Respuesta a la respuesta, y punto final

Joxe Iriarte ‘Bikila’ – Alternatiba

Punto final a la polémica con Salvador López Arnal, a propósito de la Marcha por la Dignidad, aunque no (pero en otro momento) respecto al debate sobre las cuestiones nacionales y la izquierda (caso de querer conocerse mi opinión de forma más extensa y detallada:¿Los obreros tienen patria?, Editorial Gakoa, 1991).

De entrada aclarar unas pocas cuestiones. La tardanza en responder tiene que ver con que he leído la respuesta al regresar de la dicha marcha, en la cual participe como parte de la columna Euskal Herria que durante tres días camino por la sierra norte de la Comunidad de Madrid (de cuyos organizadores y asistentes no tengo más que agradecimiento y parabienes, si bien algún roce tuvimos por el uso del euskera en las asambleas, por parte de quienes –ajenos al sentir de los organizadores- son incapaces de oír con respeto otro idioma que no sea en castellano, o ingles) finalizando con la impresionante manifestación que según los organizadores reunió a 500.000 personas (menos que el año pasado pero de gran importancia.)

En segundo lugar, reconozco que en ciertas parte de mi escrito, me pudo un tono demasiado expeditivo y quizás faltón. Ello fue debido a que más allá de las posiciones políticas me sentí ofendido, como independentista de izquierdas, ante la acusación de insolidaridad con los objetivos de la marcha. Aun así, mil perdones a Salvador.

Y para finalizar, dejar claro que la polémica sobre la marcha, tiene varias direcciones: la que se da dentro del independentismo de izquierdas, y la otra, con la izquierda federal. En un artículo titulado Internacionalismo es reciprocidad publicado en vísperas de las marchas (Viento Sur, digital), afirmo: “Sé que muchos independentistas de izquierdas piensan que no tenemos por qué estar en las movilizaciones de ámbito estatal. Que basta con que cada cual luche en su territorio, o quizá en Bruselas, pero nunca en Madrid. Incluso lo de evitar coincidir en el tiempo con las movilizaciones generales. Soy de la opinión contraria. Hay dinámicas propias, de ámbito exclusivamente vasco, que no tienen por qué coincidir con otras; pero también debe haber momentos de confluencia necesarios y a todas las escalas. Sean nacionales, estatales e europeas. A mi juicio, el internacionalismo (máxime cuando se trata de pueblos oprimidos por las mismas oligarquías y el mismo sujeto estatal), consiste en unir fuerzas y solidaridades. Un dar y recibir. Un ir y venir.

Por ello es bienvenida la solidaridad que llega a Euskal Herria para exigir a nuestro lado el respeto por los derechos de las y los presos políticos vascos, como lo es también la que apoya nuestra lucha contra el TAV o quienes saludan la celebración del Aberri Eguna. Y por nuestra parte, respondiendo de forma recíproca, acudiendo a distintos lugares del Estado Español, incluida su capital, en defensa de objetivos ecologistas, feministas y sociales, y cómo no, democráticos, como el derecho a decidir como pueblos y como personas. Sin olvidar el internacionalismo del más alto nivel como el que expresaron las Brigadas Internacionales que el 36 acudieron en defensa de la República y lo que ello suponía en aquel entonces. O el de militantes vascos que murieron en el Salvador combatiendo con el FLM Farabundo Martí.”

Mis RAZONES favor de la independencia de Euskal Herria (validas también para Catalunya) y mis diferencias con el federalismo realmente existente, van por el siguiente derrotero:

En primer lugar, porque considero que en lo relativo a la cuestión nacional, los estados español (monárquico) y francés (republicano) realmente existentes no son transformables en lo fundamental.

Dichos estados se consideran a sí mismos territorialmente indivisibles, independientemente de la voluntad de sus gentes, contrarios al ejercicio del derecho de autodeterminación y únicos depositarios de la soberanía y la autodeterminación nacional. Los artículos 1 y 2 de la constitución española son bien explícitos al respecto. Tal como afirma el catedrático de derecho constitucional, Javier Pérez Royo, en un excelente artículo publicado en El País: Constitucionalmente no existe más que el pueblo español. No existe el pueblo de Cataluña ni de Andalucía ni el de Murcia… El pueblo español es el titular de manera exclusiva y excluyente del poder constitucional.

