«Nos llegaron a transmitir, de parte de los empresarios, amenazas en el sentido de que habría sangre si no entrábamos a trabajar: y así sucedió». Son palabras de nuestro compañero Iñaki Martin, un militante obrero que participó en la histórica jornada de huelga en Vitoria-Gasteiz aquel 3 de marzo de 1976 en el que, en efecto, hubo sangre. Aquel día fue la culminación del trabajo de meses de articulación de fuerzas, de la constitución de la Coordinadora de las comisiones representativas de cada empresa. Querían romper con la congelación salarial decretada por el Gobierno y, aunque al principio todo arrancó en las fábricas, se acabarían sumando pequeños talleres, estudiantes y hasta el pequeño comercio.
Las autoridades fueron conscientes de que la lucha en Vitoria-Gasteiz podía poner en jaque las mismísimas estructuras del franquismo aún vigentes, incluido el sindicalismo vertical todavía imperante. El suyo «era un movimiento horizontal, todos los días nos juntábamos en las asambleas y decidíamos sobre cualquier cosa: la huelga, las reivindicaciones, maniobras de la patronal…». Y el 3 de marzo la huelga era un hecho, lo confirmaba la presencia de las fuerzas policiales, con su mirada puesta en las parroquias donde se reunían las asambleas locales. Una vez a la semana, todas se reunían en la iglesia de San Francisco de Asís, en Zaramaga.
Con miles de personas dentro, las fuerzas policiales comenzaron a lanzar pelotas de goma y botes de humo, lo que llevaría a huir a la gente congregada: «los iban acribillando, murieron cinco, pero podían haber sido 300. En la calle nos quedamos arrojando piedras a la policía para distraerlos y que no machacaran a quienes salían de iglesia». Iñaki Martín fue detenido y torturado en comisaría junto con otros que consideraban cabecillas del movimiento obrero. Ante las grandes protestas exigiendo su liberación, la policía amenazaba apuntándolos, «como entren aquí, los primeros en caer seréis vosotros». Las acusaciones por sedición y rebelión terminarían con la amnistía de 1977.
46 años después, conviene no olvidar que aquella matanza (recordando también a las dos personas que asesinaron en las protestas por los Sucesos de Vitoria) tuvo responsables políticos, entre otros, Alfonso Osorio, Martín Villa, Adolfo Suárez y Fraga Iribarne. Cabe destacar que lejos de denunciar los asesinatos perpetrados, la derecha sigue reivindicando la figura de Fraga, lo que hacía el malogrado presidente del PP, Pablo Casado, estos días. Por nuestra parte, la memoria de quienes se unieron por la dignidad de la clase obrera sigue siendo el mayor legado para las generaciones que recogieron el testigo de su lucha, así como para quienes habrán de recogerlo en el futuro. La memoria de su dignidad, nuestro legado.