Gora San Fermin! (Desde el respeto institucional, of course)

Luis Salgado – Alternatiba

Los que me seguís conocéis de sobra cual es mi sentimiento respecto a las banderas. Incluso habéis podido leer una entrada previa en la que exponía mi posicionamiento.  Sin embargo, o tal vez por ello, hoy no me puedo resistir a dar mi opinión sobre lo acaecido a las 12 del mediodía en la Plaza del Ayuntamiento de Iruña, donde un pequeño grupo de personas se ha encaramado a los tejados para izar una Ikurriña de dimensiones colosales, provocando la ira de los ediles pamplonicas (supongo que no todxs) que se han negado a lanzar el txupinazo hasta que ha sido retirada.

Los San Fermines de 2013 serán recordados como los del txupinazo más tardío que se recuerda. 16 minutos de demora exactamente, para terminar lanzando un petardo a la plaza donde ha estallado entre la multitud.

Como toda acción que un grupo de personas decida llevar a cabo, rápidamente han salido hordas de defensores y detractores de la misma. Que si ha sido un gesto intrépido, que si no se puede mezclar política y fiesta, que si se ha faltado al respeto de la ciudadanía, que si… pero a mí me gustaría centrarme en el acto en sí. Un trapo, de tres colores, con una cruz de San Jorge blanca y una de San Andrés verde sobre fondo rojo tendido en el aire en el centro de una plaza. Una bandera bajo la que se siente representada buena parte de la sociedad navarra, y que competía en protagonismo con las presentes en el balcón del Ayuntamiento, la roji-gualda española, la foral navarra, la estelada europea y la de la propia Iruña. Banderas, algunas, con un más que cuestionado apoyo. ¿Pero por qué no se ha lanzado el txupinazo hasta que ésta ha sido retirada? Pues, sencillamente por que la Ikurriña está prohibida en los actos públicos en la Comunidad Foral de Navarra.
 
La Ikurriña es un símbolo ajeno a los navarros, dicen quienes ostentan en la actualidad el poder en la comunidad vecina y hermana, y su exhibición es un intento de usurpar e imponer un sentimiento vasco a los navarros. Y por ello, no siendo suficiente retirar el mencionado trapo, la policía municipal y foral se ha empleado, con gran eficacia y eficiencia, en expropiar las ikurriñas que mozos y mozas san fermineros llevaran encima.  No así las Union Jack inglesas, ni las australianas, ni las alemanas, que haberlas habíalas. Supongo que porque esas no les son ajenas a los navarros. Y por supuesto, a nadie se le ocurre no botar el txupinazo aunque los balcones estén engalanados con publicidad de empresas capitalistas, ni porque boten sobre las masas inmensos balones publicitarios, porque el consumo y el capital no están reñidos con la fiesta. La política y los sentimientos identitarios… esos sí sobran, salvo que sean los recogidos en la sacrosanta Constitución.
 
Lo cierto es que los San Fermines no se pararán por lo ocurrido hoy, para gozo de las gentes de Iruña, y para los foráneos que por allí paren en esta semana de algarabía singular. Máximo exponente internacional del gusto que por la fiesta se tiene en todos los lugares del globo. Siete días de hermanamiento y desenfreno. De beber, de cantar y de disfrutar como a uno le dé su entendimiento. En euskera, en castellano cervantino, en inglés, o por gestos cuando la lengua no de más de si. Y pese a quien pese, algunos lo disfrutaran sintiendo la ikurriña como suya.
 
Quienes hoy han decidido, en pos de su orgullo, que el txupinazo no se botaría hasta que semejante ofensa (la Ikurriña) fuese retirada, no han medido las consecuencias. Lo que hubiese sido una anécdota que mucha gente olvidaría a la vuelta de unos días, lo han convertido en un recuerdo imborrable, en una leyenda, y las leyendas no se olvidan, se instalan en la memoria colectiva para perdurar. Y todas las personas recordarán la historia de una bandera que fue capaz de retrasar el txupinazo de San Fermin, en la época en que en el Ayuntamiento de Iruña había más chorizos por metro cuadrado que en la popular fábrica de embutidos de la zona.
 

Dignidad o esclavitud

Cristina Bereciartua y David Pina – Alternatiba

El próximo 7 de julio expira la ultraactividad de los convenios colectivos a consecuencia de la última reforma laboral. Conocemos la trampa en la que nos intentan atrapar los medios de comunicación haciéndonos ver que es algo inevitable, como si los empresarios tuvieran que dejar de aplicar el convenio por imperativo legal. Sabemos que consecuencias acarreará, lo que no tenemos tan claro es cómo sucederán los acontecimientos a partir del día 8; cómo se procederá a la rebaja de las condiciones. No obstante, este artículo no pretende analizar estás cuestiones, tampoco va de leyes, ni de procedimientos… habla de entrañas, de sentimientos, de necesidades.

Recientemente, tuvimos la ocasión de ver un experimento social llamado el juego del ultimátum. Consiste en la repartición de un dinero, 100 euros, en la cual intervienen dos individuos. El primero es quien debe decidir qué cantidad de dinero está dispuesto a entregar, lanzándole una única oferta a la segunda persona, quién debe decidir si acepta el trato o no. En el supuesto en que acepte el trato se reparten la cuantía y fin del juego; en caso contrario, ambos lo perderán todo dando por terminado el experimento.

Cuando el reparto es equitativo, se llegan a acuerdos fructíferos para ambas partes de manera rápida. Sin embargo, cuando la avaricia del oferente hace que la cuantía que se atribuye a si mismo sea excesivamente alta, dejando una cantidad irrisoria a su contraparte, lo habitual es que la segunda persona rechace el trato y ambos se queden sin nada. ¿Por qué prefiere quedarse sin nada antes que aceptar una cantidad pequeña? Al fin y al cabo, esa segunda persona ha llegado sin nada, sin embargo rechaza el trato castigando al contrario: a eso se le llama dignidad.