Ello no es por casualidad. Ambos estados son producto de una historia donde abundan la expulsiones de minorías étnicas y religiosas; anexiones mediante la fuerza militar, políticas de unificación lingüística; guerras y aventuras coloniales, actos de rapiña sobre otros pueblos, explotación y opresión al servicio de las clases dominantes.

En segundo lugar, no aportan ninguna ventaja derivada de su mayor tamaño respecto a las naciones que oprimen (mantengo tal afirmación), y son poco eficaces a la hora de buscar soluciones a problemas que sólo pueden darse a escala más amplia (por ejemplo, la degradación medio ambiental, el cambio climático, etc.), es decir, continental, mundial.

La Unión Europea es un paso en esa dirección, sólo que desde el punto de vista de los objetivos del capital.

En un mundo globalizado en el que muchos centros de decisión son lejanos y opacos, nos parece saludable una reacción desde lo local, para alterar la globalización en un sentido diferente a sus parámetros actuales. Esto es, constituidos en sociedad autogobernada (en su doble sentido nacional y societario) capaz de funcionar como pueblo soberano, con capacidad para decidir libremente con quienes queremos vivir, unirnos y, en qué términos. Por ejemplo, en pie de igualdad con el resto de las naciones, en el marco de una Europa al servicio de los trabajadores y los pueblos.

Hace tiempo que me convencí de que el dicho, ande o no ande caballo grande eran lo más conveniente, (tan querido por cierto marxismo que consideraba que el desarrollo de las fuerzas productivas requería grandes estados, argumento este ya obsoleto desde un punto de vista ecologista y desde la propia globalización capitalista trasnacional, pero que sigue pesando en muchos colegas de izquierda) no es un requisito desde el punto de vista del espacio nacional, ni tampoco PARA la construcción socialista, salvo cuando se vistan como se vistan, corresponden a pretensiones hegemonistas o imperialistas (la antigua URSS y el Pacto de Varsovia, la actual y travestida China).

Sobre el proyecto nacional español, consagrado en la Constitución, AÑADIR:

Tres ocasiones de oro ha tenido el Estado español para cambiar de rumbo: la primera y la segunda repúblicas, y la transición. El peso del nacionalismo reaccionario español en el aparato de estado, las clases dirigentes, y sectores de la sociedad española, derrotaron en los dos primeros casos y arrastraron en el tercero, al resto de las fuerzas políticas (incluidas una buena parte de las nacionalistas, temerosas de perder toda posibilidad de cambio) hacia un proyecto que sigue negando su plurinacionalidad en beneficio de la nación española (la única que goza del pleno reconocimiento y soberanía en exclusiva) cuya integridad, en última instancia, es depositada en las fuerzas armadas.

¿Cabe una cuarta oportunidad? ¿Una hipotética III República española democrática y Plurinacional donde Euskal Herria se reubique en libertad?

Por aquello de que no hay nada imposible, no se puede descartar tal hipótesis (por lo menos transitoriamente), aunque, me resulta harto improbable.

Es más, por todo lo anteriormente expuesto, y la negativa evolución del problema nacional (cuestionamiento de competencia de las regiones autónomas) dentro de la UE, me parece que las dinámicas soberanistas (que en principio podrían ser compatibles con el confederalismo) apuntan hacia el independentismo, o sea, la inserción, directa y sin intermediarios, en una Europa Federal, conformada por pueblos y naciones soberanas, libremente asociados entre sí. Jaime Pastor, en su excelente trabajo, Los nacionalismos, el Estado Español y la izquierda, reconoce que la actual crisis de la UE no hace más que hacer más probable la hipótesis que hace tiempo avanzaba Michael Keating cuando aseguraba que “una UE intergubernamental cuyos Estados impongan muchas restricciones sobre las capacidades de los gobiernos subestatales, incentivará a las nacionalidades a convertirse en Estado, aunque ello no fuera en principio un objetivo prioritario.

Este es el verdadero debate entre la izquierda federalista y la independentista.

Sin dejar de lado la controversia, como dice un viejo refrán euskaldun: gaizki esanak barkatu eta ondo esanak onartu. Lo cual traducido (más o menos) al castellano vendría a decir: disculpen lo mal dicho pero estimen lo bien dicho”.

