Algunos llevamos años, tal vez desde siempre, con esta obsesión. Dicho así parecería una locura. ¿Sobran militantes en la izquierda?. Justo en este momento, en medio de una crisis social y política importante, de una crisis de militancia y de compromiso social que ha ido aumentando año a año, en medio de una crisis de la política, de la forma de hacer y de entender la política, de la propia izquierda.
En medio, no lo olvidemos, de una crisis de sistema que nos podría permitir un mejor y mayor trabajo para agudizar las contradicciones, para disputar la hegemonía social a los valores conservadores que se han instaurado en esta sociedad.
Y es verdad, Euskal Herria no es ajena a la ola conservadora que avanza e impregna cada vez más sectores sociales, no somos ninguna isla, aunque a veces nos lo parezca; aunque sea verdad que partimos de mejores condiciones, de que aquí todavía sería posible plantearse y trabajar por un gran bloque de izquierda que pudiera disputar la hegemonía a las fuerzas de la derecha vasca y española. Pero aquí, en nuestro país, se ve también la crisis y la falta de militancia en cada vez más sectores sociales. Incluso en los propios partidos, cada vez hay menos núcleo militante, cada día hay más decisión por delegación, más toma de decisiones por unos pocos.
Son, han sido, y, desgraciadamente, si no ponemos remedio, serán muchos los partidos de izquierdas que han funcionado como meras máquinas de poder, de marketing electoral, que, en la práctica no se han diferenciado nada en las formas de hacer y de entender la política con las fuerzas de la derecha. Cambia algo, el mensaje, pero la forma de llevarlo a la práctica, es la misma. Incluso en aquellas que han querido mantener un mensaje claro y nítido de izquierdas, lo han hecho desde profesionales que vendían su producto. Han querido ser los altavoces del movimiento, pero sin mezclarse con él. Y, así, de esta forma, es imposible avanzar, es imposible conquistar, disputar parcelas de poder al stablisment . Se acaba cayendo en la profesionalización de la política, en los mismos aparatos de poder, se niega la participación, la democracia radical, la elaboración colectiva.
Terminamos construyendo castas sin control que se retroalimentan así mismas, ya que no tienen otra forma de vida. Y ha habido, hay, y habrá hombres y mujeres íntegras y honestas que se han visto obligados, o les hemos obligado a vivir así. Que en lo personal no han sucumbido. Pero así no construimos sociedad alternativa, así en la mayoría de los casos acabamos pereciendo absorbidos por el poder (y podemos pensar en algunas fuerzas políticas de izquierda que así han terminado en los últimos tiempos). Y vuelta a empezar.
Pero también se corre el otro peligro: el de la organización de hombres y mujeres militantes de partido que van de plataforma en plataforma, de movimiento en movimiento, de reunión en reunión, de manifa en manifa. Que, sin duda son necesarios, pero que no construyen más que hacia dentro, que sólo piensan en engordar sus siglas y no en expandir las ideas, que terminan siendo salseros de mil salsas, de platos diferentes, pero sin terminar de vertebrar ni de dar continuidad a nada. Es muchas veces digna de admiración esa entrega y vocación. Pero, ante todo son militantes de partido, no de la ideas, no del movimiento en sentido amplio.
Y ahí, es donde vemos, desde nuestra humilde opinión, que a pesar de la crisis de militancia, de haberse diezmado la izquierda militante, hay veces que parece que sobran militantes única y exclusivamente de partido. Sabiendo que estos son necesarios, con mecanismos correctores, limitación de cargos, rotaciones. Pero que es lo que más abunda últimamente en la mayoría de las peleas en las que nos encontramos. Y, además, tres, cuatro, o cinco personas de organizaciones diferentes que se disputan el mismo espacio social.
¿Cuántos hombres y mujeres militantes de izquierdas están dedicados a construir movimiento desde la base, movimiento social?. No son pocos, pero cada vez son menos, muchos menos.
Y no estaría nada mal que ahora, en este preciso momento, en el que se puede estar labrando, sin prisa pero sin pausa, la semilla de lo que algún día pudiera llegar a ser ese gran bloque de izquierdas que este país necesita, seamos capaces de reflexionar sobre ello. No podemos caer en la normalización institucionalista, no podemos perder el pulso a la calle. Necesitamos revitalizar, poner a trabajar a hombres y mujeres en movimientos sociales plurales y amplios. Tenemos que tener como tarea fundamental construir sociedad alternativa, potenciar no sólo los movimientos más ideologizados (sindical, ecologista, feminista, internacionalista, antimilitarista), sino también y sobre todo el conjunto del asociacionismo que nos hace llegar a la mayoría de la sociedad (asociaciones de mujeres, de tiempo libre, o.n.g, de jubilados, culturales, deportivas, euskaltzales, de madres y padres, de defensa de derechos y libertades).
Tejer una red de asociacionismo, de complicidades, en el que cada uno a la vez que va poniendo su máximo empeño en ir cumpliendo sus objetivos, desde parámetros totalmente distintos a los dominantes, lo vaya haciendo desde lo particular contribuyendo a construir la alternativa global. Sabiendo que esta es una apuesta lenta, complicada, pero que es la única que nos permite construir desde la base una sociedad diferente.
Y el partido, ese bloque de izquierdas, debe ser el reflejo de ese sentir popular que se va construyendo desde abajo y a la izquierda. Debe ser el reflejo de todo ese quehacer político, debe estar compuesto por hombres y mujeres profundamente implicados en los diferentes movimientos. Debe tener como seña de identidad la elaboración colectiva, la democracia radical, la rotación de cargos, y la implicación social de la inmensa mayoría de sus militantes… Debe ser una red de redes: SAREA…. La voz global, la representación institucional, la carrocería de todo el entramado, del motor social construido, desde la pluralidad, y desde la ilusión por una Euskal Herria diferente, porque, aunque sea difícil debiera ser posible, porque es necesario.
Habrá que seguir hablando.