Fin de ETA y…

Joxe Iriarte ‘Bikila’ – Alternatiba

A raíz de la entrega de las armas de ETA escribí: “A falta del acto que suponga su desaparición formal, ETA ya es historia. Contar esa historia, me temo, en principio va a tener más de batalla entre relatos que debate del cual sacar enseñanzas. Preveo mucho ruido, ecos distorsionados similares a los que se oyen en medio del sepulcral silencio que acompaña al día siguiente de la batalla. Una liza con sucesivos episodios, que ha durado mas de 60 años y que ha dejado centenares de muertos tanto en los diferentes bandos como entre quienes no tenían bando alguno. Sin embargo, aunque va a requerir su tiempo, abogo para que seamos capaces de abordar el pasado y sus repercusiones sobre el presente”.

Con tal objetivo, y como aperitivo, he decidido reeditar una versión actualizada de un artículo escrito al poco de que ETA anunciara el fin de su lucha armada. A modo de introducción diré que el enfoque del escrito difiere de la tesis de que no ha existido (ni existe) un conflicto político de carácter nacional, sino la lucha del Estado de Derecho contra el terrorismo, y que el fin de ETA supone la victoria del “bien sobre el mal” (según la formula acuñada por Busch); pero también, de la versión que nos presenta una heroica lucha (la de ETA) repleta de sacrificios y a resultas de la cual el pueblo vasco estaría en mejores condiciones para conseguir su libertad nacional y la emancipación social. Creo que entre el blanco y el negro de ambas versiones no permite un tercer enfoque ni matices importantes.

1. ETA, ha cerrado la persiana. La mayoría de la sociedad vasca llevaba tiempo deseado el final de ETA. Yo también. Pero las razones para desear y argumentar tal fin eran y son diversas y condicionadas por el cristal con que miramos, o la forma en que nos afecta personal o políticamente.

Mis razones nunca han sido ni son las del sistema y sus defensores, ni están fundamentadas en unos preceptos éticos abstractos, los cuales, al igual que la aspirina, valen para todo tipo de dolores. (1) La noción del bien y del mal del PP (por ejemplo, en el tema del aborto), o de cualquier demócrata neoliberal, y la de un anticapitalista y antiimperialista no pueden ser iguales o similares, por más que todos nos declaremos fervientes defensores de los derechos humanos. Con la excusa del antiterrorismo el Estado español ha restringido libertades (ley de partidos, etc) y conculcado derechos humanos (claramente denunciadas por Amnistía Internacional por torturas en comisarías y penosa situación de los presos).

Hablando claro, a pesar de mis divergencias con ETA, no he deseado un final policíaco-represivo de ETA del tipo «derrotado y cautivo el ejército rojo, la paz reina en España»; o el orden constitucional, que no es lo mismo pero algo se le parece. El discurso sobre el final de ETA que se va imponer desde el campo institucionalista supondrá una cerrada defensa de la política antiterrorista; incluida la “guerra sucia” (y sus fondos reservados) aunque esta se defienda por lo bajini. Y en general todo el entramado legislativo que no ha hecho sino endurecer todo tipo de leyes y decretos represivos. Lo cual nada tiene que ver con lo que se supone es inherente a un Estado verdaderamente de derecho.

No por casualidad el ejército vencedor de la guerra civil impuso una Transición a la medida de sus deseos (que rechazó la República y no reconoce más soberanía que la de la nación española) y posibilitó, además, que los que hoy claman «¡ni olvido ni perdón!» se beneficiasen del borrón y cuenta nueva. El PP tuvo por presidente honorífico a un ex ministro franquista responsable directo de masacres como la del 3 de marzo de 1976 en Gasteiz. Esto es, quienes durante la Transición alabaron el cambio de chaqueta de tantos falangistas convertidos en demócratas de toda la vida, pretenden negar a las gentes de la Izquierda Abertzale la posibilidad de liderar un cambio de estrategia.

Por el contrario, he deseado una decisión unilateral de ETA, tal como ha ocurrido al final.

En primer lugar, para dar fin a una estrategia que además de generar un terrible e inútil dolor entre sus partidarios y adversarios, entorpecía y envilecía la lucha en pro de la soberanía de Euskal Herria.

En segundo lugar, para superar los obstáculos existentes para logar un acuerdo satisfactorio en torno a las víctima, los presos y exiliados y, en general, a todos los directamente afectados. (2)

En tercer lugar, para que desapareciese el tutelaje que ejercía ETA sobre el plano político-general (3). En este sentido, ha sido muy positivo que la actual izquierda abertzale abogue por una clara separación entre las demandas políticas relativas al derecho de autodeterminación (4), la territorialidad y el respeto de los derechos civiles y políticos, etc., y lo concerniente a la confrontación entre el Estado y ETA, y ETA y una parte de la sociedad vasca (víctimas, presos, exiliados, la legislación antiterrorista, ley de partidos, etc.).

En cuarto lugar, para que se facilite y allane el camino ya iniciado por la izquierda abertzale para conformar un nuevo proyecto del estilo de Euskal Herritarrok (y que la ruptura de la tregua frustró) adaptada a las nuevas circunstancias, marcadas por una profunda crisis sistémica. El éxito de Bildu, supone un espaldarazo al giro efectuado por la izquierda abertzale, y demuestra que el accionar de ETA, además de generar graves problemas éticos, impedía izquierda abertzale (y al soberanismo) desplegar todo su potencial electoral y social. Esto es, que la izquierda abertzale despliegue velas hacia la construcción de una izquierda de corte anticapitalista y antisistémica en lucha por una Euskal Herria, soberana y eco-socialista. Dicho en otras palabras, que pueda refundarse en esa dirección.

Por último: Porque no comparto el argumento de que vivimos en el mejor de los mundos posibles y que todo intento de trasformarlo de raíz mediante una estrategia rupturista nos llevaría a horrores sin cuento. Más bien, pienso lo contrario: sin ruptura con este sistema no hay salida para los problemas que nos aquejan. Pienso también, que la cultura del consenso para todo (basada en la en la búsqueda sistemática de intereses comunes; por ejemplo, entre en capital y el trabajo) en detrimento del disenso y de la cultura de la insumisión y la disidencia ante la injusticia, y que lucha armada de ETA ha reforzado por contraposición. (5)

La cultura del consenso, como paradigma de la buena política, ha sido uno de los cánceres de la izquierda y de los movimientos de emancipación. Hemos adolecido de disenso y sufrido una intoxicación de consenso.

2. Vías políticas o vías militares. En tales términos ha sido planteado el debate fundamental de los últimos años. La izquierda abertzale ha evolucionado del jaleo a la lucha armada (ETA jarraitu borroka armatua!) y la defensa de la validez de todos los métodos de lucha, a apostar solo por las vías políticas. Puede especularse si el cambio es fruto de la necesidad (para superar el cerco represivo) o de la convicción (superar el militarismo), o de ambas a la vez. Incluso si es muestra de debilidad (tesis de Ares) o de fortaleza (¿quién resiste mejor el huracán represivo, el robusto roble o el flexible bambú?). Todo ello es discutible y formará parte de la batalla del relato. Lo importante es señalar la magnitud del cambio operado: Una estrategia que opta por la constitución de un bloque soberanista-independentista de izquierdas que opere en todos los ámbitos políticos y sociales; que ocupe las calles y las instituciones, e impulse desde ambos ámbitos la confrontación democrática en demanda de un cambio de régimen. Y ese cambio copernicano es lo que ha posibilitado el surgimiento de EH Bildu, con todo lo que ello representa.

A partir de ahora, el quid de la cuestión consistirá:

a.- Integrarse en el sistema (las presiones en ese sentido serán grandes y variadas) si bien no de cualquier forma (las variantes son diversas, no ha sido los mismo el PSOE que IU), o, combatirla en todos los frentes (el cómo, es también un tema complejo que habrá que ir desgranando).

Esto es, si la estrategia y táctica políticas van atener un sesgo fundamentalmente reformista basada en una eficiente y honrada la gestión institucional sostenido por diversos movimientos sociales; o bien va a favorecer las luchas y los movimientos sociales para construir pacientemente una nueva representación política (incluso parlamentaria) de los explotados y oprimidos cuyo objetivo sea a corto y medio plazo un Estado independiente y socialmente justo, y a la larga el derrocamiento del capitalismo y el fortalecimiento de un proyecto eco-socialista.

b.- A otro nivel, va a tener que dilucidar si su política de alianzas va a tener un sesgo fundamentalmente nacionalista interclasista, o preferentemente clasista y anticapitalista. Esto es, una construcción nacional vasca favorable a las clases explotadas y solidaria con sus congéneres de otras partes del planeta. Dicho de otra forma, un programa orientado lo que se ha llamado el nacionalismo del bienestar (síntesis entre el nacionalismo burgués y el antiguo modelo social-demócrata partidario del estado de Bienestar).

La crisis actual ha puesto de manifiesto el nefasto papel de los social-liberales y nacionalistas de derecha, pero también los límites de una izquierda formalmente anticapitalista, institucionalista, presa de la cultura de la gobernabilidad y el convencimiento de que solo compartiendo poder (aunque sea en un papel subalterno) (6) se pueden obtener logros de importancia.

c.- Cabe también, una convivencia entre ambas opciones no exenta de tensiones, sobre la base de una posición mayoritaria intermedia, que haga puente entre entre las más extremas. Me da la impresión de que algo así funciona en Die Linke de Alemania. También en Podemos. Y es posible que sea la opción ganadora en EH Bildu.