Salvador, un abrazo.

Publicado en Rebelión

Relacionado No hay peor sectario que aquel que no cree serlo (respuesta a Salvador López Arnal)

Internacionalismo es reciprocidad

 

Joxe Iriarte ‘Bikila’ – Miembro de Alternatiba

A los txistularis y demas solidarixs del txoko mirandés que nos recibieron con los brazos abiertos y despidieron con el Eusko Gudariak y la Internacional.

Hace un año, las Marchas de la dignidad convocadas desde Andalucía y secundadas por diferentes agentes sociales y sindicales de todo el Estado español (incluidas las agrupadas en la columna Euskal Herria,) concentraron en Madrid a centenares de miles de personas que reclamaban pan, trabajo, techo y dignidad.

Las marchas previstas para los días 19, 20 y 21 de marzo, que volverán a concentrarse en Madrid, se plantean esta vez, como paso previo, realizar en octubre una huelga general laboral, de consumo y social en torno a los siguientes objetivos: No pagar la deuda, ilegal, ilegitima y odiosa. La defensa de los servicios públicos para todos y todas. Trabajo digno con derechos y salario suficiente, reducción de la jornada de trabajo y renta básica. La defensa de los derechos de las mujeres y por un futuro para la juventud. Contra la precariedad laboral y social; no a las reformas laborales. Contra la represión y contra la Ley mordaza. No a los tratados entre gobiernos y transnacionales contra los derechos sociales; no al TTIP. Por el derecho a una vivienda digna y no al corte de los servicios esenciales de luz, agua y gas. Por el derecho a decidir de las personas, los pueblos y las naciones del estado en los aspectos que atañen a su vida y futuro. No a la OTAN; no a las guerras.

Objetivos todos ellos con los cuales coincido plenamente y me impulsan a participar en la Marcha.

Sé que muchos independentistas de izquierdas piensan que no tenemos por qué estar en las movilizaciones de ámbito estatal. Que basta con que cada cual luche en su territorio, o quizá en Bruselas, pero nunca en Madrid. Incluso evitar coincidir en el tiempo con las movilizaciones generales. Soy de la opinión contraria. Hay dinámicas propias, de ámbito exclusivamente vasco, que no tienen por qué coincidir con otras; pero también debe haber momentos de confluencia necesarios y a todas las escalas. Sean nacionales, estatales e europeas. A mi juicio, el internacionalismo (máxime cuando se trata de pueblos oprimidos por las mismas oligarquías y el mismo sujeto estatal), consiste en unir fuerzas y solidaridades. Un dar y recibir. Un ir y venir.

Por ello es bienvenida la solidaridad que llega a Euskal Herria para exigir a nuestro lado el respeto por los derechos de las y los presos políticos vascos, como lo es también la que apoya nuestra lucha contra el TAV o quienes saludan la celebración del Aberri Eguna. Y por nuestra parte, respondiendo de forma recíproca, acudiendo a distintos lugares del Estado español, incluida su capital, en defensa de objetivos ecologistas, feministas y sociales, y como no, democráticos, como el derecho a decidir como pueblos y como personas. Sin olvidar el internacionalismo del más alto nivel, como el que expresaron las Brigadas internacionales que el 36 acudieron en defensa de la República y lo que ello suponía en aquel entonces. O el de militantes vascos que murieron en El Salvador combatiendo con el FMLN. Ciertamente, hay otro internacionalismo, el del fundamentalismo que está eclipsando el internacionalismo de izquierdas, pero eso es harina de otro costal.

El año pasado los componentes de la columna Euskal Herria, recorrimos la sierra y la ciudad de Madrid con las ikurriñas al viento, disfrutamos de un espléndido recibimiento, y una buena comunicación y entendimiento en los lugares por donde pasamos, sin ocultar por nuestra parte qué somos y qué demandamos. En Euskal Herria no tenemos enseñas diferenciadas (como en Catalunya), pero si las tuviéramos lo mostraríamos (por dignidad) también en la Marcha de la dignidad.

