La II República ya tiene un hueco en Donostia> Duñike Agirrezabalaga (Alternatiba)

DESPUÉS de inaugurar el 6º puente, tras unas largas obras, llegó el momento de ponerle nombre. Hagamos memoria: Alternatiba propuso, hace ya más de un año, llamarlo puente de La II República, no siendo ésta la única propuesta, aunque sí la primera. Después llegaron la de puente de la Real Sociedad, sugerida por el alcalde Odón Elorza, y finalmente aceptada en sesión plenaria, o puente de Hierro, defendida por otras formaciones con representación municipal. A la hora de bautizar una calle, plaza o puente, resulta lógico que surjan discrepancias, como lógico es también que, en la medida de lo posible, se trabaje en aras a alcanzar un acuerdo, logrado finalmente en el seno del Gobierno local. El acuerdo, a nuestro entender, es positivo y conlleva una importante carga simbólica y de homenaje: el puente será el de la Real Sociedad y la plaza que se ha creado a su lado, la de la II República. Nosotros hemos defendido que la nueva plaza lleve este nombre, porque precisamente fue en este lugar donde aparecieron los restos de siete personas fusiladas, fusilamiento que se considera que tuvo lugar a inicios de la Guerra Civil. En el transcurso de esta guerra Donostia-San Sebastián fue abandonada por más de la mitad de sus habitantes, pasando de tener un censo de 80.000 personas a tener uno de 35.000. El cálculo llevado a cabo por distintas vías demuestra que de 400 personas fusiladas en aquella terrible época, 380 lo fueron por el bando franquista. No es ésta una etapa que queramos olvidar, porque no se puede olvidar, aunque tampoco busquemos revancha. Lo que buscamos es que un momento político de importancia en esta ciudad, una ciudad que se adelantó a la proclamación de la II República con la declaración del Pacto de San Sebastián del 17 de agosto de 1930, deje huella en la misma. Aquel pacto clave en el tránsito de la monarquía a la república, que fue firmado por representantes de las principales fuerzas sociales de izquierda, ya pasó; como también pasó la II República. Pero a algunos nos gustaría que volviera a pasar, que la república fuera una realidad que se alcance, claro está, sin la penosa guerra que siguió a todos estos acontecimientos y que nos sirve de magistral lección de lo que no hay que hacer. En homenaje a esta etapa política republicana, en homenaje a todas las personas que lucharon, sufrieron e incluso dieron su vida por unos ideales y, porqué no, en homenaje a todas las personas que seguimos opinando que la República es más lógica y justa que la monarquía no electa, es por lo que nos quedamos muy satisfechos y satisfechas con la distinción de esta nueva plaza de la ciudad, de esta plaza donostiarra que se llama II República.

Es tiempo de transporte público > Jon Lasa (Alternatiba)

Pocos ámbitos de nuestra sociedad nos muestran el modelo de desarrollo capitalista con tanta precisión como el de la movilidad dominante. La plasmación de la ética calvinista del triunfo personal ante nuestro entorno se ha materializado en el coche privado frente al transporte colectivo. No es casualidad que cuando analizamos la construcción de las infraestructuras surgidas en las tres últimas décadas, las carreteras, las autovías, las autopistas y las variantes se hayan desarrollado de forma exagerada frente a los mecanismos de transporte público. Es evidente que este crecimiento ha sido planificado por la industria automovilística y avalado por las Instituciones con el dinero de todos y de todas. De hecho, la propia Diputación de Gipuzkoa presume en su publicidad de haber gastado durante los últimos años 1.000 millones de euros en carreteras.

Pero la actual crisis y los diferentes análisis que se han publicado en todos los medios de comunicación han sacado a la luz las carencias de nuestro modelo económico. Un sistema que prima una movilidad a la carta –me muevo donde quiero y cuando quiero- y que hace que «mi éxito personal» se valore en la medida en que tengo un coche cada vez más nuevo. La industria automovilística, consciente de los problemas que se avecinan, se ha subido al carro de «lo sostenible» como una vía para mantener –y si es posible aumentar- el sistema de producción.

Las instituciones públicas, en defensa no sabemos si del interés colectivo o de las grandes corporaciones, han dado señales de que no renuncian a ayudar a la industria del automóvil. Todos pondrán su granito de arena: los gobiernos Central y Vasco financiarán el vehículo, las Diputaciones serán sensibles a la compra de éste con una «política fiscal comprensiva» y los ayuntamientos atenuarán sus planes de recortar espacios al coche privado y convertirán la pregunta «¿dónde aparco?» en cuestión prioritaria de la agenda de las políticas locales.