A partir de aquí, no dejamos de hacernos preguntas; ¿Cuándo vamos a hacer valer nuestra dignidad como trabajadoras y trabajadores? ¿Vamos a permitir que nos la roben? Cuando un trato es injusto, tenemos la obligación de plantarnos, de no aceptar. Muchos pensaran, “ya, pero si no aceptamos nos quedamos sin nada”,  y se nos olvida que somos parte fundamental de la ecuación. ¿Acaso son las manos de los empresarios los que construyen los edificios, las que ponen en funcionamiento las máquinas de las fábricas, las que hacen el pan o las que cultivan los campos? Si nos negamos a aceptar el trato, ellos también pierden, sus empresas no producen solas y el dinero no se come.

¿Cuánto vale nuestra dignidad? ¿Cuánto más vamos a dejar que nos pisoteen para darnos cuenta de que la oferta social que nos presentan es injusta? Condiciones laborales propias de la esclavitud, sanidad privada que muchas y muchos no podremos costearnos, educación precaria pensada para los hijos de los ricos, protección social inexistente… al mismo tiempo,  vemos cómo las grandes fortunas crecen a ritmos vertiginosos y el beneficio de las grandes empresas se dispara. Todo a nuestra costa, siempre a nuestra costa.

Algunas personas luchamos día a día por una sociedad más justa, más igualitaria, y poco a poco vamos sumando fuerzas, pero para darle la vuelta a la tortilla, necesitamos que todas y rodos rememos en la misma dirección. El fin de la ultraactividad de los convenios no es una cuestión de dinero, ni siquiera de condiciones laborales, se trata de no permitir que nos pasen por encima, de decir basta a un modelo social al servicio de intereses económicos, donde nada importan las cosas importantes de la vida. La felicidad, el trato humano, las relaciones sociales, familia, amistades, la vida en definitiva no es sino tener tiempo para vivir.

Somos muchas las personas que creemos que es hora de pisar el freno, de rechazar el trato, de plantar cara y decir que estamos en disposición de perder, porque si nosotros y nosotras caemos, quienes tenemos enfrente caerán detrás y tienen más que perder, puesto que han acumulado mucho con nuestro sufrimiento. Como dijo Durruti, no nos dan miedo las ruinas, porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Ya lo reconstruimos una y mil veces, volvamos a hacerlo, pero esta vez, con nuestras reglas.

28J. Nosotrxs somos el punto de partida

Amets Martínez de Heredita – Lumagorriko kidea

Son ya 44 los 28J que celebra el movimiento de liberación sexual, 44 años de aquella revuelta de travestis, de transexuales, de gays y lesbianas que dijeron “ya basta, no nos vais a detener” e hicieron frente a una represión constante de manos de la policía, de los jueces, de la clase política, de la iglesia… de todo un sistema heteronormativo que prohibía y golpeaba a todo aquello que se salía de la norma, de su norma. Una policía que atosigaba a aquella juventud que había encontrado un exilio a su sexualidad y a sus deseos en el barrio de Greenwich y en el bar Stonewall Inn en Nueva York.

Han pasado 44 años de aquella revuelta que situábamos en una momento extremo, donde la homosexualidad era tratada psiquiátricamente y las terapias de curación estaban en el orden del día.

Hace unas semanas, saltaba la triste historia de Zulema, una joven ecuatoriana secuestrada por su padre e internada en la “Comunidad terapéutica femenina Esperanza” para curar su lesbianismo. Por otra parte, nos quedábamos atónitas ante una nueva aplicación para teléfonos móviles que trata de curar este mal a la heteronorma, o la recomendación de médicos católicos que insisten en que la homosexualidad se cura con homeopatía, mientras el Vaticano hace llegar a los curas españoles un manual contra la homosexualidad. Por cierto, que manuales de este tipo están a la venta en centros comerciales como Carrefour y El Corte Inglés.

Decían quienes participaron hace 44 años de aquella revuelta que era obligatorio llevar al menos tres prendas que te identificaran con tu sexo; en realidad, más que con el tuyo, con el que ellos querían que te identificaras, y en este recuento no entraban los calcetines, una medida absurda que pretendía ponerle puertas al campo y barreras al mar, y mientras leía con atención estos testimonios, me estremecía con la noticia de que el joven Raymond Buys de 15 años moría en el intento de volverlo hombre en un campamento de Sudáfrica.

Y todo esto pasa mientras Rusia aprueba una ley que prohíbe la propaganda homosexual con 434 votos a favor y una sola abstención, llenando las calles una vez más de esa homofobia, que hasta lo que yo sé, se ha cobrado ya dos vidas, en un contexto en el que no se libra ni Francia y donde lo llamativo es la capacidad movilizatoria de ciudadanos pidiendo que no se otorguen unos derechos, que si gozan otros ciudadanos y ciudadanas, y en esa labor de defensa férrea del heterofascismo nos hemos topado con caras desfiguradas a palos e incluso la muerte del joven Clement Meric, joven militante antifascista, estudiantil y curiosamente también activista LGTB, cuestión omitida por la mayoría de los medios a pesar de que, si contextualizamos la agresión, parece que alguna importancia debería de tener.

Y algo de todo esto pasa también en nuestro país, porque a pesar de lo que algunas personas quieran hacer ver u omitir, ya sea por su acción como por su no acción, estas expresiones homofobas existen en Euskal Herria; cabe mencionar la agresión homofoba contra dos jóvenes de 18 años por parte de otros tres jóvenes de entre 16 y 19 años en Iruñea, la concentración de fascistas ante el consulado de Francia en Bilbo pidiendo la libertad del asesino de Clement Meric o la detención por parte de la policía francesa esta misma semana de una persona en Baiona cuando se manifestaba a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo. Si bien es cierto que la homofobia en nuestro país, y fuera de él, no es algo que surja de repente, que venga con la primavera o que aparezca cada mes de mayo o junio para tener algo que escribir en los periódicos, la homolesbotransfobia es constante en la calle, en los medios, en las aulas… Y alguien debería de poner algún tipo de atención porque las alarmas rojas deberían estar ya encendidas.