Este año volveremos, y nuevo lo haremos con razones propias. Nos encontramos inmersos en un ciclo político y electoral en el que es previsible que se den cambios políticos de entidad en el ámbito institucional, tanto en Euskal Herria como en el Estado español. Pero tales cambios, sin un contrapoder ciudadano que transforme la correlación de fuerzas sociales y políticas, apenas podrán superar el umbral de deseo. Un contrapoder, solidario de los diferentes pueblos y naciones dentro y fuera del estado. Es la lección de Grecia. Un gobierno de izquierdas comprometido con las demandas populares es un gran paso, pero los obstáculos y presiones de la troika y las oligarquías locales puede obstaculizar, incluso neutralizar tales cambios si no se cuenta con un pueblo movilizado y apoyado por la solidaridad internacional.

Se trata de compaginar el impulso constituyente propio, el iniciado por la sociedad civil o con propuestas políticas abiertas como la Euskal Bidea, con la necesidad de potenciar un frente de carácter subversivo y plural, internacionalista, anticapitalista y transversal a escala europea, y que agrupe a movimientos de diferente naturaleza: ecologismo, feminismo, movimiento obrero, de liberación nacional, de defensa de libertades democráticas básicas, etc.

Este artículo ha sido publicado en Naiz, Viento Sur y Kaos en la Red

La esclavitud

Luis Salgado – Alternatiba

Estoy que no quepo en mí por culpa de la estupidez humana y del aborregamiento general en el que parece establecerse la sociedad. No lo aguanto, no puedo con ello, lo siento. Parece que de un tiempo a esta parte estamos descubriendo la pólvora a diario, no recordamos lo que dijimos o vimos ayer y hoy volvemos a sorprendernos cual infantes que descubren que los Reyes Magos son sus padres.

Viene esto a colación debido a que últimamente tanto en las redes sociales como en los medios de comunicación tradicionales es habitual encontrarse titulares y comentarios del estilo, “la esclavitud ha vuelto” y después ponen como ejemplo anuncios de ofertas de trabajo en los cuales los nobles empresarios ofrecen empleo a cambio de comida y techo, sin ningún tipo de compensación económica, y claro, la otrora falsa burguesía de hipotética clase media clama indignada por entender que sin salario hay esclavitud. Yo me indigno y me asusto de pensar que podamos ser tan simples y silenciados por menos de 13 monedas de plata.
 
Veamos que es la esclavitud; según la RAE esclavo/a es aquella persona que carece de libertad por estar bajo el dominio de otra, o lo que es lo mismo, a día de hoy podríamos decir que según esta definición el 99% de la población es esclava del 1% restante quienes controlan y dominan toda nuestra vida. Cierto es que una diferencia fundamental a día de hoy frente a la esclavitud en la que todas pensamos, es la inexistencia de contratos de propiedad sobre las personas. En teoría, en nuestra sociedad occidental moderna no es posible ser propietario de una persona, sin embargo, ¿no podríamos considerar un contrato de propiedad aquel contrato laboral que nos obliga a jornadas de 24horas en la propiedad del contratista, residiendo bajo su techo y limitando nuestra capacidad relacional? Y estos trabajos existen, los solemos llamar empleos de interinidad, y ya existían con anterioridad a la crisis actual, no lo olvidemos.
 
Pero sí, es cierto, cuando hablamos de esclavitud todas nos imaginamos la situación de los esclavos en el Imperio Romano, o Griego, o en las plantaciones del Sur Confederado que vemos en tantas y tantas películas sobre la Guerra de Secesión. Cojamos por tanto la situación de esos y esas esclavas, pongamos por ejemplo cómo vivían y que derechos asistían a los esclavos en el Imperio Romano hace más de 1500 años, y sobre todo a partir del gobierno de Claudio, momento en el cual se elimina la posibilidad de propiedad sobre la vida del esclavo, o sea que el Amo no puede matar al esclavo sin causa justificada, se extiende la obligatoriedad de dar cobijo, alimentación, y un peculio (salario) al esclavo que sea suficiente para la compra de la libertad en un periodo mínimo de 16 años. Así mismo se impone la responsabilidad sobre el Amo de salvaguardar la salud de sus esclavos, no pudiendo abandonarlos ni liberarlos si estos se encuentran enfermos.
 
