Gobierno de Israel, enemigo de la paz
Gonzalo Fernández Ortiz de Zárate – Mesa Internacionalista de Alternatiba
La escalada de violencia iniciada la semana pasada por el Gobierno de Israel ya se ha cobrado decenas de vidas, mayoritariamente palestinas, y amenaza con agudizarse si se confirma la invasión terrestre del territorio de Gaza por parte del ejército israelí. Esta posibilidad cobra mayor fuerza día a día, y miles de reservistas se están preparando para este escenario, que sólo un alto el fuego generado por la presión de la comunidad internacional podría evitar. Si no es así, podríamos asistir a un nuevo episodio de matanzas indiscriminadas como el de 2008, en las que la Operación Plomo Fundido generó más de 1.300 muertes provocadas por el bombardeo masivo y por la entrada del ejército en Gaza, de las cuales 8 de cada 10 eran civiles consideradas ‘personas protegidas’ por el Derecho Internacional.
Muchas son las razones que los analistas ofrecen para explicar este nuevo brote violento, dentro de un conflicto enquistado en la historia de la humanidad desde los tiempos de la descolonización. Se comenta que, al igual que en 2008, cuando se acercan las elecciones israelíes los gobiernos sionistas, sostenidos sobre la mano dura y la patrimonialización del conflicto y sus miedos, provocan nuevas agresiones que realcen su supuesto papel de defensa de la población israelí, mediante ataques indiscriminados a la población palestina. Así, frente a una sociedad civil israelí cada vez más hastiada del rumbo teocrático de un estado cada vez menos social y menos de derecho, el gobierno acude a la violencia como forma de disciplinamiento contundente. “O conmigo, o con la destrucción de Israel”, parecen querer decir.
Además, también se señalan como posibles causas de esta nueva espiral la posibilidad de que la Asamblea de las Naciones Unidas declare próximamente a Palestina como Estado, algo a lo que Israel se opone; o la preocupación israelí ante nueva correlación de fuerzas en la región, con un Egipto que parece no plegarse como en tiempos de Mubarak a los intereses israelíes y estadounidenses.
De esta manera, incrementando la violencia y agudizando el conflicto, pretende, en primer lugar, controlar a su propia población; en segundo lugar, romper el proceso de aprobación de Palestina como estado soberano, cuestión incompatible con su teoría y práctica de ocupación, presentándose como víctima siendo el victimario; en tercer lugar, mostrar su poder en la región, obligando a las naciones árabes y especialmente a Egipto a clarificar su posición.
Por lo tanto, miles de vidas pueden ser de nuevo sacrificadas por mor de los intereses geopolíticos de un gobierno de ultraderecha. Lo antes dicho no hace sino demostrar que el gobierno israelí no quiere la paz, no busca el entendimiento, sino que vive y necesita del conflicto, un conflicto asimétrico y desigual, del cual extrae toda su fuerza y su poder.
Pero todo ello sólo es posible gracias al apoyo de la Comunidad Internacional, y es ahí donde también reside la única vía de solución. Frente a la complicidad con el victimario, frente a la supuesta equidistancia entre dos actores en disputa, la comunidad internacional debe asumir y reconocer que se trata de un proceso truncado de descolonialización; que una de las partes es inmensamente más fuerte que la otra, y se está valiendo de esa fuerza para aplastar y aniquilar a la población palestina, a partir de un proceso violento y sistemático de apartheid; que la normativa internacional hay que cumplirla, e Israel la lleva incumpliendo desde su proclamación como Estado, sin ser sancionado por ello.
Por ello, hay que pasar a la acción ya, si no es así, seguiremos siendo cómplices de lo que ocurra. Se debe poner en práctica desde ya un boicot a los productos e inversiones israelíes mientras no se avance en la búsqueda de la paz; se debe sancionar de manera ejemplar a un estado que incumple la normativa internacional; y se debe evitar, por los medios que sean, una invasión del territorio de Gaza.
La paz y la democracia se enfrentan en palestina a la violencia y la sinrazón. ¿De qué lado se va a colocar esta vez la comunidad internacional?