Como encendido debería estar ya el Congreso de los Diputados tras la declaración de asociación de utilidad publica, a una organización como “Hazte oir” por parte del Ministerio del Interior, una asociación que defiende que el matrimonio entre personas del mismo sexo “amenaza la pervivencia de la especie”. Para Canadá, en cambio, ahora si podemos ayudar a la pervivencia de esa especie ya que desde hace unas semanas las personas no heterosexuales pueden donar sangre si llevan 5 años de abstinencia, no sabemos si repartirán una especie de pasaporte donde se selle cada relación sexual a modo de garantía.

Esta semana también llenaremos las agendas de los partidos, de los sindicatos, de las instituciones… porque una fecha como esta es una golosina mediática difícil de dejar pasar, ellos también tienen que aparecer, olvidando que la lucha del movimiento de liberación sexual no sólo es la lucha por unos derechos más o menos justos, nuestra lucha, como la feminista, es una lucha que debe ser básica para una transformación social, porque si de verdad queremos construir una alternativa a lo que existe, a lo que sufrimos, el punto de partida esta aquí, con nosotras y solo con nosotras haremos una Euskal Herria para nosotras.

Larga vida al «Metal»

<--break->Tras una maravillosa semana disfrutando en Calella del sabor del genuino Rock´n´roll en el Screamin rock’n’roll festival, ayer me tocó enzarzarme en una de esas discusiones interminables sobre gustos musicales.

Cerveza en mano, sentados en una terraza, Ismael y yo desgranamos nuestros mejores argumentos, él para defender el Heavy Metal, yo para ensalzar las virtudes de las guitarras electro-acústicas, de los contrabajos, de los agudos pianos, la alegría que transmite el rock’n’roll, las ganas de bailar, frente a los cuernos brazo en alto del heavy, las voces chillonas y el pelo largo.

Por supuesto, la sangre no llegó al río. Tal y como siempre nos ocurre cuando comenzamos este tipo de discusiones, poco a poco, los argumentos fueron desviándose y cubriéndose de un halo de melancolía. Nuestra juventud estuvo marcada por nuestros gustos musicales y nuestra estética marcada por aquello que llamaban “tribus urbanas”, y hablar sobre música siempre nos hacía recordar aquellos tiempos para compararlos con la actualidad. Y ahí siempre nos ponemos de acuerdo, “cualquier tiempo pasado fue mejor”.

Compartimos ambos que tanto el rock’n’roll como el heavy metal están en horas bajas. Nunca morirán, eso está claro, pero el nivel de seguimiento, el número de bandas, se reduce drásticamente. Pero finalmente, con un par de cervezas más, la conversación degeneró definitivamente. “¿Has visto la foto que rula por las redes de una pancarta llamando a la huelga?” “¿Cuál? ¿Ese que pone; defiende tu convenio del METAL con AC-DC?” Rompimos a reír con ganas.

Sin embargo esa pancarta es un buen paralelismo. Al igual que nuestra querida música, el sector industrial metalúrgico vasco vivió sus mejores años hace unas décadas. Santo y seña del sector industrial, referente en las luchas obreras de las décadas de los 70, 80 y 90 hoy ve como pierde peso día a día. Empero, al igual que los viejos rockeros, quién tuvo, retuvo. Y a día de hoy, cuando el empresariado, amparado por los diferentes gobiernos neo-liberales del PSOE, PP, y PNV, van ganando claramente la batalla por la eliminación de todos los derechos laborales conquistados en luchas pretéritas, resurgen las pancartas, las huelgas y las luchas.

Esta semana se han anunciado movilizaciones en el sector, para defender los derechos de los trabajadores, y sobre todo, para intentar evitar la pérdida de la ultraactividad el próximo 7 de julio del convenio sectorial y que podría dejar sin ese paraguas legal a la friolera de 145000 trabajadores y trabajadoras en Euskadi.

También, como los viejos grupos del Rock, el concierto suena bien, pero se notan los años de carretera. La desunión sindical va por su enésimo capítulo, y si hasta ahora podíamos dibujar esa desunión como dos frentes, por un lado los nacionalistas españoles, y por otro, la llamada mayoría sindical vasca, en este nuevo capítulo esta última parece haberse resquebrajado. De esta forma, la convocatoria de una semana de huelga por parte de ELA se enfrenta a la llamada a la movilización para los días 16 y 17 del resto de sindicatos.

Parecería que ELA fuera como esa estrella del Rock que ahora cabalga sola, que sabe que llena estadios, pero que flaco favor hace al mundo musical vendido al mercado y a su nombre. Carga contra seguidores y detractores por igual, porque su ego le impide recordar sus orígenes, o porque tal vez quiera olvidarlos. Ataca a todo aquello que no controla, como la iniciativa Araba Borrokan que concita la unidad entre diferentes, entre muy diferentes en pos de un objetivo común. Y analiza la lucha en clave de los beneficios a obtener a nivel particular. Afiliación, afiliación y más afiliación. Vender entradas a sus conciertos de solista.

Sea como fuere, lo único que tengo claro es, que la lucha es imprescindible si queremos hacer frente a la oligarquía que nos oprime, y que para ello hay que estar en la primera fila de la lucha, aunque la distorsión de las guitarras amenacen nuestros tímpanos. En este Convenio del Metal nos jugamos mucho tod@s, no solo l@s 150.000 trabajador@s del sector. Por eso, y porque solo quien lucha es dueño de sus errores quiero terminar como solo lo saben hacer los grandes de la música ¡Larga vida al Rock´n´roll! ¡Larga vida al Metal!