¿Podemos cubrir a día de hoy esos míseros “derechos”? Hace menos de un año, en un debate en Pleno di unos datos que, creo, pueden ayudarnos a centrar este debate. ¿Cuánto cuesta, según nuestros gobiernos vivir, en base a sus ayudas las cuales no se acercan ni de lejos al valor real de mercado?;
 
Alquiler social………………………………………………………………………………320€
Ayuda de Manutención………………………………………………………………….270€
Ayudas contra pobreza energética (propuesta Maroto para pensiones)…50€
                                                                                            TOTAL          640€
 
Por supuesto, a esto habría que añadirle el coste de sanidad al menos para adecuarnos al modelo de esclavitud romano, y un pequeño peculio (salario). Pero tampoco hemos de olvidarnos que el vestirnos, educarnos, pagar nuestros impuestos,… etc. ahora no corre a cargo de nuestro esclavista empresario o Estado sino que hemos de ser nosotros quienes hagamos frente a ese gasto. Y frente a todo esto el Salario Minimo Interprofesional, la obligación que en teoría tienen que cubrir nuestros benefactores empresarios, asciende a la increíble cifra de 648,60€. Eso si tienes la suerte de que te toque un empleo y que además, el mismo sea a tiempo completo.
 
Visto lo anterior supongo que a nadie se le ocurrirá defender, al menos en mi presencia, que la esclavitud está regresando, o que nos estamos acercando a ese modelo, la esclavitud está aquí desde hace mucho tiempo, y algunos venimos denunciándolo años ha, quizás lo que ocurre es que no teníais “Anibal ad portas” El terrorismo capitalista lleva años ahí, y cómo ya dije en un artículo anterior solo nos queda alegrarnos porque aunque tarde ahora empecéis a despertar. No se puede ser libre en un Sistema Capitalista igual que no se puede luchar sentado en un sofá.
 
Del blog de Luis Salgado, El Mundo Imperfecto

No hay peor sectario que aquel que no cree serlo (respuesta a Salvador López Arnal)

Artículo de Joxe Iriarte ‘Bikila’, miembro de Alternatiba y de EH Bildu, en respuesta a lo publicado por Salvador López Arnal en Rebelión. Su título completo es No hay peor sectario que aquel que no cree serlo (Ni es menos nacionalista quien piensa que solo los otros lo son).

De tanto en tanto leo algunos de los artículos (por aquello de conocer todo tipo de argumentos) que Salvador López Arnal escribe en Rebelión. Reconozco que muchos me satisfacen, por su agudeza crítica y conocimiento de los temas que aborda. Pero en lo relativo a los conflictos nacionales, sobre todo el catalán, me da que se escora y resbala.

Me llama la atención cómo, de la justa crítica de la naturaleza y comportamiento político social de las élites burguesas catalanas, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, termina siempre atacando de forma un tanto obsesiva el independentismo catalán, incluido el de izquierda (algunas de sus críticas a las CUP dan grima cuando no risa).

Me choca, también,  la forma tan basta de abordar el  proceso de construcción nacional catalán, el cual en sí mismo, se le antoja, anti humanista, insolidario y burgués. Utilizo el concepto construcción nacional con plena conciencia, distinguiendo su diferente significado en relación a España y Francia, naciones con una historia plagada de imperialismo y colonialismo, y las naciones sin estado, que por no tenerlo, no se han visto implicado en tales desmanes. Otra cuestión es el grado de responsabilidad de sus élites en las rapiñas coloniales. Recientemente, de mano de algunos dirigentes de Podemos se apela a un patriotismo popular español frente a la dictadura de la Troika y la sumisión del PP.  Está por ver si ello es posible sin que choque con los patriotismos de las nacionalidades, y sin que sea capitalizado por quienes, hasta el presente, han monopolizado y manipulado su contenido. El estado español no es Venezuela o Cuba, donde el patriotismo es antiimperialismo.