De momento, el reto fundamental se sitúa en el logro de una izquierda que responda con contundencia al descrédito generalizado de los representantes públicos pringados en tantos escándalos de corrupción.

3. Algunas consideraciones suplementarias sobre el tema de la violencia política. Es evidente que en las sociedades europeas actuales, las estrategias basadas en la lucha armada (máxime si es del tipo de la empleada por ETA) constituyen un grave error de nefastas consecuencias. Pero el debate sobre la violencia no se agota con ese ejemplo (8): basta analizar lo ocurrido en la última huelga general, lo acontecido en todo al Parlamento de Catalunya y el M-15, Kukutza, o cada vez que se da un enfrentamiento violento entre fuerzas del orden y manifestantes o huelguistas defensores de justas reivindicaciones. Miremos a Grecia, y veremos como responde el estado a la ira popular.

Hay violencias y violencias, y es necesario diferenciarlas. Francisco Fernández Buey aborda el problema de la siguiente forma: “no hace falta aceptar la idea de que la violencia es la comadrona de la historia, ni insistir particularmente en la observación de que, por lo general, los derechos no se otorgan sino que se conquistan (frente a la violencia de quienes no quieren ceder sus privilegios a los cuales dan forma de ley), ni siquiera aceptar la idea, tan extendida, de que entre derechos iguales decide la violencia, para ponerse de acuerdo, en que existen circunstancias en las cuales la resistencia al mal social y la justicia obligan al desobediente y al resistente [¡y yo lo soy, respecto a múltiples injusticias que emanan del mundo capitalista!] a ejercer ciertas formas de violencia defensiva”. Violencia defensiva frente a un estado que se autodefine como de derecho, y que en realidad es un aparato para el ejercicio de la violencia sistémica.

Freud, respondiendo a Einstein, fue muy explícito al afirmar que, tratándose de la violencia social (y no de violencia individual), “se comete un error de cálculo si no se tiene en cuenta que el derecho fue originalmente violencia bruta y que el derecho sigue sin poder renunciar al apoyo de la violencia”. Nos lo señalaba también Javier Ortiz: “El estado es la estructura organizada más acabada de la imposición. Él decide que hay instrumentos de violencia no sólo aceptables, sino incluso estupendos: las Fuerzas Armadas, las policías, los tribunales, las cárceles”. No hay sentencia judicial, o decisión política, que no tenga detrás de sí unas fuerzas policiales que la harán efectiva en caso de oposición. Los oponentes al TAV sabemos algo de eso, y los huelguistas franceses también, y qué decir de los emigrantes, por no hablar de conflictos más sangrantes o virulentos como el que está en curso en Afganistán etc.

Al arrogarse el monopolio de la violencia, el Estado asume sin tapujos su derecho a ejercerla de forma exclusiva y utilizarla cuando le haga falta, mediante unas instituciones armadas (ejército y policía) financiadas a expensas del contribuyente. Y esto es así en la política nacional como en la internacional. El hecho de que se dote de un protocolo de actuación (no pocas veces trasgredido conscientemente, el “caso Cabacas” un botón de muestra) no invalida esa conclusión, a pesar de que el lenguaje políticamente correcto se empeñe en afirmar lo contrario.

En la ya desaparecida sección “Carta con respuesta” del diario Público, Rafael Reig, nos ilustraba con su opinión: “De Gaulle afirmó: Francia se hizo a golpe de espada. Aznar piensa que España se hizo con la ayuda de Santiago Matamoros, y Esperanza Aguirre sitúa el nacimiento de la nación española en la guerrilla armada del siglo XIX. ¿Qué decir, de la(s) independencia(s) americana(s), o el nacimiento de la democracia en Francia a golpe de guillotina, o las distintas revoluciones políticas y sociales, frustradas o triunfantes…?

La violencia esta ahí. Se diga lo que se diga. Para una izquierda trasformadora que no solo quiere vencer, sino también convencer, ser consecuente entre los fines que predica y los medios que utiliza el debate va de suyo. Algunas pinceladas al respecto.

4. Medios y fines. Alguien dijo que la guerra es el arma (política) de los ricos, y el terrorismo el arma de los pobres. Tenía razón; sólo apostillaría que tan terrorista es una forma de violencia como la otra, aunque la primera tenga detrás de sí el beneplácito de las instituciones nacionales o internacionales. Y que en ambos casos (pobres o ricos), la cuestión estriba, por tanto, en la naturaleza de la política que se ejecuta y los medios que se emplean.

Ser radical es ir a la raíz de las cosas”. Ir a la raíz de nuestros problemas nos lleva a enfrentarnos al sistema capitalista y sus instituciones represivas. Pero hay muchas formas de ser radicales, y no todas son asumibles desde los principios políticos de izquierda radical o revolucionaria.

La radicalidad debe de ser sinónimo de aspiración al cambio de sociedad, de quienes no se conforman con la mirada superficial, buscan la raíz de las cosas, de los problemas, para precisamente solucionarlos.

Hay radicalidades que utilizan violencia de baja o alta intensidad, y otras de signo pacifista. Curiosamente las primeras no requieren necesariamente más valor que las segundas. En ambos comportamientos nos encontramos a menudo con dogmatismos que absolutizan su elección, más allá del tiempo y el espacio.

Las radicalidades violentas requieren de tres condiciones generales para que sean políticamente operativas: legitimidad, deseabilidad y conveniencia. Se trata de tres criterios que con frecuencia no van unidos. Cuando se separan, la violencia ejercida entra en crisis o de deja de ser conveniente, pues ningún método de lucha escapa a la dialéctica entre medios y fines.

Podemos decir, además, que cuanta menos violencia sea necesaria para lograr los objetivos de libertad, equidad y justicia, mejor. No son pocos los problemas que plantean las vías violentas en la transformación de la sociedad. Si se trata de la lucha armada, su inclinación a militarizar la política, los movimientos sociales y la propia sociedad, se convierte en una amenaza contra sus propios fines de emancipación. La historia nos demuestra que, incluso las revoluciones triunfantes por la vía militar, han generado desde el poder graves defectos de verticalismo y falta de libertad. Naturalmente no se trata de una ley inevitable, pero sí de un fenómeno repetido que invita a la reflexión. Por ello nos interesa sobre todo aquella vía que sintoniza con los valores y objetivos por los que luchamos, y facilita el camino para lograrlo. Y está claro que las vías no violentas concuerdan más con la dialéctica entre fines y medios.

Ciertamente la no violencia entra en crisis, también, cuando su ejercicio se traduce en inoperancia o, a su pesar, en un apoyo objetivo al sistema dominante, o cuando menos en alimento de actitudes socialmente poco o nada favorables a la lucha contra la opresión. Y tiene sus límites. Gandhi, resistente pacífica activo contra la injusticia, y que además venció al imperio opresor, no logró que tras la independencia desapareciesen las castas, la explotación, ni los odios religiosos. Un pueblo que utilizó vías pacíficas no quedó en absoluto vacunado contra la violencia interreligiosa, interétnica o contra los parias de la tierra que siguió a la conquista de la independencia.

De hecho, salvo el pacifismo extremo, partidario de ofrecer la otra mejilla -e incluso éste admite excepciones- ninguna doctrina filosófica, y mucho menos política, rechaza el empleo de la violencia, sea ésta en primera o última instancia. De los estados está todo dicho. La Constitución americana defiende el derecho del ciudadano a levantarse en armas contra la tiranía, y ninguna organización o movimiento revolucionario que aspire cambiar la sociedad excluirá el enfrentamiento armado, pues sabe que tarde o temprano los que están el poder sacarán los tanques a la calle.

MORALEJA. Unos medios dignos no conducen inevitablemente a un buen resultado, pero está demostrado que unos medios perversos garantizan el desastre. Todas las opciones consideradas legítimas requieren una crítica y una autocrítica permanente.

Notas:

1. Mi enfoque se fundamenta en la “fusión de lo ético y lo político, partiendo de la pluralidad de éticas y de políticas” según la definición de Paco Fernández Buey. Esto es, en unos principios éticos acordes a un proyecto eco-socialista, internacionalista, feminista y autodeterminacionista, los cuales chocan con de los defensores del statu quo, contrarios a esos objetivos, pero también con los de ETA, que en teoría pueden coincidir pero que su práctica los contradice.

2. En el tema de las víctimas, merece la pena resaltar el contraste existente entre el protagonismo simbólico que juegan las víctimas de ETA y sus familiares, y el ostracismo que sufrieron (durante toda la Transición) y sufren las víctimas de la guerra civil y sus familiares. Poco tiene que ver con una cuestión de responsabilidad generacional ni con cuestiones de mayor urgencia en materia de memoria o reparación, sino con la construcción de un discurso que hace de la Transición nuestro alfa y omega, y todo lo que cuestiona esa versión no interesa.

3. Aunque debe de quedar claro que no desaparecerá el otro tutelaje, el de unas FFAA encargadas de la defensa de la soberanía y unidad territorial del Estado… que también debería de desaparecer.

4. Estoy de acuerdo con cuando Paco Fernández Buey, cuando afirma que, “la defensa histórica de un derecho principio jurídico-político justo por la vía de la violencia, sea ésta mayoritaria o minoritaria, no invalida la justicia de dicho principio… el derecho de autodeterminación de los pueblos no es un anacronismo en esta Europa, en este mundo, es un derecho democrático básico en una democracia en construcción”.

5. El consenso social es necesario para resolver determinados temas, tales como la convivencia entre culturas, identidades, o choque entre derechos similares. Sin embargo, no sirve, para conflictos en cuya base está la explotación, la opresión y la discriminación de clase, de género y/o nacional; ni qué decir de las agresiones al medio ambiente. El ejemplo palestino es de lo más ilustrativo.