El fascismo campa a sus anchas por Europa

Jonathan Martínez – Alternatiba

El mismo día que Clément Méric muere asesinado a manos de un grupo nazi en París, el concejal de la ultraderecha catalana, Juan Gómez Montero, celebra en twitter otro asesinato, el de Guillem Agulló, que falleció de una chuchillada fascista en el pueblo castellonense de Montanejos hace ahora veinte años.

Escribe Gómez Montero que Guillem Agulló era «un fill de puta que està molt bé on està ara mateix». No dice que sus verdugos están vinculados a partidos de la extrema derecha española. No dice que el crimen fue pagado a precio de saldo, cuatro años de cárcel por una acción que la Audiencia Provincial de Castellón juzgó como un simple altercado callejero.

Son muertos de segunda: se llaman Aitor Zabaleta o Carlos Palomino o Lucrecia Pérez, y humillar su memoria sale gratis. Se llaman Clément Méric y Guillem Agulló, militantes de izquierdas y víctimas a sus dieciocho años de un fascismo que campa a sus anchas por Europa y que cuenta con la protección de jueces y gobernantes que saben mirar hacia otro lado cuando la oportunidad lo requiere.

No pasarán.

Agur, San Mamés

Antes de existir Bilbao, existió un puente que unía los dos lados de la ría. El viejo puente de San Antón formó parte del paisaje de la villa durante más de quinientos años hasta que en 1870 el Ayuntamiento se hartó de lidiar con las riadas y lo reemplazó por uno nuevo. El puente que adorna el escudo de Bilbao, y el del Athletic, y también el de la ciudad chilena de Constitución, hace más de un siglo que no existe. Llevamos la destrucción del patrimonio tatuada en el escudo.

Siguiendo con tan arraigada tradición, mañana comienza la demolición de un estadio que nos ha acompañado durante cien años, y que queriendo o sin querer, ya forma parte inseparable de nuestras vidas. En pocos días, San Mamés quedará reducido a escombros a la espera de que San Mamés Barria lo suplante. El viejo San Mamés podía albergar a 39.750 personas, mientras que el nuevo San Mamés tendrá espacio para 53.332. Sin embargo, ni siquiera sumando todas sus localidades harían hueco para las 100.188 personas desempleadas que suma Bizkaia.

121 millones de euros de las arcas públicas irán a parar a un puñado de constructoras que se frotan las manos con una operación apadrinada por sus socios políticos de PNV, PSOE y PP, que han recurrido esta vez a la coartada del patriotismo rojiblanco para cebar los bolsillos del empresariado vascoespañol. Los sepultureros del viejo San Mamés son los mismos que urdieron las obras del TAV -ese tren para ricos pagado por pobres- y que van a levantarse a su cuenta más de tres mil millones de euros de las instituciones públicas. Se llaman Balzola, Cycasa, Exbasa, Acciona, Altuna y Uria, Viuda de Sainz o Murias. Estas tres últimas, junto a la FCC de Esther Koplowitz, cruzan los dedos para que algún día caiga Bildu en Gipuzkoa y puedan por fin construir y gestionar la incineradora de Zubieta por una entrada de 263 millones de euros.

Algunas de estas firmas son ilustres inquilinas del batzoki y sospechosas ganadoras de todos los concursos públicos a los que se presentan. Viuda de Sainz, por ejemplo, no se ha perdido una sola de las grandes obras de Bizkaia: BEC, Supersur o Metro de Bilbao engrosan su lucrativo currículum junto a sonoros escándalos como la fuga de 10 millones en la construcción de la planta de purines de Karrantza o la adjudicación fraudulenta del polideportivo de Pinosolo en Leioa por 58 millones.

Balzola es otro monstruo jeltzale indiscutible: el Museo Guggenheim, la Torre Iberdrola o el BEC han pasado por sus manos. También estuvo en sus manos la remodelación de las Instalaciones de Lezama, una obra que el entrenador Marcelo Bielsa se atrevió a calificar como «una estafa, un robo y un engaño» antes de que la dirección del Athletic emitiera una nota de apoyo a la constructora y en contra de su propio técnico.

Y a la cabeza de la UTE que levanta el nuevo estadio se sitúa Acciona, hospedada en el Ibex 35 y cuya presidencia heredó en 2004 José Manuel Entrecanales de su propio padre. Entrecanales fue presidente de Vodafone España entre 1995 y 2007, presidente de Endesa entre 2007 y 2009, y en 2012 tomó la presidencia del lobby empresarial Instituto de la Empresa Familiar (IEF). También forma parte del Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC), otro lobby fundado en 2011 por los diecisiete responsables de las empresas más poderosas de España con el objetivo de limpiar el buen nombre de los inversores patrios. El mismo día que se hace público que el presidente de Acciona ha obtenido una remuneración de 4,42 millones de euros en 2012, el CEC declara solemnemente que «lo peor de la crisis ha terminado».

Dijo Bielsa en su última rueda de prensa que «el fútbol cada vez se parece menos al aficionado y se parece más al empresario». Quizá por eso lo toman por loco.

Agur, San Mamés, agur, Bielsa.

M-30, del Parlamento a la calle

Artículo de opinión de Oskar Matute, Belen Arrondo, Arri Zulaika y Dani Maeztu, parlamentarios y parlamentarias de EH Bildu

Los enemigos del cambio de modelo político, económico y social ¡qué tenaces son! ¡Qué obcecados son, en su defensa del obsoleto sistema representativo, que les encierra en un parlamento y les separa de la reivindicación ciudadana! Así, tenaces y obcecados en la defensa de su régimen político, se quedarán mañana, jueves, dentro del Parlamento los partidos que han impuesto otro pleno ordinario, más ordinario que nunca, para el 30 de mayo. Los 21 parlamentarios y parlamentarias de EH Bildu no participaremos en ese pleno del próximo jueves, porque coincide con la huelga general que ha convocado la mayoría sindical y social vasca. Nuestro deseo era que este jueves se respetara por igual el derecho al trabajo y el derecho a la huelga. Y por ello, presentamos una solicitud en la Mesa del Parlamento para que el pleno se celebrara cualquier otro día del calendario parlamentario y, así, los parlamentarios pudieran elegir: trabajar como cualquier otro día o sumarse a la huelga general. El reconocimiento a los parlamentarios y parlamentarias del derecho a hacer huelga también se debe extender a los trabajadores y trabajadoras de la Cámara.