Por mi parte, el patriotismo vasco, está circunscrito a los elementos y aspectos relacionados con lo que algunos autores llaman el “soberanismo de los justos”, o la exigencia de mecanismos políticos y económicos propios necesarios para garantizar el bienestar social de la nación minoritaria. Aspectos todos ellos, compatibles con el internacionalismo y el soberanismo de izquierdas. Y es que Cataluña y Euskal Herria, son proyectos nacionales en construcción, negados y vetados por los Estados (francés y español) que no les reconocen tal derecho, y encima utilizan contra el mismo, todas sus baterías económicas, culturales y políticas. En Euskal Herria tenemos a un auténtico Virrey llamado Urkijo que cual Gran Hermano persigue con escuchas ilegales y lupa en mano todo proceso de implantación y normalización lingüística impulsado desde los ayuntamientos que han decidido dar prioridad a vivir en euskera.

Salvador López Arnal tiene todo el derecho a considerarse catalán y español, republicano federalista y humanista y pensar que su posición es la más racional y laica de las propuestas, pero tiene un problema: que la mayoría de la sociedad catalana no está en su onda y quiere democráticamente independizarse. Digo la mayoría, no toda la sociedad catalana. Y desde luego con posiciones como la suya (y sobre todo, gracias al PSC) no me extraña que el federalismo de corte español esté política e ideológicamente finiquitado en Cataluña. Está la incógnita de Podemos, pero espero que actúen con otros parámetros.

Todo lo dicho, no tendría por mi parte más importancia que la del mero contraste de pareceres, si no fuera por la indignación que me ha producido la forma tan rastrera y sectaria de caracterizar los símbolos independentistas catalanes, y su posible relación contra la Marcha de la Dignidad. Concretamente cuando afirma: “Yo no estoy dispuesto a acudir a un 22M o 21M de fraternidad, lucha y esperanza y pasearme por las calles de la ciudad resistente, que algunos llaman displicentemente Madrid, tras una estelada. Entiendo que algunos compañeros puedan ser independentistas y sentirse cómodos con ella (…) No tiene sentido vindicar y usar símbolos que nos separan y rompen. Tengo la esperanza, que creo que no será vana, que eso que cuento no vuelva a ocurrir. Si sucediera, que no va suceder, prometo organizar la más razonable y sonada de las protestas (…) Hay banderas que unen y otras que separan. La senyera, que no la estelada, y la republicana juegan en el primer campo, no en el segundo. La estelada no se ubica del mismo modo. No es una amenaza, por supuesto que no, es también un acto de dignidad republicana”.

Salvador cree ver la paja en el ojo del vecino, pero no ve la viga en el suyo.

De entrada, no creo que nadie le pida que vaya a Madrid tras la estelada. Ni que él tenga que conceder a otros que puedan hacerlo (faltaría más). La cuestión estriba en saber si la estelada tiene sitio en tal evento, si es legítimamente aceptada por los organizadores de la marcha y los propios marchistas, vayan tras ella unos pocos o varios miles. Porque de no ser así, ¡Apaga y vámonos! De entrada, un montón de vascas y vascos nos retiraríamos de la participación en la marcha por entender que no tenemos sitio dentro de ella. Por suerte, los organizadores no son del mismo pelo que Salvador, y han incluido (con buen criterio) entre los objetivos de la marcha reivindicar el derecho a la libre decisión de los pueblos. Tal reivindicación, ¿une o separa? ¡Une! Si entendemos tal unidad como un punto de partida plural contra el enemigo común, entonces… lo que si separa ¡y mucho! es partir de la idea de que para ir contra tal enemigo solo cabe una posición.

Desde mi condición independentista de izquierdas, he mantenido y mantengo discrepancias con muchos colegas que piensan que no tenemos por qué estar en las movilizaciones de ámbito estatal. Que basta con que cada cual luche en su territorio,  (en todo caso, sí en Bruselas pero no en Madrid). Incluso lo de evitar coincidir en el tiempo con las movilizaciones generales. Soy de la opinión contraria. Hay dinámicas propias, de ámbito exclusivamente vasco, que no tienen por qué coincidir con otras; pero también debe haber momentos de confluencias necesarias y en todas las escalas. Sean nacionales, estatales e europeas. A mi juicio, el internacionalismo (máxime cuando se trata de pueblos oprimidos por las mismas oligarquías y el mismo sujeto estatal), consiste en unir fuerzas y solidaridades. Un dar y recibir. Un ir  y venir. Por ello es bienvenida la solidaridad  que llega a Euskal Herria para exigir a nuestro lado el respeto por los derechos de las personas presas políticas vascas; también a detener la construcción del TAV; o a celebrar el Aberri Eguna. Y por nuestra parte, respondiendo de forma recíproca, acudiendo a distintos lugares del Estado Español, incluida su capital, en defensa de objetivos ecologistas, feministas y sociales, y como no, democráticos.