6. Es el papel asumido por ERC e Iniciativa per Catalunya (en el tripartito con el PSC) en la Generalitat, el BNG en la Xunta y EB en Eusko Jaurlaritza.

7. Ello no exime a la izquierda radical de su propia incapacidad para erigirse en alternativa. Lo cual a mi entender hace necesarios en la presente coyuntura procesos amplios de acumulación de fuerzas antineoliberales y soberanistas. Podemos y EH Bildu, cada cual con su particular enfoque serían los modelos actuales en los cuales la izquierda anticapitalista y soberanista debería intervenir.

8. De hecho, salvo el pacifismo extremo, partidario de ofrecer la otra mejilla -e incluso éste admite excepciones- ninguna doctrina filosófica, y mucho menos política, rechaza el empleo de la violencia, sea ésta en primera o última instancia. De los estados está todo dicho. La Constitución americana defiende el derecho del ciudadano a levantarse en armas contra la tiranía, y ninguna organización o movimiento revolucionario que aspire cambiar la sociedad excluirá el enfrentamiento armado, pues sabe que tarde o temprano los que están el poder sacaran los tanques a la calle.

Le France, la resaca

Luis Salgado – Alternatiba

De un tiempo a esta parte tengo la sensación de que las elecciones en Europa toman un tinte futbolero, todas son finales anticipadas, todas son importantísimas para el futuro de Europa (¿y los europeos?) y sin embargo, terminada la jornada todo sigue igual. ¿Todo? Todo no, la idea neo-liberal de tintes xenófobos campa a sus anchas por el mal llamado viejo continente como espíritu de Morgul. Dicen que vivimos la época de la postverdad, simplemente vivimos como siempre, engañados. Pero vayamos a analizar la última jornada liguera;

La ultraderecha; ¡Que viene el Coco!
 
No sé si volveremos a ver, al norte de los Pirineos, un partido nazi-fascista gobernando alguno de los principales países de Europa, pero lo que está claro es que, de momento, como amenaza no puede ser más rentable para el poder. Falta saber si, como en el cuento del pastorcillo, cuando las ovejas vean al lobo quedará alguien para defenderlas.
 
El ascenso de la ultraderecha está facilitando a los gobiernos liberales perpetuarse en Europa bajo ese mantra de “nosotros o el caos extremista”. La ultraderecha se queda siempre a un paso del poder, Austria, Holanda, Francia… pero su discurso gana siempre y marca las agendas europeas del poder que asumen sus rasgos identitarios sin sonrojarse siquiera.
 
La Socialdemocracia ha muerto, viva el neo-liberalismo
 
No hacen falta sesudos análisis para entender esto. En un Sistema Capitalista de usar y tirar, todo tiene fecha de caducidad cuando ya no es útil, y la socialdemocracia es la primera víctima de la caída del Muro de Berlín. Tuvo su auge cuando permitía vender ese Capitalismo de rostro amable de la postguerra, ese lado social que endulzaba la realidad y nos decía que no era necesaria la temible dictadura del proletariado para crear un mundo justo con reparto de la riqueza y tal, pero sin enemigo económico-social que represente una alternativa, con el Mercado como único poder y creador de agenda, ¿Qué puede aportar la socialdemocracia? Nada, y en polvo os convertiréis.
 
El paseo triunfal del Neo-liberalismo
 
Los grandes triunfadores, indiscutibles, hegemónicos, cuasi deidades infinitas, intocables. Ni en los mejores sueños húmedos de aquel mediocre actor de western ni de la Iron Maiden británica hubieran imaginado un camino tan feliz para su romance. Hoy los estados son seres amorfos que apenas alteran al mercado y legislan para su defensa. Burbuja tras burbuja hasta la hegemonía total haciéndonos creer que todas éramos Clase Media y la vida era una orgía de satisfacciones capitalistas, y al despertar, ellos lo tenían todo, dinero, poder y control, y tú una o dos hipotecas y tiempo para pasar en el paro. Y tuvimos frente a nosotros las dos pastillas de Morfeo, y elegimos la azul, porque preferimos seguir saboreando el filete aunque sabíamos de sobra que no existía, que sólo era producto de nuestra imaginación, inducida a través de nuestros sueños. Y siguen dando vueltas al tornillo, y a cada vuelta los ricos son más ricos y los pobres… los pobres están más asustados.
 
Porque elegimos la pastilla azul, pero por si no era suficiente nos han puesto cientos de cadenas sobre nuestras extremidades para qué no nos movamos. Miedo, pánico a lo que puede venir, a los fanatismos, al terror, a las enfermedades, y en última instancia al extremismo. Tenía que llegar, estaba claro. Tanto hablar del eje izquierda-derecha en dos dimensiones, como una línea recta nos ha traído a que interioricemos que quien se encuentra en uno de los extremos es extremista, lógico. Así, olvidamos que en realidad el peligro siempre ha sido el dogmatismo, el querer llevar una idea hasta sus últimas consecuencias, y ahí, en ese dogmatismo es donde se hallan los que nos venden como moderados. El neo-liberalismo es la ideología extrema por definición, la que ha logrado que alcancemos las mayores cifras de desigualdad, pobreza, guerras, hambre… etc. de la historia, pero no están en ningún extremo de esa línea imaginaria. Así nos va. Extrema es la izquierda, y la derecha, y los extremos se tocan y … mientras el Anillo sigue atándonos a las tinieblas.
 
¿Y la izquierda?
 
Debatiendo si son galgos o podencos. -¡Mira, un brote, una esperanza!-  -Bah, otros revisionistas que nos venderán a la primera oportunidad- Y preferimos seguir en el Titanic echando la culpa al de nuestra acera que embarcarnos en un frágil bote.
 
Sobre le France primero una consideración; si no entiendes las diferencias entre unas elecciones parlamentarias y unas presidenciales difícilmente puedas distinguir entre táctica y estrategia y así es comprensible que sigamos en este bucle infinito. Melenchon podía haber significado una brecha en el Sistema, o no, quizás otro Syriza, tal vez. Pero nunca lo sabremos porque, entre otras cosas, el bote nos parecía tan frágil que preferimos seguir hundiéndonos al son de los músicos.
 
Hemos llegado a tal punto de absurdez, que he llegado a leer a periodistas de izquierdas, de aquí, de EH, celebrar que en Iparralde Le Pen sea cuarta fuerza y que la derecha neo-liberal haya arrasado, porque ya se sabía que Melenchon era un chauvinista empedernido, no como el resto de candidatos con posibilidades que eran ciudadanos del mundo.
Y es que cómo táctica y en unas elecciones parlamentarias entiendo que la broma del “voto útil” sea una absurdez, mejor una representación propia, real, con apuestas fuertes, aunque ésta sea pequeña. Pero en unas presidenciales a doble vuelta hay que ver la estrategia. Yo me quedo con un sabor muy agrio de esta jornada futbolera, porque no creo que Melenchon fuera a suponer un gran cambio, pero me hubiera gustado poder ver cómo se retrataban los neo-liberales en una segunda vuelta entre Le Pen y Melenchon. Saber si, como decía Durruti, los capitalistas franceses ante un riesgo de recortar sus privilegios apoyarían por acción u omisión a Le Pen, o defenderían la unidad de los “demócratas” contra el fascismo, tal y como exigen ahora para apoyar a Macron. Sin duda ha sido una jornada agria, el Barça ha ganado al Madrí y a mi ninguno de los dos me dice nada, porque mi equipo no juega en su misma liga.
 

Por el Imperio hacia Dios

“Una vez vide que, teniendo en las parrillas quemándose cuatro o cinco principales y señores (y aun pienso que había dos o tres pares de parrillas donde quemaban otros), y porque daban muy grandes gritos y daban pena al capitán o le impedían el sueño, mandó que los ahogasen, y el alguacil, que era peor que el verdugo que los quemaba (y sé cómo se llamaba y aun sus parientes conocí en Sevilla), no quiso ahogarlos, antes les metió con sus manos palos en las bocas para que no sonasen y atizoles el fuego hasta que se asaron de despacio como él quería.”
Fray Bartolomé de las Casas

Héctor Prieto – Alternatiba

Desde hace tiempo parece que el franquismo más cutre está en pie de guerra. La última perla la ha soltado el director de RTVE, José Antonio Sánchez, que entre otras lindezas ha negado el genocidio durante la conquista de América. Lo tengo que decir, como historiador me parece un insulto a la verdad y como persona un asalto a los derechos humanos y una humillación a los millones de seres que sufrieron los abusos de los conquistadores.

Pero luego pasé de la mala ostia a la risa, cuando dijo, “El descubrimiento de América ha sido el acontecimiento más importante de la Historia de la Humanidad, después del nacimiento de Cristo. Y la obra de España ha sido de tal magnitud que durante siglos los enemigos del imperio han dedicado lo mejor de sí para desprestigiarnos”. Y es que con eso de los “enemigos del imperio”, solo le faltó añadir “rojos, masones y separatistas”, para retroceder a épocas de Franco, por la poca gracia de Dios.

Por todos es sabido que Hernán Cortes y sus colegas, fueron a disfrutar del sol de la Ribera Maya, playita, papeo y mojitos. Por la noche parrillada con excelente muslo azteca bien aderezado. En cambio, la cuadri de Pizarro, prefirió la montaña a la playa, una excursión a las ruinas de Machu Pichu armados hasta los dientes. Es que estos indios son unos desagradecidos, encima que les traemos la civilización.