Son demasiados años como para cambiar de la noche a la mañana un modelo que nos parece ya parte del desarrollo natural de nuestra civilización. Pero, para ser sinceros, también despuntan algunos «brotes verdes» (nunca mejor dicho). La utilización de trenes y autobuses e incluso de la bicicleta va en aumento y la presión ciudadana para abrir más espacios a los peatones se hace notar también en la agenda local. La dignificación del transporte público y la mejora de algunos servicios ha jugado un papel determinante para este pequeño giro hacia otro modelo diferente al actual. En estos tiempos de reducciones de ingresos para muchos ciudadanos, el ferrocarril y el autobús han supuesto una alternativa más razonable para muchas familias, que no han visto este cambio como un descenso en su escala social, sino como un uso más racional de sus propios recursos.

No podemos perder esta oportunidad y debemos dar un impulso a un modelo de movilidad donde prime el transporte público. Tenemos que conseguir que cuando alguien se plantee que tiene que desplazarse a algún lado, su primer instinto sea preguntarse qué línea de autobús o tren hay para ello. Esta responsabilidad de las instituciones públicas y de la ciudadanía es una labor titánica, si tenemos en cuenta que, según un informe del Observatorio de la Publicidad de la Movilidad Sostenible y la Televisión, el 58% de los anuncios –en determinadas franjas horarias- muestra un automóvil moviéndose por zonas urbanas, incluso por casos históricos de ciudades muy conocidas.

Así, el objetivo de potenciar una movilidad sostenible se convierte en casi un ejercicio de masoquismo cuando se traslada al ámbito de las políticas locales, ya que el 38% de la publicidad de automóviles muestra lo fácil que es aparcar en ciudades modernas. ¿Qué político, después de este bombardeo publicitario, no va a prometer «una ciudad moderna» donde conductores y conductoras puedan aparcar felizmente y sin problemas? Dar la vuelta a este sistema es, sin duda, todo un reto a tener en cuenta para las próximas elecciones municipales y forales.

Fotografía: Daquella manera

El neoliberalismo y la catástrofe> Enrique Martínez Florez (Alternatiba)

El Pais– No soy partidario de teorías conspiratorias; eso se queda para otras cabeceras y para otras catástrofes. No creo en la existencia de logias en la sombra intrínsecamente malvadas que gobiernen el mundo y que persigan el empobrecimiento de grandes sectores de la población, pero sí se constata la existencia de leyes inexorables que gobiernan los mercados, que con su actual estructura es sinónimo de neoliberalismo o capitalismo, que llevan a lo mismo.

Para el capitalismo, los mercados o el neoliberalismo, de cualquier manera que lo llamemos, las situaciones de catástrofe, sea real o percibida, tenga su origen en causas naturales, financieras o políticas, se conciben como grandes oportunidades para implantar su programa básico: bancos centrales independientes, gasto social reducido, fuerza laboral flexible, reducción de impuestos, servicios básicos privatizados y, obviamente, liberalización del mercado.

Adoptadas ya en España las medidas de recorte del gasto, asistiremos ahora a la reforma del mercado laboral en un contexto de efecto demostración de la rebaja de los sueldos de los funcionarios. Ya existen propuestas académicas que apuestan por la suspensión durante dos años de los derechos de los trabajadores. Se reanudan las proclamas por la privatización de los pocos activos del Estado que sobrevivieron a los procesos iniciados por Felipe González y continuados por los gobiernos Aznar que, por citar un ejemplo, han dejado al Reino sin una banca pública con la que hacer frente a la crisis de crédito. En cuanto a los servicios básicos, basta con mirar los procesos de privatización de la Sanidad en Madrid o Valencia, con el consiguiente deterioro de la atención, o la aproximación del sistema educativo al cheque escolar que supone la aplicación en estas comunidades del régimen de conciertos.