Los votos de PNV, PSE y PP impidieron que nuestra propuesta prosperara. Fueron cómplices de quienes desean, como la patronal o los dictadores del capital, que la movilización ciudadana ante los ataques a la clase trabajadora quede en nada. Cómplices en su mensaje: «la huelga general sirve de poco o no sirve de nada», y cómplices en su praxis política: «no sucede nada extraordinario para posponer el pleno ordinario».

Pero les traiciona la historia de los pasillos de la Cámara. Si la convocatoria de huelga general de la mayoría sindical vasca no es suficiente para modificar la agenda de 54 de los 75 parlamentarios, sí lo fueron convenciones o congresos de ciertos partidos políticos; o sí hubo modificaciones en el calendario por ausencias de algunos representantes públicos, trasladando la convocatoria a algún miércoles. Por lo tanto, lo lógico, lo justo, lo digno sería modificar la fecha del pleno ordinario en Gasteiz. De hecho, en el Parlamento de Iruñea sus colegas de Geroa Bai y PSN ya votaron a favor de que la actividad parlamentaria fuera pospuesta. ¿Por qué en Iruñea sí y en Gasteiz no?

Pese a los precedentes, pese al ejemplo de Nafarroa, la fecha del pleno no se moverá. Y pese a ello, los 21 parlamentarios y parlamentarias de EH Bildu cambiaremos el Parlamento por la calle. Porque defendemos que esta institución es una extensión de la ciudadanía y al servicio de la ciudadanía. Nuestras reivindicaciones institucionales en base a una determinada política no servirían de nada si fuera de estas cuatro paredes no hubiera nadie que las apoyara. En ese sentido, sabemos que el jueves nos toca invertir el orden de nuestra actividad política.

En efecto, durante los últimos meses, hemos trasladado al Parlamento Vasco algunas de las cuestiones que consideramos claves y que están en el corazón de las reivindicaciones y peticiones que se van a hacer nuevamente, a través, en este caso, de una nueva convocatoria de huelga general. Hemos redactado y defendido varias iniciativas sobre las siguientes cuestiones: la efectiva construcción de un marco vasco de relaciones laborales que, además de rechazar la reforma laboral, blinde un ámbito propio de negociación colectiva, el mantenimiento de la ultraactividad de los convenios en las condiciones actuales o el rechazo y el compromiso de dejar sin efecto el arbitraje obligatorio que puede abocar, si no lo impedimos, a una situación crítica el modelo de negociación colectiva que hasta hora hemos conocido.

Sin embargo, nos hemos topado con el rechazo, más o menos previsible, de esa mayoría parlamentaria actual. Una mayoría encabezada por el PNV, que pone trabas a nuestras reivindicaciones sociales y soberanistas pero, sin embargo, no pone ninguna objeción a pactar una y otra vez con la patronal, o a poner en marcha una llamada mesa de diálogo social que, rechazada en sus actuales planteamientos por la mayoría sindical, solo se va a limitar a legitimar recortes y un modelo profundamente injusto. Y mientras eso suceda, se repartirán jugosos fondos entre sus miembros.

Pero no vamos a cejar en nuestro empeño. Nuestra razón de existir es recoger lo que siente, opina, reivindica la ciudadanía para traerlo al Parlamento. El jueves, nos toca vaciar el Parlamento para salir a la calle. Así, saldremos a apoyar, a mostrar nuestra solidaridad y, cómo no, a sentirnos parte de la clase trabajadora que reivindica un cambio político, económico y social, más justo y autónomo de los poderes financieros, de los intereses de los mercados especulativos.

Ante el mensaje consciente y calculado de desesperanza y pesimismo que intentan trasladar formaciones como el PNV, el PSE y el PP, EH Bildu dice que la movilización social sí sirve. Lo que conseguimos a través de la lucha no podemos dejarlo en manos de aquellos que no quieren que luchemos. En poco tiempo nos están despojando de aquellos derechos laborales logrados a través de la lucha de diferentes generaciones, y pretenden hacernos pensar que la movilización sirvió a nuestros antepasados, pero no nos servirá a nosotras y nosotros. Los parlamentarios y parlamentarias de EH Bildu no comulgarán con esa idea. El problema en la coherencia de su discurso lo tienen ellos. A pesar de decir lo contrario, no son capaces de soltar amarras con los intereses del capital y los mercados especulativos. Si de verdad quisieran un cambio, no legitimarían el mensaje de desesperanza ante las movilizaciones sociales.

Por ello, mañana jueves la alternativa política y social a favor del cambio estará en la calle. Y en la calle estaremos los 21 parlamentarios y parlamentarias de EH Bildu. De la misma forma que el jueves haremos el camino del Parlamento a la calle, otros días intentaremos que esa alternativa por el cambio socioeconómico se visualice en el Parlamento Vasco. Y esperamos y deseamos que la alternativa al cambio vacíe las fábricas, los comercios, las administraciones y las instituciones. A partir del jueves habrá tantos días como ataques sociales y laborales a los que hacer frente para luchar desde nuestros escaños. Durante la huelga general del 30 de mayo, toca escuchar la sociedad que protestará en la calle.

