos, que no todos, el cambio de chaqueta es una práctica inoculada en su ADN. Eso sí a la hora de ponerse medallas los primeros.

Cuanto mejor le iría a este país si todos, repito todos y todas, en todas las facetas de la vida, entendiéramos que la vida y la historia de este país estaba antes de que naciéramos y seguirá después de que nos vayamos. De mientras yo seguiré insistiendo, aunque solo sea por quebrar el pensamiento único.

Perú, un año después de la matanza de Bagua

Amnistía InternacionalA un año de Bagua, consulta prometida pero verdad, justicia y reparación todavía una deuda pendiente

«Las normas internacionales de derechos humanos que protegen a los pueblos indígenas contra el despojo de sus tierras y recursos en nombre del desarrollo han surgido para poner fin a modelos históricos de toma de decisiones que se les han impuesto y a condiciones de vida que han amenazado su supervivencia.»

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