Además van los ”barbaros machupichus” y se defienden, seguramente eran yihadistas relacionados con ETA. En los palacios tendrían armamento dispuesto para atentar. Y de esos nazis aztecas… declaró que «Lamentar la desaparición del imperio azteca es más o menos como sentir pesar por la derrota de los nazis en la Segunda Guerra Mundial. La cultura azteca era un totalitarismo sangriento fundado en los sacrificios humanos». En fin, Hitler y Moctezuma primos hermanos, no como Cortes, que era un pobre turista.

Hablando en serio, al señor José Antonio Sánchez le recomendaría la lectura de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, la del comunista, perdón quise decir jesuita, Fray Bartolomé de las Casas. También, como buen devoto que supongo que es, estaría bien que repasara el Sermón de Montesinos, haber si encuentra la Luz.

Ya de paso a riesgo de terminar como la twittera Casandra, voy a permitirme hacer apología del indigenismo y recomendar la película También la lluvia. Es posible que como rojo perro flauta o abertzale radical no interprete bien la historia, pero que le vamos a hacer señor Sánchez, todos somos criaturas de Dios.

Del blog de Héctor Prieto Atxabalta RedVolution

De imputados y patrias

Iagoba Itxaso – Alternatiba

Esto de seguir imputando, llamando a declarar, etc… sigue oliendo a “operación limpieza” del régimen. Y no cuela, son muchos más los que se libran de los que caen. Juicios dilatados, fiscalías de broma, decenas de absueltos, casos “aislados” o dados por “amortizados”. Y cuando hay condena, incluso algo de cárcel, nada se tambalea, nada cambia, el poder sigue en el mismo sitio pisando a los mismos. Necesitamos construir un estado digno y extender su justicia social a través del internacionalismo. La propuesta es política, no punitiva, de castigo, ni de venganza, sino de construcción de algo nuevo sin tanta mierda. De justicia, sí, pero de justicia hacia nosotros, no para ellos. No los quiero en la cárcel, en su cárcel; los quiero sin poder, fuera de mi vida. Y ahí se pudran. Esa es mi patria. Ese sentimiento, ese deseo. Algunos dicen que no existe. Otros decimos que se llama Euskal Herria.

Leer en su blog 

¿Adiós a las armas?

Joxe Iriarte ‘Bikila’ – Alternatiba

Bajo un sol de justicia, unas 20.000 personas aguantamos estoicamente el pasado sábado en Baiona los discursos de los Artesanos de la Paz, así como el comunicado final en cuatro idiomas suscrito por partidos, asociaciones y personalidades que han dado cobertura a la operación de entrega de armas de ETA.

A falta del acto que suponga su desaparición formal, ETA ya es historia. Contar esa historia, me temo, en  principio va a tener más de batalla entre relatos que debate del que sacar enseñanzas. Preveo mucho ruido, ecos distorsionados similares a los que se oyen en medio del sepulcral silencio que acompaña al día siguiente de la batalla. Una liza con sucesivos episodios, que ha durado mas de 60 años y que ha dejado centenares de muertos tanto en los diferentes bandos como entre quienes no tenían bando alguno.

Sin embargo, aunque va a requerir su tiempo, abogo para que seamos capaces de abordar el pasado y sus repercusiones sobre el presente. De momento, transcribo algunas vivencias y sensaciones que en ese momento afloraban mientras observaba desde el estrado de invitados la fachada de la Iglesia de Saint Andre, en cuyo interior, allá por el 72, realizamos una huelga de hambre (con final para algunos en la prisión de Baiona) en defensa de los derechos de los refugiados.

También otros recuerdos de vida militante, épocas donde porté armas, tanto de forma obligada como voluntaria. Sí, voluntaria. Para mi defensa personal y también para poder llevar a cabo determinadas acciones, no forzosamente militares, ya que los cuerpos de seguridad del franquismo tiraban primero y preguntaban después. Esto que algunos olvidan o no tienen en cuenta cuando se refieren al nacimiento de ETA. Sin embargo, no fue la actividad clandestina la que puso en mis manos las primeras armas. Antes de portarlas de forma voluntaria, fue el Ejército español quien me obligó a adiestrarme con ellas y posteriormente usarlas en maniobras militares y competiciones deportivas. Estando en Toledo concentrado para el pentatlón militar, supe por  televisión de las muertes del guardia civil José Antonio Pardines y del militante de ETA Txabi Etxebarrieta.

Recuerdo con claridad el barracón del centro de instrucción de Araka, presidido por un enorme SI VIS PACEM PARA BELLUN. Un teniente nos traducía y explicaba su significado, según el cual se podía entender el papel del glorioso ejército de Franco como instrumento y garantía de una PAZ que ya duraba 30 años. Posteriormente un sargento nos aleccionaba sobre el gran honor de formar parte de dicho ejército y la responsabilidad que contraíamos al portar un arma, la cual teníamos que cuidar “con más cariño que a la novia”.

En relación a ese periodo, transcribo tal cual el resumen de una opinión que acabo de recibir en Facebook: “El anuncio de la rendición de ETA llega una semana después de la condena a una tuitera por mofarse (humillación a las víctimas, rezaba específicamente la sentencia) del magnicidio más sonado de ETA: el atentado de Carrero Blanco. (…) el franquismo sigue floreciendo en homenajes, mítines, comunicados, túmulos funerarios y abyectas fundaciones subvencionadas por el estado español. El general Franco, el mayor asesino de nuestra historia, sigue siendo celebrado en ciertos medios, radios, periódicos y televisiones, como un mal menor, un salvapatrias o un cruzado del catolicismo contra las hordas rojas. Durante cuatro décadas practicó el terror a campo libre y a tiempo completo; durante otras cuatro sus herederos ideológicos siguen aprovechando las sobras del banquete, los tristes regüeldos de la impunidad y la cacicada. Ninguna asociación de víctimas podrá reclamar por las docenas de miles de familiares que se siguen pudriendo en las cunetas; ninguna de las mujeres que fue violada en los sótanos, ninguno de los presos que fue torturado en las inmundas comisarías del régimen puede exigir justicia. Los muertos fueron bastante más de ochocientos, los desplazados bastante más de medio millón, los secuestrados casi todos nosotros. Discúlpenme este inoportuno rapto de demagogia”.

El encabezamiento de este artículo es el mismo que el de la novela de Hemingway, pero el relato bien diferente. Solo unas pocas armas son apartadas de la refriega, en realidad una insignificancia comparada con todas las que a lo largo y ancho del globo vomitan pólvora y plomo. La importancia de las mismas nunca ha estado relacionada con su cantidad y efectividad operativa (que también), sino con ser parte de un conflicto político y la capacidad que tenían de incidir en el mismo; por más que algunos se empeñen en reducirlo a un problema del Estado de Derecho con una banda de malhechores. De haberlo sido, mal que le pese a los gobiernos español (sobre todo) y francés, no habríamos tenido artesanos de la paz, ni sociedad civil implicada, ni la participación de los Gobiernos autonómicos de la CAV y Nafarroa, ni  verificadores oficiales y expertos internacionales en resolución de conflictos. Y sobre todo, la satisfacción de la mayoría de la ciudadanía vasca.

En todo caso, es solo la retirada de una ínfima parte de las decenas de miles de armas que circulan y se almacenan legalmente en los Estados Francés y Español. Una parte insignificante de los millones de artefactos que a diario se producen para su uso en todo el mundo. Por desgracia, a día de hoy, no hay menos sino más armas que ayer circulando por el mundo y por Euskal Herria, si tenemos en cuenta las que portan los ejércitos afincados en el territorio, más los de Gendarmería, CRS, GC, Policía Nacional, Ertzaintza, forales y municipales, además de las empresas privadas de seguridad. Es como reciclar unos pocos residuos mientras se producen exponencialmente cantidades ingentes. El gran reto del desarme mundial y el fin de la carrera armamentística (y de los inflados prepuestos militares, 32% de aumento este año en el Estado español, que se restan del  gasto social) es más acuciante que nunca, por más que nos alegremos de la entrega del 8 de abril.

Publicado en Naiz, Ahotsa y Rebelion

Relatos (anti)patrióticos (según se mire)

Joxe Iriarte ‘Bikila’ – Alternatiba

La literatura, como la vida misma, siempre ha estado influenciada o contaminada por diversos factores. Empezando por la adjudicación de los premios Nobel, pasando por las supuestamente más neutras de nuestras pequeñas galaxias institucionales y culturales, y no digamos las adjudicadas por las grandes editoriales. Hay excepciones, como en todo, pero la mayoría de las obras y sus autores son promocionados y premiados por cálculos políticos y/o comerciales. Desde otro punto de vista, recordemos que en un tiempo leíamos ensayos sobre “literatura y revolución” escritos por autores diversos (identificados con el marxismo) con unos ojos (y anteojos) que iban más allá de lo meramente literario. Nada es neutral en este mundo, la literatura tampoco, y los premios por la paz menos todavía.

Una prueba de lo que digo es la polémica existente en torno al libro “Patria”, escrito por el donostiarra Fernando Aramburu, y sobre el cual viento sur nos han permitido conocer las aportaciones de Ramón Zallo1e Iban Zaldua2. Además han publicado críticasde interés Jabo. H. Pizarroso y Alberto Moyano3. Y la verdad, tras dichos artículos, tanto en su vertiente más literaria, como en la sociopolítica, poco tengo que aportar.

Aramburu, una mirada estrábica respecto a la literatura euskaldun

Aún así, permítaseme añadir y remarcar algunos aspectos de la polémica. Si bien hay que diferenciar obra y autor, no voy a ocultar que respeto a lo segundo, mi grado de contaminación (en eso no voy a ser políticamente correcto) es bastante alta y viene desde las polémicas declaraciones de Aramburu sobre los escritores euskaldunes4.