De Andrés y Garoña

Oskar Rueda y Maite Elizondo – Alternatiba Araba

Qué sorpresa nos hemos llevado cuando hemos leído en prensa que el Diputado General alavés, Javier de Andrés ha declarado que se siente contrariado con los titubeos del Ministro Soria sobre la central nuclear de Garoña. Cualquiera que no siguiera habitualmente la política del territorio pensaría que tenemos suerte porque nuestro máximo representante a nivel provincial se preocupa por el medio ambiente tanto o más que los propios movimientos ecologistas y por ello evitará que esa central, cuya reapertura sería un duro golpe para muchos personas en Araba, vuelva a atemorizar a quienes tenemos claro que es un peligro latente.

Sin embargo, cualquier persona que siga la política del territorio y, de manera especial, los temas relacionados con el ámbito de la ecología y el medio ambiente sabe que no, que las palabras del Diputado General son simple y llanamente un discurso de cara a la galería y que realmente opina que esa central debe seguir funcionando. ¿Hemos hablado con él en privado y nos lo ha dicho? ¿Tenemos poderes de videncia que nos permiten saberlo porque sí?

Pues no, es mucho más sencillo que todo eso. Al Diputado General no le preocupa lo más mínimo el medio ambiente del territorio y bien claro lo ha dejado él mismo afirmando en un acto reciente que el fracking es una vía que hay que explorar. El fracking es un sistema de envenenamiento del territorio, con riesgo de movimientos sísmicos y cuya finalidad es conseguir gas natural. Mientras las posibilidades de fracaso son altas en cuanto a las cantidades de gas a conseguir se refiere, las posibilidades en lo concerniente a contaminación de acuíferos, tierras, etc. no solo son altas: son seguras.

Por tanto, desde Alternatiba Araba opinamos que el Sr. De Andrés realiza un ejercicio bárbaro de hipocresía cuando muestra esa contrariedad en sus declaraciones. Es posible que de conceder esa prórroga a Nuclenor para la explotación de la central nuclear, éste y el Sr. Soria nos premien con una brillante actuación tipo “Tip y Coll” para mostrar posturas contrarias pero con un único resultado, Soria manda y De Andrés agacha las orejas. El político más prepotente del territorio derrotado, pero claro, todo sería mentira, no habría sido derrotado, ese era su papel y lo habría interpretado a la perfección.

No nos engaña Sr. De Andrés, no le creemos porque sabemos de su hipocresía, práctica generalizada tanto en el PP alavés. Quieren hacernos creer que van en contra de quien manda sobre ustedes para ganarse la simpatía de quienes viven con más despreocupación, pero poco a poco se les acaba el crédito, incluso a ustedes sí.

Si Garoña no se cierra, se habrá producido el mayor fraude de la historia a la población alavesa en políticas de medio ambiente, y no, no lo aceptaremos sin más, nos tendrán enfrente junto a muchos alaveses y alavesas, se lo aseguramos. En este sentido, desde Alternatiba Araba, ante este nuevo ataque a nuestro territorio, animamos a todas las personas a participar en la concentración que este sábado ha convocado la iniciativa “Araba sin Garoña” a las 12:00 del mediodía frente a Diputación.

Huelga al sistema

Oskar Matute y Diana Urrea – Alternatiba

Está usted de sobra señor Urkullu. Con esta contundencia interpelaba recientemente una compañera de bancada a un lehendakari que se limita a decir que no existe más alternativa que aplicar los salvajes recortes y los ataques contra la dignidad de las personas que recogía su fracasado proyecto presupuestario. Y es que si las únicas políticas posibles son las que dictan la troika y los mercados financieros, la derecha nos está diciendo que sobran los parlamentos, que sobran las y los representantes políticos y que sobra incluso la propia democracia. Lamentablemente, esto es ya una máxima del capitalismo, inmerso en una de las fases más voraces de la historia.

La crisis financiera, más de un lustro después de convertirse en excusa perfecta para dilapidar el llamado estado del bienestar, que apuntalaba el sistema silenciando pretensiones utópicas, ha generado todo un abanico de pretextos para unos dirigentes que tratan de cumplir fielmente su papel: administrar la miseria. Así, con la desvergüenza de quien habiendo provocado la ruina se dice mejor opción para superarla, los  títeres del sistema, llámense Rajoy, Barcina o Urkullu, niegan toda responsabilidad por sus políticas. Insultan nuestra inteligencia cuando pretenden convencernos de que no existe otro camino y nos invitan a resignarnos en silencio, una vez han agotado el lema de apretarse el cinturón, sabedores de que la mayoría hace tiempo que empeñó hasta la hebilla.

Y cuando las clases populares son sistemáticamente expoliadas, cuando ven pisoteados todos sus derechos, se hace imprescindible la contestación social. Porque la democracia, por más que le pueda doler a las derechas, se basa fundamentalmente en el reconocimiento y la consecución de libertades y derechos sociales. Porque no es democracia desahuciar, privatizar, despedir y condenar a la precariedad y a la miseria a las personas.

Desde la misma lógica con la que asume su rol sumiso al capital, la derecha rechaza la huelga general convocada para el 30 de mayo por la mayoría social y sindical de este país. Sendos representantes de PNV y PP, Aburto y Cospedal, coincidían recientemente en tiempo y forma a la hora de retar a los agentes sociales y sindicales a presentarse a las elecciones si lo que quieren es hacer política. Es curioso que lo hagan precisamente quienes nos aplican políticas dictadas desde organismos opacos jamás sometidos al arbitrio de las urnas. Precisamente por eso, cabe pedirles que cesen su intermediación y exigir que sea la patronal directamente, que sean Adegi, Cecobi, Sea, Cen, Confebask y CEOE las que se presenten a las elecciones en lugar de sus partidos títere: PNV, PP, PSOE y UPN. También podrían pedirle a la iglesia que concurra directamente a los comicios, ya que insiste en condicionar la política en ámbitos como la educación o los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres.