Me dirán que el pronóstico no es real, que únicamente se ha recortado el gasto público, que sólo se ha actuado para procurar la consolidación fiscal que nos exigían los mercados. Pues bien, no es así; lo que los mercados nos exigen no es la reducción del déficit, es lo que llaman credibilidad y esto no es sino un eufemismo del programa básico del neoliberalismo. Una prueba: para reducir el déficit fiscal se puede actuar por vía de aumentar los ingresos, recuperar los impuestos sobre Patrimonio y Sucesiones y Donaciones, actuar sobre el Impuesto sobre la Renta y el de Sociedades y, sobre todo, luchar contra el fraude fiscal. Se puede actuar sobre el gasto, reduciendo el gasto militar y las inversiones en armamento, eliminando las exenciones fiscales a los premios de la lotería, eliminando la subvención a la Iglesia, suprimiendo el FROB de saneamiento bancario. Todo ello no es imposible, sino una mera decisión política, pero estas medidas, que son suficientes para procurar el equilibrio presupuestario, no lo son para la «credibilidad» que nos exigen los mercados. Por eso, no las ha adoptado el presunto Gobierno de izquierda que podía haber evitado el recorte de derechos y el recorte en inversión con el consiguiente recorte en el crecimiento.

Otra prueba. La reforma laboral que también se nos impone va dirigida a la flexibilización, en particular a generalizar las cláusulas de descuelgue o, lo que es lo mismo, a la desnormativización de los convenios colectivos, que es la mayor conquista del movimiento obrero desde el siglo XIX. El efecto demostración de la rebaja de los sueldos de los funcionarios públicos llevará a la pérdida de derechos de los trabajadores y a ahondar en la política de competir reduciendo costes sociales y no aumentando la productividad por la vía de asegurar un empleo de calidad.

Otra. Las grandes crisis de este siglo se han resuelto mediante el crecimiento del sector público y el pago de la deuda en periodos largos, incluso durante 30 años, en el caso de EE UU en la crisis de los años treinta, no mediante un ajuste fiscal repentino.

Esta situación no responde a una conspiración; sólo es producto de un sistema en el que los mercados en manos privadas, liberados del poder político público, buscan el beneficio de las empresas de cuyo accionariado son titulares a través de los fondos de inversión o directamente de los propios fondos, con apuestas a la baja a corto plazo, sin tener en cuenta el sufrimiento que imponen a muchísima gente.

Si algún político ha comprendido la magnitud de la crisis ha sido Rodríguez Zapatero, que asistió a las reuniones de hace un par de años del G-20. Allí asistió a las decisiones de los estados de endeudarse para salvar a los grandes bancos, compañías de seguros y fondos de inversión, causantes de la recesión. Allí asistió a la inoperancia de los estados para prevenir otra situación como la actual, inoperancia para reestructurar el sector financiero. Ahora asiste a que aquellos que se salvaron con el dinero de los contribuyentes acusen a los estados de derrochadores y les impongan penas y tasas. Zapatero ha comprendido que la socialdemocracia es inútil para defendernos de la fiera. Ha comprendido que jugar en el campo marcado por el neoliberalismo o por la derecha lleva a aceptar las leyes inexorables del capitalismo. Ha comprendido que esta crisis se va a llevar por delante a la socialdemocracia europea, que, renunciando a sus señas de identidad, se ha quedado colgando de la brocha.

Mientras tanto, Rajoy propone eliminar las subvenciones a los partidos políticos; claro, ellos tienen la Gürtel.

Responsabilidad Social Corporativa > Angel Errementeria (Alternatiba)

La responsabilidad social de los negocios consiste en incrementar sus beneficios
Milton Friedman

El Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa publicó el informe La Responsabilidad Social Corporativa en las memorias anuales de las empresas del IBEX 35 para el año 2008. En este informe el Observatorio se queja por la escasa información que le dan las empresas. Además, el Observatorio deja en evidencia datos que muestran los peligros de la libertad total para los empresarios y de la falta de control gubernamental hacia las empresas.

  • Ninguna de las empresas que cotizan en el IBEX35 aporta información sobre el dinero que dona a los partidos políticos. En el anterior informe del 2007 Telefónica informaba de haber realizado aportaciones de 400.000€ a dos fundaciones ligadas a partidos políticos.
  • Ninguna de las 35 empresas asume la responsabilidad por los efectos sobre el medio ambiente y la salud humana de todas sus actividades
  • Ninguna empresa aporta pruebas de que reconozca y respete el principio del consentimiento de los pueblos y las comunidades indígenas a ser afectados por sus proyectos de desarrollo
  • Ninguna empresa aporta información sobre su renuncia a utilizar contratos abusivos con sus clientes
  • Solo una empresa se preocupa de controlar que sus proveedores respeten los Derechos Humanos
  • Solo una empresa aporta información acerca del cumplimiento de las normas internacionales relacionadas con la protección del consumidor
  • Solo 2 de las 35 empresas protegen expresamente los derechos de los trabajadores en países que no aplican en su totalidad las normas internacionales relativas a la libertad de asociación y el derecho a la sindicación y a la negociación colectiva
  • Solo 3 empresas se comprometen expresamente a tomar medidas que reduzcan la posibilidad de sufrir una catástrofe ecológica
  • Solo 11 empresas dan pruebas de la no utilización de trabajo infantil
  • 25 de las 35 empresas del IBEX tienen presencia en paraísos fiscales
  • 5 de los 6 bancos que operan en el IBEX35 tienen sociedades participadas en paraísos fiscales