Ya en su momento critiqué que con tales declaraciones, Aramburu, más allá de la validez intrínseca de su obra (que cada cual juzgue como quiera) buscaba sobre todo publicitarse y además lograr el respaldo del establishment literario y político español. Hablando en plata, hay que ser ignorante –en el mejor de los casos- o mentiroso y bastante canalla, para verter sobre sus colegas de oficio tamaña acusación. Ignorante o mentiroso sobre una serie de personas que escriben (algunos de forma talentosa y otros no tanto, como en cualquier idioma) por pura afición y voluntarismo, imposibilitados de vivir (salvo tres o cuatro figuras) de su actividad literaria. Si vivir de la literatura es difícil, vivir de la literatura euskaldun es pura heroicidad. Y acusarles además, de falta de integridad para escribir libremente lo que de verdad piensan sobre la sociedad vasca, raya el oportunismo más falsario. En un tiempo, fue la censura de los poderes fácticos de la dictadura el toro a lidiar, y en el presente es sobre todo el mercado quien criba. Y si el mercado en algo incide, incluso en el euskaldun, desde luego no es contra los críticos de ETA. Más bien lo contrario. Y si de censura se trata, basta ver lo que ocurre con ciertos chistes y guiñoles, para saber de dónde viene y contra quién se ejerce. Y si por un chiste te machacan, a ver quién se atreve a hacer apología, aunque sea literaria, de ETA. Decía Terry Eagleton que “la ideología es como la halitosis, solo se nota la del prójimo”. En el caso que nos ocupa se aúnan ideología y prejuicio…

¿Literatura pro ETA?

La mayoría de los autores (citados en los artículos de Zallo, Zaldua y demás, por lo cual me abstengo de repetirlos) que han tomado el “conflicto” como tema central o lateral de su obra (entre los cual me incluyo5), ciertamente no lo han abordado de forma tan caricaturesca y simplificada, al estilo de la última obra de Aramburu, pero en mayor o menor grado son muy críticas con ETA y con el empleo de la violencia y sus consecuencias (también del Estado, claro está), y desde luego, escenifican el complejo y amplio abanico del victimario.

Aramburu debería mirar también al sufrimiento (por partida doble) de las madres de los militantes de ETA, por ejemplo tal como lo describió Gabriel Aresti en su poema: Josefa Mendizabal Zaldibian6: “Las madres de los de ETA sufren cuando les matan sus hijos y sobre todo cuando sus hijos matan”.

Se mire por donde se mire, salvo en excepciones y en relación a la época franquista, no existe una literatura (por ejemplo al estilo de la irlandesa sobre el IRA) de ficción de un tono épico y condescendiente y mucho menos apologeta de ETA. Otra cosa son los artículos de opinión, los libros históricos e ideológicos que conforman la historiografía a favor o de explicación de ETA. En relación a la época franquista, no llegan a la media docena las novelas que tienen por protagonistas miembros de ETA. Por citar algunos, Arragoa7 describe unos personajes y una época que a muchos nos resulta conocida, unos jóvenes que entran en ETA por diferentes motivaciones: de clase, identitarias, ideológicas (incluye las disputas entre ETA VI y ETA V), y sufren las consecuencias de tal acto: represión, tortura, cárcel, y vida clandestina. Militar en ETA se convierte en una razón existencial. “100 metro”8 (con versión cinematográfica incluida) tiene por personaje central un militante en ETA, que corre sus últimos 100 metros en la plaza de La Constitución de Donostia (convertida en lugar de ritual) hasta morir acribillado por la policía franquista; todo ello, en un contexto donde ETA era considerada vanguardia de la lucha contra la dictadura y sus militantes luchadores antifascistas (basta recordar el eco que tuvo el Proceso de Burgos en todo el Estado español); igualmente Exkixu9, narra la historia de un militante de ETA entre el Proceso de Burgos y la muerte Carrero Blanco; la narración es un alegato abertzale muy al estilo txillardegiano (valga la redundancia) ante un mundo que desaparece por partida doble: el mundo rural que incluye el caserío (del cual toma su nombre clandestino) y el paisaje donde nació y creció; así como el idioma que mamó en el ambiente familiar (el euskera) arrollados ambos por las excavadoras de las constructoras y la llegada masiva de emigrantes castellano-parlantes. Posteriormente y conforme va cambiando la situación política y cultural, la obra literaria de Saizarbitoria y Txillardegi, se tornará cada vez más crítica y beligerante con la actividad armada. El mismo Txillardegi escribió en Egunkaria un artículo titulado Cui prodest (¿Quién se beneficia?) una dura crítica a ETA responsabilizándole del fracaso de Lizarra-Garazi10.

Ya en la década de los 2000, se editó “Lagun Armatua”11. Escrita por un autor alemán que conoce la realidad vasca. Narra las peripecias de un alemán de vuelta a Bilbao, la ciudad donde solía pasar las vacaciones, y en la cual se reencuentra con un antiguo amigo (cuyo perfil se ajusta a Mikel Antza, el escritor que por ayudar a Joseba Sarrionaindia a escaparse de la cárcel de Martutene malogrará su carrera literaria y se convertirá en un dirigente de ETA) que para la policía es uno de los grandes de ETA; este le pedirá ayuda para recorrer la península, y a pesar de las dudas políticas aceptara ayudarlo. Una novela con tintes negros, y con reflexiones variadas sobre las identidades, la cultura y la amistad con quien no se termina de entender (mas allá del acuerdo y la discrepancia) por qué y para qué lucha12.

La vuelta de Mikel Antza, el personaje real, supone una novedad en este panorama justo en tramo final de ETA. Tras haber sido encarcelado, retoma la escritura13 para narrar sus recuerdos y reflexiones derivadas de sus huelgas de hambre y posteriores estancias en hospitales penitenciarios, sus conflictos con las instituciones penitenciarias y los recuerdos de la clandestinidad. Este autor y su obra sí entran de lleno, con todo derecho y rigor, en tanto que es un relato personal afín al mundo de ETA14.

Como guinda del pastel: “Orpoz Orpo”15, aventuras de un joven clandestino de ETA cuyas peripecias sexuales no desmerecen en intensidad de las estrictamente militantes. Sexo, humor, paranoias y no pocas alucinaciones.

Diferenciando, por rigor, el durante y después del franquismo, esta literatura es variada y plural, tanto desde las miradas más críticas y severas, como las más neutrales y/o condescendientes.

Así que si la pretensión de Aramburu de propiciar “la derrota literaria de ETA” y zanjar el tema, al menos en lo que al terreno de la narrativa se refiere, es una embestida nada quijotesca contra molinos de viento. Un cruzada contra una obra inexistente, pero pura carnaza para los que esperaban un relato según su deseo y visión del conflicto vasco. De ahí (y el acierto de su formato) su éxito. Estamos en plena batalla “por” el relato, y todo vale. El escritor y crítico literario Txema Arias, se preguntaba16 cómo es posible que “los escritores euskaldunes traducidos al castellano sean tan ninguneados por quienes ensalzan a Patria por considerar que es la novela esperada por la sociedad española sobre el conflicto vasco”. La cuestión no es reflexionar, sumergirse y tratar de entender el conflicto vasco en su complejidad, sino proyectar y deleitarse en un relato del conflicto al gusto de un público (muy mayoritario en España) que lo ha estado deseando. Para ese público, Patria, cumple sus expectativas.

Y sin embargo no existe una versión única y unívoca, ni siquiera en el campo más heterodoxo17. Y desde luego, y en eso también tiene razón Zaldua, habrá un suma y sigue, si bien visto lo visto, la descompensación entre el peso de los autores y del público, se dará más desde un desde un lado que desde el otro… porque la literatura seguirá contaminada.

¿Adiós a las armas?

La noticia y posterior escenificación de la entrega del los arsenales de ETA, está abriendo las puertas a la imaginación. Hasta las pistolas se han puesto a hablar. Una de ellas mediante la pluma del escritor Pako Aristi nos daba fe de su testamento. Su nombre: Firebird, Sig Sauer, Walter P38, es lo de menos. Creada como arma para los cuerpos de élite de los ejércitos y policías de todo el mundo, la narradora se descarrió por vericuetos clandestinos. Sus primas hermanas, la mayor parte, destinadas a convertirse en glorias patrias, en servidoras del orden establecido, o al comercio del narcotráfico, gozan del privilegio de participar en desfiles y ser expuestas relucientes y engrasadas. Las menos, ovejas negras como nuestra narradora, están ocultas y estigmatizadas como terroristas. “La política consiste en saber cuándo y contra quién apretar el gatillo” decía Vito Corleone. No era un político, pero manejaba políticos. Ala del cuento le llegó la hora de comparecer ante el patíbulo. Ser entregada y destruida. ¿Y las otras? ¡Ay las otras! Todo depende donde naces y a qué familia perteneces, solo unos pocos cambian de sino. La mayoría, cumple el papel para el cual ha sido creado. Adiós a las armas de unos… pero las armas no desaparecerán.