En Euskal Herria, lamentablemente, sobran las razones para secundar la huelga. En Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa contamos ya con más de 237.000 razones para secundarla. Tenemos también razones para rebelarnos contra los recortes en educación, sanidad y atención a la dependencia que insisten una vez más en hacer recaer el cuidado de la vida y la tensión de la desprotección sobre las espaldas de la mujeres a través de su trabajo, ahora más precarizado, invisibilizado y desvalorizado. La mitad de la juventud, que busca empleo y dignidad en vano, también nos da razones para la huelga, como lo son las cifras de pobreza que alcanzan ya el 11%, o el hecho flagrante de que casi una de cada diez familias tengan a todos sus miembros en paro.

Las miles de personas cuyas condiciones laborales se precarizarán gravemente cuando en julio la enésima reforma laboral arrolle docenas de convenios, son otra importante razón para salir a la calle y decirle a los expoliadores que ya basta. En Gipuzkoa tenemos buena prueba de hasta dónde puede llegar la voracidad empresarial. En el conflicto de las trabajadoras de residencias y centros de día, que afecta a casi 5.000 personas, el Departamento de Política Social de la Diputación han intervenido poniendo encima de la mesa los recursos necesarios para garantizar los salarios y las jornadas de las trabajadoras. Ante la propuesta, la patronal Adegi ha optado por denunciar al gobierno foral por considerar una injerencia insólita que una administración interceda por los derechos laborales. Ese es, sin duda, el papel que tiene que jugar la izquierda cuando accede a las instituciones.

Afirma el consejero Erkoreka que quienes apoyamos esta convocatoria de huelga nos autoexcluimos de un pacto de país, y Aburto asegura que este paro va en contra de la sociedad. Nos preguntamos de qué país y de qué sociedad hablan. Debemos recordarles que el derecho a protestar es parte consustancial de la democracia. Algo que la derecha no es capaz de aceptar, ni la española que ha superado ya las cotas de infamia de la era Aznar haciendo gala de su esencia franquista; ni la vasca, que busca aparentar en Lakua una mayoría de la que carece y sigue considerándose destinada a gobernar las vascongadas para siempre. Eso sí, sin molestar en exceso a Madrid pero, sobre todo, para beneficio de los suyos: grandes constructoras que no dudan en teñir de gris nuestro entorno con sus macro infraestructuras inútiles y banqueros sin escrúpulos que desahucian personas incluso desde entidades financieras creadas con dinero público.

Todo esto viene a constatar que al capitalismo le estorba ya hasta la democracia. Por eso tilda de violento cualquier ejercicio de contestación o desobediencia. No se equivoquen, la verdadera violencia es la ejercida contra quienes sufren la expulsión de sus casas, de sus trabajos y hasta de su país, como le sucede a más de 10.000 jóvenes de la CAV al año que huyen de la precariedad y la falta de empleo. Violencia es consentir la desnutrición en escuelas públicas y dejar morir a inmigrantes en la puerta de un hospital. Así, quienes se quejan porque manifestantes invaden la paz de su clase y sus hogares, quienes gobiernan en contra de lo que recogían en sus programas electorales, son quienes realmente ejercen la violencia.

Son las luchas de los movimientos populares, y la lucha obrera en buena medida, las auténticas artífices de las conquistas sociales que han permitido una mejor redistribución de la riqueza en el último siglo. Pero en un momento histórico donde han arrasado con todo, solo la rearticulación de los movimientos y la construcción de un sólido muro de agentes sociales, sindicales y políticos de izquierdas puede lograr restituir algo a lo que podamos llamar democracia.

En ese sentido, nos resulta esperanzador que la convocatoria del 30 de mayo, día en que volveremos a llevar a la calle la necesidad de enterrar el capitalismo y reivindicar la dignidad de nuestras vidas frente a su apuesta por el capital, vendrá acompañado de una alternativa que se plasmará en la Carta de Derechos Sociales para Euskal Herria. Es una oportunidad única, y no para reconstruir sino para superar y transformar de raíz el sistema. Convirtamos este proceso en el mayor ejercicio de empoderamiento ciudadano de las últimas décadas frente a gobiernos autoritarios, corruptos y títeres.

El mito de la buena gestión de Bilbao se resquebraja

Aitziber Ibaibarriaga, Asier Gómez, Carmen Garcia, Unai Delgado – Bilboko EH Bildu

Los mitos forman parte del sistema de creencias de una cultura o de una comunidad, la cual los considera historias verdaderas, a pesar de no haber sucedido nunca. Así lo recoge Wikipedia. Si bien, desde sus orígenes el mito se ha venido a relacionar con proezas supuestamente ocurridas en tiempos primigenios, en la actualidad múltiples autores lo asocian a realidades artificiales, creadas de forma interesada tras el hábil manejo de los medios de comunicación e ingentes inversiones de dinero público.

Bilbo, como tal, no es ajena a esta dinámica. En los últimos años el nombre del botxo ha estado ligado de sobremanera a la idea de buena gestión, hasta el punto de que su máximo mandatario ha sido calificado de ‘Mejor Alcalde del Mundo’.

La creación de este nuevo mito del siglo XXI, ‘Bilbo = buena gestión’, ha sido posible fundamentalmente gracias a la conjunción de varios factores fundamentales: años de bonanza económica, coincidentes con el boom de la especulación y la venta indiscriminada de espacio y patrimonio público, y una hábil y acertada propaganda política que ha sabido invertir en la creación, obtención y, mucho nos tememos que en algunos casos también en la compra, de un sinfín de premios, nominaciones y medallas, cuyo punto culmen ha sido el conceder rango de oficialidad a un premio atrevidamente llamado ‘mejor alcalde del mundo’, organizado por una elitista fundación privada.

Sin embargo, tal y como ha sucedido con otros mitos recientes como la fortaleza económica de España o el papel de su monarquía, el mito de la buena gestión asociado a la actuación del gobierno municipal de Bilbao, con Azkuna al frente, ha quedado finalmente de manifiesto lo que es y siempre ha sido: un gigante de pies de barro.