Queda claro que el laissez faire, laissez passer y dejar que cada empresario haga lo que mejor le viene no repercuten en el beneficio de toda la sociedad. Las campañas de Responsabilidad Social Corporativa están limitadas a que las empresas decidan hasta qué punto quieren limpiar su imagen, aunque sirven para mostrar algunas injusticias. Las grandes empresas dicen más cuando callan que cuando hablan.

La ampliación del metro de Galdakao: ¿Qué se discute?> Exabier Arrieta (Alternatiba)

Estos últimos días ha aparecido en los medios la noticia de la ampliación del Metro a Galdakao. Esto que en principio es una buena noticia ha generado una controvertida y saludable polémica sobre la no llegada al Hospital de Usansolo como en un principio sí estaba anunciada en forma de futura parada.

Por lo poco que se ha podido leer en los medios el Gobierno Vasco argumenta una falta de rentabilidad económica y social ya que el presupuesto se dispararía y el número de viajeros no es suficiente para acometer esta inversión.

Ante esto a un servidor le surgen varias interrogantes:

Pensar en términos de número de viajeros sólo tomando la zona en sí me parece un error. El metro debiera de ser la columna central sobre la que pivotara el resto de transporte público y/o privado facilitando su llegada a las diferentes paradas de metro. En este sentido, una parada en el Hospital, con la adecuación de su aparcamiento daría servicio a la población de la zona colindante (Lemoa, Bedia, Zornotza, Larrabetzu, etc.) sirviendo de elemento disuasorio al acercamiento de coches hacia el Gran Bilbao. Esto ha quedado demostrado en otros lugares (colapso del parking de Etxebarri, paulatino éxito del aparcamiento del BEC…).

En nombre de la sacrosanta rentabilidad económica…¿la línea 2 capta mucha menos población que la línea 1 que da servicio a la margen derecha?, ¿cuántos años han tardado de hacer una a iniciar la otra? Por la misma razón económica, ¿por qué se hizo una parada en Plentzia si su número de habitantes sobre todo en la media total del año es bajísima para una infraestructura de masas como ésta?Ah, que es que hay playa.R azón normal pero aquí no se miró el número de habitantes del municipio, se utilizó la lógica social acertada de que en verano mucha gente bizkaitarra va a los arenales, al igual que a lo largo de todo el año mucha gente ha de ir al Hospital de Galdakao y mucha gente de la comarca cogería el metro.

En el fondo y en mi opinión el debate no es la parada de metro en el Hospital de Galdakao, en el fondo está un modelo de sociedad basada en el destino de ingentes fondos a macroinfraestructuras (Supersur, TAV…) insostenibles que no dejan margen a mejoras en el transporte público ya que monopolizan muchísimos recursos potenciadores, en casos, del vehículo privado. Si hablamos de falta de rentabilidad social me gustaría saber cuantas toneladas de CO2 procedentes del vehículo privado se dejarían de emitir si se construye esta parada y se coordina con las líneas de Bizkaibus, potenciando el uso de un sistema de transporte público agil y competitivo. Y digo competitivo porque no a toda esta zona llega el Eusko tren ni los horarios de autobus son eso, competitivos. El transporte público ha de hacerse atractivo para el ciudadano, que ve como atractivo ahora que con su coche, la supersur, los corredores, las variantes etcétera llega rapidísimo a todos los sitios. Claro, si no miramos el deterioro medioambiental y el derroche de recursos.

En este sentido, se nos dice que el presupuesto se dispararía con esta llegada al Hospital. Parece no importar que se disparen otros presupuestos (presupuesto militar, las ya citadas megainfraestructuras) sobre los que no existen estas discusiones. Y lo que me sorprende más, ¿cuando se habla desde el Gobierno Vasco de la (falta de) rentabilidad social, se valora lo que supone perder calidad de vida natural, calidad de aire….?

Sin más, es una reflexión diferente a lo que sería un debate interesante en nuestra sociedad, el modelo de transporte que querríamos algunos ciudadanos.

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