Un título, tendencioso: Patria

La obra de Amin Maalouf “Identidades asesinas” trata de la identificación del fundamentalismo (sobre todo) religioso con su propensión al asesinato. De forma pertinente, Mª Dolores Martín-Consuegra Martín-Fonte18 nos alerta de que “el título de la obra –y puntualizo, sobre la novela patria- resume el contenido de la misma. Si se realizara una encuesta sobre lo que sugiere, es posible que la mayor parte de las personas encuestadas identificaran lo de “Identidades Asesinas” en una dirección unívoca, y esta posibilidad la expresarían con menor tibieza que el autor. Identidad-Patria. De forma más o menos sutil unas patrias, unas identidades son las asesinas. Y sin embargo, no hay identidades -esencialmente- asesinas, hay asesinatos y genocidios que se realizan en nombre de tal o cual identidad, sin embargo poco se menta a las identidades asesinadas, sea por quienes dicen no ser identitarios, por ejemplo los impulsores de la globalización neoliberal y los Estados Nacionales y sus ideólogos, o por fundamentalismos varios: el ISIS contra los azaríes.

¿Qué patria resulta del título de la obra? La vasca. ¿La defensa de la patria vasca, da cobertura al asesinato? El patriotismo PNV-ista incluso durante la dictadura (ahora dispone de la Ertzaintza la cual con otras fuerzas de seguridad se asigna el monopolio de la violencia) tenía por seña de identidad la resistencia pacífica, y el lehendakari Leizaola consideró el magnicidio de Carrero Blanco por parte de ETA, como un acto indigno y de malos vascos. Ni lo uno ni lo otro. Ningún patriotismo es de dirección única. Se da el ¡Patria o muerte! de la revolución cubana. Y el ¡Todo por la patria! de la Guardia Civil.

Es imposible negar que en defensa de la patria vasca (y de una forma de concebirla, pues hay diferentes formas de concebir y defender dicha patria vasca) se ha vertido sangre. El Eusko gudariak es un himno guerrero y un canto a favor de verter la propia sangre (y la ajena) en defensa de la patria. Así lo hicieron los gudaris en el 36, derramando la propia y la ajena, y los milicianos y el ejército popular en defensa de la república. Y posteriormente ETA en la lucha contra la dictadura; y siguieron vertiéndola contra el régimen del 78, entrando en una espiral incontrolada que arrastró tras si antiguas referencias políticas, éticas y morales19.

En realidad no hay causas (ni símbolos) emancipatorias, sean de carácter patriótico o de otro género, que no hayan sufrido diferentes grados de contaminación que contradicen su aspiración última, y que son difíciles de expurgar20. Pero llama la atención que Aramburu mente la lacra de la tortura, pero no la relacione con la defensa de la Patria, la española, que «con razón o sin ella,- afirma Rafael Vera- la patria al igual que la madre, siempre debe de ser defendida”. El recientemente fallecido Ion Arretxe, narró en su libro la “Sombra del nogal” las torturas sufridas en el cuartel de Intxauorrondo (nogal en euskera) donde el ¡Todo por la Patria! luce en todo su esplendor.

Está fresca en mi memoria la sentencia de Mikel Azurmendi, antropólogo euskaldun, antiguo militante de ETA y posteriormente protegido del PP, quien llegó a renegar públicamente de su lengua natal el euskera por considerarla idioma de asesinos. Renegar del euskera, no del castellano ni del inglés, idiomas en cuyo nombre se han propiciado genocidios, asesinatos físicos y culturales, y que sin embargo, sería absurdo endilgarles una naturaleza asesina. Los idiomas, las lenguas, no asesinan; las identidades tampoco, son las personas y los hablantes los que asesinan, lo hagan en nombre de lo que lo hagan.

Sin embargo en esa guerra sucia y desigual, camuflada de literatura, es útil identificar asesinatos con determinadas patrias, idiomas, religiones, pero ocultando las que están agazapadas. El patriotismo vasco, tiene sus lacras (¿qué patriotismo no las tiene?) señalar la paja del ojo ajeno cuando en el propio hay tamañas vigas, es cuando menos curioso.Pienso que hay patrias y patrias, que cada cual elija la suya21 si puede hacerlo.

Escribí ya hace tiempo22: “Conviene no olvidar que las primeras revoluciones de la época moderna, la francesa y la americana, fueron realizadas por gentes que querían dotarse de una patria. Ciertamente se trataba de un patriotismo republicano y no romántico, más ligado al mundo de las libertades cívicas y el autogobierno del pueblo, que a las reivindicaciones étnico-culturales. Pero no hay que exagerar la distinción. Siempre me ha parecido artificial la división tan tajante que se hace, entre el modelo nacional alemán (supuestamente romántico-étnico) y el francés (supuestamente, republicano-ciudadano); igualmente la que se realiza entre el modelo historicista y el del plebiscito diario, ya que no hay nación (salvo en situaciones de dictadura) que no asuma en sus constituciones valores cívico republicanas, y que a la vez que no se reclame de una determinada historia y sustrato nacional, o que deje de defender su lengua considerada nacional (la Francia republicana, considera una reivindicación étnica la oficialidad del euskara, pero acaba de convertir al francés en lengua oficial y nacional). Ocurre otro tanto, en relación, al cosmopolitismo y el patriotismo. El humanismo cívico, según expresión del federalista canadiense Charles Taylor ’necesita una vinculación sólida con la comunidad’. Dicho de otra forma, ’el patriotismo es tan necesario como el cosmopolitismo porque los Estados democráticos modernos son empresas comunes sumamente exigentes con el autogobierno’. En consecuencia, ’la batalla a favor de un cosmopolitismo civilizado se debe de librar desde un patriotismo abierto a las solidaridades universales’”.

El irlandés James Conolly fundador del Partido Republicano Socialista Irlandés y uno de los revolucionarios patriotas, fusilados tras la derrota de la Insurrección de Pascua, consideraba que “el verdadero patriotismo busca el bienestar de cada uno en la felicidad de todos, y está en desacuerdo con el deseo egoísta de una riqueza mundial, que solo puede alcanzarse con la explotación de unos mortales menos favorecidos. Es misión de la clase obrera el dar al patriotismo esta significación superior y mas noble”23.

Publicado en Viento Sur

1http://vientosur.info/spip.php?article12288;

2http://vientosur.info/spip.php?article12381

3La literatura de la Patria o la patria de la literatura, de Jabo H. Pizarroso http://www.criticoestado.es/la-literatura-de-la-patria-o-la-patria-de-la-literatura/, y Apátridas de Alberto Moyano http://blogs.diariovasco.com/eljukebox/2017/02/12/apatrida/.

4“Esos escritores están subvencionados, así que si abren la boca se acabó y no son libres» dijo Aramburu… Así que los que escribimos en español, y encima nos publican en Barcelona, tenemos otro recorrido y podemos hablar» explicó Aramburu en la Feria del Libro de Guadalajara (México).

5Ekaitz aroa, (2002) editorial Txalaparta, autor Joxe Iriarte, Bikila. Kamaradak (2016) Editorial Txapalarta, autor Joxe Iriarte, Bikila.

6Etarren amek asko sufritzen dute, semeak hiltzen dizkietenean eta batez ere semeek hiltzen dutenean... Josefa Mendizabal era la madre de Txikia, dirigente militar de ETA V, muerto por la policía en 1972 en Algorta)

7Arragoa (1997) Editorial Txalaparta, Autor Jon Urrejulegi.

8100 metro. (edición 1985) Editorial EREIN, autor. R. Saizarbitoria

9Exkixu, (1988) editorial Elkar, Jose Luis Alvarez Enparantza “Txillardegi”

10Mientras escribo estas líneas se esta trasmitiendo la noticia del fallecimiento de Hasier Etxeberria, escritor, critico literario (y productor de Sautrela el programa de ETB1 sobre literatura) que, cosa hasta entonces inaudita, fue amonestado en el 2002 Zutabe, órgano clandestino oficial de ETA.

11Lagun Armatua (2007) Der bewaffnete Freund.(título original) Editorial Txalapata, autor Raul Zelik

12Despedida final entre los dos amigos. ¿y qué supone ganar?- ¿Lograr unos derechos?. No estoy seguro qué me quiere decir , ni siguiera si el lo sabe de verdad, pero no le voy a pedir que me lo repita”. Traducido de la versión en Euskera.

13Autor Mikel Antza. Anteriormente había escrito : Lehen bilduma (82-84); Beteluko balnearioko mirariak (85); y Odolaren usaina (1987) los tres con la editorial SUSA. A modo de biografia esta también Borrokaren gorrian (1999) editorial Txalaparta, autor Joxe Iriarte, Bikila.

14Autor, Mikel Antza. Ospitalekoak (2010) Editorial SUSA, Bakarkako Koroniak (2011) Editorial Ateramiñe y Atzerri (2012) Editorial SUSA.

15Orpoz Orpo, de Ernesto Prat Urzanki (2012) editorial Txalaparta, colección Ero-literatura,

16ETAk Zapuztutakoa. (kultura-Berria) 23-2-2017. “Nola da posible erdarara itzulitako euskal idazleok hain predikamendu eskasa izatea, “Patria” goresten duten kritikarien lelo nagusia “espainiar gizarteak euskal gatazkari buruz esperoan zuen nobela” izanda.”

17http://vientosur.info/spip.php?article424

18http://revistaselectronicas.ujaen.es/ind

19No por frecuentemente citada, deja de ser válida la diferencia de criterios éticos entre los que impulsaron la socialización de la violencia y los que sufrieron el estallido de la bomba en el intento de desactivarla al enterarse que había trabajadores en el lugar (redacción de El Correo de Eibar) donde la habían colocado.