Los datos que hemos ido conociendo en las últimas fechas, gracias a la labor investigadora del grupo municipal de EH Bildu, han dejado en evidencia la falacia que se escondía tras el tan cacareado ‘déficit 0’.

Estamos oólo ante el principio y la deuda acumulada del Ayuntamiento de Bilbo alcanza ya los 84,5 millones de euros. Una elevada cantidad que, en su totalidad, se deriva de una gestión económica deficiente. Algunos casos, como el de Iberdrola, cuyo beneficio en 2012 se elevó hasta 2.841 millones de euros, en el cual el ayuntamiento asume como deuda municipal 25 millones de euros que corresponden pagar a la multinacional, son a pesar de ser legales, éticamente reprobables. Y no son sino la consecuencia directa de un modelo de gestión, una forma de hacer política, muy parecida a la desarrollada por el PP en diferentes lugares del Estado, basada casi en exclusiva en el ladrillazo y la especulación, generador de la actual grave crisis que padecemos, y que hace aguas por todos los lados.

25,5 millones de euros que, tal y como citábamos previamente, se derivan de una operación urbanística que el Ayuntamiento gestionó, mano a mano con Iberdrola, donde la sede de la citada multinacional de la calle Gardoki pasaba a convertirse en un solar donde se podían edificar viviendas de lujo. Un cambio de cromos donde «tú me construyes la torre y yo te regalo 20 millones», y que 8 años después se han convertido en 25,5 millones, derivado de la actualización del IPC (23,2% desde 2005).

84,5 millones de deuda que también proceden de la incierta liquidación de Bilbao Ría 2000, buque insignia de la transformación de la ciudad que se ha demostrado una pesada losa para la ciudadanía, ya que tendrá que repartir entre sus socios una deuda de ni más ni menos que 195 millones de euros. El %15 de estos 195 millones corresponden al Ayuntamiento de Bilbao. Es decir, 29 millones más a los que tendrá que hacer frente la ciudadanía bilbaina.

Y a la espera de que el jueves, tras más de diez días de silencio, Ibon Areso dé las oportunas explicaciones (el convenio firmado entre el Ayuntamiento e Iberdrola está firmado por el alcalde Iñaki Azkuna) adelantamos la principal duda que se nos plantea y que esperemos nos responda: ¿No podía haber consentido la recalificación del solar de Gardoki y al mismo tiempo comprometer al propietario (Iberdrola) vía convenio a renunciar al superávit de aprovechamiento como se ha hecho en otros casos como el recientemente aprobado en el Consejo Asesor de la calle Pablo Alzola? ¿Y entonces por qué no lo hizo?

Suma y sigue. A las ya mencionadas cantidades tenemos que sumarle el endeudamiento previsto para este ejercicio de 30 millones de euros para la apertura del Canal de Deustu, el pistoletazo de salida del enésimo megaproyecto especulativo en la ciudad. Una operación, esta última, que va a suponer una gran hipoteca para los planes de inversión de Viviendas Municipales, ya que cinco millones de euros se detraen del organismo autónomo para financiar la apertura del Canal.

Pero el mito de la buena gestión no sólo se resquebraja por su vertiente económica. Durante todos estos años se ha creado y profundizado en un Bilbao de dos velocidades. La brecha que separa el conjunto formado por el centro de la ciudad y las grandes empresas de los barrios y la ciudadanía es cada vez mayor. La última encuesta encargada por el Ayuntamiento sobre gestión de calidad de la población en general, llevada a cabo por Ikerfel y dada a conocer esta misma semana, no deja lugar a dudas: solo el 32% considera que el Ayuntamiento atiende las necesidades de los barrios o distritos equitativamente, seis puntos por debajo de los niveles de aceptación que se recogían en 2009. Preguntados por la percepción acerca de la crisis en Bilbo la conclusión mayoritaria entre las personas de 40 a 55 años también es significativa: «aquí en el centro apenas se ha notado la crisis, el Ayuntamiento ha mantenido los servicios».

La brecha social también es importante. El paro alcanza sus máximos históricos: 32.559 personas, un 117% más que en 2007. Del mismo modo se han disparado el número de personas y sectores en situación de exclusión y desamparo, sólo en 2012 se formalizaron un total de 5.451 solicitudes de Ayuda de Emergencia Social en el municipio.

Es evidente que el mito de la buena gestión contruido en torno al equipo de gobierno del PNV se viene abajo. Las últimas informaciones apuntan que la gestión del equipo de Azkuna no ha sido tan eficiente como nos han repetido hasta la saciedad, y mucho menos transparente. Es por ello, por lo que a todas aquellas personas que consideramos que otro modelo de ciudad es posible y necesario se nos presenta un gran reto: la oportunidad de un cambio de modelo. Estamos convencidas y convencidos de que en Bilbo somos mayoría las personas que queremos construir una ciudad para las personas, cuyo objetivo y punto de partida sean éstas, y que si se endeuda lo haga para garantizar unos servicios sociales de calidad para el conjunto de la ciudadanía.

Podemos y queremos cambiar las cosas. Para ello ponemos a vuestra disposición herramientas de trabajo: unas jornadas que desde el 23 hasta el 25 de mayo celebraremos en la Bolsa y en el Arenal. Queremos generar un espacio formativo y crítico sobre el modelo de ciudad impuesto en Bilbo en la última década. Pretendemos, del mismo modo, que estas jornadas sean un punto de encuentro para todas aquellas personas que creemos que otro modelo de ciudad es posible, fomentando el trabajo en común entre diferentes y tendiendo puentes entre distintas experiencias. Otro modelo de gestión para Bilbo es necesario y entre todos y todas  lo vamos a lograr. Porque otro Bilbo es posible y urgentemente necesario.

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