 El año pasado recorrimos la sierra y la ciudad de Madrid con las ikurriñas en ristre, y disfrutamos de buena comunicación y entendimiento en  los lugares por donde pasamos, sin ocultar por nuestra parte qué somos y qué demandamos. En Euskal Herria, no tenemos enseñas diferenciadas para el independentismo y el autonomismo, pero si las tuviéramos lo mostraríamos (por dignidad) también en la Marcha de la Dignidad.

Un planteamiento auténticamente republicano y democrático sobre la cuestión nacional, debe partir del reconocimiento del derecho a la secesión. Y si la independencia es un derecho reconocido, no es de recibo afirmar que las banderas independentistas dividen. A no ser, que se piense que una cosa es el derecho y otra su utilización.

Desconozco si independistas catalanes van a participar en la marcha (desde luego, con tales prejuicios de entrada, no me extraña que no lo hagan, si bien puede haber posicionamientos como los que he criticado en el caso vasco). Sí estaremos presentes las y los independentistas de izquierda vascos. Lo haremos razonando de la siguiente forma: “Nos encontramos inmersos en un ciclo político y electoral donde es previsible que se den cambios políticos de entidad en el ámbito institucional tanto en Euskal Herria como en el Estado Español. Pero tales cambios, sin un contrapoder ciudadano que transforme la correlación de fuerzas sociales y políticas, apenas podrán superar el umbral de deseo. Un contrapoder, solidario de los diferentes pueblos y naciones dentro y fuera del estado español. Es la lección de Grecia. Un gobierno de izquierdas comprometido con las demandas populares es un gran paso, pero los obstáculos y presiones de la Troika y las oligarquías locales puede obstaculizar, incluso neutralizar tales cambios si no se cuenta con un pueblo movilizado y apoyado por la solidaridad internacional.

Se trata de compaginar el impulso constituyente propio, iniciado con la Euskal Bidea, con la necesidad de potenciar un frente político y social de carácter subversivo y plural, internacionalista, anticapitalista y transversal a escala europea, y que agrupe a movimientos de diferente naturaleza: ecologismo, feminismo, movimiento obrero, de liberación nacional, de defensa de libertades democráticas básicas, etc.

Para terminar, López Arnal se considera ardiente antinacionalista, pero con su visión de país demuestra que en realidad es más nacionalista de lo que piensa. Ciertamente  no  como la derechona, ni tampoco como el PSOE, pero no por ello su formula nacional (España, país de países, dice) es neutra y aséptica, incólume de toda tacha nacionalista. Habla de la fraternidad entre  los pueblos ¿ello es posible sin estar autodeterminados?, esto es, ¿en pie de igualdad?  De un país de países (que a veces denomina Sefarat) dentro de la cual ubica a García Lorca, Castelao, Aresti y Espriu. Pero salvo el primero, que forma parte del país matriz (cultural y lingüísticamente) el resto no son más que parte de la parte, escritores en lenguas que son legales solamente en parte del país, pero no en todo el país. Y es que Cataluña, Galicia y Euskal Herria (o sea los países) según el Estado son lingüísticamente plurales, pero el país que agrupa al resto de los países no (aunque lo sea de facto, por ejemplo por los miles de Gallegos que viven en Madrid). Aresti, que no goza de reconocimiento alguno por parte del supuesto país de países, declamó gritando al cielo: Nire aitaren etxea defendatuko dut! (¡defenderé la casa de mi padre!), metáfora fruto de su época, que se refería al expolio cultural y lingüístico que sufría y sufre Euskal Herria.