20http://vientosur.info/spip.php?article424

21http://vientosur.info/spip.php?article11004

22https://www.vientosur.info/spip.php?rubrique157

23James Conolly: Socialism and Nationalism

Morir no es una opción

Luis Salgado – Alternatiba

“No hay nada inevitable, salvo la muerte” reza un dicho popular y del que, sin embargo, parecemos querer huir a diario. De un tiempo a esta parte nadie muere porque sea ley de vida. Todo el que fallece lo hace por un motivo. Un cáncer, una parada cardio-respiratoria, infarto cerebral… etc. Y contra todos esos motivos tenemos una respuesta. Más deporte, comida más sana, fármacos, cuidados… Pareciera a veces que quien se muere ha sido por su propia ineptitud más que por que al final de la vida siempre nos espere la Parca. Un mantra similar al de la pobreza. Se es pobre porque no nos esforzamos lo suficiente para ser ricos. Y tragamos.
 
Cómo vamos tragando nos van aumentando la dosis a todos los niveles. La última en Araba viene de la Diputación, de su Departamento de Servicios Sociales, y un estudio encargado por el mismo según el cual, casi la totalidad de nuestros mayores desearían vivir en su casa cuidados por sus hijos. Pero deseo no es igual a realidad, deberíamos saberlo. Lo grave es que la Diputación, una institución pública, recoja ese anhelo legítimo de las personas y lo convierta en directriz política, en coartada para legitimar los recortes y la involución social.
 
El planteamiento de que las personas mayores han de quedarse en casa cuidados por sus familiares es una involución inaceptable e imposible en la sociedad del siglo XXI.
 
En primer lugar, porque estamos hablando de que si la persona que requiere cuidados tiene más de 80 años como dice el “estudio”, su hija, a la que Diputación quiere responsabilizar de hacerse cargo de su cuidado, probablemente tenga más de 60 y a su vez empezará a ser demandante de cuidados.
 
En segundo lugar, porque las familias del siglo XXI cada vez tienen menos que ver con las del siglo XX. El número de personas que llegan a esas edades sin descendencia por diversos motivos aumenta. Y hay que tener en cuenta que las relaciones familiares no tienen por qué ser fluidas y óptimas.
 
En tercer lugar hay que tener en cuenta que en esta sociedad profundamente patriarcal, el responsabilizar de los cuidados a la familia es igual a decir que las hijas serán quienes tomen esa responsabilidad. Atando nuevamente a la mujer al hogar, después de que, muy probablemente lo hayan estado mientras cuidaban de sus propios hijos.
 
Y si juntamos todo el cocktail anterior no sería difícil imaginar que para que se pudiera dar, siempre según los cánones actuales, ese cuidado en el hogar, tendríamos que meter bajo un mismo techo a cuatro generaciones, lo que unido a un mercado laboral precario como nunca acrecentaría las situaciones críticas de exclusión, pobreza y marginación.

Por supuesto que el ideal de futuro en cuanto a la atención de nuestros mayores es lograr extender la autonomía de estos al máximo. Que puedan vivir de manera autónoma el máximo tiempo posible. Sin embargo ese objetivo es inalcanzable con los recursos existentes en la actualidad. Mantener a un usuario actual de una residencia en su domicilio significa apostar por proyectos colaborativos y apoyos profesionalizados 24 horas al día. En definitiva, una inversión  muy superior de la que se realiza en estos momentos para mantener una red residencial. Pero el estudio, y sobre todo las conclusiones de la Diputación, no van en ese sentido, sino que lo que plantean es reforzar unas ayudas económicas que son claramente insuficientes, y que buscan atar a las mujeres de por vida al cuidado de sus familias. Una vergüenza viniendo de una institución pública en pleno siglo XXI.

Del blog El mundo imperfecto

¿De qué hablamos cuando hablamos de cultura?

Joxemari Carrere

A la hora de hablar sobre cultura surge un primer problema en torno a la definición de la misma. ¿Qué es la cultura? ¿Cómo se define? Seguramente es algo que cada cual, aunque no exactamente, podemos sobreentender. De todas maneras si preguntamos a cualquiera, hasta a nosotros mismos, sobre lo que entendemos por cultura, las definiciones serán dispares. Esta dificultad ha tenido sus vaivenes a lo largo de la historia. Desde su definición en relación a la agricultura, que utilizaban allá por el siglo XVIII, hasta las actuales, las reflexiones en torno a este tema han sido expuestas por filósofos, políticos, antropólogos, etnólogos y, si me apuran, por la tertulia habitual del poteo. Ya los griegos hablaban del cultivo del alma humana para el desarrollo de la persona. Mucho más tarde se entendía el desarrollo de la cultura como el paso del ser humano de la barbarie a la civilización. Una persona culta sería una persona civilizada. En esta continua evolución de los intentos por definir la cultura, los mismos momentos históricos condicionan su entendimiento. Así, la Ilustración, base ideológica de la Revolución Francesa, hacía hincapié en la cultura como instrumento liberador de las personas desde una perspectiva universal y, al mismo tiempo, individual. La cultura como rasgo distintivo del ser humano ante el ser animal, como creación humana a lo largo de los siglos, como signo de progreso, como característica universal, impregna el cambio que trae la ilustración. Con ello el cultivo de las artes y la ciencia sufre un impulso tanto técnico como filosófico que marcará el devenir de las sociedades a partir de entonces. Ante este pensamiento tenemos a los filósofos románticos alemanes con la idea de lo cultural como definitoria de una identidad propia, surgiendo el concepto de distintas culturas en función de distintas identidades nacionales; desarrollando la idea de la cultura como característica definitoria de diferentes sociedades humanas, de un mundo heterogéneo y diverso, ante el concepto de universalidad. El orgullo nacional definido por una cultura propia y diferente de otras. Estos dos posicionamientos en torno a la cultura llegan hasta nuestros días, cruzándose, complementándose a veces, marcando, del mismo modo, posturas políticas muchas veces antagónicas. En definitiva, que esta cuestión de definir la cultura viene siendo un verdadero quebradero de cabeza, dada su importancia a la hora de entender el desarrollo de nuestras sociedades y su estructuración, tanto social como política.

Pero entonces, ¿de qué hablamos cuando hablamos de cultura? Tratar de buscar una definición actual de su significación no es tema baladí, aún sabiendo que, tal y como nos enseña la historia, sea, quizás, algo transitorio y , seguramente, subjetivo. La importancia de esa necesidad hoy en día, viene dada por el lugar que ocupan las políticas culturas en las distintas administraciones que nos gobiernan. Las dinámicas culturales están condicionadas casi en su totalidad por dichas políticas, tanto directa como indirectamente, a través de ayudas económicas o de infraestructuras. Todas esas políticas, si bien están envueltas en discursos parecidos, no llegan a definir claramente ese conglomerado que llamaríamos cultura y se limitan a ofrecer una serie de servicios dirigidos a la sociedad en los que prevalece la idea de permitir un amplio acceso al consumo de propuestas culturales, en clara relación con el uso del tiempo libre.

La cultura como industria

Volviendo a las definiciones, el departamento de cultura de la Diputación Foral de Gipuzkoa, en la presentación de los presupuestos de 2016, definía la cultura como “un sistema de valores que estructura la sociedad. Un instrumento para la convivencia y la transformación social”. Dentro de esta definición proponían la actuaciones en el sector bajo dos premisas: el acercamiento de la cultura a la ciudadanía e impulsar las industrias culturales como fuente de riqueza y empleo. El mismo diputado de cultura Denis Itxaso, del PSE-EE, al anunciar la creación de una Unidad de Participación e Innovación Cultural, con el objetivo de gestionar los grandes proyectos estratégicos, presentaba dicha unidad como “una muestra de nuestra voluntad de desarrollar iniciativas culturales transformadoras que sean palanca de cambio en el modelo cultural”. Vemos, pues, cómo las instituciones, en este caso la Diputación de Gipuzkoa, entienden el desarrollo cultural a través de grandes inversiones en infraestructuras, con el objetivo, antes mencionado, de que la cultura sea una palanca de cambio y transformación social. Pero si nos fijamos bien, todo ese cambio viene impulsado por las grandes infraestructuras y el impulso al consumo cultural, siendo estos dos puntos claves en su gestión pública, bajo la idea de generación de empleo y riqueza, no cultural sino económica.

Vamos viendo, entonces, que cada vez más el impulso a la cultura viene asociado a un intento de desarrollo económico que, a modo de binomio fantástico, ayudará a generar dinámicas de bienestar y modernidad en las personas. Se nos muestra, así, la cultura ligada a la economía, siendo las instituciones públicas las generadoras y promotoras de ese impulso. Todo ello hace que el concepto de industrias culturales tenga cada vez más protagonismo, presentando  a éstas como el motor de la cultura en nuestra sociedad. Desde ese punto de vista, la gestión de la cultura se ve supeditada a un concepto de mercado en el cual las llamadas industrias culturales son la piedra angular de un sector identificado, no ya con esa esperanza de buscar el desarrollo intelectual y humano de las personas, sino como dinamizador económico.  En ningún momento, en cambio, se pone en cuestión el modelo económico por el cual se regirán dichas industrias y dinámicas económico-culturales. Vivimos en una sociedad basada en una economía capitalista en la cual es el mercado quien manda, quien ejerce presión para que la sociedad viva supeditada a las necesidades de dicho mercado; las cuales no buscan el necesario desarrollo social, cultural y libertario de las personas que la componen, no beneficiándose la inmensa mayoría de dichas dinámicas mercantiles, sino padeciéndolas. Unas industrias culturales integradas en una economía cultural que no cuestiona el modelo mercantil del que participa, no hacen sino perpetuar dicho modelo a través de una transmisión cultural cuyo objeto es el beneficio económico, lo cual condicionará indefectiblemente tanto el modelo de oferta cultural como el tipo de contenidos ofrecidos. Una economía cultural basada, dado el modelo capitalista en el que se insertan, en la oferta y la demanda, no podrá arriesgar en propuestas culturales que pongan en cuestión la plusvalía que deviene de las dinámicas del mercado capitalista. Las industrias culturales integradas en dicha economía impulsarían una oferta cultural basada en la ocupación del tiempo libre que las clases trabajadoras disfrutan, tiempo libre que se inserta dentro del esquema laboral capitalista, según el cual el tiempo de asueto no es más que el tiempo necesario para poder seguir produciendo; por lo cual dicha idea de tiempo libre no es tal desde el momento que forma parte de la cadena de producción capitalista. La oferta cultural desarrollada en dicho tiempo no podrá poner en cuestión, aunque pueda pretenderlo formalmente, esa relación laboral-social, ya que estará inserta en una idea ocupacional del tiempo libre, complementaria al tiempo de ocupación laboral.