¿Qué lugar se asigna en el país de países (donde eventos como la romería del Rocío se emiten en todos los canales privados y públicos de ámbito estatal) a hitos como la Korrika, que recorre miles de kilómetros, pasando de mano en mano un testigo comprado por la persona portadora, porque el euskera es todavía un idioma sin normalizar, que necesita de academias de aprendizaje para adultos, que no puede sobrevivir sin tal esfuerzo y apoyo ciudadano? Uno de muchos ejemplos…

Publicado en Rebelión

EH Bildu no está en la calle

Cristina Bereciartua – Alternatiba

A dos meses de las elecciones, siguen apareciendo sondeos con su consiguiente lluvia de opiniones, críticas, escepticismos, triunfalismos para unos y derrotismos para otros. De toda la avalancha de comentarios que he ido leyendo, una de las críticas que más me sorprende es la de que «EH Bildu no está en la calle». No es una cuestión nueva, es algo que llevo oyendo desde hace algún tiempo y me sigue sorprendiendo. Siempre me hago la misma pregunta ¿Qué significa que EH Bildu no está en la calle?

Podría significar que sus cargos públicos no están implicados con las diferentes luchas que aparecen en el día a día. Sin embargo, es difícil no verles en las distintas manifestaciones, concentraciones, paros, protestas… Contra los recortes, contra la precarización del trabajo, contra la LOMCE, a favor del derecho al aborto, contra las vulneraciones de derechos, contra los desahucios, contra el fracking, contra Garoña, contra los recortes en el sistema sanitario, a favor de los derechos humanos, apoyando a los trabajadores de las distintas empresas en lucha, apoyando la soberanía de los pueblos del sur de Europa frente a la Troika, reclamando asilo para activistas saharauis, luchando por frenar la firma de tratados de libre comercio que nos convertirán en meros consumidores sin derechos, exigiendo justicia y reparación para las víctimas de la dictadura… y así una larga lista, prácticamente interminable.

Además, no es solo una cuestión de verles participando en las distintas movilizaciones, sino que se reúnen con los movimientos sociales para conocer con detalle sus reivindicaciones y hacer de puente para que lleguen a las instituciones, para que la voz de la ciudadanía tenga espacio entre las voces de grandes empresarios, lobbies, bancos… Un espacio abierto y una voz contundente que defiende los intereses de los nadie.

Tampoco es únicamente cuestión de que estén en las protestas o que hagan de puente en las instituciones. Muchos de los cargos públicos que se representan a  EH Bildu en las instituciones son personas con una larga trayectoria militante y, en muchas ocasiones, auténticos referentes en determinadas luchas.

Se podría entender que se refiere a que la gente que participamos activamente en EH Bildu no nos implicamos más allá de la vida la coalición. No obstante, no conozco a ninguna persona que, siendo parte de la coalición de una u otra forma, no participe en otros movimientos sociales, asociaciones, etc. Se podría decir que todas somos «plurimilitantes».

También podría denotar que EH Bildu no lidera tal o cual lucha. Sin embargo, en Euskal Herria hay una gran riqueza de movimientos sociales ¿que un partido político se apropie o intente apropiarse de la lucha de alguno de los movimientos sociales no es una falta de respeto hacia su labor? Los partidos políticos deben ser parte de esas mismas luchas, además de una herramienta para hacerlas llegar a las instituciones, pero no para crear ni dirigir las reivindicaciones sociales. Para eso están los movimientos sociales, la ciudadanía, que debe ser quien construya y dote de contenido a las distintas luchas.

Cuando hago esta reflexión, siempre llego a una conclusión, de ser cierto que EH Bildu no está en la calle solo puede ser porque es parte de la misma. Porque las personas que apoyamos el proyecto de EH Bildu, también estamos en otros espacios. Participamos en la lucha feminista, estamos presentes en la paralización de los deshaucios, en las asociaciones de nuestros barrios, en las asociaciones de padres y madres, estamos contra el fracking, en el espacio sindical, en el ámbito educativo, peleando contra Garoña, en la lucha contra la precarización de servicios sociales…

Habrá quien piense que en estos espacios se participa de manera individual, no en representación de EH Bildu ¿pero acaso no se compone esta de individuos que deciden organizarse de manera colectiva para sacar adelante un proyecto común? ¿Dejo de ser feminista cuando participo en una asamblea de barrio? ¿Dejo de ser vecina de tal barrio cuando participo en las reivindicaciones sindicales? ¿Dejo de ser trabajadora cuando exijo derechos sociales? ¿Dejo de ser parte de EH Bildu cuando salgo a la calle a participar en las distintas luchas?

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