La izquierda y la cultura

Ante este modelo de desarrollo cultural la izquierda debería impulsar otro no basado en la idea de una economía cultural que nos viene dada por el modelo económico en el que vivimos, sino inspirado por otro tipo de pensamientos que huyan del concepto economicista de la cultura así como de la idea de un tiempo libre meramente ocupacional relacionado con el tiempo de trabajo asalariado. Y es importante que lo haga no solo por la importancia que tiene a la hora de pensar una sociedad organizada en base a otros valores, sino también por la responsabilidad que tiene cuando gestiona instituciones en las cuales la cultura se provee de importantes recursos económicos y estructurales, tratando de impulsar la estructuración social a través de los mismos. Una izquierda que se considere transformadora, revolucionaria si se quiere, no puede pasar por esta cuestión sin plantearse las bases en las que se sustentan sus políticas culturales, así como su praxis, no solo a la hora de gestionar distintas instituciones, sino en su política general. Una izquierda que trabaje por una sociedad más justa, igualitaria y liberadora, no puede dejar en manos de las leyes del mercado las condiciones económicas y laborales de los trabajadores de la cultura, más bien al contrario, del mismo modo que en otros sectores sociales, debería bregar para que los creadores puedan trabajar en condiciones dignas, ya que el fruto de su creatividad es lo que posibilita, además de otros dinamizadores, que la cultura exista. No puede haber literatura sin escritoras, ni teatro sin dramaturgos, actores, técnicos… La danza no existiría sin personas dedicadas a ella, ni música sin músicos. Del mismo modo debería preocuparse por facilitar a los activistas culturales poder llevar a cabo sus proyectos sin que las burocracias los ahoguen. Debe impulsar y promocionar en la sociedad la importancia de la cultura como un bien social, tal y como lo son la educación o la sanidad, en contraposición a las ideas y dinámicas crematísticas; trabajando para que la sociedad en la que vivimos dé importancia al saber, al pensamiento crítico, al desarrollo intelectual y a los procesos creativos como riquezas en si mismas, no cuantificadas en monedas, sino en bienestar social.

Una izquierda que se considere transformadora, que trabaje sinceramente por el cambio social, tiene que reflexionar seria y profundamente sobre las políticas culturales a impulsar tanto desde las instituciones en las que trabaja como fuera de ellas. El enriquecimiento cultural de los miembros que componen dicha izquierda, así como de la sociedad en general son indispensables para el cambio social; el impulso del activismo cultural ha de ser una de las tareas de la izquierda para no dejar en manos exclusivamente de las instituciones y los agentes económicos una de las bases que cohesionan la sociedad. Las políticas culturales impulsadas por las instituciones tienen que complementarse con las dinámicas populares que se desarrollan fuera de ellas, prevaleciendo el interés público frente a los intereses económicos. Una izquierda que se precie de serlo, debe reconocerse en una cultura no consumista, que huya del concepto de mero entretenimiento al que es abocada sin piedad. Una economía cultural basada en un concepto capitalista de relaciones económicas nos lleva, paradójicamente, a una aculturación de la sociedad, relegándola a un imaginario filtrado por los intereses del mercado, más interesado en su propia existencia que un verdadero desarrollo cultural y social de las personas.

Quizás la cuestión hoy en día no es tanto devanarse los sesos en tratar de definir la cultura, cuestión interesante en sí misma, sino reflexionar sobre la ideología en la que se sustentan las actuales políticas y dinámicas culturales; identificar los intereses a los que sirven; impulsar dinámicas y políticas que sirvan a las personas que componemos la sociedad, que tengan como base potenciar los impulsos creadores, intelectuales y liberadores de las personas; que defiendan a los creadores y creadoras ante el mercado, establezcan la cultura como un bien social a defender y divulgar, alejadas del concepto de un sistema ocupacional del tiempo libre. En definitiva, entender la cultura como un bien que nos enriquece como personas y no como un nicho de mercado.

Publicado en GARA

Hazte Oír pero no me hagas callar

Jonathan Martínez

Supongo que a estas alturas todo el mundo habrá oído hablar del autobús de marras. Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva, blablablá. El caso es que la asociación Hazte Oír, de filiación hooligan y transfobia militante, ha reavivado la discordia sobre la libertad de expresión y se ha propuesto obligarnos a elegir trinchera. O con los censurados o con los censores, nos dicen. El mensajes es muy claro: no es razonable defender la barra libre para tuiteros y raperos disidentes si a la hora de la verdad, cuando pintan bastos y alguien proclama consignas que nos incomodan, somos los primeros en encender las antorchas y aplaudir la quema. Para confirmar su hipótesis, los ultras naranjas adjuntan fotografía de una drag queen crucificada en el carnaval canario. Esto bien que os gusta, malditos herejes.

La preocupación es legítima, y algunas de nuestras firmas más honestas conceden el tanto. Al fin y al cabo, hay demasiadas ocasiones en que hemos abusado de la corrección y no ha tardado en asomar el pequeño inquisidor que llevamos dentro. Es raro el día en que no salta un colectivo ofendido, empeñado en no dejar titiritero con cabeza, y saca de quicio lo que nunca quiso ser una ofensa hasta que el asunto llega a los tribunales cuando no a las manos. Más de una vez nos hemos disfrazado de turba enfurecida y nos hemos sumado al entusiasmo del linchamiento. Y es que nos encanta el olor a bruja chamuscada.

Sin embargo, tengo la impresión de que los parroquianos de Hazte Oír nos han sentado en una partida de cartas marcadas, jueces comprados y apuestas amañadas. Así, en una espectacular maniobra de contorsionismo, las mentes más cerriles del integrismo cristiano han aparecido ante la opinión pública como mártires de los derechos civiles. No importa que ese catecismo nacionalcatólico y fermentado haya ocupado todas las instancias de poder desde tiempos inmemoriales. Da igual que sus valedores sean tataranietos del Tribunal del Santo Oficio. Que lo que hoy defienden con coloquios y con memes ayer lo impusieran mediante el garrote vil y la hoguera. Qué más da que su cacería contra homosexuales y transexuales resucite las páginas más infames de la Ley franquista de vagos y maleantes. Olvidadlo todo, porque ahora la rebeldía se viste con la mitra y la sotana de un obispo digital.

Es una jugada maestra. Un jaque mate de libro. Al final, no solo cuentan con la bendición del poder y el encanto irresistible de la subversión, sino que además, y por si fuera poco, les brindamos nuestra protección desinteresada. Si reclamamos nuestro derecho al exabrupto, deberíamos consentir el suyo, decimos. Hay que estar a las duras y a las maduras. Incluso desempolvamos aquel estribillo apócrifo de Voltaire: «Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo». En resumidas cuentas, como somos incapaces de garantizar con éxito nuestra libertad de expresión terminamos blindando la suya.

Comparar el autobús naranja con los tuiteros y raperos imputados me parece un despropósito. En primer lugar porque nadie en su sano juicio ha llegado a pensar que los paladines de Hazte Oír puedan llegar a pisar el trullo, tal vez ni siquiera a encajar una leve amonestación o una pública reprimenda. En segundo lugar porque nadie ha silenciado el mensaje de Hazte Oír, más bien al contrario, lo hemos multiplicado hasta el desmayo. Que el autobús circule o caliente banquillo en el garaje es ya una consideración secundaria. No ha existido censura sino publicidad, y esto demuestra que el objetivo nunca ha sido acallar a los ultras sino deslegitimar sus ocurrencias.

El debate, lejos de resultar estéril, nos ha permitido poner al descubierto toda una trama de afinidades en la que figuran cargos del PP, de Ciudadanos y de Vox, voceros cavernarios y cardenales. Ahora sabemos que el ministro emérito de Interior, que condecoraba vírgenes y tenía a un ángel custodio currando de gorrilla, declaró a Hazte Oír «asociación de utilidad pública» con todo su complemento de privilegios fiscales y prebendas. Pero sobre todo, y esto es lo más confortante, este debate ha proporcionado un altavoz solidario a todas aquellas personas que alguna vez han sido perseguidas o discriminadas por motivos de identidad de género.

Hablar de libertad de expresión sin hablar de relaciones de poder es una falacia. La libertad de expresión es el derecho de los dominados y no el privilegio de los dominadores. Que no te engañen. Ellos, los dueños de todas las mordazas.

Del blog de nuestro compañero en Naiz Zona especial Norte

Los nuevos fascistas del siglo XXI

Toni Ramos – Alternatiba

El nuevo fascismo es una confluencia entre la evolución del capitalismo y la propia ideología fascista del siglo pasado, adaptándose y ajustándose al racismo inherente al actual sistema y a las crisis que han golpeado el mundo a comienzos del siglo XXI, desde el 11 de septiembre de 2001, pasando por la crisis económica y social de 2008, hasta la crisis de los refugiados de 2015. More…

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